In Memoriam de nuestro querido Maestro, VÍCTOR
BORQUEZ BÓRQUEZ (Q.E.P.D.)
El “Choro” Bórquez, era
el maestro más característico de nuestros tiempos de estudiantes en el Grado de
Técnicos Profesionales de la querida y
recordada Universidad Técnica del Estado. Era el Maestro “icono” de la
especialidad de electricidad, de una personalidad afable, seria, estricta en
los aspectos académicos, sociable y
simpático en sus actividades no docentes, pero en sus clases, aparte de ser muy consecuente
con sus principios de Maestro de excelencia, a veces prefería detener tanto tecnicismo,
tanta fórmula, tanto reglamento eléctrico o tantas explicaciones que nos
mostraban el mundo de la profesión futura para que, en una generosidad sin límites, darse a eso que más amamos los estudiantes jóvenes de
entonces: los consejos paternales y de amistad que aún se tornan inolvidables y
que salían frecuentemente como mensajes
de sabiduría y bondad de labios del ”Choro” Bórquez.
Quizás por su
sencillez, pasividad y elocuencia de buen profesor y amigo, podríamos haberle llamado fácilmente el “Cura” Bórquez, porque irradiaba santidad y
la reflejaba en la sonrisa permanente de su rostro siempre optimista, con su inconfundible
tapadura de oro que lo hacía verse
siempre jovial y brillante de alegrías, y un gran vozarrón que pronunciaba las palabras con una dicción convincente y casi de locutor. Un “choro”
como él, no había, ni habría ni habrá otro tan especial por conocer como él. Un
parangón utópico: Ni el “Pedro Navajas”, el “choro” de la canción, podría compararse a nuestro querido maestro Víctor Bórquez por que el nuestro era
además intelectual y paternal, y quizás lo único que podría haberle “copiado”
al personaje de la canción, fuera ese ”tumbao”
para caminar, cuando se desplazaba en largos trancos con sus brillantes zapatos negros por los
pasillos de baldosas de nuestras aulas escolares, con gran agilidad y energía,
casi agitado, sonriente, libro en
mano, para comenzar puntualmente sus tareas diarias de
profesor y maestro y su siempre finura y elegancia tan propia de maestro de corbata y
camisa blanca inmaculada para impartir sus clases a esa juventud tan inquieta y de tantas ideas locas
que él sabía con dulzura amansar,
someter y con sus sanos consejos, enrielar.
No es posible no recordar ese fino bigote estilo Ruflingg, tan bien dibujado y elegante, quizás le tomaba algunas horas, navaja en mano
cómo buen “choro”, para dibujarlo
finamente y a pulso con esa elegancia y
precisión que lo caracterizaba.
Los
maestros pasan y uno les agradece por lo aprendido y la vida nos lleva a todos
por distintos lugares y en muchos
casos ya ni siquiera están en los
recuerdos, pero este profesor caló en lo
profundo de nuestros corazones juveniles, con esa sensibilidad propia de nuestras
almas blancas llenas de inocencia. Uno captaba de su actitud y voluntad,
la siembra sana que hacía en nuestros corazones juveniles, guiándonos por los caminos de la corrección y del bien. Cuando
terminaba sus amenas charlas y consejos,
y ponía punto aparte en su acción, se ponía otra vez el cartel del
“Choro” y no había nadie que le rebatiera sus vastos conocimientos, su sabiduría, su exacta forma de enseñar las
cosas y no tenía “pelos” en la lengua
para decirnos las verdades absolutas de
nuestras vidas sin rodeos y escuetamente claro. Cuando la “choreza” se transformaba
al finalizar la clase, nuevamente en amistad, daban ganas de abrazarlo y
agradecerle todos sus esfuerzos pues no
solamente dominaba los aspectos técnicos de la especialidad sino que nos acariciaba con buenas palabras y consejos
y muy especialmente en su defensa absoluta al respeto mutuo y en especial en ese “Cuarto
Eléctrico” para nosotros inolvidable, que tenía para nuestra alegría de varones, la
única dama de la especialidad, Sandra Véliz, hoy radicada con su esposo,
también ex alumno Ramón en Australia a la
que defendió siempre y también le exigió
el rendimiento natural que la profesión
exige, sin regalar jamás una nota o no
evaluar un trabajo con sentido de ecuanimidad y justicia.
Era tan estricto que
nos decía: “Las notas se ganan con sudor y esfuerzo”, es decir nos
animaba a entender que solamente el estudio y dedicación nos haría ser
merecedores al premio de una buena calificación, y las “milésimas”
de la exigencia, no eran chiste; te ganabas
el 4 o te conformabas con el 3,9, reconociéndote
irresponsable y no haber rendido más como debiera haber sido la
tónica después de sus clases.
Si de justicia se
trata, una vez un alumno en medio de la clase,
con un 3,9 que le afectaba al
promedio general, quiso pasarse de listo
y entonces encaró al “Choro” y le dijo
que no le estaba cobrando una décima y
que su nota debía ser un 4, con lo cual se “salvaba” el trimestre.
Era taxativo: La nota
se gana con estudio, no se regala.
Entonces, mientras oía la queja del alumno por la faltante “décima” que le permitía la nota mínima
de un cuatro (4), lo miró con esos ojos de ”choro” experto y de mucha vida,
pero jamás vengativo, sino más bien educativo y como “juez de la causa”, después de oír serenamente el “cebollero” relato del quejumbroso de la
tarde, además de confundido y poco claro del alumno, le dijo sin aspavientos y
en su propia cara: “Lloran como mujeres, lo que no saben defender como
hombres”. Seguidamente tomó la prueba en la que se suponía revisaría detalladamente
el resultado, marcó una cruz roja
sobre la nota roja, en seguida sacó su
mejor arma, el lápiz y le plantó un tremendo 7 a la hoja del cuaderno
cuadriculado, estampando así un
hermoso e inmerecido “Siete” a la
“victima” de la injusticia…..
Fue la mejor lección
que aprendimos del Choro. Nunca más hubo quejas, nunca nadie quiso reclamar por una décima, en
cambio tomábamos en serio el tema de
estudiar los problemas eléctricos y de
circuitos para entrar directamente a la
tranquilidad de estar entre los que teníamos notas azules.
Experiencias de vida del
Maestro.
Hoy he estado leyendo
los comentarios de sus alumnos en nuestros grupos de las redes sociales de amistad, y no hay nadie
que no tenga una hermosa y buena opinión del Gran Maestro. Me atrevo a decir con la sinceridad de hombre
afectado también por su partida, que muchas lágrimas silenciosas de sus alumnos
de ayer habrán aflorado en tantos rostros y que
la sonrisa, la altivez, la sobriedad y grandeza del Maestro ha estado
hoy en todos nuestros corazones vibrando de recuerdos y contagiándonos de su contagiosa
alegría.
A
veces es bueno reunirse y compartir y tuvimos
esa gran suerte de tener al Maestro, que
gozaba ya de su descanso como profesor jubilado, y tomarnos ese vino oloroso y lleno de recuerdos
que la amistad nos permite en el sano brindis del recuerdo. Esa tarde noche, después de más de 40 años de no vernos, nos
reunimos en un casino militar de Antofagasta donde tuve yo la suerte de servir,
para saludar al maestro, para unirnos
con él y otros grandes como Danilo Aguilar, Gilberto Rubio, el chico Elizalde, y encender esos recuerdos terminando muy
tarde de esa madrugada con la alegría sana de habernos reencontrado y haber podido agradecer
a nuestro(s) Maestro(s), entre ellos al “Choro”
inolvidable, toda su pasión, todo su amor, toda su entrega, por estos alumnos que hoy pintan
canas, viejos también con mucho caminar, pero que fuimos acompañados en esta también
larga vida, por los consejos inolvidables y las enseñanzas invalorables que nos
entregó nuestro amado y querido profesor
de electricidad el Seño Víctor Bórquez Bórquez, nuestro querido
“Choro” de la inolvidable U.T.E.
Dos
tremendas responsabilidades: la una ser honesto en mi expresión quizás de mucha
falencia cultural o de idioma simple de quien no es escritor, pero también saber que
tras ese hombre duro pero alegre,
justo pero bondadoso, tierno y dulce como padre y esposo, están aun
sus hijos(a) y entre ellos, otro gran Maestro como lo es nuestro “otro” destacado y querido por sus alumnos quizás en otras especialidad,
en otro campo, pero igual de admirado, el “otro” Víctor Bórquez, de quien siempre
el “choro” se sintió orgulloso, y
expresó siempre su cariño y admiración
por esa semilla plantada en su vida que hoy le sobrevive con una tremenda
vocación de eximio Maestro y profesor como su padre..
Feliz retorno donde el
Gran Arquitecto, como decías, y sea este
paso, el definitivo para reunirte con tu amada esposa, que no hace mucho tiempo
partió también a esas nubes celestiales que no conocemos, pero que sabemos les
unirán como en sus mejores años, para seguir
siendo el buen Maestro, el buen esposo,
el buen padre, el gran amigo, el
inolvidable “Choro” Bórquez. Descanse
en paz querido e inolvidable Maestro.
Sus alumnos…..