sábado, 28 de septiembre de 2024

Tiempos de estudiante......

 


            Tiempos de estudiantes del Grado Técnico Profesional, al alero de la inolvidable Universidad Técnica del Estado. Década de los 60 a 70 u 80.

            Los jóvenes de Enseñanza Media, postulábamos a las carrera de técnicos, en distintas especialidades como lo fueron las normas educativas  propias de la creación inicial de la  Escuela de Salitre y Minas en Antofagasta,  que reunió a ese potencial de jóvenes  que deseaban  en una carrera corta, pero no por ello menos exigente, conformar esos técnicos  de calidad y eficiencia que la industria salitrera y minería en general, necesitaba para las funciones  y labores relacionadas con la explotación minera en esos años.

            Fueron tiempos de libertad, de mucha efervescencia  ideológica, de debates universitarios, mezclados todos   en el mismo “Salón de Actos” (sea para la reunión o la “Fiesta”, ) con ideas manipulables o manejables, con diversidad de corrientes de opinión como en todo estamento universitario, donde cada cual podía coincidir o  no compartir  pero claramente “decidir” y pensar lo que quisiera con respeto a las opiniones divergentes,  sin dejar de lado los más importante del punto, nuestra propia educación y el deseo de terminar una carrera para ejercer funciones laborales en el corto tiempo, o bien continuar hacia esos otros desafíos de la casa Universitaria que en los primeros años dividía la educación en categorías: Los más jóvenes entrábamos a la Escuela de Oficios o en el recién creado Grado de Técnicos: los  recién egresados de Enseñanza Media   se formaban como “Técnicos” Universitarios y desde allí saltaban a esa otra escala de educativa de la Ingeniería.

            Sin embargo, las distintas modificaciones de los años hicieron nuestro grado de Oficios, como Grado Técnico Profesional y la Universidad transformó el Grado de Técnicos  en Ingeniería de Ejecución.

            Tales recuerdos  me permiten  situarme  en un tiempo, como el nuestro, en esa edad plena de la inocencia escolar, en un sistema educativo que nos  hacía responsables a cada cual y nos ponía sus propias metas de exigencia. El que las superaba “pasaba” al siguiente nivel, y el que no, se quedaba para una valiosa “segunda” oportunidad  en los exámenes de “Marzo”, y  si lograba esa nueva  etapa,  alcanzar el curso siguiente, o bien  debía repetir el curso o los “ramos” en niveles superiores, norma que  parecía bastante ecuánime y justa y que no ha cambiado en su esencia.

            Pero nuestra “vida” de estudiantes, no solo era abocada a los libros o “Guías técnicas a las clase de Dibujo o Inglés, al trabajo individual en los Talleres de Forja, Ajustaje, Carpintería,  Fundición,  Instalaciones Sanitarias, Hojalatería, Soldadura y/u oficios propios de las minería, sino que además,  nos formábamos como  futuros trabajadores educados y líderes,  a quienes se nos ofrecieron muchas oportunidades con las respectivas facilidades, para participar en todas las expresiones que en la Universidad a través de sus estamentos se nos ofrecía para participar activamente en las actividades artísticas y culturales, Coro, Teatro,  Conjunto Folklórico, Academias,  y cada cual buscaba sus mejores perspectivas u opciones, considerando también las acciones de tipo  deportivas, con grandes  equipos de fútbol, atletismo,  básquetbol,  vóleibol y esas olimpiadas eternas en que dejábamos “todo” en  la cancha para defender los colores de nuestras especialidades, incluso   como parte de los grandes equipos que representaron a la Universidad en los tradicionales eventos como el  “Campeonatos Universitario Militar”,  que convocaba a toda la ciudad a esas veladas deportivas  inolvidables y masivas en el  Estadio Sokol.

            En lo que respecta a lo artístico, surgen entonces los nombres de los que nunca podremos dejar de nombrar y que son los iconos  de nuestros tiempos:  Patricio Valenzuela, Ramón Lazo, el “flaco” Gaytán,   el imitador de Sandro, “Pipo” Guzmán,  el inolvidable “Wankara” con  el flaco Rubén Gómez, algunos incipientes grupos universitarios que nacían  en el entusiasmo de la interpretación de las canciones de la época, o bien nuestros profesores, como el caso de los hermanos Rivera que tenían un dúo fantástico de boleros, “Los pampinos”creo,  el naciente Conjunto “Caliche” en el sector Universitario y nosotros con nuestro “Larka Yaku” con la Señora Florinda Velásquez dirigiéndonos como profesora o a veces apoyados en giras extraordinarias que hacía al norte el Sr. Luis Arévalo, interesante cantautor de esos años, que llegaba con su guitarra muy bien forrada y nos enseñaba los bailes del “Cachimbo” y todas esas  canciones con las que formábamos nuestros cuadros costumbristas del norte, siempre con la grata compañía  y presencia  de nuestras damas “Carrunchitas” María Marín, Gloria Toledo, Emiliana Pacheco, Aida Pinto, Margarita Corrales, Sandra Gahona,  Vilma Vadillo, Isabel Pizarro, Clarita Toro y tantas lindas y entusiastas damas de ese entonces y entre los varones bailarines o cantores Carlitos Gutiérrez, Hugo Villalobos,   Leonardo Rivera, Nelson Ramos,  Luis Flores y su hermano Gabriel, mi amigo Osvaldo Rojas, Luis  Avendaño, (del acordeón), que nos daba tanto relleno al folklore del sur; Abdón Fernández, Luis Herrera, los hermanos Luvding y Hans; el amigo Carvajal, los “pampinos” de la oficina Victoria, y tantos otros que quizás injustamente no recuerde sus nombres en este instante pero si permanecen en mi mente y  mantengo vivo sus inolvidables rostros.…

            Eso era en lo que a folklore se refiere.

            Pero había un segmento de grandes y famosos músicos, esos que animaban las fiestas “mechonas”, que tenían sus “pitutos” todo el año en las festividades de los barrios populares de Antofagasta, me acuerdo de una tremenda fiesta animada por los “nuestros”, en la calle “Quechereguas”, con hermanos Flores, Luis y Gabriel, Ramón Lazo,  “flaco” Gaytán y  otros selectos  músicos,  que más bien  se dedicaban a la música como un hobby pero que lo hacían con una maestría que hoy resultarían  ser de una gran excelencia musical, además debemos considerar su juventud e inexperiencia, pero lo hacían como grandes consagrados a la música.

            Gabriel Flores, el hermano menor de Luis, que cantaba divino, vocalista  de renombre del grupo, acompañado con la destreza del bajo  en manos de su  afinado hermano Luis,  nos interpretaba las mejores canciones de esa época, junto al Pato Valenzuela,  y grandes intérpretes de instrumentos: batería, teclado, bajo, primera guitarra, y que estaban presentes en las fiestas “Mechonas” y en los actos más importantes de graduación,  clausuras, Coronación de Reinas  o bienvenidas.

            Fueron ellos los que,  con mucho sacrificio, compraban sus instrumentos musicales, baterías, equipos, guitarras eléctricas, (casi “inalcanzables” en ese tiempo)   y todo eso relacionado con la amplificación, buscando los mejores sonidos y que eran cajas voluminosos y de gran peso, no fáciles de transportar, y que obligaban al arriendo de camiones de transportes, con grandes bolsos y bultos con micrófonos, pedestales, cables, etc… lo cual había que subir al o los escenarios con gran despliegue de fuerza de manos  para dar el sonido musical que daban “categoría” a esos grupos.

            Ojalá me ayuden pero en ese tiempo teníamos grandes otros grupos musicales en la ciudad, Los Datsun, Los Vagabundos, Los Francos, y en las ligas mayores, los Fenix, los “Grumpers” con Sergio Luco, en la pampa los Rutters,  en el ISCA,  “Los Mercury” que eran famosos y estaban nuestros grupos del GTP.  

            Gratos recuerdos de  aquellos momentos de estudiantes, y de esos inolvidables  recuerdos.

            Hoy, recordando un poco a esos artistas de ayer, luego de este  intensa y larga semana “dieciochera”, nos ha dejado para  el recuerdo y la nostalgia,  la característica voz de nuestro compañero de colegio de ese entonces, Gabriel Flores, el hermano menor de Luis, al cual que tuvimos la grata oportunidad de conocer en esos años “mozos”, y posteriormente   participar en algunos eventos sociales de “Los Carrunchos”, por lo cual  no podemos decir que no haya alguna  expresión  de tristeza o de nostalgias, sabiendo que  estaba hace bastante tiempo delicado de salud, y que luchaba con esas enfermedades modernas que  muchos padecemos, y que  nos llevan lentamente pero con plena seguridad, a tener que obligadamente encontrarnos  en ese inicio de esa vida que desconocemos, y que nos alejan de los que más amamos, esta vida terrenal llena de sufrimientos, dolores tristezas, pero también alegrías y penas, pero que son la condición propia del ser humano y que nos encontrarán algún día traspasando esos cielos diáfanos u oscuros  que  tendremos que enfrentar pero que  de “este lado” lo percibimos solo como un  paso más al camino de lo eterno, pero que seguirá vivo en nuestros recuerdos y  memorias para  compartir en alguna conversa, trayendo a la memoria  los recuerdos humanos de nuestros compañeros que poco a poco van marchando y que en esta semana tocaron las fibras del sentimiento como lo fueron los casos del querido amigo y hermano pampino,  Hugo Torrejón Reyes y Manuel Solar Troncoso, engrosando todos las filas de los que se fueron antes, pero abriéndonos también la posibilidad y esperanzas que tendremos quizás en  la tarde menos pensada, para reunirnos allá, en la fogata mechona, en el paseo a “Coloso”, en la “Búsqueda del Tesoro” o en el rico plato de almuerzo de “Porotos con rienda” y asado, (y cocinados con “APIO”como lo hacia la abuelita de Arturo Basadre, para controlar las “hinchazones”) más una manzana, como delicioso postre que fueron el mejor elixir de amistad y vida de esas tardes escolares de paseo, en que por supuesto nunca faltó la alegría de las voces de los que aman cantar y la interpretación musical de los que  dominaron desde muy jóvenes algún instrumento y que  nos deleitaron con sus voces, melodías y cariño.

            Abrazos al cielo a todos lo que partieron y en este día a Gabriel Flores  Barrionuevo, (Q.E.P.D.)




























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