viernes, 22 de septiembre de 2023

SERGIO CASTRO (Q.E.P.D.)

 



    Un gran dolor afecta el corazón de los "Esmeraldinos" cuando uno de los nuestros se marcha de la vida.

        Nadie olvida el paso de nuestro camarada Sergio Castro, (Q.E.P.D.) por el cuartel del Glorioso "Esmeralda". Lo recuerdo con cariño, pese a su carácter y por el cual se ganó el apodo de "El Idiota Castro", pues parecía que estaba todo el tiempo enojado y su rostro era siempre de una sola forma y línea.

            Al compartir su mesa, en esas tardes de comedor o "Rancho" en el casino, en la colación del mediodía,  siempre estaba con su ceño fruncido y preocupado de la tarea más importante e inmediata del momento, como era el "alimentarse". De vez en cuando, cruzaba su  casi azul mirada como un rayo a los cabos jóvenes que le acompañábamos,  y había que "poner atención", para no enojarlo, y entonces nos lanzaba un sano dardo de un buen consejo, sin muchas  palabras de afecto, pues no era cariñoso, sino escueto y muy directo.  No daba rienda suelta a su emoción por su fuerte carácter.

            Luego de la conversación breve y simple,  seguía impávido mirando al frente, masticando su propio "genio" lo que   al final,  era su propia y auténtica  personalidad de la que no podemos emitir juicio,  por respeto,  por “jerarquía” y por no entrar al equipo de los "perseguidos"; no había otra posibilidad.

            Fue un gran "Morterista", de excelencia. Nervioso en su hablar, cansino en su caminar, hasta tartamudeaba a veces, pues sus palabras querían ser tan rápidas como la  agilidad de su mente.  En medio de ese panorama característico de tenedores, cuchillos, platos y carreras para conseguir un platito de ají picante y pan, de pronto se levantaba airoso y con su mirada casi perdida apuntando la ventana de la cocina, plato en mano,  se lo llevaba a la dulce y esforzada cocinera, la humilde y servicial  María, y  con alguna brusquedad propia de su ser, le espetaba su enojo por que los huevos "no estaban bien fritos", pues él era mañoso y los quería quizás como se los hacia su mamá. Entonces la  respetable cocinera,  le miraba  compungida y nerviosa y  le daba curso a su petición un tanto fuera de lugar, entendiendo que  debía freír y soportar el carácter de los más de cien comensales del mediodía, con la fritura de los más de 200 huevos considerados por el ranchero para el almuerzo , y accediendo humildemente, se daba a la tarea de reemplazarle, con  algo de temor para que no  se le “subiera”  el mal carácter que le enrojecía su tez, y  entonces  “Castrito” (para que no se enojara de nuevo), llegaba casi sonriente, satisfecho, y disfrutaba de sus huevos con arroz con su mirada perdida al frente, preocupado de su principal tarea del día: Alimentarse.

            Era así su carácter. Había que quererlo como era, y compartir y tolerar con humildad su  recontra "mal genio". Era mejor abstraerse de opinar y aconsejarle que no había sido muy atinado con su tema de los huevos.

            Y así como él, todos tenemos una personalidad diferente y en este tiempo de la vida, en que ya nos vamos despidiendo, porque  el “día y la hora” solo la sabe Dios,  es mejor recordar  las cosas buenas de los hombres, pues en la hora de la instrucción, de la campaña, del compartir en la Compañía con superiores y subalternos,  “Castrito” ya actuaba normal y se integraba como todos en las tareas y responsabilidades propias de su cargo y puesto, y en eso,  teníamos siempre la confianza de su acertado conocimiento, el  que a veces se nublaba por  ese tan especial carácter.

            Descanse en paz camarada y amigo, y en medio de su partida, rogamos al Señor de los Ejércitos por el eterno descanso de su alma.

           

 

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