La vida….simplemente…
Por
esas cosas propias de la edad, y porque los años no pasan en vano, a todos nos
suele ocurrir sentir que se van acumulando como fango pegajoso o sarro que se
adhiere en los escondrijos de la mente, los más diversos recuerdos e historias
personales , que permanecen silenciosas y pareciera que nadie pudiera haberlas
vivido como nosotros, por cuanto son de nuestro acervo personal y constituyen nuestro gran bagaje de lo que
podemos conservar tan nuestro y que
tienen o no un especial significado para
nuestras propia existencia, como para la gratitud de esa etapa adquirida con
los años y que después de vivirlas la llamamos experiencia.
Cuando
queremos recordar, basta un aroma, una canción, una palabra o cualquier
elemento externo que gatille ese rápido encendido de “mecha corta” a la
memoria, para que en pocos segundos estemos rebobinando el disco duro y
sintiendo nuevamente esas emociones que creíamos dormidas y llenarnos de esos
sentimientos que causaron en un momento u otro alguna emoción personal,
profesional, del servicio, o familiar.
Nuestros
recuerdos militares sobretodo, están inmersos en distintos escenarios, y
todos tenemos una memoria personal o
colectiva que nos permiten sentirnos que estuvimos juntos compartiendo tal o cual
emoción; Así entonces recordamos las campañas, la Compañía, la formación, la
guardia, los amigos y sus personalidades tan distintas y tantas cosas que otros
también vivieron y que nos hacen sentirnos unidos en las grandes alegrías y
también en las personales tristezas, en especial en estas fechas en que alguna vez debimos pasar una navidad o
una fiesta de fin de año, apostados en un punto
cualquiera de la guardia o de la noche en la frontera y sentir en la bulla y la algarabía lejana el sentimiento de encontrarse tan solos
y sabiendo que tras nuestro sacrificio se cumplía entonces con un sagrado deber, y
eso pasa más que nada con los soldados de nuestro tiempo, que dejaron muchas horas de juventud y sueños
en esas interminables horas del servicio,
que afectó también a todos los escalones del mando en alguna u otra
oportunidad.
Entre
esos recuerdos, tuve hoy la alegría de
contactarme con un soldado conscripto: Manuel Antonio Rivera, (alias el “Duarte” chico),
por haber trabajado en ese entonces con el extinto SOF Adolfo Duarte Cerda,(Q.E.P.D.),
recordando a un sencillo hombre de armas, un soldado
conscripto de mi tiempo, que cumplió su
Servicio Militar en el Regimiento y del cual me referiré, con mucho agrado y
emocionado también por su forma y experiencia de vida, en estas próximas líneas.
Aparte
de los recuerdos que nos unen desde esos tiempos, y yo de no haber trabajado directamente con él, salió a
la conversa con Manuel Rivera, el tal “TORO
POZO”, que tal vez muchos de ustedes recuerden con mejor memoria.
Para
mí, sin duda, fue una historia sencilla
y simple. Pero que como amante de las
cosas de nuestro Regimiento (y así como ustedes también tienen gratos momentos
de sus propios recuerdos), se me vino
entonces a la memoria ese apellido: “TORO POZO”, y como mi mente aún mantiene
esos óxidos del olvido, (el bien conocido “OXIPIC”, lenguaje empleado por los
“Armeros” cuando nos revistaban las armas), y por pura curiosidad, decidí entonces llamar a Ovalle y enlazar los detalles de este tema con el Sr. RUBÉN TORO POZO, para recordar sus tiempos de
soldado.
Me
encontré entonces con un agradable ex soldado,
respetable ciudadano y ejemplar
reservista, padre de cuatro hijos, y un hombre dedicado entre otras cosas, a
cultivar la disciplina deportiva del ciclismo, y en ese breve conversar, y
presentarme como corresponde a un
caballero que inicia una conversa, vino
ese mágico “click” que les contaba al inicio de esta nota, afectando
directamente al “disco duro”, y entonces,
se me llenó la cabeza de recuerdos y ¡Claro! ¡¡Rubén Toro Pozo!!, el soldado que me ayudó a pintar unas letras
en el frontis de la entrada del cuartel con los versos del himno “ADIÓS AL SÉPTIMO DE LÍNEA”; el que estuvo
cumpliendo su Servicio Militar en los
tiempos de mando del coronel Jorge
Romero Campos y que en ese entonces, el joven conscripto Rubén Toro, era un
joven adolescente, servicial y entusiasta, humilde y de corazón grande y bueno.
Alguna vez, lo recordamos en nuestra charla amena, en un fin de semana, me
ayudó con un foco de iluminación en mano, y
con tenida “de corbata”, a filmar
un matrimonio de un familiar del entonces Teniente Ly, el odontólogo de la
Unidad, trabajando entusiastas en
conseguir las mejores imágenes de ese
evento personal y familiar, al cual concurrimos como todas nuestras actividades
extras de fin de semana cuando había disponibilidad, en forma “voluntaria”,
habiendo tenido también la oportunidad en ese entonces de ser “considerados”,
después del trabajo, aunque haya sido en el rincón de la cocina, con esa
deliciosa cena, paseándose por nuestras narices los mejore aromas y ricos manjares de los expertos de
cocina “china” preparados para la
ocasión con tanta dedicación y siendo agasajados también por ese evento del cual solo teníamos
la misión de guardar las imágenes de una sencilla filmación en esas cámaras de
Video 8, populares en ese entonces, y cumplir de la mejor forma nuestro
cometido.
¡¡Tantas cosas que afloran en las
conversas!! Y nos permiten reírnos en
esa corta y grata conversa telefónica, suficientemente contundente para que
afloraran frescos nuestros recuerdos, que salieron luminosos y empapados de
sonrisas de los oscuros rincones del pasado.
Este
“Toro Pozo”, ustedes “Esmeraldinos” de ese tiempo, lo deben recordar muy bien, pues era un hombre
de una especial personalidad, silenciosa, amable y servicial, pequeño pero grande de corazón y
voluntad, y que alguna vez reemplazó a Juanito
Solís, en su trabajo de peluquero
“oficial” de la Unidad.
A
propósito de ello, “Toro Pozo”, se inició
en el tan necesario oficio de peluquero “militar”, primeramente con
los soldados de su Compañía de Plana Mayor, luego fue dándose a conocer por su sencillez y óptimo servicio, haciendo ya, por
la confianza que entregaba con su trabajo, algunos reemplazos exclusivos para el personal de Planta , y ganándose el aprecio, afecto y
cariño de sus amigos, camaradas, superiores, e instructores, sirviendo definitivamente,
aparte de sus funciones como miembro de su Compañía, como peluquero del personal del Regimiento, en
ese rincón característico, ubicado “atrás”
de la Guardia de nuestro recordado Cuartel, efectuando el corte de tantas cabellos,
y participando silenciosamente, para no
abandonar su serio trabajo, de las amenas conversas
y meticulosas “desvelladas” que se
efectúan en esa peluquería militar, acumulando en cada jornada de día de
trabajo, (y a veces en las grandes actividades de formaciones, donde el corte
militar es obligatorio y producto de duras sanciones,) permaneciendo de pie
junto a sus máquinas que ya “arden” hasta más de 24 hrs. para dar abasto a la
demanda, y reuniendo esos esponjosos cojines de cabellos rasurados, arrastrados
con esas maniobras de palas y escobas, que llenaron muchas veces el
basurero militar de la peluquería, que en
las labores de higiene del final del día, se incineraban con los papeles viejos
en un fogón circunstancial en la cantera.
Y
entonces seguimos recordando en nuestra charla telefónica, con Toro Pozo y me decía
también como yo, emocionado: - “Mi” cabo
Garcia. ¡Claro que me acuerdo de usted! Y también para él, salieron a flote sus más
frescos recuerdos, y entonces descubrí
que ese humilde, servicial, esforzado, querido, respetado, y soldado “ejemplar”, que llegó con 8vo básico
de escolaridad al Regimiento, como parte de ese contingente tan siempre bienvenido
y considerado como de gran eficiencia,
como lo ha sido por muchos años el contingente de Ovalle, y sin desmerecer el de otras ciudades a
quienes hemos tenido el gusto de conocer, incluyendo en ellos al contingente de
Antofagasta, de Puerto Montt, de Lautaro, de las pampas salitreras, de
Tocopilla y Calama y otros, (siempre serviciales,
buenos para el trabajo y comprometidos con el deber), que me refrescó la memoria, y a quién nunca pensé ver o
contactar, me reiteraba su gratitud al Ejército y me decía: -
“Yo, al igual que muchos soldados que pasan por el Ejército, soy un muy
agradecido ciudadano de mi “Servicio Militar”,
y sobretodo de mi Regimiento “Esmeralda”, pues allí aprendí este oficio de
peluquero que me permitió formar una familia, criar a cuatro hijos, tener mi casa, mi auto, educar a mis hijos, entre ellos mi niña mayor
que es toda una ingeniero que trabaja en faenas mineras en Calama, y
gracias eso tener desde hace muchos años mi “propia” peluquería en este
Ovalle tan hermoso, tan acogedor, tan de
buena vida, y a la cual bauticé como “PELUQUERIA ESMERALDA” sintiendo con
ese gesto el agradecimiento por mi Unidad,
mis instructores y muchas situaciones favorables para mí, y que viví en mi
querido e inolvidable Regimiento “Esmeralda”.
Entre
tantas cosas que conversamos me decía: - “Yo
actualmente vivo aquí en Ovalle, muy
cerca del recordado militar, al que llamaban
cariñosamente el “GATO” CÁCERES. No se
imagina usted, cuántas veces lo he tenido que gustosamente ayudar y trasladarlo
a urgencias médicas al hospital, y siempre mantengo contacto con la hija y con mi Suboficial, que en más de alguna oportunidad,
estando como conscripto, me llevó a su
casa en el block 10 de la Población
Militar allá en Antofagasta”.
“Aún mantengo mi deseo de hacer ejercicios y
estoy en un club de ciclismo aquí en Ovalle y pertenezco a la reserva del
Regimiento Nº 21 “Arica” de La Serena y en esa Unidad he participado en muchos
ejercicios como reservista y he sido
hasta premiado también por mi desempeño.”
Hubiéramos querido tener más tiempo para conversar en
esta oportunidad. Por esta vez,
conversamos bastante rato, pero sus
entrenamientos de ciclista le obligaron a cortar la comunicación y
seguramente al final del día, seguir con su trabajo de peluquero, en “su
peluquería” llamada “Esmeralda”, donde si alguna vez usted mi querido lector desea
pasar y cortarse el pelo, allí estará como en sus mejores años, servicial y
atento el ex soldado RAÚL TORO SOTO,
trabajando, educando y viviendo con sanas nostalgias con el recuerdo de su inolvidable
Regimiento “Esmeralda”, que palpita en los compases marciales con que inicia
cada día, al ritmo acompasado de su corazón.
Sin
duda, es fue y será siempre un gran soldado y ciudadano este desconocido Raúl
Soto Pozo, de buena cepa, de vino generoso, de “campo” y que en su optimismo y alegría, aun en esa aciaga ocasión que estuvo a “punto” de morir en un lamentable accidente
deportivo , del cual pudo repuntar y nuevamente crecer con ese ímpetu de hombre
lleno de fortalezas y con esos aires propios de un hombre de bien, forjado en
el Glorioso Regimiento “Esmeralda”,
habiendo sido siempre, como muchos otros
soldados que hemos tenido el honor de conocer, un “guerrero” auténtico de la vida, acrecentando en su conducta siempre el amor a
su familia, sus hijos, sin jamás olvidar sus
orígenes de soldado humilde, porque en eso, todos los que hemos vestido
el uniforme de soldado lo sabemos, que nunca nuestra acción o trabajo ha estado
ligado a pretender riquezas u homenajes o al legítimo deseo de aumentar alguna
condición material para “tranquilidad” de la vida, todo lo
contrario, solamente servir con un sentido de amor espiritual comprometido
con el amor a Chile, y que en esta tarde de conversa amena, nos refrescó el
alma, así como muchas veces sentimos esos aires frescos del ambiente de ese
bello Ovalle.
Quizás
en este homenaje, pudiera involucrar a tantos soldados desconocidos que han
hecho de su vida personal una ejemplar entrega a sus trabajos, a sus
familias, a sus propios intereses, sin olvidar jamás las enseñanzas recibidas,
y no esas propias de nuestra función como lo es el entrenamiento para esa supuesta e implacable guerra que a veces pareciera cernirse sobre las
historia de las naciones, sino más bien, a esa lucha que requiere de soldados
entrenados para la propia vida y quizás por eso nos enorgullecemos de conocer y
dar a conocer estas historias ocultas, como la de Toro Pozo que hablan de la grandeza de las
buenas personas.
Es
así la vida simplemente, y como llega, se nos va.
Eso
lo escribí ayer, 24 de diciembre, y se lo envié al amigo Toro, y hoy día de
Navidad, recibo un mensaje en estas redes modernas, tan simple, tan elocuente:
"Feliz navidad amigo Carlos y a toda su
familia igualmente emocionado aún por sus bonitas palabras muchas gracias por
tan bonito gesto y espero volver algún día a nuestro glorioso Regimiento
"Esmeralda".
Le adjunto algunas fotos para el recuerdo, (y para el saludo a todos los
"Esmeraldinos" de todos los tiempos, que han escrito sus propias
historias.)
SOM. Carlos Garcia Banda
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