lunes, 19 de febrero de 2024

SOF. MARIO CÁCERES LÓPEZ, DESCANSE EN PAZ...

 


SOF. MARIO CÁCERES LÓPEZ (Q.E.P.D.)

                                (Fotografía personal tomada por el ex Soldado Rubén Toro Pozo)

Me informan desde Ovalle, los ex soldados y grandes camaradas y amigos  de hoy, Rubén Toro y Manuel Rivera, (que hicieron su servicio militar en el Glorioso “Esmeralda”),  la infausta noticia de la partida de este mundo a los cuarteles celestiales, siendo las 15:15 hrs. de hoy 19 de Febrero del año 2024,  del recordado superior y amigo, camarada “Esmeraldino” de siempre, SUBOFICIAL DN. MARIO CÁCERES LÓPEZ, que estaba radicado en la IV Región desde hace un tiempo y del cual guardamos, todos quienes fuimos sus camaradas  y subalternos, grandes recuerdos, por su lealtad, su trabajo, su  característica sonrisa,  y esas largas tardes de  arreglos de uniformes y tenidas en su oficio que lo hizo único en el cuartel, en ese rinconcito de la Sastrería, donde nos contaba tantas historias militares, de sus cursos de “Rangers” y de sus viajes  de instructor a otros países.

             Fuimos vecinos de dependencias  durante un par de años durante el mando del coronel Luis Garfias Cabrera,  y  cada mañana se iniciaba la labor del trabajo de las tijeras, la máquina y los   arreglos de tenidas, con la buena música que conectaba el inolvidable “Gato Cáceres”, a  las ondas de su gran gusto musical, en su radio “regalona” que mantenía como  principal adorno en unos de sus abultados estantes,  llenos de hilos, parches, retazos de telas de uniformes, y una gran cantidad de “herramientas”  para su trabajo, como escuadras de madera, modelos lineales de pantalones y ese  gran número de cosas que se usaban en esas sastrerías militares de antaño, colgadores, tenidas listas para entregar, otras por confeccionar y otras por reparar, con la infaltable plancha gigante de fierro para lograr aplanchar en un alto mesón cubierto con frazadas y telas de especies de cama de “baja”,  las texturas perfectamente alisadas con pulcritud extrema, en  ese arduo y casi desconocido trabajo, en que las exigencias venían casi siempre de las “altas esferas”  del mando, donde  no había  posibilidad de error ni menos de equivocaciones, y en las que el “Gato” Cáceres,  daba lo mejor de sí, para cumplir  con profesional dedicación al arreglo o acondicionamiento de los uniformes y tenidas que siempre debían estar aplanchados, con sus botones brillantes, sus corbatines inmaculados, y que hablaban lo bien de su abnegado y desconocido oficio.

            De la música que le gustaba: las rancheras, las cumbias y estar siempre informado en esos antiguos noticieros “horarios”.

            Los que teníamos la suerte de trabajar cercanos en esas dependencias separadas por débiles y circunstanciales muros, en los cuales no había posibilidad de no enterarse de las conversas y acciones que se desarrollaban al “otro lado”, en medio del trabajo silencioso, disfrutábamos de esas ondas radiales que nos alegraban el día, en las pocas oportunidades que debíamos cumplir trabajos administrativos. En mi caso el Almacén de Ayudas de Instrucción y mi banco de dibujo para los proyectos de construcción del Comandante: Planos de proyectos de construcción, arreglos del frontis con las torres aledañas,  dibujos a escalas de los patios de formación, planos del Regimiento, estudios de modificación del “Arco de Entrada” del Cuartel, Proyecto “Altar de los Héroes” del Séptimo de Línea y muchos otros planos que eran visados y aprobados por conocidos arquitectos colaboradores de la Unidad, y muchas obras  que  se cumplían  con profesionalismo y que no todos tenían la oportunidad de ejecutar, por las múltiples funciones a que estamos siempre sometidos los soldados y que nos obligan ser ”Buenos para Todo” y “Malos para nada”.

            Costaba subir a ese segundo piso de ese pabelln, por lo estrecho de la escala de caracol hecha de circunstancias con tablones sueltos y envejecidos por el uso,  pero que nos “avisaba” a gritos, con sus  débiles y ruidosos peldaños, la cercanía o presencia de algún “jefe” o alguien que se aproximaba al área, ante cual abríamos los ojos, los oídos y estábamos siempre “atentos a la maniobra” para no ser sorprendidos tomando un té de media mañana, o “Pan de 10”, tan necesario para recuperar fuerzas.  

            Cercanos estaban las dependencias del “Almacén de Deportes”,  la oficina del SG1. Adolfo Duarte, que llevaba allí los roles de la Compañía de Morteros que ocupaba el pabellón, y en el piso inferior, otras dependencias de la Compañía de Fusileros y hacia el patio los almacenes de Material de Guerra.

            Por esos ventanales que daban al patio principal,  estábamos siempre atentos  al trabajo de los instructores con sus escuadras o en esas “Revistas” de la tarde en que se inspeccionaban los vehículos y el material a pleno sol, y  con mucho trabajo de quienes cumplían esas tareas de tanto sacrificio, duplicadas y hasta triplicadas por nuestros camaradas, por ausencia de personal, pero que  eran el mejor testigo de la vocación de quienes abrazaron esa vocación  de ser soldados y ponerse al servicio de las obras de todo lo que significaba la gran responsabilidad de mantener y ejecutar  las tareas diarias.

            El “Gato” Cáceres era el Sastre, del “Parche” distintivo celeste, o sea de  los “Servicios”, pero no fue solamente ese su trabajo.

            Trabajó en muchas oportunidades como instructor en esos tiempos en que habían muy pocas vocaciones para cumplir esas tareas, y los regimientos estaban sometidos a la falencia de personal y ausencia de medios que lo hacían casi Unidades extremadamente pobres en recursos, y esos viejos soldados, nuestros grandes instructores, estaban prácticamente en todas: En el terreno era el “Ranchero”, en la Campaña era el “Sirviente de Pieza”, en los reconocimientos era el conductor del camión, en las actividades de protección del Cuartel el  Centinela o el Comandante de Relevos o eL Comandante de la Guardia, todos servicios distintos pero de gran sacrificio, sobre todo en esas largas noches  de constante paseo y control de dependencias  de las cuales  no  se podían  dejar de mantener control por la alta sensibilidad de los pertrechos militares.

            Una vez les conté que con el  entonces Sargento Cáceres, compartimos  un período de instrucción en  Portezuelo, en tiempos del mando del Coronel Don  Belarmino López Navarro; Él era  nuestro instructor y nosotros sus soldados y habíamos cumplido todas las metas del ejercicio en cuestión, por lo tanto nos quedaba la última noche, antes de volver a guarnición a nuestras Unidades.

            En ese recordado “Circo  de Campaña”, los soldados  que en esas actividades se daban un tiempo de esparcimiento personal y colectivo,  desarrollando otras capacidades de tipo artísticas y de música, con grandes cantores o cuenta chistes para alegrar la tropa, los soldados de la Compañía de Plana Mayor y Logística, en ese instante a cargo del “Gato” Cáceres, hicieron en el corolario del circo de campaña, una danza “Machitún” con bidones de plástico a modo de cultrunes, danzando acompasados en medio de la fogata nocturna, en una cálida noche estrellada,  de mucha luminosidad por lo alto y claro de la luna, acto que se realizó con el mayor respeto por ser una tradición de nuestros ancestros, y terminamos muy tarde y motivados y agradecidos por esa experiencia cultural  de “invocación a la lluvia”, cosa que era casi “risible” en la aridez del desierto, pero que nos sirvió para educarnos de esas ceremonias ancestrales.

            Pueden creerlo o no. Pero como a las tres de la madrugada, mientras en el Vivac dormitaba la tropa, custodiados por la Guardia de turno, de pronto  se oscureció completamente el cielo de la pampa de Portezuelo,  la noche se puso negra y  amenazante y  mientras  los soldados  cubrían con sus mantas el delicado armamento, comenzó a caer la lluvia incesante en el sector, y ya para nadie fue un misterio que el cielo respondió con  generosidad y un caos calculado, al llamado de la lluvia de esa inolvidable campaña.

            Con el Suboficial Cáceres siempre recordábamos esa anécdota y él la contaba con “pelos” y señales y nos sentíamos privilegiados de haber estado allí en esa tiempo y circunstancia.

            Con motivo de su ascenso al grado e Sub oficial, junto a sus congéneres de esa época,  Saturnino Mariqueo, Rosauro Moroso y  Guillermo Córdova, fui uno de los privilegiados a quien invitaron gratuitamente a compartir una cena de  festejos en un reconocido restaurant céntrico de la ciudad,  disfrutando de ese momento tan de “ellos”  hasta altas horas de la madrugada. Siempre sentí agradecimiento por esa generosa muestra de afecto de “mis suboficiales” más antiguos, que invitaron a este joven cabo a compartir esa alegría, que con los años también tuve la dicha de vivir en otro tiempo.

            Estos relatos simples, retratan el alma de un gran soldado , como muchos que han partido y como otros que  vencieron las más grandes  dificultades para salir adelante con su trabajo y vocación al servicio de la Patria.

            Por prudencia, respeto y delicadeza, solamente diré que  el Suboficial Mario Cáceres López, era también un gran padre de familia. Muy amado por su esposa la Sra. Atractiva Aravena y sus hijos. (Dos damas y un varón). Siempre preocupado de su bienestar y de todo lo atingente al hogar y subsistencia. Eran una familia de mucho esfuerzo pero muy generosos. En su casa, recibían a muchos soldados conscriptos que en los fines de semana no tenían lugar ni familia donde pernoctar o disfrutar de una cena  de casa o simplemente permanecer en un ambiente distinto al del cuartel. Sabido es del gran cariño que sentía la familia en general y que cobijó a tantos jóvenes soldados que cumplieron su servicio militar en el “Esmeralda”, y que guardan de él muy gratos recuerdos.

            De hecho, en Ovalle, donde hay un gran contingente de ex soldados “Esmeraldinos”, muchos le han reconocido y agradecido su generosidad y entrega y estuvieron cercanos también en el devenir de su enfermedad, en especial a quienes me comunicaron hoy esta lamentable noticia: nuestros amigos Rubén Toro y Manuel Rivera.

            Tengo la suerte de mantener comunicación con ellos y precisamente en esa línea de confianza y amistad profesional que mantenemos por muchos años, me han tenido al tanto de los detalles de esta partida de nuestro querido viejo roble  “Esmeraldino”, que descansa hoy en paz y que seguirá con su amplia y franca sonrisa sirviendo en esos parajes celestiales donde se juntarán alguna tarde en una tertulia de amistad, para brindar por los buenos tiempos brindando con muchos de los que se fueron, y con  las sillas vacías que nos esperan para cuando nos toque la partida y el clarín nos anuncie  la llegada a ese cuartel, o la sentida despedida que seguramente  se le brindará al distinguido soldado,  a quien recordamos en esta líneas con cariño.          

            Nuestras condolencias a su familia y a quienes le sobreviven.


(Fotos enviadas por Rubén Toro Pozo desde Ovalle. (Üna de las últimas visitas al Regimiento.)

 



           FOTOS DEL PERFIL PERSONAL DE LA HIJA, SRA. ALICIA CÁCERES 









FOTOS   RELIQUIAS DE ARCHIVO.


21 de Mayo de 1969. Desfile Militar con el Curso Especial de Estudiantes  del Colegio San Luis de Antofagasta, el siempre marcial y comprometido  CB1. MARIO CÁCERES LÓPEZ (Q.E.P.D.),  quien ha sido llamado a los cuarteles celestiales en el día de ayer. Descanse en paz camarada, amigo y superior.


Antofagasta, 18 de Abril de 1968
Instrucción de Morteros 120 mm. 
(Cancha de fútbol del Regimiento "Esmeralda")


18 de Septiembre de 1970. Previo a la Parada Militar.

Aparecen de izquierda a derecha: Raúl Escalona Gálvez, Mario Cáceres López y Tristán Mesías 



 Campaña Toconao Año 1971




Conferencia "Asalto y Toma del Morro de Arica", 7 de Junio de 1971.




           

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