La pampa, tiene esa magia que con solo recordarla, se cambia el "switch" del presente y se encienden, con sentido brío, los momentos propios de la infancia en distintas épocas en que nos ha tocado vivir, especialmente
cuando compartes o te encuentras con esos hermanos del silencio que se
criaron, crecieron, soñaron y vivieron
en ese paraíso de felicidad plena, como lo fue nuestra amada pampa salitrera, que si bien fue siempre diáfana para la edad de la inocencia, no estuvo exenta de situaciones difíciles
de entender y que pudieron marcar huellas imborrables de dolor, que cada cual supo valientemente superar y vencer.
Hoy 18 de Agosto de 2023, fue un
día especial. Cargado de emociones, alegrías, encuentros, sonrisas y abrazos, y florecieron
mágicamente en pocos segundos, los
remolinos, la plaza, el barrio, la faena, el "pito" de la 1 y 1/4,
las carreras de trabajadores pampinos con
sus "loncheros" metálicos bajando muchos, en osada carrera desde el tren en
movimiento de la estación, y en ese
ambiente, sonaron en la mente de los pampinos presentes, los versos melancólicos de alguna "Estudiantina" pampina, interpretando esas canciones tan oídas como las "Nostalgias Salitreras", creaciones magistrales de Jorge Hiche, (también presente),
o con el saxofón del Jhonny Fuentes, (y tantos músicos expertos en bronces, hijos de la pampa), que se
paseó por entre las butacas con su eterna amada Anita María Morales, siempre
bella, reposada, generosa, sonriente y
fiel representante de la belleza pampina, y que haciendo “migas” de
amistad con Silvia Rojas, que no podrá jamás
dejar de sentir esas tristezas marcadas en el interior de su corazón por su también amado Osciel, estuvieron allí dignas, enhiestas, sonrientes, deseosas de oír, de aplaudir, de interpretar o simplemente recordar esas jornadas que perdurarán por siempre en nosotros, y que nos acompañarán cada día a la estación final de nuestro propio viaje terrenal, pero en el que no perdemos la oportunidad de
decir con nuestra actitud, que aún estamos presentes y vigentes, que seguimos vivos, que
soñamos en estas etapas difíciles de la subsistencia entre enfermedades y restricciones económicas, pero que pasan a
ser un ¡¡nada!!, gracias a eso recuerdos nostálgicos y llenos de vida, que nos llegan como halito de vida por medio de la palabra expresada en letras, en el talento innato del periodista escritor, gran
maestro, el inolvidable amigo ex docente
de la Universidad Católica del Norte, Don Rubén Gómez Quezada, que entrega hoy a la comunidad, su nueva obra
literaria, con la altura propia de un
hombre de bien, que sabe del sufrimiento y de la pena, pero que escribe sin rencores, sin odios, y que
tampoco puede soslayar la realidad de su propio
testimonio no exento de incertidumbres y de su propia experiencia de vida, no para despertar sinsabores, menos para buscar venganzas
inapropiadas, muy lejanas de la noble alma del pampino, sino para mostrarnos que en su ejemplo está la fuerza, está la vida,
está el ejemplo de que siempre se puede vencer, aun cuando las piedras y los obstáculos sean enormes y muchas veces
infranqueables, pero con la fe y convicción en sí mismo, con la capacidad y ansias de salir de los túneles que la vida a veces nos
presenta, aplasta y somete, pero que en esa lúgubre oscuridad en el pequeño resplandor mineral, renace esa tenue luz de esperanzas y deseos de un nuevo comenzar. Así ha transcurrido la vida de Rubén, se sientes vivo y presente, el eterno observador, sonriente, amable, servicial, informal pero no por ello poco decoroso, al contrario, con su jockey de "buena base", como en
los tiempos del béisbol pampino, con su
siempre espigada y altanera figura, con su sabiduría pintada en canas y experiencias y en esa sencillez que lo hace un hombre bueno de alma, que perdona, que abraza, que cuenta sus historias y que nos hace reflexionar en el ser siempre mejores
personas, pues no hay afán de división, de odio, de resquebrajar
lo único que pudimos rescatar de nuestra juventud pampina, como lo fue el vivir nuestros sueños de niños, y que muchos debieron también
enfrentar desde otras perspectivas, pero
que muy en el fondo, le dieron las luces
de la eterna fuerza que el hombre mantiene
en su ADN y que florece en las peores dificultades y que en la faena de la pampa se inicia con la dura
extracción de la roca del caliche, y que termina blanca y salpicada como gotas
de lluvia granulada en blancos sueños que nos dieron tanta tranquilidad, y en medio de enormes
riquezas, soportáramos también las dificultades de la siempre presente pobreza.
Gracias Maestro Rubén, por todo lo que ha hecho, regalado y
dado, es usted admirado por su sencillez, su obra, su grandeza y su sabiduría y
aprendemos de usted, de su bondad y nos
hace muy, pero muy bien estrecharnos en ese
abrazo de tantos años ausente, en esa
necesidad de piel de sentir que seguimos siendo los amigos y compañeros
estudiantes de la misma Escuela y aula del ayer, los inquietos muchachos cantores del “Coro” de niños o de la juventud, los jóvenes unidos por los mismos sueños, o los adultos de la vida que también sufrimos por sus dolores, pero que mantuvimos siempre presente junto a su familia en nuestras
humildes oraciones, para que ese Ser Supremo que controla la vida y la existencia le protegiera, y que alguna tarde tendrá que recibirlo y leer en esa otra dimensión su obra, que no tiene nada de ficción, que es real, sincera, vivencial, limpia y transparente
como las aguas de nuestro rio de la
niñez, y que ha sabido llevar como el
pampino y hombre que es y al cual le rendimos toda nuestra admiración, cariño y
respeto.
Gracia nuevamente "Maestro Rubén", su sufrimiento, su dolor
sus sueños, son la esperanza de que todos seamos mejores, desde la línea del perdón, de asumir cada
cual su responsabilidad en lo que nos tocó vivir de distinta acera, pero en el
que nunca dejamos de ser lo que fuimos y
seremos siempre: buenas personas, criadas bajo el inclemente sol pampino, duro, difícil, abrasador, sofocante, pero que
nos regaló más dulzura que odios, amor, cordura, respeto y cariño, por todo lo
que fuimos, somos y seremos y en alguna de estas tardes nos llevaremos en las
mochilas del recuerdo toda esa riqueza con olor a pampa, con terrones de azufre
amarillo o negro carbón, y que mezclados en la magia del blanco del nitrato son la
pólvora que nos enciende, y nos impulsa para hacer de la vida y del entorno un mejor lugar, donde
prime siempre el amor, el sincero y justo perdón,
que nos libera de las cadenas que nos atan a las tristezas, para transitar
en la libertad que nos regala para todos el mismo Creador.
Lo de hoy
fue observarnos, mirarnos hasta tres veces para convencernos y creer que éramos
los mismos del ayer, nos saludamos y nos sorprendimos pues ya no tenemos ni la
barba ni el bigote oscuro, algunos se les ha caído hasta el pelo, es más el
blanco canoso el que luce sus platas entre las sienes, pero eso es pureza, nos asemeja a los ángeles, y en esas
huellas que quedan de lo que fuimos, se
conservan toda la hidalguía de una tiempo que nunca ha pasado pues estamos llenos de esas mismas sonrisas
juveniles del ayer, en especial de quien
fue el anfitrión y estrella de la reunión de hoy, el querido
pampino Rubén a quien rendimos nuestro respetuoso homenaje y admiración y
deseamos para él y su amada familia, la mejor ventura y aventura en estos
caminos que no son fáciles de recorrer,
pero que van entregando todo el amor y pasión por esa vida que abunda en ese corazón
pampino, que es un mundo tan personal, tan íntimo y muy propio de él y que nos entrega como su más preciado legado, para conservar en los recuerdos lo que nunca muere, la verdadera historia.
¡¡¡¡GRACIAS MAESTRO RUBÉN!!!!