jueves, 25 de noviembre de 2021

SRA. HAYDÉE VILLALOBOS DE ROJAS

 


Nunca serán suficientes las palabras para sentirnos humildemente honrados de haber conocido a esta dama angelical, tan ejemplar, dulce en todas sus formas de ser, con un sentimiento de amor y cordialidad de extraordinaria calidez hacia los demás; irradiaba esa luz silenciosa que captan los sentidos  cuando estamos con buenas personas y  que nos impactan por su  belleza espiritual, sencillez y en el caso de ella, ejemplo de mujer, esposa,  madre y abuela llena de juventud. Nos regaló siempre su sonrisa abierta y su corazón lleno de nobleza y sueños, 

¡Qué privilegio para nosotros el haberla conocido!

¡Qué hermoso haber compartido  la oración, su entrega, su mística, y  el Espíritu de Dios,  que habitaba y habita por siempre en ella.

Hay personas que marcan huellas en la vida y la Sra. Haydé Villalobos  lo fue para sus amistades más directas o indirectas, para su  familia,  para sus vecinos o para sus   hermanos en la fe, y para  tantos  que tuvimos el honor de conocerla, y alguna tarde captar de ella su sonrisa eterna y su voluntad de servir.

 Hablar con ella, era recibir su caricia y bondad espiritual en cada una de sus palabras; su consejo oportuno,  su permanente cordialidad.

Para los que fuimos soldados,  (y lo somos hasta el último día de nuestras vidas),  su partida nos ha tocado el alma, pues se fue la compañera amada de un también querido amigo y camarada, Remigio, mi “Suboficial Mayor”,  con quien también compartimos grandes e inolvidables jornadas de trabajo en nuestro Glorioso e histórico Regimiento  “Esmeralda” donde, además del trabajo  arduo e incansable de todo soldado,  su figura representaba también un signo de admiración  para los más jóvenes por sus  grandes capacidades deportivas. Siempre tras un gran hombre, está esa silenciosa y gran mujer, que moldea  el balance y equilibrios del hogar, asumiendo muchas veces la paternidad obligada en las ausencias del esposo,  pero conectada permanentemente  al  ser amado, que  “justo este fin de semana que era de paseo con sus hijos”, tuvo que cumplir un turno largo y tedioso de una Guardia.  Allí estaba también Haydé, en la grandeza y humildad del varón del deporte de nuestro regimiento.

 En nuestros corazones también hay congojas y mucha tristeza,  más que nada porque no volveremos  a tener el privilegio de oír su voz tan dulce y reposada. Ella  irradiaba paz. Jamás en su mirada un enojo o expresión de molestia, todo lo contrario, siempre generosa y llena de ese amor de Dios que la hacen todo un ángel que pasó haciendo el bien por esta tierra.

La extrañamos, la sentimos cerca, sabemos que en nuestras creencias estará viviendo un hermoso “Quinto Día” de su Cursillo de Cristiandad, en los aposentos y celestiales,  en espera de todos nosotros que alguna  vez debemos marchar como ley implacable de la vida. 

Pero no  estemos tristes, porque ella querría que estuviéramos alegres, y su Santa alegría, es para nosotros también esperanzas y si bien su ausencia está en los largos silencios, sentimos su presencia entre nosotros, porque ella amaba la vida, amaba su familia, amaba  sus hijos a  sus nietos y amaba al prójimo, reflejado en cualquiera que tuviera la oportunidad de acercarse a conversar con ella, y en esas tantas horas que como “Dama de Gris”,  visitó a tantos desconocidos  conscriptos, internos por salud o dolencias,  en la enfermería militar de nuestro regimiento. Ella demostraba con su trabajo y actitud, que amaba profundamente a Dios.

Estuvimos en su Misa de despedida en esa Parroquia de “Nuestra Señora de Fátima”, enclavada en el cerro rocoso de “La Favorecedora”, donde ella también fue  una parroquiana fiel y leal  al servicio de la Iglesia junto a su esposo. Eran matrimonio ejemplar.

Oramos por ella y con ella y para ella, y las expresiones de la comunidad en sentidas palabras expresadas por  personas que se animaron a abrir su corazón y despedirla, fueron el testimonio  real, sincero y cariñoso  y la muestra de todo lo que significó su presencia para todos los que la conocieron, siendo parte de cada una de las  tantas vidas que se conectaron con ella.

 Sentimos la tristeza natural,  pero también  vimos  cómo, aún en el dolor, su familia permaneció como ella siempre lo quiso: férreamente unida, con fuerza, con entereza y con esa confianza que solamente una fe inquebrantable nos puede regalar. 

Le dije un adiós silencioso, como todos los que pudieron asistir, y también llevando el mensaje de los que se vieron impedidos en esa inolvidable  y  soleada mañana,  en que todos queríamos abrazar, decir algo, sonreír o llorar, y en esa celebración de amor y despedida, estuvimos jubilosos cantando  en medio de ese Arco Iris de la esperanza, entonando los versos del canto “De Colores” que nos hablan  de esos “campos vestidos de rosas y flores en la  primavera”, sintiendo el aroma y quietud de los jardines celestiales, y  produciendo esa magia de su presencia en los corazones  de todos los presentes.

Hoy que hay tanta violencia desmedida,  tanto desamor, tanta descalificación, necesitamos de mujeres como ella, pues nos dan el ejemplo de la serenidad, el espíritu de servicio  a los demás y la actitud de servir en todas nuestras acciones,  conservando siempre  los valores  del Evangelio  en nuestras vidas, renunciando a caer en las odiosidades que dividen a los hombres,  porque ella es, era y será siempre todo amor, y puede seguir  con su reconocida bondad, orientando nuestras vidas con lo que nos dejó como gran muestra de verdadero amor; “SU MAGNÍFICO EJEMPLO”.

Así es entonces que,  independiente de esa etapa familiar personal y  propia de su ausencia, del sentimiento de dolor de que no estará más con quienes ella amaba y amaban, debemos estar y sentir esa paz que nos regaló con su actitud.

A nuestra  estimada Alejandra, a sus hermanos, a sus hijos, esposos y esposas, a esa “prole” de nietos que  llevaron orgullosos y con sentimiento y respeto,  el peso de sus sagrados restos en el camino a su lugar de descanso terrenal, a nuestro querido  amigo y superior jerárquico Remigio, jefe militar ejemplar, muy amado y querido por sus virtudes humanas, siempre al lado de los que más sufren  y en eso,  ambos, son y será siempre un ejemplo.

Ella está descansando en paz, al lado de nuestro amado Señor y  debemos recordarla siempre, aprendiendo a vivir sin  ella pero a sabiendas de su inconmensurable amor  y toda esa fe que nos legó como  mujer consagrada a la familia y a Dios.......


















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