martes, 22 de marzo de 2022

Encuentros......

Encuentros que nos llenan de alegrías y recuerdos….

         Siempre  se transforma en una sensación gratificante de alegría encontrarnos con nuestros “hermanos” soldados o  cualquier apreciado “camarada” , en distintas circunstancias, después de habernos dejado ver durante tanto tiempo, ya sea por la infame pandemia que aún persiste  o porque hemos tomado otros rumbos y/o tareas, después de emigrar de nuestros cuarteles, en los que dejamos tantos años de esa “invencible” juventud y entonces “larga” vida, ya superada esa larga y recordada etapa, cada cual, con su propio equipaje de preocupaciones ,  marchamos por distintos senderos, con la misma mochila cargada de sentimientos y recuerdos,  el mismo entusiasmo de jóvenes de ayer,  y con la misma vocación con que abrazamos nuestra profesión de las armas en nuestros mejores años de juventud, siguiendo los cursos naturales  que nos ofrece la vida, con otras preocupaciones,  enfrentándonos a las  enfermedades y dolencias, a los  cansancios temporales del cuerpo, que en un tiempo pasado  fue aguerrido e “inmortal”, casi de acero, venciendo tantos obstáculos y activando nuestros jóvenes músculos  en esas carreras matutinas de largo aliento por la costanera hacia Coloso, o  venciendo la “Mesa Irlandesa” y trepando por las gruesas cuerdas de la cancha de obstáculos, con esa agilidad  propia de jóvenes impetuosos, con una fuerza comparable solamente  a la empleada por  los  gatos, escapando de los perros hacia  la zona segura del tejado del Rancho de la tropa,  en su propio circuito de pentatlón.

Esa cancha que a todos nos dejó exhaustos,  fue  construida por nosotros y para nosotros, con el concursos de diestros soldadores como  Héctor Núñez o   Flavio Becerra y tantos otros integrantes de los equipos de construcción del regimiento que siempre, pero siempre  lo hicieron todo sin tener nada, empleándose con palas y picotas y apoyados por esos sudorosos soldados que en todo tiempo han sido mano de obra, cavando fosas y  zigzagueantes pasos  de obstáculos,    en la subida más difícil del cuartel, colindante con el “Exploradores”,  y de la cual, una vez terminada la obra,  se “gloriaba” inflado de orgullo y soberbia, (tan  natural y necesaria para la figura de líder), el “Negro”,  que se jactaba risueño  de ser  el “Primer Pentatleta de Chile”, mientras de camisa gris y/o  polera corta, formaba frente al Regimiento pidiendo cuentas, y  se reía con no oculta ironía de nuestras tenidas invernales o de nuestros dientes que castañeaban de frío mirando la cruz de la “Coviefi”  allá en el cerro,  en esos amaneceres que todos conocimos y en los cuales se jactaba él mismo  tras sus  lentes ópticos antiguos,  de sus poderes y capacidades corporales. No digo que sea o haya sido un mal ejemplo, todo lo contrario, un hombre distinto, y convencido de su liderazgo, y de quien no hay nadie que no tenga algún grato o ingrato recuerdo. Pero las personas somos todas distintas y la línea del respeto permanece siempre  en los justos lindes de la tolerancia.

         Hoy, para todos los que fuimos o estuvimos allí,  son otras nuestras misiones y preocupaciones relacionadas con la subsistencia, y todas ligadas principalmente a la familia la cual sobrevivió valiente y llena de entereza,  guiada  por nuestras compañeras silenciosas y esforzadas de la senda, en nuestras largas  ausencias  en las que  vimos crecer lejanamente a nuestros hijos.  Es el sacrificio de servir, y estar dispuestos siempre al trabajo que nunca se acaba.

         Ya no son nuestros hijos nuestros motivos de preocupaciones actuales: Ahora son nuestros nietos;

         Ya no es la “revista” de la Inspectoría  o la partida a “Campaña” o el oficial de semana que se entretenía con libreta y listado en mano pasando detalladas revistas al “Almacén”.

         Ya no es la preocupación de tener que vestir a las escuadras de soldados y cortarles el pelo en largas tertulias nocturnas  con la única máquina de cortar pelo “a mano” de propiedad de la Compañía,  haciendo turnos para que los instructores de mayor rango terminaran su tareas y nos dejaran  a los más “huaipes”, en los peores horarios pero igual llenos de entusiasmo , facilitándonos las grasientas máquinas que cortaban  los mechones  y desvelaban los cuellos morenos de soldados agotados, llenos de cansancio y sueño, los cuales  antes de dormir, debían presentarse con las botas bien lustradas. No en vano a la mañana siguiente la Diana sería   más temprano que de costumbre, el tacho hirviente de café que quemaba los labios como desayuno y en el mínimo de tiempo prestos y listos para las actividades de Revistas, Efemérides y/o  desfiles.

        

         Hay días que se  cruzan fugaces,  pero reales por nuestra mente, esos momentos que hoy podemos decir que eran extremadamente “felices”, en medio de las tormentas del trabajo y responsabilidades, sobretodo esos  esperados y ansiados “San Viernes” de  camaradería, con aromas de cervezas destapadas con el ruido de tapas cayendo al piso en la barra de la cantina del Casino, o esperando con el diente largo y las glándulas salivales ansiosas, esos “perniles” humeantes  y aromáticos, ricamente condimentados y aun con huellas de pepitas blancas en medio  de la pasta roja del ají chileno, rebosante y resbaloso  que corría como crema por la piel ardiente, de ese pedazo de cerdo que nos hacía “agua la boca”, y esas papas cocidas y calientes cocinadas en los grandes fondos junto a esos fogones encendidos todo el día,  donde  la Señora María, la Virginia, o la “Esmeraldina”  Eva,  dejaban todos sus esfuerzos y  empeños del agotador día para que untando con pan y pebre , darnos el gusto a esos paladares hambrientos y sedientos que buscaban , escapar un poco de la exigencia y/ o  la monotonía, o sentirse acogidos  después de un prolongado período de aislamiento  en las soledades cordilleranas, para dejar en cada término de comisión  los fusiles bien  guardados en los almacenes, y “todos los niveles en cero”, para  permitirnos esa otra cara de la moneda del soldado honesto con su trabajo, pero ser humano cariñoso y lleno de bondades, al que después de sus tareas le gustaba  cantar  nuestros amados himnos militares, golpeando con los tazones  de vidrio duro y resistente, los mesones de la cantina donde cada cual contaba sus historias y en donde de vez en cuando emergían las improvisadas voces de “cantores” ocasionales, como el querido y recordado “Mono” Hernández”,  entonando con afinación o sin ella, melodías del rankings de la época y volando las notas de su canto por el aire contaminado  de humos de cigarros, vapores corporales y alientos de cerveza, imitando a Neil Diamon con su “Song Sung Blue” que aún me parece oír como si fuera hoy :

 

“Song sung blue,  Weeping like a willow. Song sung blue, Sleeping on my pillow”

(Y que traducida al español dice¨:

“Canción cantada tristemente, Llorando como un sauce,  Canción cantada tristemente, Durmiendo en mi almohada”…)

 

         Pero que a decir  verdad, nadie, pero nadie,  ni yo mismo supe ni  entendía la traducción, pero ¡¡¡Puchas, qué emocionaban esas canciones!!

         En el otro  rincón de la “Barra”,  la voz del inolvidable y siempre sonriente  Jaime“Quilo”. Su característica canción, de  Joaquín Sabina:

“Fue en un pueblo con bar, una noche, después de un concierto, tu reinabas detrás de la barra del único bar que encontramos abierto…..” y que en el estribillo coral se explayaban todos los presentes con el consabido: ”Y nos dieron las dos y las tres, las  cuatro, las cinco y la seis…. .” golpeando los vasos unos con otros y alegres cantando al aire un  alegre ¡¡“SALUD”!!

     Era bueno, pero muy bueno  para la vida de ese entonces, tener esas instancias  de camaradería, de cantos, de comidas y de cervezas, tan propias de amigos distintos en jerarquía y  grados de amistad, pero a los cuales les unían el mismo sentimiento de vocación y  amor a nuestros valores y tradiciones heredados de una común historia y de un pasado Glorioso  y lleno de heroísmo, de una Institución tan amada por nosotros  como  era,  lo es y será siempre, el Glorioso Ejército de  Chile.

 

         Por eso que encontrarnos de vez en cuando, como lo fue el magnífico momento que vivimos en el “Parque “Esmeraldino” el pasado  4 de Diciembre del año recién pasado, aun con mascarillas, gel y cuidados extremos, o tener la grata ocasión de encontrarnos en nuestras tareas que emprendemos cada cual en las calles de la ciudad donde vivimos,  despiertan en nosotros esos recuerdos que jamás se duermen, por que viven en el cada día de lo que nos queda por vivir y que son la fuera necesaria para seguir optimistas y sin bajar nunca la motivación de lo que somos,  seguir recordando y abrazándonos en cada encuentro con los recuerdos y nostalgias de un pasado que es presente, y que llevaremos por siempre en el alma y corazón, sobretodo de quienes  nos sentimos por siempre  y para siempre “Esmeraldinos”.

Un fraternal abrazo.

 






 





















ENCUENTRO DEL 4 DICIEMBRE 2021
















































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