Cuando era niño, nuestros padres nos compraban juguetes de “baquelita”, que era un plástico muy frágil y delgado y que se rompía con mucha facilidad; no había juguete de baquelita que durara alguna buena temporada o que pudiera conservarse como algo útil para un nuevo juego o un nuevo empleo. Sencillamente duraba mucho menos de lo que dura hoy, un juguete chino.
La fragilidad de esa materia inerte y quebradiza, también sirvió en esos tiempos de niños, por nuestros adultos pampinos, para bautizar como “apodo” a algún pampino distinguido, que fuera de confianza, con sentido de humor, fácilmente conocido y también querido.
Y en estos recuerdos de pampino de hoy, ya con muchos años a mis espaldas, pero con espíritu tan joven como los pampinos de ayer, me traen el grato e inolvidable recuerdo de un gran amigo pampino, compañero de trabajo de mi padre en el Garaje, chofer y empeñoso trabajador de esa oficina salitrera, al que por su delgada contextura, llamaban cariñosamente “Baquelita”, pero que de frágil en verdad no tenía nada, todo lo contrario, poseía una agilidad de lagarto pampino cuando corría en esas competencias tradicionales de bicicletas aceitadas y prolijamente preparadas, y que en este caso, favorecían al desplazamiento y velocidad de “Baquelita”, que con su poco peso y poderosa fuerza de sus pies sobre los pedales, lo transformaban en una gacela veloz, rompiendo la inercia y enfrentando con fuerza los arremolinados vientos, dando saltos entre los accidentados caminos de poco pavimento, y sumando a todo ese esfuerzo desplegado, el calor sofocante de las pistas pampinas que vencía con gran entereza logrando siempre el repechaje final, entre los mejores ciclistas de la pampa que luchaban estoica y limpiamente por vencerse a sí mismos y llegar a la ansiada meta.
Don Enrique Pizarro Ruz, tenía otra característica. Además de su frágil contextura, siempre había en su rostro una amplia y alba sonrisa. Tengo tan buenos recuerdos de ese buen hombre pampino que andaba en bicicleta, y cuando no lo hacía deportivamente, se trasladaba a su trabajo, doblando la tela de su pantalón, afirmándolo con una traba metálica para no enredar sus bastillas en las lubricadas cadenas de su ”bici”. Era un hombre de buen vivir, y no creo equivocarme si digo que fue un gran ejemplo de vida, como deportista, como chofer y como pampino siempre sonriente, peinado y con un espíritu de servicio ejemplar.
Y como todos los hombres buenos, otra descripción de sus bondades:
Esposo y padre extraordinario. Se casó con una morena hermosa, llamada Olga; mujer de mucho bien que le acompañaba en todas sus actividades, y juntos criaron a sus retoños pampinos con esfuerzo, (como todos), con ilusiones, (como todos), y con esperanzas (como todos): Olguita, Enrique y Antonio…La querida y recordada familia “Pizarro – Plaza”.
Representaban el matrimonio de la sonrisa. Estaban presentes en todo lo que fuera ayuda solidaria y trabajo pastoral a través de las actividades comunitarias de la Parroquia “San Rafael Arcángel”, de Maria Elena.
No podemos dejar de nombrar entre sus mucha virtudes personales y de familia, esa gran pasión que le llenaba el corazón a Dn. Enrique de una “Santa” Vocación, pues sentía en todo momento que su vida era un “servicio a Dios”. Se dedicaba con tanto amor a su prójimo y era el que muchas veces dirigía las acciones pastorales en conjunto con un gran grupo de varones pampinos, compañeros inseparables de la “ruta del servicio”, como lo fueron, entre los que puedo, con mi poca memoria recordar, pidiendo excusas por los que pudiera involuntariamente olvidar: Alfonso Salinas, Jorge Neff, el Sr. Riveros, Sr. Rojas, Sr. Héctor Ramos, y este Enrique Pizarro Ruz, de quien les hablo, que junto a Alfonso Espinoza, fueron ordenados “Diáconos Permanentes” en nuestra Oficina y desde entonces, nunca dejaron de ser los que estuvieron allí enfrentando su vocación de servicio para hacer el bien y cooperar en todas las actividades pastorales.
Trabajó incansable por difundir las actividades del Santo Evangelio. Nunca cesó en sus esfuerzos, viviendo también experiencias personales dolorosas que solamente su apego a Dios le permitieron superar, y que nunca afectaron su gran entusiasmo de servir, lo que al final fue el único norte que marcara su ansiada vida de servicio diaconal.
Al escribir estas líneas de recuerdo pampino, veo a Don Enrique, megáfono de lata en mano, rezar entre las largas caminatas de los fríos amaneceres de un “Mes de María” caminando hacia la gruta de Coya Sur.
Junto a él, los entonces jóvenes miembros de la “JOC”. (Juventud Obrera Católica), y también los primeros “Cursillistas” que comprometieron su vida al servicio del Señor y su Santo Evangelio.
Nada hay más hermoso para mí, recordar a este hombre bondadoso, compañero de trabajo de mi padre, y que vivió para hacer el bien en toda su íntegra vida.
Con los años Don Enrique enviudó. Su hermosa esposa morena lo dejó, pero él se sobrepuso a sus tristezas puesto que estuvo a pesar de sus dolores, siempre al servicio de quienes le necesitaron, hasta que debió emigrar hacia otra ciudad, específicamente a la comuna de Macul en Santiago, donde pudo seguir su amado servicio como Diácono, amando a su familia, orando en sus mañanas o en sus tardes y cumpliendo fielmente el “servir al prójimo” a través de las visitas a “sus” enfermitos y administrarles - cuando el sacerdote no podía por otras tareas - la Santa Eucaristía, concurriendo con su siempre fresca sonrisa y su “fragilidad” inquebrantable frente a las adversidades de la vida.
Con su hijo Antonio Pizarro, nos unieron lazos de gran amistad. El “Toño” para los amigos, muy conocido por sus actividades musicales en esos conjuntos electrónicos, católicos o de diversión, que se formaron con tanto acierto en la pampa, y su siempre entusiasta interpretación instrumental en la percusión de la batería.
Nos hicimos Scouts y “Acólitos” y servimos juntos por mucho tiempo en la Parroquia. Allí estrenamos, una noche de “Vigilia de Pascua”, por primera vez, nuestras flamantes sotanas rojas de acólitos, como “pequeños” cardenales al servicio de la Santa Misa y por esas cosas que sólo el Supremo conoce, nos volvimos a encontrar él como soldado del Regimiento “Esmeralda” con otro querido pampino, de una numerosa y hermosa familia muy queridos en la pampa, Dn. Alberto Veas, que sufriera un lamentable accidente en “Acto del Servicio”, en esos llamados abruptos e inesperados y hasta incomprensibles que nos hace el Señor, y que fuera esposo de Olguita.
Muchas son las cosas que podemos recordar esta noche.
Pero quiero centrar mi nota en la familia pampina, porque esta familia fue igual a la mía, idéntica a la tuya o similar a la de todos los pampinos: Serviciales, amorosos, esforzados, comprometidos, sufridos, con sueños y esperanzas, con angustias, con dificultades, con grandes dolores y alegrías. Todo un mundo que solamente conocemos los que por esas calles polvorientas vivimos, cantamos lloramos o sufrimos.
“Baquelita”, el frágil y delgado “Baquelita”, nunca se quebró. Sirvió a su familia, a sus hermanos, a su prójimo y toda su vida fue un hermoso servicio a Dios.
En la Parroquia “MARIA AUXILIADORA” de Macul, continuó sus servicios todos esos años de vida Diaconal. Trabajó incansable, hasta sus casi 88 años, próximos a cumplirlos el próximo mes de Agosto, siendo su ejemplar vida signo de fortaleza y que en nada es comparable a su “apodo”, con todas su fuerza para servir, con todo su amor por entregar tras esa sonrisa siempre diáfana y clara y con ese espíritu de servicio que lo caracterizaba como buen pampino.
Y como toda historia bella, también ésta tiene su final.
Hoy en la tarde última de este lunes que se iniciaba lleno de tareas, y en medio de las incertidumbres y dolores de esta Pandemia que nos afecta como sociedad, definitivamente “Baquelita” obligadamente se quebró, frente a la voluntad del Padre Divino, no por ser débil, sino por la fatiga propia de una vida plena de frutos espirituales, los que fue sembrando y dejando como árboles frondosos en su camino y que en tanta cantidad crecieron, de modo que si bien su vida transcurrió en la pampa, entre la sequedad del desierto, fue un bosque frondoso y verde de algarrobos y pimientos producto de sus buenas acciones el que nos legó, obteniendo de él siempre sus bendiciones, su amor, sus sabios consejos y tantas buenas obras de un hombre que descubrió a un Cristo que le acompañó y nos mostró con su propio ejemplo y actitud, y que también lo arrulló en los momentos de las dificultades de la vida.
Hoy, 27 de abril, alejado físicamente de la pampa, pero con su espíritu siempre conectado al desierto, ha cerrado sus ojos para siempre, manteniendo su eterna sonrisa; se ha marchado el pampino bueno, el padre tierno, el abuelo y bisabuelo chocho, el esposo que caminó con sus penas y ausencias en el alma, pero sobretodo el “fiel” compañero, amigo y hermano de Jesús, para marcharse a la mansión celestial, donde seguramente se reunirá con su hermosa morena Olga, su hijo Enrique y todos esos pampinos, amigos y hermanos, que encontraron junto a él, en su hermosa juventud, esa luz única y eterna que les acompañó siempre en sus vidas y que hoy podrán brindar con el vino Eucarístico en la mesa del Padre, ya sin dolores, sin temores, y solamente en la gratitud de ser recibido como habitante excepcional en los aposentos celestiales del Señor.
Descanse en paz querido hermano y amigo pampino, Don Enrique Pizarro Ruz, nuestro inolvidable, recordado y amado por siempre, “Baquelita.”
Sus hermanos e hijos pampinos.
No hay palabras para tan hermoso recuerdo. Pampina como tú, tuve el gusto de conocerlo como también a su familia, estar en su casa. Fui compañera de Olga, su hija. Mis más sinceras condolencias a su familia y no hay duda de su lugar junto s Nuestro Señor .
Silvia Rojas Astudillo
Gracias Silvita por u comentario...Me llena de felicidad que alguien se contagie de esta nostalgia...
Héctor David Ramos Longhurst
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Historia pampina, Directiva del Club "Colo Colo" de María Elena, filial del profesional, José Carmona, Huicayán Urbina, Raúl Urbina, Felipe Torrejón, Alfredo Guerra ("Colo Colo") presidente y Enrique Pizarro (Baquelita), revista Pampa Junio de 1953.
Nuestro amigo "Baquelita" con su familia y nietos...(Foto de su hija Olga, la tomé sin su permiso.) Perdón por eso.
Que bonito relato de su vida
... Gracias amigo por compartir esta hermosa historia ... Condolencias a la familia ... QEPD
Emocionante sincero tu sentir...bien!
Q.E.P.D.
Fuerza,fe paz a todos sus seres queridos..
MUY EMOTIVO TU HISTORIA REAL. POR LO DICHO NOS HA DEJADO UN GRAN PAMPINO. DIOS LO DEBE HABER RECIBIDO EN SUS BRAZOS.-
Carlos Garcia Banda respondió
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1 respuesta
Es bello rememorar...a medida que leía tu escrito, las imágenes de tantas familia y amig@s pampin@s van pasando por mi retina.
Gracias por este bello homenaje expresado a través de don Enrique Pizarro Q.E.P.D.
Vuele alto y que los ángeles acompañen su …
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Ana María Velásquez Basay
Gracias Anita Maria. de verdad en estos recuerdos, somos TODOS COMO UNO...y cada historia individual es casi nuestra historia colectiva, los mismos sueños, las mismas esperanzas, los mismos esfuerzos. No en vano respiramos e…
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Vicaría Zona Oriente .
"Lamentamos comunicar el deceso del Diácono permanente Enrique Pizarro Ruiz.
Don Enrique falleció la tarde de ayer 27 de abril a la edad de 89 años, era viudo, estuvo casado con la señora Silvia Plaza Vega y tenia tres hijos.
Estaba adscrito a nuestra Vicaria Episcopal para la Zona Oriente, asignado a la Parroquia Sagrada Familia de Macul.
Mantengamonos unidos en oración por el descanso eterno de don Enrique y por el consuelo de la familia."
Hermoso homenaje a baquelita. Ellos fueron mis compadres muy queridos. Gracias por este lindo recuerdo. Eres muy especial Carlitos Dios te llene de bendiciones.