domingo, 26 de febrero de 2023

Don Caupolicán y Doña Elba: Juntos hasta la eternidad

 

De las cosas importantes y personales de nuestra vida, y que van quedando en los recuerdos del futuro personal y colectivo de las historias pampinas,  está esa cosa común que nos une, y que se relaciona  con la vida silenciosa y sacrificada de esos hombres y mujeres que se formaron en el crisol del  ardiente sol de  las salitreras y que  heroicamente se entregaron a distintas tareas que les permitieron sembrar en los corazones de su hijos y de sus familias, esos valores tan  propios del hombre de bien, y que son nuestra principal herencia como hijos agradecidos de ese tiempo pasado y que conformaron la generación que se va extinguiendo y que perteneció a nuestros amados padres, y  esa esencia de ellos mismos, reflejada en las  generaciones actuales, nunca podrán cambiar esa riqueza interior del pampino que  sigue en la lucha diaria de la vida, aunque sean hoy otros tiempos, otras formas, u otras condiciones, pero que son enfrentadas con nuestra forma de ser, gracias a lo que recibimos de esa “vieja” escuela.

            En esa enseñanza heredada de nuestros padres, aprendimos a enfrentar la vida, entendiendo siempre que nada en la vida es  gratis, y que la única forma de crecer y ser mejores, es  trabajar con esfuerzo, estudiar con entusiasmo,  y  vivir la vida  con sencillez y simpleza, para no sentir  nunca la debilidad de las tristezas que puedan opacar nuestra natural alegría de vivir, y en eso, salvo algunas  excepciones, debemos tener siempre la dicha y gratitud de lo que vivimos y sentimos, tan nuestro, tan íntimo, tan personal, tan “pampino”, que cada cual puede sacar sus propias  cuentas, conclusiones y experiencias.

            En tal sentido, siempre debemos honrar al trabajador de todos los tiempos.  A ese hombre y mujer que buscó  en cada amanecer, en medio de la soledad, del frío matutino,  o el inclemente sol del desierto,  o en la frescura de los eternos atardeceres, luminosos y crepusculares, el néctar que nunca se acaba, la esperanza,   hermanado con su voluntad de servir y trabajar, y que también estuvo acompañada de incertidumbres y sufrimientos como en todo orden de cosas, pero que nos llevaron  por diversas sendas, en las cuales pudimos vencer sin morir, y   en medio de las notas que interpreta la vida en su eterna sinfonía, cantar en el lenguaje simple,  no para encantar sino para   hacerlo en medio de todas las situaciones  que nos regaló la vida de la pampa y que  cada cual aprendió superando tantos dolores o difíciles experiencias.

            Hace pocos días,  sentí una emoción muy personal, ligada al sentimiento natural de hermandad sincera de pampino, pues mi amigo de la infancia Leonardo Gatica Villarroel, con quien jugamos tardes interminables en nuestra calle Luis Acevedo,  ya ambos maduros,  de mucho andar en la vida, con los bagajes de experiencias abultados como parte de nuestros personales equipajes, sin dejar de ser ni sentirnos niños como ayer,  me compartió  en medio de las tecnologías que hoy podemos apreciar y disfrutar y en las cuales quedan registro de importantes testimonios, una nota muy especial que deseo compartir, primero con estas breves palabras de alegría y emoción, y  también con el significado profundo de lo que  ocurrió en este  hermoso encuentro de familia en la Capital, y en el cual se rindió un homenaje de amor, de gratitud y de reencuentro, para cumplir una promesa hecha por los hijos del querido profesor Caupolicán Gatica y su amada esposa Elba Villarroel, a quienes  conocimos y disfrutamos como niños pampinos en esas largas tardes que sólo los que vivimos allí alguna vez conocemos, y que vimos  transcurrir en  sus polvorientas calles,  y entonces se nos vino todo el sentimiento al alma, y  no pareciera justo guardarse esta historia para sí, pues es historia de todos y quizás muchos se sientan identificados con lo que  continuación les cuento.

            Don Caupolicán Gatica, el ilustre Maestro y profesor de nuestra Escuela Consolidada “América”, y del cual alguna vez dediqué una extensa nota de homenaje compartiendo algunos extractos en este relato para refrescar nuestra memoria, nació y creció en la ciudad de Illapel. Ligado al mundo del trabajo de su propio padre, que en medio de los vergeles aromáticos y frescos de la IV Región, se constituyó en su mejor ejemplo en cuanto al sentido de la responsabilidad laboral, puesto que era un hombre de esfuerzo, que administraba su propia cervecería, aprendiendo de él el sentido del deber, el orden y administración. Pero Caupolicán sentía que ese no era su destino, pudiendo quizás haberlo elegido como proyección, pero tenía impregnando en él, una silenciosa y fuerte vocación de músico y educador, muy lejanos a los temas laborales y de subsistencia en los cuales se crió

             En esos parajes solitarios de ese campo y de esas tierras generosas en sus frutos, se formó su carácter de hombre de esfuerzo, que ya en esa época juvenil era un eximio intérprete de violín. Mantenía siempre presente en su personalidad, ese ideal profundo y de convicción interior de  servir a la educación  tomando con mucho cariño su claro deseo  de educar, en especial en esos centros salitreros de más al norte,  que en ese tiempo obligaban a muchos jóvenes a iniciar a temprana hora su vida laboral,  renunciando a las posibilidades de  buscar otros horizontes, pero que  con una buena formación,  una educación estricta y personalizada, les darían mejores herramientas para enfrentar sus vidas. De allí que, iniciada su vida de maestro en años posteriores, él mismo ejerció mucha influencia en los jóvenes pampinos de ese tiempo, a quienes les dedicó gran tiempo de su vocación de profesor, siendo un artífice fundamental de la Escuela Nocturna, para brindar otras mejores oportunidades a los jóvenes trabajadores.

            No todos conocen  que, además, fue creador y gestor de la formación de importantes grupos   musicales como lo fueron las bandas de músicos pampinos del Cuadro Blanco, y las bandas de los Boy Scout, y junto a distinguidos maestros y músicos locales, integraron una de los primeros Coros,   el recordado “Coro Santa Cecilia", ligadas a su genio creador y musical, y que obedecían a su permanente compromiso de servir en esas instancias educativas, las cuales le abrieron esas puertas del conocimiento y esas capacidades  desarrollaron en él su sentido  de educador por excelencia.

            La vida laboral de Don Caupolicán fue, como la de muchos maestros ligados a la pampa, de brillante y excepcional vocación, calidad y calidez. Fue responsable de la formación de muchas generaciones que guardan una enorme gratitud a su capacidad y profesionalismo puestos al servicio de la comunidad en general.

            Muchas veces, en sus tardes de tertulia personal, cuando el crespúsculo anunciaba ya la hora del  justo descanso, después de pasear junto a su esposa Elba, en esos interminables paseos por la calle Luis Acevedo  hacia la plaza y volver tranquilamente para nuevamente reiniciar la marcha en la misma dirección, compartiendo la charla amena con su eterna novia,  y disfrutar de los atardeceres maravillosos pampinos, después de ese sagrado rito casi diario, se iba  a su apreciado rincón musical donde le esperaba con los brazos abiertos su atril, sus  viejas partituras con sus obras preferidas. Respiraba profundo , y absorbía lo mejor de oxígeno mezclado con el infaltable polvo volátil de nuestro ambiente pampino, y sentía entonces la magia de la inspiración, y desde ese lugar, mirando un poco hacia la calle en ese enrejado  ventanal de su dormitorio,  aun  con leves pinceladas del colorido tiempo que aún se dibujaba  en el fondo del paisaje de casas oscuras y cielo rojizo, tan artístico, casi divino, como se pintan los cielos  cuando el sol comienza  a caer en el oeste de María Elena, el violín  de Don Caupolicán se entregaba a la destreza de sus manos y sus ágiles dedos con alguna partícula oculta de la tiza del aula entre sus uñas,  se regalaba para él y los suyos lo mejor de sus interpretaciones musicales; era su momento de paz, de sosiego, de descanso  en el cual todo su sentimiento   expresaba  con tanta pasión y  verdadero amor esas melodías que fluían  armoniosas por las hendijas de la ventana y que en medio del bullicio y  faena de los  ruidosos molinos cercanos, donde se volcaban los carros calicheros para la molienda, alcanzaban la vecindad, como una espuma mágica que nos lavaba el alma y que opacaba suavemente las ruidosas faenas mineras mezclada también en un paisaje fantasmagórico de densa niebla de polvos, y las notas fluían  serenas, melancólicas,  estridentes o silenciosas, especialmente hacia nuestra casa, la del número 94, ubicada inmediatamente al frente de la del número 82 de los Gatica Villarroel, y donde bajando todos los volúmenes de la radioemisora local,  agudizábamos los oídos con extremo cuidado y delicadeza, para disfrutar también de su concierto solitario y vespertino, que nos invitaba también a sentir en nuestros propias almas, todas esas maravillosas sensaciones, que producen el desplazamiento del arco sobre las cuerdas de su afinado   instrumento musical. 

            Años después, comentando esa virtud del Maestro con un amigo cercano, mi vecino Sanfor, me decía que ellos también esperaban ansiosos esas tardes para empaparse de música, de nostalgias, de emociones, por lo que aun en esa actitud tan personal, también el profesor educaba indirectamente a sus vecinos, en el amor a la música clásica y de tradición.

            Fueron muchos años de labor, y la pampa recibió de su generoso aporte y vocación los frutos que por años se cosecharon con constancia y benevolencia y que permitieron una mejor vida a los niños y jóvenes de ese lejano ayer.

            La imagen del Maestro estuvo siempre en la retina de sus alumnos como ejemplo. Sin duda que su porte, su estatura, su seriedad y capacidad pedagógica y docente, permitían que el aparentemente duro maestro, que muy pocas vimos reír mostrara lo mejor de sus bondades y que en el ejercicio de su vocación despertaban en él todos esos humanos sentimientos de hombre de bien. Sabemos que en su corazón todo eso lo hacía vibrar, y se regalaba hacia sí y los suyos amor en abundancia y felicidad plena, pues   no solo se trataba de educar, sino de servir como él quiso hacerlo con su vida en la pampa salitrera, y en eso como maestro, padre, amigo y esposo, también era ejemplar.

            Terminado su largo proceso laboral en la pampa con frutos que alguna vez sus propios alumnos recordarán con el valor de su  inmensa entrega y amor a su trabajo, y en esas circunstancias que siempre cuesta enfrentar cuando debemos llegar al final de nuestra vida útil de trabajo, quedando siempre tantos cuadernos en blanco por escribir, tanto que hacer, mucho que formar, tanto por crear,  debemos asumir que el tiempo inexorable  y los sistemas  que enfrentamos en la vida en que todos los  caminos siempre tienen principio y final,  partió nuestro querido maestro a radicarse a la ciudad de Concepción, donde  después de disfrutar un tiempo  de paz, de  unión a su familia, de paseos  para  disfrutar del sur de Chile y de sus tierras australes en ese último e inolvidable viaje que compartió con su esposa Elba a la ciudad de Punta Arenas,  disfrutando con sus hijos que vivían cercanos en esa ciudad,  ya alejado de las aulas y de su verdadera vocación como lo era la música y la enseñanza, encontró ese tiempo tan suyo que no solamente  dedicaba horas a su pasión musical, sino que también a la lectura, pues era un ávido lector. Todo lo que caía a sus manos literalmente lo devoraba con su mirada y lectura, y crecía siempre en su gran sabiduría y conocimiento; sin duda un hombre que nunca dejó de enseñar, pero jamás se dio un minuto para no darse el necesario tiempo y oportunidad en aprender. Todo en su vida fue un permanente aprendizaje.

            Después de ese último viaje del año 1971,  con su esposa, la novia que había conocido en Santiago y con la cual  inició su vida matrimonial trasladándose con su hermosa Elba a esas tierras aparentemente inhóspitas, pero que se meten en el corazón a fuerza de “ñeque” pampino y al final siempre  encantan y conquistan el alma, la familia que ya sabía que una irremediable enfermedad afectaba su organismo, pero sin saber él de su mal interior, siguió siempre con  sus inquietudes educativas, con esa fuerza que le caracterizaba, haciendo honor a su nombre heredado de la historia: “Caupolicán”, y cargó en el silencio de sus hombros y carácter fuerte, la inquietud, la duda, la preocupación, intuyendo quizás, por su gran inteligencia   que algo no andaba bien. -“La familia nunca se lo dijo y tuvimos especial cuidado que ningún médico se lo dijera. Fue en ese viaje, cuyo regreso a Concepción tuvieron que adelantar, que se inició el principio del fin.”- me comentaba en alguna conversación nuestro amigo Leonardo.

            Don Caupolicán Gatica, falleció el 20 de octubre de 1972.

             Nunca mostró debilidad frente al dolor. Era un hombre fuerte, se mantenía enhiesto e incólume frente a los acontecimientos, y hasta el último minuto se dedicó a lo que más le gustaba, aparte de la música y vocación de educador: Vivir, rodeado del amor de su esposa e hijos y sus inolvidables recuerdos de la pampa salitrera que lo acogió como a tantos pampinos.

            Tiene que haber aflorado a su memoria en sus minutos finales, sus primeros años de juventud en Illapel, que forjaron en medio de las aromáticas cebadas y sembrados,  su deseo altruista de trabajar en educación, alfabetizando a sus compañeros mineros, y siempre preocupado de ellos por la siempre presente “cuestión social”, un quijote silencioso y académico , que luchó también con  ideales personales frente a las eventuales injusticias y desórdenes que dan el siempre complicado sentimiento del poder  y quizás fueron las notas de su compañero  eterno, su violín, que le acompañaron como un dulce bálsamo  en ese trance de partida de este mundo, sin dejar de  sentir en la piel de sus manos y su curtido rostro, el cariño de quienes tuvieron la suerte de vivir y amarlo siempre,  permaneciendo siempre a su lado.

            Dejó este mundo sembrado de flores y sabiduría, enseñanzas y música, y sus restos mortales fueron dejados en Concepción, la ciudad de las flores y del clima benigno, en la tierra heroica y húmeda que dice ser la “Ciudad de la Independencia” y que él tanto amó, en medio de los aromas del Canelo, Avellanos o Laureles de la muy hermosa ciudad que le brindó un gran regalo de solaz y descanso al insigne profesor.

            De modo que Don Caupolicán Gatica, después de trabajar años en la pampa y marchar en ese tiempo  que llamamos de jubilación en el que nunca uno se va contento pues siempre queda tanto por hacer,  partió al eterno descanso allí, luego de lo cual parte de la familia, por buscar mejores perspectivas económicas y nuevas oportunidades, se trasladó a la ciudad de Santiago,  y cada cual de sus hijas a distintos lugares de Chile, y así fue que sencillamente hace cincuenta años que pasaron raudos como simples horas y semanas.

            Cuando hay amor, comprensión y ejemplo de familia, los hijos asumen entonces que la vida continúa y hay que atender entonces a mamá. para acompañarla en el dolor de su soledad y brindarle lo mejor de la vida, como una obligación personal que cada hijo se compromete a cumplir. Y en ese caminar de la vida entonces, cuando ya todo marchaba  nuevamente  sobre ruedas, la ley de la  vida implacable,  con los propios designios del destino, se lleva en el año 2009 a Doña Elba, que  como madre  de hijos pampinos, descansa en el lugar digno en el Cementerio Parque del Recuerdo en Santiago,  provocando en ese entonces  un innegable dolor en medio de la soledad, pero  cada cual de acuerdo  con los valores de su propia educación y el significado profundo de la vida,  en  esas circunstancias, sienten que alguna vez,  deben reunir, no tanto allá en la eternidad como creemos los que somos más creyentes, sino que  en la propia reunión de sus restos terrenales y es allí cuando se inicia esa promesa familiar de alguna vez, con el natural esfuerzo y   sacrificio propio de lo que significa reunir los restos de Caupolicán, el Ilustre Maestro y su amada y bella Elba,  permitir que ambos descansen en un mismo lugar, durmiendo el sueño eterno,  como en sus mejores años de la pampa, en  un lugar de comunión espiritual para la familia y por supuesto para el eterno descanso  de sus restos mortales, reunidos con invalorable amor y justicia, en un mismo y sagrado lugar.

            Y esa promesa, a veces dura muchos años, porque no es fácil cumplir todo lo que significa trámites, traslados, autorizaciones, desvelos, temas económicos de por medio, pero la promesa, es voluntad, y en eso rescatamos de esta experiencia,  en la cual pudimos virtualmente participar  como una generosa ofrenda al amor y cariño que se tuvieron esos padres,  ser testigos de un homenaje que quedó para el tiempo futuro, no sólo en la modernidad de las redes, sino  en el corazón de sus hijos los protagonistas de esta historia tan íntima y personal pero que deseamos con ustedes, francamente compartir.

            Ya los años han pasado, y de verdad muy rápido, los niños de ayer somos abuelos, algunos bisabuelos, la generación se recambia por que la naturaleza es implacable en su destino, pero lo que no varía jamás, son los sentimientos, el deseo, la voluntad y los valores que nos heredaron nuestros padres y que, en la lucha diaria de la vida, ponemos todos, de una u otra forma, siempre en práctica, en honor a su recuerdo.

            Hace algunos días, para ser más exactos el 5 de febrero de este año de 2023, en  el Cementerio Parque del  Recuerdo de Santiago, la familia Gatica Villarroel, con presencia de Margarita, Myriam y Leonardo, pero junto a ellos, esos lazos y corazones invisibles que crecen y que se prolongan en sus hijos, nietos y hasta bisnietos,  más la presencia  espiritual de la familia que de una u otra forma no pudo estar presente, se define al fin, después de 50 años, una promesa que nunca ha sido olvidada y  en un acto sencillo, sobrio, lleno de palabras de gratitud, amor,  simbólico en ofrenda de flores y expresiones de gratitud por el matrimonio nuevamente reunido en  un acto de unión perenne, al fin los restos de Don Caupolicán Gatica y Doña Elba Villarroel,  que dieron su vida  en tareas educativas en nuestra amada María Elena, descansan definitivamente en ese lugar sagrado y de recuerdo a sus memorias, y del cual nos hemos permitido compartir con ustedes, en  estas tecnologías modernas que nos llevan  a los canales  de difusión digital, y quedar plasmado allí un sentido homenaje,  que de verdad anuda el alma, y que nos deja con ese gusto a felicidad pampina, porque  ese compromiso de amor y de fidelidad, ha quedado entonces   cumplido y sellado,  quedando para las generaciones  del mañana, este ejemplo de la familia Gatica Villarroel, que pudo ser el ejemplo de cualquiera de los pampinos que allí vivimos, los Pérez,  García, los Castillo, los Molina o los Pastenes, los Inostroza o los Aracena, los Dubó, los Molina, los Maldonado, los Vilches o los Aramayo, y todos esas hermosas familias que se han ido extinguiendo en la noche de los tiempos, que han dejado en sus propios jardines, niños que son hoy adultos,   adolescentes y jóvenes, que sin bien no conocieron la vida de la pampa, quizás con la misma energía espiritual que nunca acaba, pero con  las dificultades que se nos dan en el eterno desgaste del hombre en su paso por la vida, pero que nunca se olvidan, porque quedan allí, enredados en alegrías, en hermosos recuerdos, en cruces olvidadas, polvorientas de los cementerios, pero que despiertan cada amanecer de nuestras vidas  dándonos las fuerzas para seguir luchando, seguir trabajando, seguir viviendo, y dejando para nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, lo único que podemos regalarles: el amor, el cariño, la educación y el ejemplo noble de ser, de vivir y de permanecer para siempre en nuestros corazones, que brilla como el fuego de una vela ardiente y luminosa, pero que poco a poco se va extinguiendo y consumiendo, quedando su brillo en la retina de nuestros mejores recuerdos y eterno agradecimiento en nuestras almas.

            En este homenaje de la familia Gatica Villarroel a sus padres, y que toca el alma, es también justo y propicio, junto con  desear que descansen unidos y en la paz eterna,  traer también a nuestros amados padres y amigos, y junto a  ellos, que son ejemplo de unión eterna, a todos los que  lucharon estoicamente por construir un mundo de mejores perspectivas, más justo, más ecuánime, más solidario, pero siempre  ligado al único e indivisible factor de unión, que nos ha regalado la naturaleza, como lo es la familia.

            Pueden ustedes, compartir y vivir este instante tan especial a través del siguiente link, resultado del esfuerzo de una nieta, joven, que comienza la vida, con nuevas tecnologías, con nuevas formas, pero que en su esencia representan el compromiso eterno e ineludible de conservar por siempre ese valor del que tanto hemos hablado en esta extensa nota de recuerdo y homenaje, como lo es la familia.

            Con mucho respeto y tratando de que este homenaje de una conocida familia pampina, nos llene el alma de recuerdos, les invito entonces a ver el siguiente, link empleando la misma invitación que me hiciera mi amigo Leonardo a través de las siguientes palabras:

 

Muy Querido amigo pampino Eduardo,

            Acompaño video preparado por Camilita, hija de Myriam, que registra la ceremonia familiar realizada el pasado Domingo 05 de febrero referida a la sepultación de las cenizas de mi Padre junto a mi Madre, en el Cementerio Parque del Recuerdo en Santiago, dando cumplimiento al deseo de mi Madre de permanecer juntos, más allá de la vida. Participamos 3 de los 6 hermanos que pudimos asistir, algunas nietas y nietos, una bisnieta, entre otros familiares.

 

Un abrazo,

Firmado Leonardo Gatica Villarroel

Pueden pichar ese link. (Apretar en su teclado “Control” y pinchar con el Mouse las letras del link y verán en You Tube este video de homenaje.

Gracias hermanos pampinos

https://youtu.be/2e5LHp1zD4I

 

 

Fotografías de propiedad de la familia, que han sido generosamente facilitadas para esta nota por Leonardo Gatica.


 


                El ilustre y querido Maestro Don Caupolicán Gatica 

 


Don Caupolicán Gatica, su esposa Elba, y  sus hijas, las queridas hermanas Gatica:  Carmen, Fresia (Chechi) y Guacolda (Connie) en brazos de su madre. 

 

 

 


     Carmen y Fresia (Chechi) atrás y Guacolda (Connie) y Margarita, adelante.

 

 

 



Con profesores de la Escuela Consolidada “América, entre ellos el profesor Dn. Alberto Estay Canihuante, a la derecha. Al centro la profesora  Socorro Bascuñán Pavez y  a la izquierda el profesor Sr. Claudio Galindo.  

 



“Mi Padre presidiendo una reunión de la Asamblea Radical de María Elena, en plena campaña presidencial. Aparezco como el único niño de la foto que mira por cierto a cualquier lado.”

(Leonardo Gatica). 

 


                                             "Mi padre bailando cueca". (Leonardo Gatica        


Un homenaje al Profesor más antiguo de la Escuela, Don Caupolicán Gatica. (Revista Pampa).

 

 


Algún descanso “playero” en medio de las tareas escolares, disfrutando un merecido descanso. 









(Foto señera.) Último viaje de mis Padres, esta vez en Punta Arenas. Año 1971. Mi Madre sabía que mi Padre tenía cáncer. Lo supimos en 1971, pero mi Padre no lo sabía. Creo que al final, mi Padre intuyó la enfermedad que lo aquejaba. La familia nunca se lo dijo y tuvimos especial cuidado que ningún médico se lo dijera. Fue en ese viaje, cuyo regreso a Concepción tuvieron que adelantar que se inició el principio del fin. Mi Padre falleció el 20 de octubre de 1972. (Leonardo Gatica).

 

  

 



Agradecimientos a Leonardo Gatica y sus hermanas y familias a quienes recordamos con tanto cariño, por permitirnos ser parte de esta historia tan de ellos y personal. Sin duda nos honran con su confianza.


Algunas fotos de lo que fue su domicilio en Luis Acevedo 82, que sin duda muestran el paso de los años. y algunas fotos de la visita rciente en febrero de 2023 a Maria Elena, recorriendo  con nostalgias todos esos lugares.


 







Por esta ventana de la casa de los Gatica,  fluían las más hermosas melodías  interpretadas en violín que nos acompañaban en esas tardes melancólicas en las casas del frente en nuestra vecindad...
































UNA REINA "CARRUNCHA", CECILIA I.

 Una historia que no  debemos olvidar……

                           El dirigente estudiantil "Churro" De La Vega, corona a CECILIA I, Reina "Carruncha" en los actos de Aniversario  en Abril de 1972.

     El año 1972, tuvimos la tradicional celebración de elección de la Reina “Carruncha”, actividad que era muy  esperada en la celebración del Aniversario, por cuanto se programaban fogatas, paseos, concursos, fiestas en los salones, mucho deporte competitivo entre las especialidades,  y las tradicionales “bromas “ mechonas que llevaron  muchas veces a  sobrepasar los límites, pero que tomados con buen sentido de humor, permitían conquistar la aceptación y sonrisa de quienes  se veían afectados por algún “rescate” de vehículos, placas de colegios o instituciones, y hasta allí el célebre y recordado, (anunciado hasta en la prensa) “robo” del León de la Plaza de Armas de Antofagasta, y de lo cual algunos de nuestros compañeros nos pueden relatar o contar con bastante conocimiento, pues muchos actuaron directamente en esta acción que no tenía otro objetivo que hacer esas tradicionales “bromas mechonas”.

          La cualidad principal de estas actividades escolares, era que nosotros, los mismos alumnos, integrando las directivas de los cursos, la Federación de Estudiantes (FETEPRO) y con el pleno apoyo y compromiso de nuestros profesores, dictábamos  nuestras propias normas para ejecutar con entusiasmo y transparencia estas actividades, en las cuales también considerábamos los tradicionales “Juegos Jocosos” en el centro de la ciudad, y los  muy esperados  desfiles de “Carros Alegóricos” de los cuales tenemos mucho que comentar.

          Pero este recuerdo específico de hoy, se refiere a la elección de Reina “Carruncha”, en la cual todas las especialidades se empleaban con grandes muestras de esfuerzos y sacrificios para sumar el máximo de puntos a sus candidatas cumpliendo diferentes tareas y pruebas.

          Pero hubo un gran detalle que me gustaría recordar por el hecho que debió ser ejecutado con mucha destreza, velocidad, entrega y decisión.

          El Jurado, formado por profesores, debía realizar los cómputos finales de los puntajes acumulados, y conforme a las cláusulas que  definían las candidaturas, había una muy difícil situación que se pudiera presentar, pero que estaba en los cálculos de la posibilidad más probable, y que definía en caso de “empate” entre dos grupos de diferentes especialidades (hoy les llaman alianzas”), emplear una acción que  era definitiva pues el puntaje que ello representaba era bastante  elevado y  permitía a pesar del empate, un solo ganador y esta acción debía ser ejecutada  a través de una prueba final, que se entregaba a un apoderado de la candidata  que representaba a la especialidad, considerando en sobre sellado, a lo cual le llamamos el “Comité creativo”,  la “Misión Imposible”, desconociendo todos nosotros cual sería la tarea o misión que en libre deliberación acordaran los profesores miembros del Jurado. Esto era estrictamente secreto pero una vez acordado,  se  ponía por escrito en un sobre sellado para cada uno de las especialidades empatadas, considerando un tiempo de no más de 20 minutos, y cumplir esa misión y llegar al escenario del Teatro Nacional con la tarea cumplida. El primero que llegara, sería sin duda el ganador.

          Sé que en esa ocasión nuestro representante y apoderado de la candidatura de nuestra hermosa CANDIDATA A REINA,  CECILIA HERNÁNDEZ,  era el alumno y compañero de curso, Sergio Espinoza Maturana, y no recuerdo, lamentablemente, los apoderados de las otras candidaturas y especialidades.

          Casi mediodía en la ciudad, en el Teatro Nacional había una gran expectación. Todos los alumnos siguiendo el show preparado con mucho ensayo y con los mejores talentos. Cantamos y disfrutamos de una presentación en la cual estuvo Luis y Gabriel Flores, Ramón Lazo, Gaytán y el Pato Valenzuela, con su conjunto electrónico, y cantantes  que nos deleitaron son su música.

          Teníamos preparada una sorpresa en la que me pidieron que cantara la canción “El patito chiquito no quiere  ir al mar…” (Danilo Aguilar se sabe esa anécdota), y que era una muy clara broma para nuestros profesores, y que en los momentos previos de mi debut artístico uno de los maestros, me pidió que por favor, no cantara esas canciones que eran  verdaderas acusaciones éticas de los profesores, como por ejemplo decir que el profesor “x”, era bueno pal copete y que el Patito le cantara: “TÓMESE ESA COPA ESA COPA DE VINO”… lo cual afectaba a sus honras y  familias, que podrían herir susceptibilidades y,  en verdad, esa canción larga y ensayada tenia varios versos acusadores, que podrían haber causado daño. Así que   el querido profesor “Picadillo” González, me  dijo que era mejor obviar ese eventual daño a  la imagen de los maestros y como además de profesores y alumnos, éramos muy unidos a ellos, y hasta en las salidas de escuela  nos íbamos alumnos y maestros, todos juntos (por supuesto que “invitados” por ellos), a tomarnos un refresco o algún aperitivo en  “Las Cantaciones”, donde jugábamos al sapo, al cacho y dominó y pasábamos tardes muy agradables de amistad y respetuosa fraternidad. Sin dudarlo dos veces, por supuesto que entendí a mi profesor, y accedí a no cantar esa canción comprometedora.

          Hecho esto, el show continuó.

          En esa oportunidad, cantó y tocó guitarra, mi pequeña hermana de no más de 10 años, Ximena Garcia, que se iniciaba en ese tiempo en los campos de la música, sobre todo en ser ejecutora de instrumentos y  fue muy linda esa mañana de  aniversario en el Teatro Nacional, hasta  que llegó el momento de la verdad.

          Se sacaron los cálculos de puntaje y la sumatoria, daba  claramente un EMPATE, entre dos especialidades, lo cual era imposible de definir, salvo por esa  inteligente decisión de tener, “por si acaso”, esa prueba que seria definida por los profesores como Jurados y entregada simultáneamente en sobre sellado a los  apoderados de las candidatas de  las dos más altas mayorías.

          Nadie sabía cuál sería la prueba y entonces el  sobre fue entregado. Debían leerlo, analizarlo rápidamente, y se tocaba un pito de inicio y esos alumnos, debían salir corriendo a buscar lo que pedía la “Misión Imposible”, y todos nosotros esperar expectantes la llegada del ganador de la prueba.

          Nunca pensamos que pudiera haber alguna  mala intención de  detener la marcha o de buscar la forma de accidentar a uno u otro apoderado, por que  no pensamos que eso podría ser posible, pero en todo tiempo ha habido exaltados  que se salen de las casillas y que desean conseguir las cosas a la mala, así que leído el sobre, los  alumnos  esperaron el  pito de partida y salieron  corriendo a las calles a cumplir la Misión encomendada.

          Ahora que el tiempo ya pasó, puedo decir que los profesores, dijeron en forma escrita, que deseaban que a esa hora de mucho calor,  llegaran los alumnos con una bandeja, seis vasos, destapador  y seis cervezas, para refrescarse en medio de la agitada mañana.

          Nuestro “Mono” Curuta, ágil y rápido de mente representando a la especialidad de Electricidad, y el otro apoderado que lamentablemente no recuerdo, esperaron el turno y salieron corriendo por los pasillos del teatro hacia la calle, y todos ignorábamos cual sería la misión.

          Pero algunos  nerviosos y exaltados, se levantaron de sus asientos y  se fueron a la entrada para impedir y obstaculizar el libre acceso del “rival” que llegara primero, y como eran dos especialidades, se sumaron  alumnos de ambos equipos y  en la puerta esperaron a ver que era la misión imposible…

          Mañana de agitación, de nervios, desesperación, se definía la Reina “Carrunchita”, y por la calle Sucre, viniendo desde cerro a mar, aparece como una gacela ágil y sudoroso,  el ”Mono” Curuta  corriendo, con una bandeja de aluminio, los seis vasos, el destapador y las seis cervezas, y era sin duda el primero, el otro competidor no se veía llegar.

          Entonces la turba adversaria, los “mala leche” de siempre, corrieron a la calle de la entrada del teatro a impedir por la fuerza la entrada del que venía como ganador,  siendo apoyado también con fuerza por los  simpatizantes del “Mono”,  y éste que venia corriendo con el trofeo de las cervezas y los vasos, a patadas y combos fue recibido y a patadas y combos el Mono con fuerza rechazaba la detención y  en el arrancar hacia el escenario, los exaltados le tiraban su ropa, le desgarraron, convirtiéndola en harapos,  su  chaqueta, le rompieron su chaleco manga corta de terciopelo café,  hecho de una tela que en ese tiempo era muy cara, rasgaron su camisa, le hacían zancadillas, lo  golpeaban,   y  en  la fuerza que empleaba el Mono para desprenderse de  esa energía que detenía su camino, se fue quedando sin chaqueta, sin chaleco, sin camisa y  rasgados sus pantalones, peleando, luchando y al final, en medio de una algarabía y tremenda ovación y trifulca, llegó victorioso al escenario, entregó el sobre de la "Misión Imposible" y los elementos solicitados, llegando en primer lugar,  pese a todos los intentos de derribarlo y botarle su preciada carga.

           No pudieron con la energía, entereza y valor del Mono, no lograron doblegarlo ni vencerlo, el Monito transpiraba y agitado llegó entonces al escenario y el jurado definió de inmediato quien   era  la especialidad ganadora, en este caso Electricidad y,   en medio de tanto dolor, golpes y  sin ropa el pobre Mono saltaba de alegría, de emoción y de contento, por allí le pasaron algún chaleco para cubrirse, y  vino entonces la Ceremonia de Coronación por parte de uno de los Directivos de la Federación de Estudiantes, conocido por todos nosotros el “Churro” de la Vega, y fue coronada nuestra flamante, hermosa, siempre sonriente, la más bella morena, la más linda de las damas que hayamos tenido en nuestro  colegio, la amada, admirada y querida “CECILIA I”, que se ganó el afecto, el aplauso,  el cariño y todas esas bellas cosas que provocó su PRIMER LUGAR y que  en definitiva fue la que presidió todos los actos siguientes del aniversario, y a la cual hasta el día de hoy, recordamos con mucho cariño y a quien le dedicamos esta nota que es una crónica pequeña del recuerdo de su candidatura y coronación como la “Reina Carruncha” de ese año 1972.

           Y a  nuestro querido amigo el “Mono” Curuta, que precisamente hoy 25 de Febrero de 2023 lo fuimos a dejar a su descanso eterno al cementerio de Antofagasta, le agradecemos, con este recuerdo, su valentía, su entereza, su vitalidad, su fuerza y su decisión de no dejarse amedrentar y salir a golpes de combos y patadas defendiendo su honor pues en medio del  duro bregar de esa decisiva acción,  pudo cumplir  fielmente, valientemente, y como siempre muy sonriente, esa difícil, por no decir Imposible Misión.

          ¡¡¡Viva la Reina!!!, y viva siempre en nosotros este inolvidable recuerdo del ayer.

 

 

 

 

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