Recuerdos de la vida, con un gran soldado, superior y amigo….
No
podemos dejar de sentir esa sensación de vacío que se produce en el corazón del
soldado cuando el clarín nos murmura con
gran sentimiento de congoja al oído, que
nuevamente ha partido uno de los
nuestros, de aquellos que conocimos en la larga y esforzada vida militar que
debimos enfrentar y en la cual conocimos
personas de tanta calidad humana y calidez, que cada vez que alguna de
ellas parte de esta vida, las nostalgias
se apoderan de nosotros y entonces el recuerdo de todo lo vivido y compartido
llega como una baño de memorias vivas y recuerdos inolvidables, que cada cual
atesora en su propia vida.
Saturnino
Mariqueo Hueramán, el Soldado 2do.que me recibió como “pelao” conscripto el
74, que hacía “collera” con el
“Cuadradito “ Córdova y el “Gato Cáceres” o el inolvidable “Negro“ Moroso y
estaba encuadrado con los muchachos de
entonces del “parche” celeste, era el
arquetipo del soldado trabajador y
esencial en todas las cuadrillas de reparaciones, y sin duda que el rey de la renovación de la madera, el amigo
de las escofinas, de los cepillos, los martillos y los serruchos que guardaba y
manejaba con destreza y celo en su inolvidable taller de carpintería. Trabajo
que permitía contar siempre con un servidor
de la Unidad en todos los aspectos que requerían su destreza y mano especializada para el barniz, el arreglo de
las sillas, y la prolongación de la vida útil del mobiliario en general, lo cual
lo hacía un soldado indispensable por su importante función y gran
capacidad en su tan hermoso oficio.
No era
muy amigo de cualquiera. Cuando era y quería ser amigo, ¡¡ERA AMIGO!!, pero cubría
a menudo su rostro con una máscara de protección natural frente al duro
ambiente que le rodeaba y se comportaba un
poco “parco”, desconfiado y observador como mecanismo de defensa personal, pues
tenía abundantes kilómetros que la vida le había enseñado en su larga
experiencia y se mantenía siempre muy cauto y reservado, opuesto y contrario a aquella actitud y personalidad
que a los jóvenes cabos o “chiporros” oficiales nos sobraba en la inocencia de servir
en nuestras primeras destinaciones a las unidades, franqueza, sonrisa, amistad
y elocuencia, creyendo sanamente al estar unidos en una m isma vocación en la
ilusión de que todo el mundo es bueno, que todos son leales, pero que íbamos descubriendo con el
paso de los tortuosos caminos, aquello que “De todo hay en la Villa del Señor”. Pero era así la inocencia
sana, contraria a la dura y cruenta realidad que enfrentamos en el día a
día en todo orden de cosas y así nos diferenciábamos del hombre maduro y serio con
nosotros, llenos de motivación y con la risa siempre a flor de labios, tan propia de las almas inocentes.
Me tocó
en varias oportunidades, en especial durante el mando del recordado y apreciado
jefe coronel Luis Garfias Cabrera,
compartir con “Mariqueo” algunos trabajos personales del comandante, entre los
que figuraba la confección de “Galvanos”, dado que ese tiempo de austeridad no
permitía que pudiéramos comprar o adquirir de esos hermosos galvanos fundidos o
producidos por las casas comerciales de prestigio, como “Milled” en
Santiago, y dado que el coronel era exigente y austero, cuando llegó el tiempo
de la despedida de los oficiales a otras
unidades, y dada la gran cantidad y hechos los estudios presupuestarios, se dio cuenta de lo oneroso que
significaba reconocer a través de un
premio de recuerdo el galvano que tantas
veces se había regalado a quienes cumplían
sus trabajos durante los años de su destinación.
Así que,
para economizar fondos, conformó un
equipo entre el SG2 Mariqueo el SG1
Erices y el suscrito, el menos antiguo, para cumplir ese objetivo y no perder esa
larga tradición.
Erices sacaba y reproducía las fotos del
general Amengual, cuyo retrato adornaba
la oficina del Comandante; el suscrito
ayudaba a recortar los círculos de “melamina” delgada e inscribir con letras y a tinta china el nombre del General Amengual,
pegar la foto en el círculo recortado y
Mariqueo cortaba las tablas, las
cepillaba y les pegaba unos cantos barnizados con sus manos laboriosas que
daban brillo a todo lo que caía en sus manos. Antes de eso pegábamos la tela de terciopelo rojo adquirido en la tienda “La
Paloma” con la tradicional OPC, y entonces estuvimos dedicados como 15 días a esa “pega” urgente, (como todo
en el ejército), y llenando los mesones
con esos presentes que serían regalados para quienes resultaran destinados, agregando
un “escudo de armas” para la esposas y con eso ahorrando una considerable
cantidad de dinero al regimiento. Por supuesto que esta medida no fue del
agrado de todos, no sabían el gran
trabajo que se realizaba en la confección de este galvano artesanal. Pero eso
es otro tema.
En esos
días de compartir el trabajo, nos
hicimos un “poco” amigos con el silencioso Mariqueo, que siempre estaba con ese
rostro serio. Parecía siempre malhumorado,
pero era una percepción equivocada, él no era así, era “su estilo”, su personalidad, y
por supuesto que no era fácil arrancarle
una sonrisa, pero cuando era amigo, (ya
lo dije)….¡¡¡ERA AMIGO!!!…y a él lo apreciaban
en forma especial ¡¡SUS VERDADEROS AMIGOS!!, por lo cual
quise entrar a su círculo de personas que lo apreciaban y quizás por el trabajo que desarrollamos, junto
a muchos otros miembros de la
Unidad, también nos fuimos ganando esa
confianza y ser parte de su más dilectos y distinguidos amigos y camaradas de
labor.
Claro
que todo este proceso no fue fácil.
En algunas oportunidades y antes de los Galvanos “famosos”, necesité en muchas ocasiones, por tener a cargo el “Almacén de Ayudas de Instrucción”,
algún martillo y clavos para los blancos
que se llevarían a campaña y que la exigencia ordenaba que había que fabricar los
bastidores con maderas de desecho, y en
cada oportunidad que fui al taller a pedirle martillo, clavos y serrucho, de la
misma manera y con la misma fuerza y energía con que hacía sonar mis tacones de
soldado infante y le gritaba: ¡¡PERMISO MI PRIMERO PARA HABLAR CON USTED!!!…Me
miraba de soslayo y moviendo la ceja me autorizaba a hablar, (propio de la vida
militar), y con esa misma energía, con el mismo grito y con la misma impresionante fuerza con la que
trataba de granjearme su amistad, me mandaba a la cresta del cerro militar más
cercano a conseguir herramientas a otro lugar, pues las de él, las tenía ocupadas por que él
era el dueño de “sus” herramientas, el regimiento no le compraba ¡nada! y él
tenía que traerlas de su casa, así que varias veces me mandó literalmente a los
brazos de mi madre, lo cual me obligaba
a esperar un par de días y volver a recargar y repetir la solicitud, ante la cual de a poco
fue cediendo, aunque el primer martillo que me prestó no tenia ni mango y estaba viejo y oxidado, y era una vieja pieza de museo.
¡Puchas
que era “fregado” mi sargento Mariqueo…..!
Ni decir
cuando estaba de Guardia, en esas noches
interminables controlando la Guardia, a
veces sentado como telefonista, no le
aguantaba la “punta” a nadie y todos sabíamos que no se le podía ni mirar para
no faltarle el respeto….
Cada vez
que quise ganármelo como amigo y pedirle
un favor, me decía su diaria poesía y que quedó grabada para toda la
vida en mi mente:
“AMIGOS
CUANDO HAY HIGOS, CUANDO HAY BREVA….NI WEBA”
Y me
mandaba muy seguido a “Freir los monos, allá atrás de los ripios”, como dicen
en el lenguaje tradicional de la pampa salitrera….
Los
jefes de entonces, como el Gringo Grunert, (que lo llamaba: “LO MARIQUEO”),
sabían que Mariqueo no se casaba con nadie. Cuando había que hacer una “pega” la
hacía con toda su capacidad y gran sentido del deber, hubo muchas tareas que
cumplió como soldado o suboficial a cargo de la “Carpintería”, y todas muy bien
ejecutadas, pero ni los oficiales jóvenes ni nosotros podíamos acceder a “su”
territorio, marcado con el mismo espíritu con que era la formación dura, propia
e insípida de su carácter.
Pero
después de los galvanos, del apoyo, de la pega que hicimos juntos…..Ya no fui más
su “enemigo”.
No digo
que me abrazara o me sonriera, sería mentir, pero al menos sus mirada de soldado serio y bondadoso, llegaba un poco más allá de su límite natural
y traspasaba al corazón con un siempre certero
buen consejo…..Aprendimos mutuamente
y ya después, al menos yo, ya no sufrí por la falta de martillo o
clavos sobrantes, ni menos serrucho, aunque siempre se aseguraba de guardar sus
mejores herramientas para él y tenía un stock específico y casi oxidado, para
los “pedigüeños” de siempre, entre los cuales me encontraba pero que al menos
sentía que en cada oportunidad me “salvaba la campana”.
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Hay algo
que no quiero ni puedo dejar de nombrar y que fue para mi el drama o chasco más grande
que tuve que enfrentar con mi querido superior y amigo Suboficial Saturnino Mariqueo.
Se
aproximaba la presentación en el Teatro Municipal de Antofagasta el entonces
tradicional “Encuentro de Conjuntos Folklóricos” de la I División de Ejército,
en el cual el “Esmeralda”, presentaba un cuadro costumbrista campesino, que
mientras más real su montaje más
posibilidades teníamos de ser reconocidos por el “jurado”. Ya habíamos
tenido algunos “éxitos” en años anteriores con nuestra “Tertulia del Séptimo de
Línea” que narraba los hechos vividos antes de ir a la Guerra del Pacífico. En
esos años, habíamos dejado la “vara” muy alta con nuestra actuación y el
montaje inteligente de escenografías y
guiones. Entonces en esta oportunidad necesitábamos reforzar los
detalles del nuevo “Cuadro costumbrista campesino”.
Nada
mejor entonces que, para representar auténticamente al campesino chileno con
su tradicional chupalla y canasto, consideramos cantar la canción “Tengo yo para
hacer cría, una po, una pollita en mi casa”… Y entraba uno de nuestros actores
(el “Manzana”) al escenario con una buena producción del evento con un canasto
en el cual se agitaba y asomaba graciosamente el “cogote” de una gallina vivita
y coleando lo que la daría realismo a
nuestra actuación tan practicada.
Fue una
suerte de “manda”, ofrecida al Santo de mi devoción, San Judas Tadeo (que “todo”
lo soluciona), cuando le pedí a Saturnino
que me prestara una de sus gallinas que como buen hombre de campo, criaba con
mucho cariño su esposa en su casita, por
allá en la villa “Séptimo de Línea” cercana al entonces polígono de tiro de la
Unidad.
Me miró
desconfiado y dispuesto a mandarme nuevamente a la “cresta” del cerro a mirar
la playa, y parece que se contuvo en sus duras emociones y me dijo:
- CHICO
GARCIA, ESO NO LO PUEDO DECIDIR YO, TIENES QUE IR HABLAR CON MI SEÑORA……
Pero ya
teníamos todo: El canasto, el saco, las “chupallas” de campesino, las canciones y hasta las “ojotas”……Y
NOS FALTABA LA GALLINA….
Debo reconocer
que me sentí “arrepentido” de haber
querido “ponerle” tanto color al tema de la actuación, pero finalmente me
atreví a ir donde la querida Sra. esposa de mi querido Suboficial Mariqueo. Y si Mariqueo me miraba feo cuando
no me conocía, lo mismo, pero multiplicado por diez, sentí cuando me miró
extrañada su esposa, al ver la intrépida idea y audacia de mi parte de ir a
pedirle una “gallina castellana de cogote colorado” (por decir algo), pequeña,
ponedora diaria de huevos, su “mejor” pollita” regalona, para hacerla “actriz” de teatro y presentarla en esos conocidos espectáculos de tanta concurrencia ciudadana.
No fue fácil,
quizás me miró medio desconfiada, luego de la honrada petición se fue al interior de su casa quizás a conversarlo
con su esposo o meditar si valía la pena mi confianza, y luego salió con una gallina tibia, que cacareaba dichosa por estar con su dueña y me
la entregó, como quien entrega un
preciado tesoro con todas las recomendaciones que, terminada la actuación de esa
misma noche, la gallina debía “estar de vuelta” a dormir en su gallinero. Era la única
exigencia del generoso y voluntarioso trato…..
Ya no
recuerdo el final del espectáculo, pero
creo que como tantas otras oportunidades el grupo folklórico del regimiento
salió y resultó todo un éxito con su “Cuadro Campesino”, y terminado el espectáculo,
venia la obligación contraída de hacer devolución del ave que ya a esa hora,
tarde por supuesto, debía estar durmiendo en su gallinero.
Y vino
entonces la hora o la noche de angustia y de terror.
Estaba
el canasto, el saco harinero que servía como tibio paño de protección al ave, pero….
¡¡NO
ESTABA POR NINGÚN LADO LA GALLINA!!
Y yo corría desesperado para preguntar a todo
el mundo:
¿QUIEN
HA VISTO LA GALLINA DE MI SUBOFICIAL MARIQUEO QUE ME PRESTÓ SU ESPOSA Y QUE DEBO LLEVARLA A CASA ESTA MISMA
NOCHE?
Y solo
el silencio sepulcral era mi respuesta. Todos me miraban con una sarcástica
sonrisa oculta que no podía evitar de
sentirme y parecer en ese momento en la misma actitud del “más weón al arco”.
Mi
preocupación, mis carreras, mi sudor, mi taquicardia, mis gritos ya casi de furia descontrolada, mi
arrebato e inquietud y todo eso que produce dolor y pesar, se me dio en ese momento casi cardíaco pues
definitivamente: ¡¡Se habían robado la gallinaaaaaaaaaa!!
(San
Judas Tadeo tú que lo puedes todo, como
el Patrón de los imposibles…. ¡¡QUE APAREZCA LA GALLINAAAAA!!)
No
quería imaginarme llegar a casa de mi amigo Mariqueo enfrentar a su confiada y
amada esposa, y decirle la triste realidad y expresarle:
“Señora,
la gallina no está en el teatro y la buscamos por las butacas, por el techo, el
entretecho, por los pasillos laterales
que llevan al escenario tras las cortinas, y hasta despertamos las dormidas
palomas de los palomares por si se había
equivocado de “tibiezas”, y le informo
oficialmente que de tanto buscar hemos
llegado a la conclusión que se han robado su gallina….”
¡¡Pero
por eso que soy hombre de fe!! Y seguimos encomendados a San Judas Tadeo…….
En esa
oportunidad en que ocurrió todo esto, venían delegaciones de Calama, Chuquicamata y
Copiapó a participar a este encuentro folklórico. Entre los “artistas” que traía la delegación del Calama, venia un
ex colega “Esmeraldino”, apodado “El Burro”,
del cual no daré su apellido por respeto a quienes le sobreviven. Después
de subir al bus, o a los buses y revisar los bolsos, canastos , las maletas,
las polleras y todo lo que pudiera servir como hospedaje improvisado para
ocultar una gallina, divisé en el fondo del bus militar de transporte a
ese desgraciado e infame sujeto apodado “Burro”,
el cual sudaba de nerviosismo y acomodado en su asiento, bien arrinconado y
mientras inspeccionaba disimuladamente
su ubicación, (en medio de mis oraciones a San Judas) de pronto de entre su camisa o su pecho poco
corpulento, se asomó el cogote casi ya “pelado” y un estertoroso cacareo de
incomodidad, nuestra “actriz principal”
de reparto de la noche exitosa: la
gallina de mi querido amigo Mariqueo….
No
quiero recordar ese incidente con mayor detalle, porque fue indecente, sucio, chueco, inmoral, despiadado y cruel. ¡¡Todo lo que
sufrí por ese pescuezo de gallina en esos dramáticos momentos, me despertaron ese mal sentimiento de querer
odiar, matar y asesinar o cortarle la
cola a ese “burro” despiadado y sinvergüenza,
(y que me perdonen los burros), por haber tenido la osadía de querer robarse esa gallinita tímida,
silenciosa, bien amada por su dueña, actriz de primera línea, que esa noche nos
permitiera ser destacados en nuestro
encuentro folklórico, exceptuando la destacada participación de los hermanos
infantes del Calama y que, sin saberlo, se vieron también empañados y
engañados con el tema de la gallina.
Eso fue
el broche negro por no decir la guinda de la torta que nos dejó ese gusto amargo, doloroso y de
tristeza y el “Burro” era mi amigo,
trabajamos juntos en la construcción del “Altar de los Héroes del Séptimo de
Línea”, acordándome en medio de esta desgraciada situación del filósofo
Mariqueo, que siempre me decía:
¡¡AMIGOS
CUANDO HAY HIGOS, CUANDO HAY BREVA NI HUEVA””…….
Terminado
el incidente la pobre gallina que salió de las manos de la esposa un tanto convencida que la cuidaríamos como
su “regalona” y que parecía una polla inflada de orgullo y llena de vida, tuve que tomarla con delicadeza y cuidados y en realidad por el
intento de permanecer encerrada en el escuálido cuerpo del infame burro,
era un desparpajo de pollo, flacuchento, nervioso, tiritón, con los ojos
medio desorbitados mirando el cielo y con todo eso que viví, lleno de incomodidad y vergüenza, tuve que ir
a entregar esa adorada criatura ave vulnerada a su dueña, la que desde entonces
ya nunca más se le ocurriría prestar sus pollos para alguna tertulia folklórica
de los militares.
Ni decir
de mi casi amigo Mariqueo, por respeto al tiempo que nos conocíamos, al día
siguiente me dijo :
- Chico
Garcia, cagaste “para siemore”con mi señora. ¡¡La gallina llego casi muerta y
se lo pasó toda la noche reviviéndola!!
¡Ay
amigo Mariqueo!, mi querido Suboficial Mariqueo.
¡Cuántas situaciones vivimos en ese hogar
llamado cuartel del “Esmeralda”! en esas largas e inolvidables jornadas de
trabajo.
Quizás no fui merecedor a la confianza después
de ese “impasse”, pero cada vez que te divisé en el centro con tu esposa, no me
atreví a saludarte para no recibir de su amada esposa el merecido y bien ganado
rosario de garabatos que merecí como
corolario final de esa terrible noche en que me robaron la gallina…..
Hoy 24
de septiembre de 2024, estarás en tu viaje final de despedida.
A estas
altas horas de la noche (03:00 hrs. Como en nuestras sufridas “Guardias” , he querido recordarte junto a mis
oraciones nocturnas, y en esta larga
noche en que tu cuerpo ya descansa en paz, quizás tengas tiempo para darte una
vuelta por los sueños y estrecharnos como amigos y reírte a carcajadas en forma excepcional de
esta incómoda anécdota y recuerdo, la cual nos hizo más amigos y nos unió en la
experiencia más desagradables de mi
propia vida.
Como
“cuento aparte”, agradecerte cuando ascendiste a Suboficial junto al “Gato” Cáceres
y al “Cuadradito” Córdova, y junto al recordado “Negro” Moroso, a quienes conocí de soldados cuando cumplí mi
servicio militar en nuestro amado regimiento “Esmeralda”, y ya en mi época de
joven Cabo 2do. tuvieran la gentileza de invitarme a compartir esa alegría
propia de sus ascensos en algún restaurant de la ciudad, con lo cual me honraron
y me dieron la más grande lección de lealtad y cariño, mis instructores,
verdaderos padres y amigos mis “viejos”
militares queridos que ya descansan en paz, brindando alguna copa de vino tinto
allá en algún cantina celestial, esperando la hora en que volveremos a
compartir en esa inevitable y próxima
reunión pendiente por el momento para cultivar el amor y camaradería de
soldados del Ejército de Chile.
¡¡SALUD!!…y
Descansa en paz….
(Tu amigo Garcia, como muchos “Esmeraldinos” anónimos y
serviciales que te apreciaron y conocieron en tu verdadera dimensión de hombre
de bien y que te recordarán por siempre).
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