lunes, 2 de diciembre de 2019

Media caña de vino tinto.....


Y nos decía siempre: “CUESTA TAN POCO SER FELIZ”… y brindaba con su media cañita de vino tinto. Nos enseñaba en las tardes después de su trabajo, a rezar el Santo Rosario y sufría en carne propia, los martes y viernes, los Misterios Dolorosos. Nos aconsejaba ser personas de bien y entre consejo y conversa, nuevamente brindaba su otra media cañita de vino tinto. Era trabajólico, de siempre pocos pesos; vivía en las deudas y en los dolores propios de la escasez económica y redoblaba su trabajo en dos o tres jornadas, para tener y otorgarnos una mejor calidad de vida, y aunque siempre andaba corto, igual se las ingeniaba y brindaba con su media cañita de vino tinto. Nos hablaba de Jesús y sobretodo de María y de sus tiempos de internado en el seminario de los “Hermanos Maristas; era el encargado de arreglar los ornamentos florales y jardines para el “Mes de Maria” y entre tanto sudor y oraciones, quizás alli también brindaba con alguna media cañita de vino dulce. Cantaba y amaba la música y con mamá hacían un buen dúo; nos lavaba los pies con sus àsperas manos, en la “arteza” pampina y nos llevaba en brazos a la cama después de sus días interminables de trabajo. Nos envolvía en tibias sábanas de albos sacos de harina y nos besaba la frente, y a veces a medianoche, yo despertaba y lo divisaba entre los sucios cristales del comedor, sonriente y muchas veces solitario, tomándose la vida, las penas, las falencias económicas y las alegrías, con su media cañita de vino tinto. Los domingos pampinos nos mandaba a Misa tempranom antes de catecismo, porque a veces jugaba bèisbol o lo “goleaban” como arquero del Royal, y por la noche lé iba también a Misa y en su retorno nos “interrogaba” del contenido del Evangelio, y nos dormíamos mientras el reposaba de sus tensiones, penas o dolores, sueños o ilusiones, con su “media caña de vino tinto”. Nos dio de vez en cuando, un correazo cariñoso o constructivo, o nos mandó algunas tardes a acostarnos castigados sin hablar y sin comer, pero luego nos conseguía algunas historietas que leíamos debajo de las tapas de la cama, y volvíamos a sentir el ruido de la botella chocando con su vaso en su media caña de vino tinto. Tanto amor, tanta dulzura, pero también tanto carácter, era el centro de la disciplina y el orden de la casa y sus sanos consejos del día. Una tarde, la silicosis y el polvo comenzaron a llenar silenciosamente sus pulmones, y se hacía dolorosa su tos y sus desgarros, los que mitigaba cada noche con ese líquido de las “Bodas de Canà” que le traía paz y sosiego: su media caña de vino tinto. A veces no tenía ni un peso en sus bolsillos, pero “fiaba” y se organizaba para traer oculta entre sus ropas, alguna dósis del néctar tinto de las uvas como jarabe para sus largas tardes de tos, de cantos, de amor y de tanta vida, quizás bailando con mi madre un viejo tango arrabalero o abrazando a sus nietos que eran su mayor alegría. Se lo comió la mezcla de polvo de salitre y vino en sus pulmones, y se fue valiente, silencioso, sonriente y agradecido y quizás pudo beberse a escondidas, su media caña de vino tinto. Diez años Padre de tu partida. ¡¡Salud!! al cielo, con sonido de cristales y cantos celestiales. Hoy iremos cada uno a rezar por tí a la misa, y brindaremos como tú en tantas ocasiones, porque sabemos que estás también brindando por nosotros desde el cielo, quizás con un cáliz, al lado del Señor, bebiendo tu siempre saludable y generosa media caña de vino tinto.

UN CUENTO DEL TIO

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