Tiempos de estudiantes del Grado Técnico Profesional, al alero de la inolvidable Universidad Técnica del Estado. Década de los 60 a 70 u 80.
Los jóvenes de Enseñanza Media,
postulábamos a las carrera de técnicos, en distintas especialidades como lo fueron
las normas educativas propias de la creación
inicial de la Escuela de Salitre y Minas
en Antofagasta, que reunió a ese
potencial de jóvenes que deseaban en una carrera corta, pero no por ello menos
exigente, conformar esos técnicos de calidad
y eficiencia que la industria salitrera y minería en general, necesitaba para
las funciones y labores relacionadas con
la explotación minera en esos años.
Fueron tiempos de libertad, de mucha
efervescencia ideológica, de debates
universitarios, mezclados todos en el
mismo “Salón de Actos” (sea para la reunión o la “Fiesta”, ) con ideas manipulables
o manejables, con diversidad de corrientes de opinión como en todo estamento universitario,
donde cada cual podía coincidir o no
compartir pero claramente “decidir” y pensar
lo que quisiera con respeto a las opiniones divergentes, sin dejar de lado los más importante del punto,
nuestra propia educación y el deseo de terminar una carrera para ejercer
funciones laborales en el corto tiempo, o bien continuar hacia esos otros desafíos
de la casa Universitaria que en los primeros años dividía la educación en categorías:
Los más jóvenes entrábamos a la Escuela de Oficios o en el recién creado Grado
de Técnicos: los recién egresados de
Enseñanza Media se formaban como “Técnicos”
Universitarios y desde allí saltaban a esa otra escala de educativa de la Ingeniería.
Sin embargo, las distintas
modificaciones de los años hicieron nuestro grado de Oficios, como Grado Técnico
Profesional y la Universidad transformó el Grado de Técnicos en Ingeniería de Ejecución.
Tales recuerdos me permiten situarme
en un tiempo, como el nuestro, en esa edad plena de la inocencia escolar,
en un sistema educativo que nos hacía
responsables a cada cual y nos ponía sus propias metas de exigencia. El que las
superaba “pasaba” al siguiente nivel, y el que no, se quedaba para una valiosa “segunda”
oportunidad en los exámenes de “Marzo”,
y si lograba esa nueva etapa, alcanzar el curso siguiente, o bien debía repetir el curso o los “ramos” en niveles
superiores, norma que parecía bastante
ecuánime y justa y que no ha cambiado en su esencia.
Pero nuestra “vida” de estudiantes,
no solo era abocada a los libros o “Guías técnicas a las clase de Dibujo o Inglés,
al trabajo individual en los Talleres de Forja, Ajustaje, Carpintería, Fundición,
Instalaciones Sanitarias, Hojalatería, Soldadura y/u oficios propios de
las minería, sino que además, nos formábamos
como futuros trabajadores educados y líderes,
a quienes se nos ofrecieron muchas oportunidades
con las respectivas facilidades, para participar en todas las expresiones que en
la Universidad a través de sus estamentos se nos ofrecía para participar
activamente en las actividades artísticas y culturales, Coro, Teatro, Conjunto Folklórico, Academias, y cada cual buscaba sus mejores perspectivas u
opciones, considerando también las acciones de tipo deportivas, con grandes equipos de fútbol, atletismo, básquetbol,
vóleibol y esas olimpiadas eternas en que dejábamos “todo” en la cancha para defender los colores de
nuestras especialidades, incluso como
parte de los grandes equipos que representaron a la Universidad en los
tradicionales eventos como el “Campeonatos
Universitario Militar”, que convocaba a
toda la ciudad a esas veladas deportivas
inolvidables y masivas en el Estadio
Sokol.
En lo que respecta a lo artístico, surgen
entonces los nombres de los que nunca podremos dejar de nombrar y que son los
iconos de nuestros tiempos: Patricio Valenzuela, Ramón Lazo, el “flaco”
Gaytán, el imitador de Sandro, “Pipo”
Guzmán, el inolvidable “Wankara”
con el flaco Rubén Gómez, algunos
incipientes grupos universitarios que nacían
en el entusiasmo de la interpretación de las canciones de la época, o
bien nuestros profesores, como el caso de los hermanos Rivera que tenían un dúo
fantástico de boleros, “Los pampinos”creo, el naciente Conjunto “Caliche” en el sector Universitario
y nosotros con nuestro “Larka Yaku” con la Señora Florinda Velásquez dirigiéndonos
como profesora o a veces apoyados en giras extraordinarias que hacía al norte
el Sr. Luis Arévalo, interesante cantautor de esos años, que llegaba con su
guitarra muy bien forrada y nos enseñaba los bailes del “Cachimbo” y todas
esas canciones con las que formábamos nuestros
cuadros costumbristas del norte, siempre con la grata compañía y presencia de nuestras damas “Carrunchitas” María Marín,
Gloria Toledo, Emiliana Pacheco, Aida Pinto, Margarita Corrales, Sandra Gahona,
Vilma Vadillo, Isabel Pizarro, Clarita Toro
y tantas lindas y entusiastas damas de ese entonces y entre los varones
bailarines o cantores Carlitos Gutiérrez, Hugo Villalobos, Leonardo Rivera, Nelson Ramos, Luis Flores y su hermano Gabriel, mi amigo
Osvaldo Rojas, Luis Avendaño, (del
acordeón), que nos daba tanto relleno al folklore del sur; Abdón Fernández, Luis
Herrera, los hermanos Luvding y Hans; el amigo Carvajal, los “pampinos” de la
oficina Victoria, y tantos otros que quizás injustamente no recuerde sus
nombres en este instante pero si permanecen en mi mente y mantengo vivo sus inolvidables rostros.…
Eso era en lo que a folklore se
refiere.
Pero había un segmento de grandes y
famosos músicos, esos que animaban las fiestas “mechonas”, que tenían sus “pitutos”
todo el año en las festividades de los barrios populares de Antofagasta, me
acuerdo de una tremenda fiesta animada por los “nuestros”, en la calle “Quechereguas”,
con hermanos Flores, Luis y Gabriel, Ramón Lazo, “flaco” Gaytán y otros selectos músicos,
que más bien se dedicaban a la música
como un hobby pero que lo hacían con una maestría que hoy resultarían ser de una gran excelencia musical, además debemos
considerar su juventud e inexperiencia, pero lo hacían como grandes consagrados
a la música.
Gabriel Flores, el hermano menor de
Luis, que cantaba divino, vocalista de
renombre del grupo, acompañado con la destreza del bajo en manos de su afinado hermano Luis, nos interpretaba las mejores canciones de esa época,
junto al Pato Valenzuela, y grandes
intérpretes de instrumentos: batería, teclado, bajo, primera guitarra, y que
estaban presentes en las fiestas “Mechonas” y en los actos más importantes de
graduación, clausuras, Coronación de
Reinas o bienvenidas.
Fueron
ellos los que, con mucho sacrificio,
compraban sus instrumentos musicales, baterías, equipos, guitarras eléctricas,
(casi “inalcanzables” en ese tiempo) y
todo eso relacionado con la amplificación, buscando los mejores sonidos y que eran
cajas voluminosos y de gran peso, no fáciles de transportar, y que obligaban al
arriendo de camiones de transportes, con grandes bolsos y bultos con micrófonos,
pedestales, cables, etc… lo cual había que subir al o los escenarios con gran
despliegue de fuerza de manos para dar el
sonido musical que daban “categoría” a esos grupos.
Ojalá me ayuden pero en ese tiempo teníamos
grandes otros grupos musicales en la ciudad, Los Datsun, Los Vagabundos, Los
Francos, y en las ligas mayores, los Fenix, los “Grumpers” con Sergio Luco, en
la pampa los Rutters, en el ISCA, “Los Mercury” que eran famosos y estaban
nuestros grupos del GTP.
Gratos recuerdos de aquellos momentos de estudiantes, y de esos
inolvidables recuerdos.
Hoy, recordando un poco a esos
artistas de ayer, luego de este intensa
y larga semana “dieciochera”, nos ha dejado para el recuerdo y la nostalgia, la característica voz de nuestro compañero de
colegio de ese entonces, Gabriel Flores, el hermano menor de Luis, al cual que
tuvimos la grata oportunidad de conocer en esos años “mozos”, y
posteriormente participar en algunos
eventos sociales de “Los Carrunchos”, por lo cual no podemos decir que no haya alguna expresión
de tristeza o de nostalgias, sabiendo que estaba hace bastante tiempo delicado de salud,
y que luchaba con esas enfermedades modernas que muchos padecemos, y que nos llevan lentamente pero con plena seguridad,
a tener que obligadamente encontrarnos en ese inicio de esa vida que desconocemos, y
que nos alejan de los que más amamos, esta vida terrenal llena de sufrimientos,
dolores tristezas, pero también alegrías y penas, pero que son la condición
propia del ser humano y que nos encontrarán algún día traspasando esos cielos diáfanos
u oscuros que tendremos que enfrentar pero que de “este lado” lo percibimos solo como un paso más al camino de lo eterno, pero que seguirá
vivo en nuestros recuerdos y memorias
para compartir en alguna conversa,
trayendo a la memoria los recuerdos
humanos de nuestros compañeros que poco a poco van marchando y que en esta
semana tocaron las fibras del sentimiento como lo fueron los casos del querido
amigo y hermano pampino, Hugo Torrejón Reyes
y Manuel Solar Troncoso, engrosando todos las filas de los que se fueron antes,
pero abriéndonos también la posibilidad y esperanzas que tendremos quizás en la tarde menos pensada, para reunirnos allá,
en la fogata mechona, en el paseo a “Coloso”, en la “Búsqueda del Tesoro” o en
el rico plato de almuerzo de “Porotos con rienda” y asado, (y cocinados con “APIO”como
lo hacia la abuelita de Arturo Basadre, para controlar las “hinchazones”) más
una manzana, como delicioso postre que fueron el mejor elixir de amistad y vida
de esas tardes escolares de paseo, en que por supuesto nunca faltó la alegría de
las voces de los que aman cantar y la interpretación musical de los que dominaron desde muy jóvenes algún instrumento
y que nos deleitaron con sus voces, melodías
y cariño.
Abrazos al cielo a todos lo que partieron
y en este día a Gabriel Flores
Barrionuevo, (Q.E.P.D.)