Aires de
un encuentro…
Sin duda
que la emoción del reencuentro, permanece viva en los latidos del alma. Fue un momento
fraterno, cariñoso, lleno de recuerdos y nostalgias, de “hermanos” unidos por
los mismos ideales y sueños de antaño,
universitarios o no universitarios,
de Ingeniería o del Grado Técnico Profesional, todos heredero de una misma matriz, la “Escuela de Salitre y Minas” y tantas
especialidades distintas que fueron nuestra meta personal de aprendizaje, conocimiento,
revelación de los secretos del siempre necesario “saber” y desarrollo individual
de nuestras propias capacidades y personal vocación: Eléctricos, Mineros, Mecánicos,
Geomensores y tantos otros, que se unieron
en ese espacio donde se respiraba alegría,
amistad, recuerdos, anécdotas y juventud que “chorreaba” por los poros de los
asistentes, cada cual con su propia historia, sonrisa y recuerdo, cada uno con
su propia poesía, su canto, su grito estruendoso del inolvidable “UNITEI”,
o el suave y hasta tímido canto del ¡OH
ESCUELA DE MINAS! DEJAD QUE CANTEMOS… Pues eso es la amistad, el punto del
encuentro verdadero de las almas que viven cada una en distintas áreas y
desarrollos pero que se detienen en su caminar diferente para recordar esos
años que no son ni serán jamás años olvidados, pues cada uno pudo reconstruir
su esforzada juventud o niñez, para mejorar sus capacidades y salir airosos de
tanta pruebas que nos dio la vida. Unos comenzaron,
siguieron y terminaron, otros quedaron en el camino, algunos cambiaron sus herramientas de los
talleres por la pluma de la docencia, y
tenemos profesores, ex soldados, técnicos,
ingenieros universitarios o no, y muchos hicieron de ese conocimiento que nos regalara
la vida en la ex UTE, la mejor escuela para enfrentar la vida en distintas áreas;
no todos fuimos a la industria, no todos recorrimos el camino común del progreso, a unos les costó más que a otros, pero no hay
oportunidad para el análisis de la vida individual de cada cual, sólo pensar
que en esas aulas bulliciosas de sueños y de amores ocultos, encontramos cada cual la esencia de la vida,
con buenos recuerdos, con tardes largas de estudio, con noches de insomnio frente a las pizarras oscuras para aclarar
las dudas de la mente, o en esa largas
jornadas que se iniciaba en el austero
desayuno de tostadas con mermelada y mantequilla del recordado Don Hernán, o esos
almuerzos de los internos, que a veces nos regalaban un pan o su manzana para
los que no pudimos volver a casa a mediodía, y así fuimos muchas horas generando esa personal capacidad para desarrollarnos, unos con gran éxito, otros con mucho esfuerzo y dolorosos fracasos,
quizás cuántos repitieron curso, pero siguieron esperanzados en el ímpetu juvenil
y salieron adelante enrielados muchas
veces por esos “maestros” que no sólo nos regalaron amistad, disciplina exigencia
y consejos, sino también paternidad y en
eso somos muchos los que viendo esos rostros duros, de maestros del esfuerzo, sentimos sus caricias
de profesores de vocación que nos regalaron también sus bondades del alma, de sus espíritus de educadores y de personas
con un sentido humanitario excepcional y extraordinario. Los que proveníamos de la pampa salitrera, de
los minerales de Chuquicamata, o de la ciudad misma, encontramos allí ese mismo
espíritu que anoche nos unió en el reencuentro. Allí reímos, cantamos, disfrutamos,
y también estuvimos tristes por los que están más delicados de salud, llegaron a la mente el recuerdo de los que
participaron en los primeros encuentros y que ya no están con nosotros, la vida
se encarga naturalmente de ir ordenando
nuestras existencias, y los que estuvimos hoy, quizás no estemos mañana. Pero lo
que no faltó y diría que hasta superó
los límites de la empatía, fue el abrazo, la cordialidad, el regalo oportuno de
la amistad, la diligencia permanente de quienes hicieron de anfitriones y que entregaron todas su voluntad por entregarnos ese estado de alegrías y
de camaradería, esos que anónimamente se
esfuerzan más que el resto, pero que lo hacen con ese espíritu de servicio que
los retratan como bellas personas que están al servicio desinteresado de los demás,
y que reconocemos que no hay posibilidad de navegar a buen puerto si no contamos con esos esfuerzos únicos y de
gran espíritu solidario que aseguran el camino de nuestro encuentro en ese Club
de Yates que nos acogió con un grupo de trabajadores serviciales y
diligentes y que estuvieron en todo momento sirviendo a nuestra común causa de alegrías con un servicio distinguido
y de excepcional atención, que no tiene
otra forma de retribución que no sea el de agradecer su trabajo honesto en bien de nuestro alegre compartir. Eso nos permitió disfrutar,
sentir la amistad como gran muestra de la más elocuente expresión de amor, y en el que volcamos los recuerdos, en una
grata conversa de inolvidables emociones y nos queda ese dulce recuerdo de este
acontecimiento inolvidable en que estuvimos en distintos espacios reunidos con gran sentido de cariño y pertenencia a lo que fue
el “Alma Mater” de nuestros orígenes, sencillos, humildes, con sueños y esperanzas y con esa
fuerza de la juventud que nos permitió enfrentar esos años de tanta dificultad en los que el mejor
aliciente fue el esfuerzo de nuestros padres que dejando todo el sudor de su trabajo y dura
faena, empapados de ilusiones por nuestro futuro, nos dieron lo mejor de ellos para
permitirnos crecer, aprender y soñar. Gracias por que allí estuvo el recuerdo de esos
años inolvidables: Olimpiadas, deportes, atletismo, giras de estudio, recuerdos
de maestros que ya no están con nosotros,
y que en algún momento de silencio de la noche cercana al mar, recordamos con respeto y con cariño. Muchos
de los de hoy no estarán mañana, por eso que fue hermoso abrazarse, tomarnos
esa foto del recuerdo, contarnos entre
los más desconocidos las mismas anécdotas que vivimos, con esos mismos gestores
de nuestro preocupante futuro que hoy ya
son un glorioso pasado y que nos regala esta maravillosa oportunidad de
abrazarnos y recordar ese tiempo pasado que
dicen fue mejor, pero que se complementa
con lo que hoy vivimos y nos reviste de juventud, de los infaltables sueños
y las renovadas esperanzas para seguir siempre brindando, cantando,
creciendo, recordando conociéndonos
mejor como personas de distintas generaciones, y unidos por el inolvidable
recuerdo de haber sido “Carrunchos”, y
haber compartido esos años de estudiantes que se quedaron enredados en esos
pasillos de baldosas rojas de la calle “Angamos”, o en esos talleres antiguos
de las casonas aledañas de la calle Coquimbo,
o en esas tardes de sueños junto al mar, para alcanzar ese hoy que ayer tantos nos
preocupó pero que son solo recuerdos, experiencias, amor, familia, hijos, nietos y
el momento oportuno para abrazarnos, para decirnos que nos queremos, que
en la partida de cada cual, nunca dejaremos
de recordar lo que fuimos, lo que somos, o lo que pudimos sembrar en este tan difícil
camino de la vida, que todos hemos sabido,
enfrentar, superar y finalmente felices vivir.
Gracias “Carrunchos” de ayer, de hoy
y de mañana y de siempre.
Gracias a quienes organizaron este
encuentro, Don. Carlos Varas, Filidor Palma, la visita valiente, emotiva y nostálgica de Arturo Basadre y sus
hijas y esposa, y ese trago dulce que
con el que brindamos satisfechos de la vida, del pasado y del futuro que es para nosotros incierto, pues nos corresponde
hoy vivir el día a día, disfrutando del sol o
las estrellas, estrechando en nuestros brazos a los nietos y antes que
crezcan contarles nuestras historias y en los momentos de la infaltable soledad
y sosiego, elevar en el pensamiento una reflexión espiritual, dando gracias al Supremo,
por lo mejor de nuestra propia existencia, y porque cada día crezca en nosotros
y se fortalezca el más bello sentimiento que une a las personas: la amistad
Gracias por tanto fue una tertulia inolvidable.
SET DE VARIAS FOTOGRAFÍAS SUBIDAS POR VARIAS PERSONAS A LA RED....SE GUARDARÁN COMO ARCHIVOS DE RECUERDO...