Antofagasta, 22
de Junio 2022
Día del Suboficial
Mayor
Hoy, en el Día
del Suboficial Mayor, me siento muy agradecido
de Dios, de la vida y del Glorioso Ejército
de Chile, por haber tenido la oportunidad de servir, al igual que mis
compañeros de distintos grados, en una difícil carrera militar como parte de los “hijos del rigor”, donde
cada cual debió vencer muchos obstáculos
para permanecer, proyectar y alcanzar
los reconocimientos propios de la carrera, que no a todos favorece en el
buen sentido de la ecuánime justicia y que en algunos enciende
inconformidad por los criterios humanos con que se rigen las
instituciones y que en todo tiempo es , fue
y será siempre muy difícil de manejar u
ordenar.
Alcanzar un
grado más alto o el de la “cúspide”, quizás no sea del puro y merecido mérito
personal que todos tenemos, pues esa idea la llevamos muy al interior como
desafío personal, en los inicios de nuestra carrera militar. Tal vez sumen a
esta posibilidad un poco el factor suerte que es una verdad irrefutable por los
riesgos y tantas situaciones de la vida de soldados, mucho esfuerzo personal
demostrado en las múltiples funciones en las cuales debemos todos ser de excelencia,
no haberse metido por esas casualidades voluntaria o involuntariamente en las “patas
de los caballos”, y haber tenido las condiciones muchas veces ideales del medio,
para no caer en los naturales desatinos,
buenos o malos criterios, de quienes cumplen la otra función importante e
ingrata a la vez, de fiscalización, muchas veces sometidos a otras mayores
exigencias de orden superior donde deben permanecer incólumes en medio del “ojo del huracán”, o ser debidamente
reconocidos con justicia y veracidad, por nuestras propias capacidades y esfuerzos
en todas las tareas asignadas, que no son pocas y que hacen de nuestra vida
militar, una larga e impresionante cadenas de distintas experiencias. Todo ello
hace de la vida militar una entrega en
la que todos estamos incluidos y obligados voluntariamente con las mismas
posibilidades porque nos une un solo objetivo común: el servir a Chile y sobre
todo a esta noble institución el Ejército de Chile, la que nos acogió, nos
recibió, nos formó y educó y a la cual
ingresamos con un espíritu personal y voluntario sin jamás buscar bienestar ni privilegios para ninguno de
nosotros, debiendo en el camino asumir y someter a ese llamado de vocación a
nuestras propias familias y darnos
cuenta que nuestras propias falencias y necesidades económicas nos obligarían, muchas veces, a restringir las
aspiraciones a los “nuestros”, sin haber
querido jamás afectarlos por nuestras insuficiencias económicas,
por nuestras obligadas y largas ausencias, o por las normas estrictas de este mal llamado trabajo, pues es un servicio de 7 x
24 y al que optamos voluntariamente en lo mejor de nuestra juventud sin mirar
futuro, solamente presente que se va dando en el día a día.
Hoy día
celebramos a los SOMs, no porque hayan sido los mejores o excepcionalmente
super héroes, sino porque representan el reconocimiento que el Ejército les hizo
en su oportunidad, con los defectos humanos propios de la vida. Quizás con
muchas desigualdades, pero que es necesario resaltar para constituirse en
ejemplos y ser los líderes que pusieron todo su esfuerzo en tratar de alcanzar un
grado que en el fondo nunca fue lo más importante, pues nadie trabajó con tanto
esfuerzo y dedicación para ser o alcanzar ese reconocimiento que sin duda es un
premio de honor y gratitud, pero que está sujeto a tantos distintos criterios y
a la vida misma de cada cual . Estamos todos unidos por otro valor, el de la
entrega y vocación y en eso no hubo jamás diferencias entre los esfuerzos y las
obligaciones. Claro, es verdad que muchos vivieron peores o mejores
momentos, quizás la mano dura injusta
les cayó a algunos en forma tajante como guadaña que cae sin miramientos y les
afectó a sus aspiraciones personales, y en el recuento final, no valoraron todo lo que hizo o quiso hacer;
pero nunca nadie trabajó por ser Suboficial
Mayor, todos lo hicimos con el único fin de ser buenos soldados, y los que tuvieron
esa suerte del destino, esa superación que tampoco estaba exenta de sacrificios
y de capacidades personales, esos denodados esfuerzos por superar y
aprender las lecciones del día y programar los días venideros cada noche o cada amanecer, merecen por supuesto un buen
abrazo un reconocimiento justo y un ejemplo para quienes comienzan esta ardua
carrera en la que nunca estarán exentos de riesgos, o situaciones que vayan en contra de sus propios intereses e
ideales.
Por eso que
corresponde a un principio de caballerosidad, buena crianza y respeto, saludar a estos nobles soldados y
brindarles nuestro afectuoso saludo.
Tras cada uno de
ellos hay familias, hijos, y todo un mundo que cada uno debiera indagar para
saber el gran significado espiritual de este reconocimiento institucional.
Pero también
está tras esa honrosa designación. la figura anónima de quienes son nuestra
principal razón de ser: Los soldados.
Tras cada Suboficial
Mayor hay muchos soldados anónimos que ayudaron a su éxito en el trabajo, en
esas tareas que siendo de tanto esfuerzo físico, contaron siempre con la
juventud y entrega de sus propios instruidos, a quienes ellos debieron
también darle esa formación militar que es
tan necesaria para la vida y para la acción de la defensa de chile, con la
dureza y calculada disciplina: están
también quienes han acompañado el
crecimiento en el proceso de la maduración de su propias responsabilidad,
ese soldado de experiencia, sus propios
compañeros de igual grado, o aquellos que fueron sus superiores inmediatos
en el largo camino, incluso algunos muy jóvenes, quienes recibieron también de sus consejos
una buena guía para enfrentar sus propios y disímiles caminos.
Todo esto es el
significado real del ser Suboficial Mayor. Muy bien por ellos, por todos sus buenos
ejemplos, bien por los reconocimientos.
Por eso es que hoy saludamos a todos, los que
ostentaron el grado, a los que lo lucen con orgullo y a esos que merecidamente
debían llevarlo en sus hombros como presillas doradas por su ejemplo y liderazgo
y que por alguna circunstancias, justas o injusta no les fue otorgado ese privilegio.
Pero la vida es así y muchas veces se cargan esos dolores de injusticias en
todo orden, y quizá nosotros, los soldados, los hijos del rigor debimos aprender
mucho más de las obligaciones y de los deberes, y en medio de tanto dar, muchas
veces muy poco recibir, la experiencia de cada cual es conocida y nunca es necesario
remover esos escombros de tantas dolores y penas que pudimos juntos pasar.
Pero Dios que
nos conoce a todos nos regala la tranquilidad para vivir en lo mejor de la
vida: la paz.
La vida es para todos
nosotros eso: vida. Pero no todos
tenemos la mejor. Muchos factores influyen para sentirnos felices o infelices
de vivirla: la salud, los apremios económicos, la crianza, la educación. Quizás tampoco tuvimos la oportunidad de ser
mejores en cuanto a educación por las falencias de nuestros padres, pero ello
no nos hace sentir rencor por la falta de oportunidades, todo lo contrarios
gracias Dios porque no teniendo nada pudimos vencer, no habiendo tenido los
mejores recursos logramos superarnos y vivir, educar, criar, y en medio de las
pobrezas o las necesidades de cada cual sobrevivir y encontrarnos hoy vivos y
llenos de recuerdos de cosas hermosas que vivimos.
El dulce y el
amargo es de cada experiencia personal. En lo dulce: los amigos, las
circunstancias, las celebraciones, la amistad profesional, la camaradería, el
deporte, el canto, la misa, la emoción de la partida o llegada a campaña, la marcha
final de los 65 kilómetros de soledad y aridez en de la “Flor del desierto” o lo que fuera, la marcha
a Arica las fiestas de aniversario, la Pascua
del soldado.
En los tragos amargos:
las injusticias propias del vivir en
sistemas humanos que nunca son perfectos, (solo Dios es perfecto); quizás
la sobrecarga de tareas, esas guardias,
trasnochadas, frio, calor, renunciar a fiestas de familia, por tener que
permanecer cuidando los pertrechos, esos
servicios invariables y prolongados, esas prepotencias menores y humillaciones,
esos dolores de cabeza por las revistas del
cargo, el armamento, vestuario, vehículo, o por el corvo oxidado que una
mañana sacó el Comandante en una revista de una vaina de un soldado de la fila y se transformó en “días”
de arresto por descuidar el mantenimiento de su arma, o esas medidas colectivas de: “todos arrestados,
todos adentro, todos mañana a diana, todos mañana a retreta. todos a la mierda”. Uff…..Son tantas cosas de la vida militar
y lo único que podemos decir ante eso
es que fue nuestra elección de vida y fuimos todos voluntarios y nadie nos
obligó. La puerta ancha siempre estuvo abierta y hoy no es día de malos
recuerdos, sino de alegrías. emociones y
de agradecer a quienes nos educaron, enseñaron, a esos viejos soldados o más
antiguos que alguna vez nos pusieron ¡firmes! y “gritadito” en pleno patio, pero
más que dañarnos con una sanción en una “Hoja de Vida”, nos dieron lección de enseñanzas y aprendimos
a duros golpes, teniendo también en la mente, sin rencor y con límpido perdón a esos que se ensañaron con hacernos daño y
calificarnos de inútiles en tareas en las que tampoco ellos podían ser buenos
ejecutantes y cuando en verdad no tuvimos nunca las mismas oportunidades de
ponernos codo a codo a comparar nuestras capacidades.
Pero también
están los que pudiendo ser violentos o prepotentes, orgullosos o soberbios por sus grados de alta jerarquía, con grandes capacidades
personales de conductores y líderes,
fueron también muy humildes, serviciales,
paternales y nos regalaron sus consejos, su amistad, su guía desinteresada y su
natural liderazgo con el cual podíamos elegir libremente en la voluntad del
alma la certeza de que: “Con éste comandante sí que voy a la guerra”.
En fin, tanto
que decir, tanto que agradecer, tanto que aportar, tanto que recordar.
Por eso hoy, que es día de celebración personal y de
íntimos y gratos recuerdos quiero extender mi diestra y brindar mi saludo y un
gran abrazo no solo a quienes ostentan
ese grado del cual está prohibido llevarlo con aires de falso orgullo y soberbia,
sino más bien con humildad y espíritu de servicio, y saludar también a nuestros
camaradas, más o menos antiguos que nos ayudaron con su lealtad, su impulso, su
consejo, su obediencia y sus muchas
mejores capacidades demostradas en distintos ámbitos de la vida militar para
unirnos como en esas primeras nerviosas noches de Escuela, en medio de las montañas
nevadas de La Dehesa, o el lugar que fuere, o en las marchas nocturnas donde el barro y el agua de las lluvias torrenciales
nos entraba por los poros de las telas y las botas, empapándonos de sudor frio y
de hielos que acuchillaban nuestros pies
de sacrificados soldados, y aun así, cubríamos con el poco abrigo nuestras
armas, para auto protegernos y para
aprender que en la furia de la naturaleza o en las acciones de la vida contra nosotros mismos, debemos estar siempre unidos, porque ese fue el camino
que emprendimos alguna noche, por esos
campos de nuestros primeros cuarteles militares,
para muchos quizás olvidados, pero que
se refrescan con los recuerdos y que nos traen sonrisas de niños, de muchachos
con sueños idealistas de servir a la Patria
y empaparnos por el amor a Chile, su
historia y su Bandera, que es lo que al final nos acompañará a nuestro eterno
descanso, cuando el clarín nos llame y el toque de silencio irrumpa
en los recuerdos de tantas
historias que construimos juntos, y que
nos unirán por toda la vida y hasta después de la muerte.
Feliz día
camaradas, amigos, subalternos y gratitud eterna a nuestros superiores.
(ALGUNAS IMÁGENES DE MI VIDA MILITAR PARA MI RECUERDO MI "GALERÍA DE SATISFACCIONES", SIN VANIDADES NI SOBERBIA, SOLO AGRADECIMIENTOS)
SOLDADO CONSCRIPTO EN EL "ESMERALDA"
ALUMNO PRIMER AÑO EN LA DEHESA
CURSO DE SUBOFICIALES MAYORES Y ASCENSO
MI ESPOSA MÓNICA E HIJA CAROLINA
MI FAMILIA
(Mis padres, mis nietos, )
EN EL CUARTEL GENERAL DE LA I. D.E.