martes, 12 de septiembre de 2023

GUSTAVO... UN ÁNGEL ENTRE NOSOTROS

 

Hace un par de días atrás, el Jueves 7 por la noche de este ya caluroso Septiembre de 2023, nos enteramos de labios de su propia madre, del fallecimiento de  “Gustavito” Adolfo Veas Pizarro (Q.E.P.D.), que a sus  treinta y cuatro años, con cara de niño, con alma de niño, con sentimientos de amado y querido “niño”, y con esas dulces alas de “niño”,  fue llamado a las huestes celestiales, a continuar su servicio angelical que prodigó con su dulzura natural  durante todos los años de su vida, a toda una querida familia de nuestra pampa,  y que seguramente ustedes recordarán con cariño y afecto, como es el caso de mi sentimiento personal, gran respeto  y admiración, al conocer de tantos años los orígenes de  tan dilecta  familia, que fuera iniciada por el recordado  Diácono de la Parroquia “San  Rafael Arcángel” Sr. Enrique Pizarro (“Baquelita”) y su distinguida esposa la Sra. Silvia Plaza, ambos protagonistas de un importantísimo  rol de servicio pastoral, a través de la catequesis y distintos servicios   de amor a Dios,  en esos  pujantes y comprometidos años que se vivieron en nuestra niñez, en la amada Parroquia “San Rafael Arcángel” de María Elena y de cuya unión ante el Señor, nacieran Olga, la madre de Gustavito, Enrique y  Antonio, ("Toño"), mi ex compañero  “Monaguillo” y más tarde, curiosamente junto a Alberto Veas,  soldados conscriptos del Regimiento “Esmeralda” en Antofagasta.

            Olga Pizarro, la madre de Gustavo, hija mayor de ese inolvidable y querido matrimonio pampino, vivió estos 34 años de su vida, dedicada con una  atención y delicados cuidados a su querido “niño” Gustavo,  que padeciera por largos años una  enfermedad  invalidante, pero que nunca fue un obstáculo o limitación que  le impidiera sonreír y llenar  todos, pero absolutamente todos los espacios  de su hogar y ambientes con su alegría,  amor, y  emoción no tan solo a su madre, sino también a sus cinco hermanos, que  compartieron esta vida  en la que solo el amor, la comprensión y el convencimiento de servir a Dios en sus actitudes y  servicio amoroso, les permitió “regalarse” el corazón de ese pequeño ángel que les acompañó tantos años de su vida, y que bajo ninguna circunstancia se permitieron jamás en no atender, no ayudar, no servir,  siendo la preocupación total de la familia, la que pudo en estos años, escribir las historias de amor más  hermosas que puede uno vivir y que nos hablan de su grandeza espiritual, de su cariño, de su compromiso y de recibir  en cada gesto, en cada rictus, en cada movimiento, ese regalo de los hijos que,  con una pequeña sonrisa, agradecen todo el amor  que se les entrega, y que en caso de Gustavo, pudo gozar por toda su larga vida, postrado  y  con  dificultades de movilidad,  pero sin que jamás aquello resultara ser  un impedimento para amar, socorrer, ayudar, sonreír y gozar de esos encantos que poseen esos “niños ángeles” que nos envía el Señor a nuestras vidas, para hacernos mejores personas y para acrecentar el valor de la fe, y  mostrarnos que el camino del vivir feliz,  no está en el tener,  en ostentar, ni siquiera en  desear más de lo que   tenemos, sino que,  más allá de cualquier circunstancias,  servir, con amor, con compromiso con generosidad y con una renuncia total a nuestra propia vida, lo que también  nos hace Santos, y que en caso de Gustavo, por su naturaleza propia de su ser, volcó todos los dones que pudo el Ser Supremo de la vida  otorgarle con su frágil y débil contextura, y a través de su  presencia, ser siempre el principal motivo y motor generador de la fuerza, la abnegación, el trabajo de todos los integrantes de esta familia hermosa que   sin ninguna queja, sin ningún dolor, sin ninguna insoportable sobrecarga, pudo jamás dejar de prodigar amor, atención y preocupación, y  que en su sueño final,   dio inicio a ese viaje  silencioso a la eternidad,  con su sonrisa a flor de labios y con su alma asida  a las alas de esos seres de luz que le acompañaron  en medio de su partida inevitable, y con la alegría y sanop privilegio de haber sentido en toda su vida ese cariño de madre, ese amor inconmensurable y ejemplar de Olga, quién le regaló en todos estos años que pudo compartir con él junto con sus hijos,  sin lágrimas, sin tristezas, y que  pudiera expresar, con sencillas palabras propias de una buena madre, con su siempre tranquila y serena voz y actitud: “Mi hijo se quedó dormido”, venciendo todas sus debilidades y afrontando como en tantas otras oportunidades esta noticia infausta, que nos muestra a una mujer de Dios convencida que su tarea fue nuevamente cumplida con esa característica virtud tan propia de pampinos, ("hijos del rigor"),  pero que en medio de ese contenido dolor, le permite también respirar paz, porque no hay mayor paz en el alma, cuando  heroicamente se ha dado todo, por el más necesitado, por el que más amor requería, por el que  no fue nunca posible desatender ni dejar y que en ese ejemplo esta hermosa mujer de alma noble,  supo  mostrar  todo su amor a esa criatura que le acompañó durante una larga vida.

            Olga se casó con otro pampino, muy conocido en  nuestro tiempo, “Castorcito” le decíamos con cariño,  y que fuera también mi compañero de servicio militar como decía más arriba,  al igual que Toño en nuestro Regimiento “Esmeralda”. Lamentablemente en esta dura vida que ella supo enfrentar, el padre de Gustavito, ALBERTO VEAS RIVERA (Q.E.P.D.) sufrió también una abrupta y dolorosa partida  en un lamentable accidente, que hizo que el temple de Olguita creciera en valor y tuviera  que enfrentar con estoicismo un primer gran dolor,  al borde del abismo, pero el cariño de Gustavo, su hijo y sus hijos la fortalecieron con gran  vitalidad   y  supo sacar a su familia siempre adelante. Esos ejemplos de mujeres valientes y pampinas, nos conmueven, nos llegan al fondo del corazón, nos hacen sentir emoción, nos hacen pequeños ante sus gestos y valentía.

            Puede ella, por Gracia de Dios,  seguir mirando esa inmensa familia, colmada de amor, con sus otros cinco hijos, que aun necesitan de ella y el mejor regalo que posee también hoy, son sus nietos, que multiplican la fuerza y la entereza para seguir con esperanzas construyendo un siempre optimista y esperanzador mañana.

            Y así  entonces es que  desde hoy, en ese llamado definitivo  a la otra vida, Gustavo o "Gustavito", como ella amorosamente le ha llamado,  ha marchado  en esa paz propia de ángel de bien, que vio en toda su vida de niño amor, sonrisas, delicadeza, finura y  tantas virtudes que nunca lo hicieron un  niño infeliz, todo lo contrario, colmado de amor y de cariño  y cuidados, se marchó a sus 34 años de feliz y prolongada niñez, porque nunca creció, ni necesitó crecer, se quedó con ese corazón y esa alma blanca, pura e inocente de niño, tan propia de los ángeles que nos acompañan en esta inigualable aventura que es la vida y de quienes tanto aprendemos.

            Mis respetos a Olga, a sus hijos, a su familia toda, y mis humildes oraciones para que Gustavo, el ángel de la vida, siga sonriendo cada noche o cada día desde ese desconocido pero hermoso cielo.

            Mis agradecimientos  a Bernardita Paola, que me permitió la delicada misión de compartir esta nota y estas fotos tan íntimas, tan de familia, tan personales, pero que no pueden quedar en los  cajones del recuerdo, sino en el alma pampina, con una nueva historia de una heroína de la vida, de una familia, que vence y venció cada día los dolores y las penas y que  ha tenido la fortuna, en medio de las dificultades de compartir todos estos años, con esa sonrisa alegre de "Gustavito" que, más que dolores, trajo alegrías, sosiego, paz y tranquilidad y que sigue desde hoy iluminando la vida de ese mejor lugar, donde seguirá volando con sus alas de niños  buscando entre las flores,  ese aroma del amor que recibió  a manos llenas en su vida, y que le permiten seguir haciendo el bien en esa otra dimensión. 

    Descansa en Paz, y gracias por todo tu amor y alegría.

    Tu familia y amigos que te aman.




ANTOFAGASTA 12 de Septiembre de 2023.



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