martes, 21 de septiembre de 2021

Camarada Pedro Gajardo Bravo...

            (PARA LA CRÓNICA DEL FUTURO Y CUANDO YA NO ESTEMOS…..)


 Ayer,  20 de septiembre de 2021, ya casi con aires de primavera, con ventiscas y remolinos,  en las soleados páramos de nuestro conocido terreno de piedras y  dunas  del pequeño desierto costero de Roca Roja, (tantas veces recorrido por nuestras “huestes”), un grupo de ex soldados activos, hombres de valor  que mantienen el  lazo indisoluble de amor a su Ejército de Chile y su querida “Unidad Cuna”, como lo ha sido para muchas generaciones de oficiales,  jóvenes Suboficiales y SLCs de nuestro querido ex Regimiento de Infantería Nº 7 “Esmeralda”, en una actitud de sentirse siempre comprometidos con el servicio desinteresado a la causa del compañerismo, la amistad  y la entrega,   acompañaron a la señora Magaly y al joven Gary,  esposa e hijo, respectivamente,  del  camarada infante fallecido, no hace mucho tiempo, el distinguido y apreciado  SOF. Pedro Gajardo Bravo (Q.E.P.D.), para  depositar en esa tierra árida y rojiza, entre los recuerdos que perduraron y se anidaron para siempre en el corazón de este soldado, junto a los mejores años de su vida al servicio de la Institución,  cumpliendo con ello el deseo expresado en vida de que sus restos fueran esparcidos en ese sector,  y que este grupo de varones,  emocionados, desinteresados, “camaradas” de gran valor, acompañaron en la medida de las posibilidades de cada cual, representando también con su presencia a todos aquellos que nos vimos impedidos de participar de tan   noble homenaje,  para sellar  con  sus cenizas al viento, sus deseos de inmortalidad espiritual, y en esa acción, quizás  el alma de nuestro camarada, quiso también expresar  que su vida  fue un servicio permanente y  ligada  a la formación de guerreros en esas largas jornadas en esas soledades, donde el viento se adueña de cada sendero o quebrada, llevándose en sus alas el descanso, la juventud, los sueños e ilusiones  de lo que tanto se ama y  todo aquello que forma parte  del ser militar, de la  gran  vocación que nos une siempre, y que el entonces  joven  Cabo Gajardo, dedicó también su tiempo para cumplir  sus obligaciones de instructor , formando las generaciones distintas de soldados que alguna vez hicieron  su Servicio Militar en nuestra querida Unidad,  el “Séptimo de Línea”,  y que fueron el objetivo central en la ejecución de toda iniciativa y sentido del deber de  todo  instructor militar, enseñando en  medio de los calculados riesgos, en el sacrificio, en las duras jornadas del día o de la  fría e interminable noche bajo las estrellas, la única forma que conocemos de educación  militar, como lo es ser  combatientes individuales en lo que  nunca deseamos que ocurra, pero que siempre está latente, como lo es  el eventual  conflicto, aunque muchos aún no crean en esa verdad insoslayable, y aún en esa utopía  se debe emplear el hombre como una realidad viva y latente  en toda ocasión, siempre creyendo en que todo algún día, el menos pensado,  puede pasar.

Ser educador o instructor militar en esas aulas incómodas, donde se aprecia el frío,  se hacen interminables las noches de caminatas en medio de la  oscuridad tan necesaria para no ser sorprendido,  y mirando de vez en cuando la brújula de la estrellas, no es lo mismo que estar sentado en una cómoda  sala de colegio o Universidad. Allí, en el terreno donde se forja el soldado guerrero,  todo transcurre en una realidad  diferente, en una planificación  clara de objetivos y poco a poco esas almas de juventud plena, llenas de entusiasmo,  y de temores naturales como lo son esos frágiles muchachos que visten  el uniforme en el cumplimiento de su deber de ciudadanos,  los que comienzan a moldearse y a entender el valor más importante como lo es la vida, el amor a la familia, la amistad más pura y sincera que puede ofrecer una experiencia como el de las “Armas”,  y en medio de su preparación, vivir cada centímetro de la existencia,  al borde de la muerte, cumpliendo  o buscando la fórmula exacta del factor de la sorpresa para ejecutar la acción, empleándose  con  todo aquello que alguna  vez se aprendió en  circunstancias parecidas, pero que en esa hora de la verdad,   quedan solo en el recuerdo, pues  la aplicación y la técnica de los conocimientos, la conducción de los hombres como Comandantes,  sin duda que es una variable que debe ser enfrentada y analizada en cada circunstancias, haciendo de todo este proceso, un ambiente de imitación de la realidad, pero con riesgos de verdad.

Se combate con el clima, la incomodidad, el hambre, el abandono, el olvido y las miles de incomprensiones que hacen de nuestro “ser militar” un valor de servicio que nadie, pero absolutamente nadie que no  lo haya “vivido”, está autorizado a criticar o cuestionar, ni siquiera los intelectuales de cuello y corbata, que nunca caminaron con mochila con treinta kilos a la espalda,  sintiendo la debilidad del cuerpo, la ansiedad, la sed, y el dolor, que solo  se puede vencer con voluntad  y sin duda con un espíritu innegable de vencer.

                Para hablar de un soldado, de su vida, de su trabajo, de su grandeza  de su renuncia, se debe, al menos, haber estado una noche allí, o un día allí, o un largo período allí.

Todo aquel que intente abrir la boca,  con “consejos”, opiniones  o miradas de su propia perspectiva frente a lo que  nosotros tuvimos el privilegio de vivir y conocer, es mejor que obvie todo comentario, porque todo lo que pueda creer, todo lo que pueda decir, lo que pueda imaginar sin “haber estado allí”, resultará siempre lejano, siempre confuso,  siempre falso, siempre mentiroso e irreal, frente a una  vida tan distinta como la que enfrentan los soldados, (hoy hombres y mujeres) de Chile en los largos procesos de formación e instrucción de las inolvidables campañas vividas en  los desiertos o en las frías montañas cordilleranas, o los valles de toda nuestra geografía, donde siempre  se mantuvo y mantiene,  el respeto a la historia y a nuestros símbolos sagrados,  que nos hacen sentir que  todo lo que alguna vez pensamos o hicimos en bien de Chile y su historia, fueron y son proyectar  el valor de la verdad, convencidos que fue nuestro generoso aporte a este país al que tanto amamos, independiente de las contingencias o de las ideas distintas, pero que nadie tiene derecho a cambiar o a creer que pueden entre nosotros sembrar semillas de discordia o de dudas de todo lo que nosotros conocimos y  servimos con ese valor espiritual  de nuestro sentimiento, profundo de amor a  Chile, y que constituye nuestra sagrada vocación.

 

Y en ese sentido, hoy, en la soledad y el silencio, sin muchos testigos,  y solamente con el alma emocionada expresada  en la ocasión por los que pudieron estar allí,  esos viejos tercios  que dejaron por ese día la comodidad de su cuarteles de invierno sintiendo la necesidad de estar en esa última mirada y adiós al amigo,  vivieron la emoción y de un acto solidario, lleno de amor y valor, para  que solo el viento interpretara en esas soledades los  sones marciales, paseando el sonido respetuoso de los clarines   entre las hondas quebradas y recorriendo esas dunas y cerros, por esas arenas casi olvidadas,  llevando en sus manos la carga de los restos esparcidos al viento,  de quien fue un hombre sencillo, como todos nosotros, que sirvió con amor vocación y servicio, como todos nosotros,  a nuestro querido Regimiento, y que ya transformando en polvo de cenizas sus huesos y su carne terrenales, pero no así su alma que no puede tampoco sufrir  nuestro olvido,  se ha quedado para siempre  para seguir construyendo su historia en esos lugares benditos, al que tanto le debemos  y que también ha sido  triste escenario  de aquellos que dejaron su sangre y su vida, en los lamentables  accidentes que sin ser frecuentes, son parte del riesgo de esa arriesgada forma  de servir.

Por eso que sin haber estado allí presente, pero  conociendo el sentir de cada uno de los protagonistas que  se esforzaron para asistir,  podemos sentirnos todos responsables de este acto de amor inolvidable,  de paz y descanso para la  esposa que  se queda sola en su hogar  amando sus recuerdos, o el hijo que quizás nunca entendió el “trabajo” de su padre, pero para los que estamos aún  aquí, sabemos perfectamente que se trató de la vida, (solo la “vida”) de un simple y sencillo hombre, sin riquezas, sin grandes posesiones materiales, sin ambiciones terrenas, que empleó lo que Dios le regaló por virtud, sus manos, su mente su corazón y su mirada para enseñar, para guiar, para  educar,  para formar, haciéndonos todos parte de la nostalgia de este compañero que ya nunca más estará con nosotros pero que seguirá  en la eterna guardia del recuerdo y de la vida  difícil que eligió,  y que hoy se traslada a la eternidad, sin dejar nunca la convicción  de lo que significa  ser  soldado.

No puedo dejar de agradecer a quienes participaron de este acto que regaló paz y tranquilidad a la familia de nuestro camarada,  debemos decir con humildad gracias a Joaquín Gutiérrez Palomera, a Ramón Cubillos Fuentes, a nuestro buen amigo y siempre dispuesto a ayudar a los demás con su carisma de hombre bueno Daniel Avello, y al  silencioso pero servicial Miguel Montoya, con quien compartimos grandes jornadas en las soledades de Monturaqui en nuestros mejores años y con el perdón de ustedes, a todos los que  no pudieron cumplir su palabra de asistir, y a todos los que estuvimos ausentes en el silencio de nuestros hogares o tareas, pensando en este gran acto de  camaradería y grandeza humana.       

Tampoco puedo dejar de recordar a nuestros camaradas  contemporáneos que han partido en tantas diferentes circunstancias,  y que seguramente estaban en esos momentos  formando una escuadra de honor, con salvas silenciosas de recuerdos y que también han partido a eso que llamamos el “Ejército Celestial” , porque estamos convencidos que en la vida eterna que nos promete el Señor en su Evangelio, habrá una oportunidad para abrazar a los nuestros y entre ellos con especial sentimiento de afecto y gratitud a  quienes alguna vez nos recibieron en los inicios de nuestras vidas militares:  Jorge Mena, Rolando López, Orlando Góngora,  Manuel Polanco,  Sergio Guerra,  Reinaldo Corrotea,  Oscar Segundo Araya,  Juan Colina Vicencio,  Sergio Iván Rebolledo,  Roberto Miranda,  Pedro Durán Fontecilla,  Juan Figueroa Morales, Antonio Vásquez Acevedo, Carlos Enrique López Morales,  Oscar Arancibia Arancibia,  Apolinio Castillo,  Adolfo Duarte Cerda,  Enrique Cuello Diaz, Eduardo Figueroa Hiche,  Vásquez, Valeria,  Jorge Rodríguez Jorge Mena, Rolando López, Orlando Góngora,  Manuel Polanco,  Sergio Guerra,  Reinaldo Corrotea,  Oscar Segundo Araya,  Juan Colina Vicencio,  Sergio Iván Rebolledo,  Roberto Miranda,  Pedro Durán Fontecilla,  Juan Figueroa Morales, Antonio Vásquez Acevedo, Carlos Enrique López Morales,  Oscar Arancibia Arancibia,  Apolinio Castillo,  Adolfo Duarte Cerda,  Enrique Cuello Diaz, Eduardo Figueroa Hiche,  Vásquez, Valeria,  Jorge Rodríguez ,  Manuel Zapata Torres, Guillermo Córdova Guerra,  Enrique Mena, Jorge Aburto, Hugo Cortés Neira,  Manuel Leopoldo Rojas Urzúa, Héctor Vega Pizarro, Luis Marambio Vega, Lozano, Àngel Herrera Rozas, y tantos otros que se pierden en los recodos de la frágil memoria.

Ya  nuestros amigos más contemporáneos:

 Carlos Carvajal, Dante Hormázabal,  Mirto Verdejo,  Humberto Escobar,  Alejandro Saldías,  Alejandro Jerez, Rodrigo Flores, Edgardo Rosales,  Américo Olivares, Gerardo Neira, Oscar Aguayo, Haroldo Contreras, José Briones, Mario Alarcón, Ernesto Galleguillos,  José Sánchez, Urbano Balderas Castro, Jorge Maturana, Acevedo, Meza,  Fica Fica, Vejar, Tenorio, Turra, Bustamante, Naveas, Veas, Tobar y tantos otros que también descansan en paz en el alma de los que somos por siempre y para siempre : “ESMERALDINOS DE CORAZÖN”.

Ayer se unieron nuestras voces en el silencio del homenaje, en las palabas que dijera el más antiguo, y en el  compás invisible  imaginario de las  bandas de bronces y en los versos del amado himno “Adiós al Séptimo de Línea” que resonó en cada corazón y en cada latido de los presentes y también de los ausentes. Esa es la verdadera camaradería y el amor a los nuestros.

 

“Volverán si ser los que partieron, faltarán algunos que murieron, honrará la patria a todos ellos, para siempre, para siempre, su memoria guardará.” “Adiòs al Regimiento que se va adiós, adiós…adióssssss”…...





IMAGENES DE ACTIVIDADES NORMALES EN ROCA ROJA












ÁNFORA Y CENIZAS DE NUESTRO AMIGO Y CAMARADA. 

QUE DESCANSE EN PAZ Y QUE BRILLE PARA ÈL LA LUZ PERPETUA....

QUE LA FAMILIA SUPERE SU AUSENCIA Y  NUNCA OLVIDEMOS LO FRÁGIL DE LA VIDA, Y  LO QUE NOS DICE EL EVANGELIO: "POLVO ERES Y EN POLVO TE CONVERTIRÀS".....


UN ABRAZO AL CIELO....




(Fotografías proporcionadas  con el respeto y delicadeza propia de  esta acto  de amistad y camaradería por nuestro camarada Joaquín Gutiérrez. Lamentablemente un video corto, con a la entrega de la Bandera de Chile a la esposa, no fue posible subirlo a este espacio de recuerdo y homenaje.) 

Rezar por todos los caídos, nos hace bien. Y recordarlos, trayendo sus rostros a nuestra memoria,  nos enorgullece. Que descansen en paz. 




UN CUENTO DEL TIO

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