“PELITO DE CHOCLO”
Carlos Garcia Banda
(Se agradece a Pepita
Madrid de Salamanca sus aportes.)
Para quienes han participado de
las comunidades Franciscanas de
Antofagasta, Copiapó, Parral y Salamanca, o aquellos que han tenido la feliz
bendición de participar en esos llamados espirituales e inesperados que a veces
hace el Señor a través de los “Cursillos de Cristiandad”, en los cuales
participó activamente y en toda su vida el Padre
Fernando Terweduwe De Preter, o simplemente de aquellos que solamente le
vieron caminar con sus sandalias sencillas por todas las calles, siempre
humilde, donde dejó estelas de bendiciones y buenas obras, sabrán
entonces que en esta mañana de tristezas y congoja, sentimos en el fondo del
corazón la inevitable partida de un hombre Santo, que pasó entre nosotros, como
un amigo y enviado de su Hermano Jesús,
pues su vida fue toda basada en la difusión y práctica del Evangelio, y con esa
agua viva, regó los corazones áridos de muchas personas , para
hacerlos florecer con su lluvia de amor
y su santa comprensión.
Esto es más íntimo, pero frente a un hombre Santo y justo, inclinamos le
cerviz con sencillez: Quienes alguna vez nos confesamos de nuestras andanzas
humanas y terrenales, y lo hicimos como
un libro abierto, sin temores de
ningún tipo, recibimos en esas ocasiones, su Santa Absolución,
bendecido por sus grandes manos, y sin siquiera recibir un justo castigo o
penitencia, pues su palabra y voz eran
de perdón, misericordia de Jesús en su
azul mirada, y de la más absoluta y real
comprensión.
Nos dejaba “livianitos” de esas
basuras humanas que a veces nos llenan el alma de complejos, de rencores, de temores,
odios y venganzas, de vergüenzas y hasta
con deseos muchas veces de faltar los
santos Mandamientos, pero que gracias a ese Sacramento de reconciliación tan
austero, simple y sincero, te dan las alas para
volar en majestuosidad y libertad bajo estos cielos azules terrenales, tan limpios, descontaminados de la maldad
humana, y donde has podido entonces
sonreír con amor, porque te has liberado de tus cargas innecesarias y sientes
que tienes esa nueva oportunidad de recomenzar libremente en Gracia directa con
el Maestro, y sentirse su apóstol, su
seguidor, para amar a todo el mundo, sin
odios y cantar la felicidad de la presencia del único
Jesucristo que debe siempre vivir en tu corazón, haciendo realidad el sueño de
un mundo mejor.
En lo “Pastoral”, la hermandad Franciscana sabe muchos de lo que
hizo el querido sacerdote Padre Fernando.
No me corresponde a mi hablar de sus acciones en bien de sus hermanos o de
sus actos en su comunidades, pero en esos “Cursillos” que vivimos, con tanta
intensidad, con tanta pasión y con abundancia
rebosante de amor, nos hablaba en
su lenguaje extranjero, como buen
“campesino gringo” nacido en su amada Bélgica, de las más hermosas virtudes del
amor, en esos pueblos de su juventud
azotados muchas veces por la guerra, con
pobreza extrema, con muchos sufrimientos
y abandono y en medio de esa quebrada sociedad, decidir abrazarse a una vida consagrada por siempre a Dios. Venirse
en barco a Chile, como Misionero a evangelizar nuestras tierras, le
permitieron comenzar una vida de “Santo”; Fueron sus ásperas manos, grandes
como su alma, las que parecían ser
toscas con cicatrices profundas
dibujadas por su amor al trabajo y la madera,
de uñas gruesas y dedos robustos , fortalecidos por los ejercicios de
la pala y la picota, o el corte de los troncos o de los golpes de sonoros martillos, las que
levantaron en la soledad de los
terrenos, humildes pero hermosas pequeñas
“catedrales” de maderas para “su” Señor, y que con Santa alegría de conseguir sus
metas, alguna vez jaló, con su fuerza inmensa de cura bueno y de fuerza desmedida, la gruesa cuerda que agitaba la campana para
llamar a sus fieles a la Santa Misa, en
la bulliciosa onda de sonidos de un nuevo y recién erigido campanario.
Era un hombre que no solo era “de bien”, sino que Santo que irradiaba una sonrisa que nos
dejaba a los humildes mortales, ensimismados, envueltos en un manto de luz, que
nos llegaba al corazón, porque veíamos en él la única verdad del cielo. Era el hombre de las canciones humildes y
sencillas, que se permitía y daba el “lujo” de tomar un tema de moda de Los
Beatles, por ejemplo, y sin
consentimiento alguno, sólo el de su
alma, ponerle letras acordes con la música y que
mágicamente transformadas nos llevaban a
los caminos de Cristo.
Son muchas sus creaciones, muchos sus poemas, y muchos sus versos.
Cantar era su mejor forma de evangelización. Nos hablaba en esas mismas
dulces y pulcras canciones, del hermano viento, de la hermana lluvia, del hermano lobo. No conocí
a San Francisco, pero al mirarlo, él lo era; No hemos conocido a Jesús,(Salvo
su Espíriu Santo), pero él, también lo
era; no hemos conocido el cielo, pero él estaba con nosotros como uno de sus
ángeles; No hemos visto tanta perfección
y compromiso humano en la vida de tantos consagrados, pero el poseía todas esas
hermosas virtudes.
No es fácil hablar de alguien a quien conocimos en su mayor vocación de
amor, entrega y ejemplo. Muchos que le acompañaron en su camino, y pudieron
testimoniar a Cristo en sus gratas y amenas conversaciones con él,
podrán decir muchas cosas, por cierto más interesantes y de mayor valor. Yo me
limito, con humildad e ignorancia extrema, a mis “Tres
días del Cursillo”, donde su presencia, fue fundamental para conocer a Cristo;
Un Cristo “vivo” entre nosotros; Un Cristo “humano” y “Divino” .
Sabemos que vendrán muchas historias porque todos queremos y necesitamos decir “algo”
sobre el Padre Fernando. Así ocurre cuando alguien que pasa por nuestras
vidas y se ha quedado en el corazón,
todos queremos sentirnos con el
“derecho” de decir algo, para que los demás piensen también, que algo bueno o
santo de él guardamos en nosotros, y que
fue también nuestro mejor amigo.
Pero el “curita” Fernando, no
tenía preferencias por nadie en su Santa justicia; era un poco como el mismo Jesús: “Nos amaba y perdonaba a todos”.
El pueblo de Salamanca llorará la ausencia de su cura, el auténtico “CURA
DE MI PUEBLO”, como lo describe “Pepa” Madrid, parroquiana de Salamanca y amiga con su familia del Padre Fernando. Ella
publicó en su red, una foto saludando al Padre y expresando que la
había bautizado alguna vez, y acompañado hasta hoy en su adultez, reconociéndolo como el buen y amoroso Padre y
amigo de la familia, cuya vida y actitud, se quedarán grabadas en sus corazones
trayendo su memoria cada vez que enonen…”Cura de mi pueblo que en tus
oraciones, uedo grabado en nuestras canciones infantiles,
y que de verdad regalaba santitos y
respetuosamente nos hacía cariño.
Salamanca le otorgó con mucho cariño y por sus méritos ciudadanos, a
través de su Municipalidad, las “llaves
del pueblo”, unas llaves, según me contaba Pepita, que eran sólo un meritorio
reconocimiento a los nacidos allí ; pero el Padre Fernando, hijo adoptivo de
esa tierra, fue y ha sido, con extrema consecuencia y ejemplo, la
única excepción. En esas llaves
se reflejaban el sentimiento más puro de la gente humilde, trabajadora,
del campo, de la oficina, de la gerencia de la ciudad, del aseoo lo que sea. El
cura de todos, con todos y para todos.
Anoche rezábamos en distintas comunidades. Yo llevé mi oración a un grupo que lo hizo
desde la “Coronilla de la Misericordia”
desde México. En las comunidades de Cursillo y en las parroquias sabíamos de
su enfermedad de última hora, y entendíamos que daría hasta el último
minuto su valiente lucha frente a la dificultad, pero no nos cabe dudas que no
fue empuñando una espada, sino más bien un Rosario para pedir a Dios, que se “haga su voluntad”, y en eso fue acompañado en
oraciones y presencia de sus Hermanos Franciscanos. En nuestras oraciones
pedimos por nuestro Padre Fernando y también por todos aquellos enfermitos,
laicos o no, católicos o no, creyentes o
no, que han partido también en este último tiempo producto de otras enfermedades presentes en esta
emergencia ambiental: el “infame” virus.
Teníamos esperanzas.
“El Pelito de choclos”, como le decían sus amigos y hermanos, como
le nombrábamos con cariño y respeto los que
alguna vez estuvimos cercanos a su formación
de evangelizador, se ha ido esta madrugada, con su sonrisa en los labios,
con sus manos grandes, con sus inmensos pies, con sus
sandalias, llenas de polvo de caminatas para servir a sus fieles en los campos o ciudades, donde él
cultivaba el Amor de Jesús, y donde
auxiliaba espiritualmente a todos quienes se lo pidieran con profundo
comprensión , comprensión y generosidad.
Cuando llegó a Antofagasta, dejó
llorando a todo un pueblo. Cuando volvió, fue recibido como ese héroe que
vuelve a morar entre sus amados feligreses.
Nosotros tenemos hoy en el corazón
sus canciones, de profundo amor a sus
hermanos, de entrega incondicional a
Jesucristo y sus acciones de justo evangelizador. El ”Pelo de Choclos” salió
una tarde a pasear el crucifijo de su
iglesia, en medio de la plaza para protestar en silencio por la algarabía y
fiestas no acordes a la celebración
silenciosa y de recogimiento de una antigua Semana Santa , recodando con su
valentía y actitud, los “mercaderes del templo” en el tiempo de Jesús, reclamando
su justo derecho de pedir respeto y silencio y su derecho de mantener una jornada de silencio por esa santa
celebraciòn.
Su presencia calmó las pasiones,
porque la gente le quería y respetaba, y nunca usó una violencia
innecesaria, sino más bien una presencia silenciosa y santa, apoyándose siempre
en el madero del amado Nazareno.
La Santidad no es fácil. Es un largo camino. Se construye con acciones y en
el servicio a los hermanos.
Muchos claman y rasgan vestiduras y muchas veces no somos dignos de amarrar la correa de “sus sandalias”.
Humildad, es la palabra que mejor
describe la vida de nuestro querido Padre Fernando, puesto que dedicó su vida
entera a perdurar y hacer vida en todas sus acciones la obra de Jesús.
Su constancia y perseverancia, en medio de los problemas de la vida,
nunca le impidieron cultivar en sus fieles la esperanza, y entonces sabemos de verdad que hoy , no solamente
ha sido recibido por los ángeles, que lo conducen a la morada Santa, sino que
hay una gran fiesta en el cielo, y nosotros humildes pecadores, quisiéramos abrazarnos a sus ejemplo y pedir
que nos enseñe siempre con su ejemplo,
la verdadera fórmula que nos puede llevar a esa soñada Santidad. Pero eso
requiere entrega, amor, perdón, oportunidad, alegría, servicio, tolerancia y compromiso de un amor que es
solamente de y para Dios.
No puedo dejar de nombrar el hecho de que con sus 90 años, era muy entretenido y tecnológico. Usaba perfectamente
los videos conferencias o videos llamadas para charlar con cualquiera de
nosotros, con sus propias amistades y con los hermanos de Cursillo, siempre
sonriendo y orando por nosotros.
En el Cursillo Nº 165, (el último, antes de la Pandemia) en el que participó en este importante
llamado, y en el cual el equipo con el
apoyo de un hermano anónimo, hizo
posible, a través de los esfuerzos económicos necesarios, para traerlo a compartir su vida con los nuevos Cursillistas. Eso fue para nosotros la mejor
bendición que hayamos podido tener. Carlos y Leyla, lo acogieron, lo recibieron,
lo trasladaron y lo hicieron parte de su
familia por esos benditos días, en que
pudimos ver nuevamente la
presencia real de Jesús entre nosotros y donde pudimos gozar de la presencia
física del Propio Cristo en la Santa Eucaristía…
Finalmente, parte de la letra de la canción que nos unirá por siempre
a su grato recuerdo…
Cura de mi pueblo, Que en tus oraciones, A Dios siempre ruegas, Por todos
nosotros. Cura de mi pueblo, Cuando yo era un niño, Me dabas santitos, Me
hacías cariño……
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