domingo, 26 de diciembre de 2021

LA VIDA...SIMPLEMENTE

 

La vida….simplemente…

                Por esas cosas propias de la edad, y porque los años no pasan en vano, a todos nos suele ocurrir sentir que se van acumulando como fango pegajoso o sarro que se adhiere  en los escondrijos de la mente,  los más diversos recuerdos e historias personales , que permanecen silenciosas y pareciera que nadie pudiera haberlas vivido como nosotros, por cuanto son de nuestro acervo personal y  constituyen nuestro gran bagaje de lo que podemos conservar tan nuestro y  que tienen o no un especial significado  para nuestras propia existencia, como para la gratitud de esa etapa adquirida con los años y que después de vivirlas la llamamos experiencia.

                Cuando queremos recordar, basta un aroma, una canción, una palabra o cualquier elemento externo que gatille ese rápido encendido de “mecha corta” a la memoria, para que en pocos segundos estemos rebobinando el disco duro y sintiendo nuevamente esas emociones que creíamos dormidas y llenarnos de esos sentimientos que causaron en un momento u otro alguna emoción personal, profesional,  del servicio, o familiar.

                Nuestros recuerdos militares sobretodo, están inmersos en distintos escenarios, y todos  tenemos una memoria personal o colectiva que nos permiten sentirnos que estuvimos juntos compartiendo tal o cual emoción; Así entonces recordamos las campañas, la Compañía, la formación, la guardia, los amigos y sus personalidades tan distintas  y tantas cosas  que  otros también vivieron y que nos hacen sentirnos unidos en las grandes alegrías y también en las personales tristezas, en especial en estas fechas  en que alguna vez debimos pasar una navidad o una fiesta de fin de año, apostados en un punto  cualquiera de la guardia o de la noche en la frontera y  sentir en la bulla y la algarabía lejana  el sentimiento de encontrarse tan solos y  sabiendo que  tras nuestro sacrificio  se cumplía entonces con un sagrado deber, y eso pasa más que nada con los soldados de nuestro tiempo,  que dejaron muchas horas de juventud y sueños en esas interminables horas del servicio,  que afectó también a todos los escalones del mando en alguna u otra oportunidad.

                Entre esos recuerdos,  tuve hoy la alegría de contactarme con un soldado  conscripto:  Manuel Antonio Rivera, (alias el “Duarte” chico), por haber trabajado en ese entonces con el extinto SOF Adolfo Duarte Cerda,(Q.E.P.D.), recordando a  un  sencillo hombre de armas, un soldado conscripto de mi tiempo,  que cumplió su Servicio Militar en el Regimiento y del cual me referiré, con mucho agrado y emocionado también por su forma y experiencia de vida,  en estas próximas líneas.

                Aparte de los recuerdos que nos unen desde esos tiempos, y yo  de no  haber trabajado directamente con él, salió a la conversa con Manuel Rivera,  el tal “TORO POZO”, que tal vez muchos de ustedes recuerden con mejor memoria.

                Para mí, sin duda, fue una historia  sencilla y simple. Pero que como amante  de las cosas de nuestro Regimiento (y así como ustedes también tienen gratos momentos de sus propios  recuerdos), se me vino entonces a la memoria ese apellido: “TORO POZO”, y como mi mente aún mantiene esos óxidos del olvido, (el bien conocido “OXIPIC”, lenguaje empleado por los “Armeros” cuando nos revistaban las armas), y por pura curiosidad,  decidí entonces   llamar a Ovalle  y enlazar los detalles de este  tema con el Sr.  RUBÉN TORO POZO, para recordar sus tiempos de soldado.

                Me encontré entonces con un agradable ex soldado,  respetable  ciudadano y ejemplar reservista,  padre de cuatro hijos,  y un hombre dedicado entre otras cosas, a cultivar la disciplina deportiva del ciclismo, y en ese breve conversar, y presentarme  como corresponde a un caballero que inicia una conversa,  vino ese mágico “click” que les contaba al inicio de esta nota, afectando directamente al “disco duro”, y entonces,  se me llenó la cabeza de recuerdos y ¡Claro! ¡¡Rubén Toro Pozo!!,  el soldado que me ayudó a pintar unas letras en el frontis de la entrada del cuartel con los versos del himno  “ADIÓS AL SÉPTIMO DE LÍNEA”; el que estuvo cumpliendo su Servicio Militar  en los tiempos de mando del  coronel Jorge Romero Campos y que en ese entonces, el joven conscripto Rubén Toro, era un joven adolescente, servicial y entusiasta, humilde y de corazón grande y bueno. Alguna vez, lo recordamos en nuestra charla amena, en un fin de semana, me ayudó con un foco de iluminación en mano, y  con tenida “de corbata”,  a filmar un matrimonio de un familiar del entonces Teniente Ly, el odontólogo de la Unidad,  trabajando entusiastas en conseguir las mejores imágenes  de ese evento personal y familiar, al cual concurrimos como todas nuestras actividades extras de fin de semana cuando había disponibilidad, en forma “voluntaria”, habiendo tenido también la oportunidad en ese entonces de ser “considerados”, después del trabajo, aunque haya sido en el rincón de la cocina,  con  esa deliciosa cena, paseándose por nuestras narices los mejore  aromas y ricos manjares de los expertos de cocina  “china” preparados para la ocasión con tanta dedicación y siendo agasajados  también por ese evento del cual solo teníamos la misión de guardar las imágenes de una sencilla filmación en esas cámaras de Video 8, populares en ese entonces, y cumplir de la mejor forma nuestro cometido.

¡¡Tantas cosas que afloran en las conversas!! Y nos permiten reírnos  en esa corta y grata conversa telefónica, suficientemente contundente para que afloraran frescos nuestros recuerdos, que salieron luminosos y empapados de sonrisas de los oscuros rincones del pasado.

                Este “Toro Pozo”, ustedes “Esmeraldinos” de ese tiempo,  lo deben recordar muy bien, pues era un hombre de una especial personalidad, silenciosa, amable  y  servicial, pequeño pero grande de corazón y voluntad,  y que alguna vez reemplazó a Juanito Solís, en su trabajo de  peluquero “oficial” de la Unidad.

                A propósito de ello,  “Toro Pozo”, se inició en el  tan necesario  oficio de peluquero “militar”, primeramente con los soldados de su Compañía de Plana Mayor,  luego fue dándose a conocer por su  sencillez y óptimo servicio, haciendo ya, por la confianza que entregaba con su trabajo, algunos  reemplazos exclusivos para el personal  de Planta , y ganándose el aprecio, afecto y cariño de sus amigos, camaradas, superiores, e instructores, sirviendo definitivamente, aparte de sus funciones como miembro de su Compañía,  como peluquero del personal del Regimiento, en ese rincón característico, ubicado  “atrás” de la Guardia de nuestro recordado Cuartel, efectuando el corte de tantas cabellos, y participando silenciosamente,  para no abandonar su serio trabajo,  de las  amenas  conversas y  meticulosas “desvelladas” que se efectúan en esa peluquería militar, acumulando en cada jornada de día de trabajo, (y a veces en las grandes actividades de formaciones, donde el corte militar es obligatorio y producto de duras sanciones,) permaneciendo de pie junto a sus máquinas que ya “arden” hasta más de 24 hrs. para dar abasto a la demanda, y reuniendo esos esponjosos cojines de cabellos rasurados, arrastrados con  esas maniobras de  palas y escobas, que llenaron muchas veces el basurero militar de la peluquería,  que en las labores de higiene del final del día, se incineraban con los papeles viejos en un fogón circunstancial en  la cantera.

                Y entonces seguimos recordando en nuestra charla telefónica, con Toro Pozo y me decía también como yo, emocionado: - “Mi” cabo Garcia. ¡Claro que me acuerdo de usted!   Y también para él, salieron a flote sus más frescos recuerdos, y  entonces descubrí que  ese humilde,  servicial, esforzado, querido, respetado, y  soldado “ejemplar”, que llegó con 8vo básico de escolaridad al Regimiento, como parte de ese contingente tan siempre bienvenido  y considerado como de gran eficiencia, como lo ha sido por muchos años el contingente de Ovalle,  y sin desmerecer el de otras ciudades a quienes hemos tenido el gusto de conocer, incluyendo en ellos al contingente de Antofagasta, de Puerto Montt, de Lautaro, de las pampas salitreras, de Tocopilla y Calama y otros,  (siempre serviciales, buenos para el trabajo y comprometidos con el deber), que me refrescó la  memoria, y a quién nunca pensé ver o contactar, me reiteraba su gratitud al Ejército y  me decía: - “Yo, al igual que muchos soldados que pasan por el Ejército, soy un muy agradecido ciudadano  de mi “Servicio Militar”, y sobretodo de mi Regimiento “Esmeralda”, pues allí aprendí este oficio de peluquero que me permitió formar una familia, criar a  cuatro hijos, tener mi casa, mi auto,  educar a mis hijos, entre ellos mi niña mayor  que es toda una ingeniero  que trabaja en faenas mineras  en Calama, y  gracias eso tener desde hace muchos años mi “propia” peluquería en este Ovalle tan hermoso, tan acogedor, tan  de buena vida, y a la cual  bauticé como “PELUQUERIA ESMERALDA” sintiendo con ese gesto el  agradecimiento por mi Unidad, mis instructores y muchas situaciones favorables para mí, y que viví en mi querido e inolvidable Regimiento “Esmeralda”.

                Entre tantas cosas que conversamos me decía: - “Yo actualmente vivo aquí en Ovalle,  muy cerca del recordado  militar, al que llamaban cariñosamente  el “GATO” CÁCERES. No se imagina usted, cuántas veces lo he tenido que gustosamente ayudar y trasladarlo a urgencias médicas al hospital, y siempre mantengo  contacto con la hija y con mi Suboficial,  que en más de alguna oportunidad, estando  como conscripto, me llevó a su casa en  el block 10 de la Población Militar allá en Antofagasta”.

                “Aún mantengo mi deseo de hacer ejercicios y estoy en un club de ciclismo aquí en Ovalle y pertenezco a la reserva del Regimiento Nº 21 “Arica” de La Serena y en esa Unidad he participado en muchos ejercicios  como reservista y he sido hasta premiado también por mi desempeño.”

                Hubiéramos  querido tener más tiempo para conversar en esta oportunidad. Por esta vez,  conversamos  bastante rato,  pero sus  entrenamientos de ciclista le obligaron a cortar la comunicación y seguramente al final del día, seguir con su trabajo de peluquero, en “su peluquería” llamada “Esmeralda”, donde si alguna vez usted mi querido lector desea pasar y cortarse el pelo, allí estará como en sus mejores años, servicial y atento el ex soldado  RAÚL TORO SOTO, trabajando, educando y viviendo con sanas nostalgias con el recuerdo de su inolvidable Regimiento “Esmeralda”, que palpita en los compases marciales con que inicia cada día, al ritmo acompasado de su corazón.

                Sin duda, es fue y será siempre un gran soldado y ciudadano este desconocido Raúl Soto Pozo, de buena cepa, de vino generoso, de “campo” y  que en su optimismo y alegría, aun  en esa aciaga ocasión que estuvo  a “punto” de morir en un lamentable accidente deportivo , del cual pudo repuntar y nuevamente crecer con ese ímpetu de hombre lleno de fortalezas y con esos aires propios de un hombre de bien, forjado en el Glorioso Regimiento “Esmeralda”,  habiendo sido siempre, como muchos otros  soldados que hemos tenido el honor de conocer,  un “guerrero” auténtico de la vida,  acrecentando en su conducta siempre el amor a su familia, sus hijos, sin jamás olvidar sus  orígenes de soldado humilde, porque en eso, todos los que hemos vestido el uniforme de soldado lo sabemos, que nunca nuestra acción o trabajo ha estado ligado a pretender riquezas u homenajes o al legítimo deseo de aumentar alguna condición material para “tranquilidad” de la vida,  todo lo  contrario, solamente servir con un sentido de amor espiritual comprometido con el amor a Chile, y que en esta tarde de conversa amena, nos refrescó el alma, así como muchas veces sentimos esos aires frescos del ambiente de ese bello Ovalle.

                Quizás en este homenaje, pudiera involucrar a tantos soldados desconocidos que han hecho de su vida personal  una  ejemplar entrega a sus trabajos, a sus familias, a sus propios intereses, sin olvidar jamás las enseñanzas recibidas, y no esas propias de nuestra función como lo es el entrenamiento  para esa supuesta e implacable guerra  que a veces pareciera cernirse sobre las historia de las naciones, sino más bien, a esa lucha que requiere de soldados entrenados para la propia vida y quizás por eso nos enorgullecemos de conocer y dar a conocer estas historias ocultas, como la de  Toro Pozo que hablan de la grandeza de las buenas personas.

                Es así la vida simplemente,  y  como llega, se nos va.

                Eso lo escribí ayer, 24 de diciembre, y se lo envié al amigo Toro, y hoy día de Navidad, recibo un mensaje en estas redes modernas, tan simple, tan elocuente:

                "Feliz navidad amigo Carlos y a toda su familia igualmente emocionado aún por sus bonitas palabras muchas gracias por tan bonito gesto y espero volver algún día a nuestro glorioso Regimiento "Esmeralda".

                Le adjunto algunas fotos  para el recuerdo,  (y para el saludo a todos los "Esmeraldinos" de todos los tiempos, que han escrito sus propias historias.)

SOM. Carlos Garcia Banda















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