Nuestras vidas
de soldados están llenas de anécdotas y situaciones tan particulares, que si bien en el momento nos causaron algún
enojo o complicación, con los años se
tornan como buen recuerdo, y hasta agradables y simpáticas.
Los “apodos” a
nadie nos gustan.
Cuando llegué
al “Esmeralda”, la promoción anterior a la mía,
con sus “secuaces” de siempre, (no todos por supuesto), llenó los baños del módulo de solteros con
carteles de saludos ofensivos para mí, (sin yo jamás haberles hecho daño ni decirle nada.)
Los colgaron entre largas cuerdas desde los baños y puertas, anunciando con sus letras con lápices plumones y de pasta un no muy sano “BULLYNG”
que no conocíamos en ese tiempo. Decían las amables cenefas de bienvenida:
“PAITOCO GARCIA” (por ser “nortino”) y varios “saludos protocolares” de
bienvenida. (No recuerdo un “Pal que lee”, mentiría.)
Uno de esos
llamativos letreros, escritos en hojas de oficio y/o de cartas, decía: “EL PAITOCO “PICAPIEDRA”, lo cual, me permitió esbozar, dentro de la
pena propia de recién llegado, una sonrisa, puesto que “PICAPIEDRA”, se refería quizás a mi porte, o
a mi “pera” un tanto alargada por un
defecto dental que nunca pude corregir por no tener los recursos económicos, y que llamaban médicamente “Mordida al
revés”. Para eso había que recortar la mandíbula y hacer una gran operación
quirúrgica, la cual en el regimiento no había ninguna posibilidad. Con
“cueva” me sacaron por allí, alguna vez,
una muela; y siempre estuve en la lista
de larga espera, porque había atención
solamente para los “regalones” para los “españoles”, o para los del club de la amistad. Para más remate y desgracia, una vez que fui al dentista y después de una pequeña reparación dental, me
dijo: - “Enjuáguese” - y me di
cuenta que el vasito del enjuague bucal,
el único existente en la enfermería, tenía mucho óxido o “caries” e incrustaciones verdosas por el uso o mal
uso, ya no sé, de los cientos de “milicos”
que se atendían en ese sillón, donde movíamos los dedos de las patas de puro miedo, es decir "donde mueren los valientes”, y me
dije a mi mismo sin ser delicado ni cartuchón: - ¡¡Esta weá es un asco!!-
Así que siempre, con deseo generoso de
“servir” y no criticar, y actuar sin dañar, compré una veintena de vasitos plásticos
desechables pequeños afines, y en la segunda
visita médica los llevé y entregué al chinito moreno bueno para el fútbol que era el joven oficial de sanidad dental. En vez de
agradecer mi noble gesto, lo digo con respeto, “cagué" para toda la vida,
porque nunca más me quiso atender y me
trató muy mal, (discriminado), y en realidad mi buen gesto
iba en apoyo a su actividad, sobretodo a la referida a la higiene, por cuanto el vasito de
vidrio blanco, casi verde, lleno de microbios e incrustaciones, ni la pobre Yasna, joven secretaria dental, era capaz de lavar o desinfectar, por el asco o arcada que le producía. El pequeño "vasito", verde y mal oliente
besado por los cientos de
soldados y tropa como nosotros, que pedía a gritos una desinfección urgente o
limpieza con "esmeril" de ese sarro acumulado de quizás cuántas atenciones, con tibias salivas y húmedas y sanguinolentas lenguas. Desde ese instante
supe que moriría con el apodo “PICAPIEDRA”, porque no tendría posibilidad de
una atención formal y decente. (A veces hay que hacerse el "weón" y yo no tengo
ese "defecto"…)
El tema es que
entre los más antiguos de la promoción del “Gato” Aedo, del "Perrito” Fuentes, o el "Ciego" Gutiérrez, (hablando de “Apodos” ) y mis más cercanos
camaradas del inolvidable IV Batallón,
quedé bautizado con el desagradable mote o apodo de “Picapiedra”.
Debo ser
sincero y decir que siempre , a pesar del ¡¡PICAPIEDRAS!!, fui tratado siempre
con respeto y con cariño.
Cuando en las
tardes de oficina en la Comandancia, y ya muchos años después de ya casi
olvidado incidente en que me bautizaron como bienvenida con ese apodo, era casi común, después
de la “bajada de bandera”, y ya en la hora que caía el sol por el horizonte, un tránsito de jóvenes clases en
desfile silencioso, que venían desde el módulo bajando la montaña, olorosos a
“colonia Inglesa”, con sus cargamento de chiclets de mentas en los bolsillos y
con las monedas justas para el pasaje o la compra necesaria del momento, a sus frecuentes citas amorosas con las "pololas" antofagastinas. Más tarde, volvían con alguna bolsa entre manos,
trayendo útiles de aseo personal o
menesteres propios adquiridos en los
cercanos negocios aledaños de la población militar o por último, “bajaban” a
pedir prestado para comunicarse con sus familias, y quedar drásticamente anotados en el
cuaderno para el “descuento”, por el uso
de esa única “mierda” de teléfono que
tenían en la guardia del cuartel,
rezando muchas veces para que en ese momento que tú lo ocupabas, no se le ocurriera llamar a un “jefe”, porque si estaba “ocupado”, le llegaban las
“penas del infierno” al telefonista de turno, y los S.E. (“Su Excelencia”) o
Servicios Especiales, te tendrían
“calulados” para el fin de semana. (Me acordé del “Calulo”, otro conocido apodo
y con él otras buena historias.)
Muchas veces
en las largas jornadas que vivíamos en los trabajos de la Comandancia, nos
encontramos en esa semioscuridad del edificio de la comandancia con los que allí
laborábamos, en espera que se le ocurriera
“irse” a descansar al jefe. Vivíamos y moríamos 24/7, enjaulados y
expectantes para recién en tardías
horas, hacer nuestras propias tareas y
preocupaciones.
El “Gato”
Aedo, del cual tengo muchas cosas que
contar, era afable y amable y muy buena gente. Siempre nos regalaba un buen
consejo, pero era en verdad muy bueno “pal webeo” a pesar de su cara seria y
sus ojos de niño bueno, siempre andaba con esas tallas o con la del “bandido”
provocando algún movimiento de risas entre sus amigos y camaradas.
En algunas oportunidades,
el gato Aedo me saludaba con su sonrisa alegre, diciéndome: - ¿”Quiubo” Picapiedra? Como estái? ¿Todavía trabajando?- Y en esos momentos nos cruzábamos una sonrisa
de amistad y nos reíamos de su alegría y
su forma que lo caracterizaba dentro
de los
camaradas de todo el regimiento. El “gato” Aedo era famoso, como el “perro”
Fuentes, o el “Mocho” Henríquez, como el “huaso” Villablanca, o el “Calulo” Contreras, o para los más viejos “Esmeraldinos”, como el “perro”
Salazar. El “muerto” Guerra, “marciano”
Ordoñez. De los "los “Monos”, parecía que hacían fiesta en los patios del cuartel en odas partes había uno. Ni decir de los “Cabezónes”…(habían varios…) (Cómo pueden leer, puros personajes que no se olvidan.)
Conversando hace poco con el "Gato", me recordaba él, con su característico sentido del humor, detalles que yo casi había olvidado.
El Regimiento se preparaba esa noche para concurrir a un ejercicio militar a la zona de maniobras, y habíamos tenido muy poco tiempo para comprar las típicas cosas de campaña, entonces esa tarde, salieron todos los que les faltaba algo y aprovecharon esas largas horas quizás para despedirse de las pololas o tomarse algún, "tecito" con malicia para la sed, tan típico en esa época, pero con el compromiso que a las 5 de la madrugada, motores en marcha y listos para la salida a terreno.
El poco elocuente y "agradable" Comandante Benavides, al que no lo hacían reír ni "con una tonelada de Tonys" -como me dice en los recuerdos el "Gato"-, se paseaba nerviosamente de un lado afuera de la Comandancia, y muy cercano a él, nosotros los de la Plana Mayor, "Chino" Cortés, el "Pato" Pérez, quizás el "Guatón" Ibarra, y entre los que apoyarían al 2do Comandante, su conductor, CB1 Saldaña y quizás el sargento Estrada . Todos estábamos equipados, listos para salir, pero aún eran recién las 04:30 hrs., y nos quedaba una media hora aún para conversar e ultimar detalles antes de iniciar la marcha.
La cosa es que en larga espera listos para embarcar y continuar nuestras infaltables tareas, venían llegando de "franco", como a las 04:30 hrs. el “Gato” y varios más, casi todos amigos del módulo, quizás entre ellos, Díaz, Canales, Ramón Cerda o Estrada, Neira, o el Joaco y el "Chureja" Echeverría, que eran miembro honorarios y permanentes del club de los "más amigos".
Entonces el “Gato”,
saludando al “montón” de sombras y dirigiéndose a mi inconfundible figura, y al grupo que esperaba la hora de embarcar para partir, con esa voz enérgica,
fuerte, llena de emoción y alegría, y no puedo negar que quizás envalentonado por ese "tecito" mágico y reparador que se tomó antes de partir a terreno, me
gritó, porque ni siquiera lo dijo suave:
- ¡¡QUIUBOOO
“PICAPIEDRAAAAAAAA….!!! ¿TODAVÍA TE JUNTAI CON LOS WEONES?
Y en ese mismo
instante estaba con nosotros en el grupo de sombras conversando, el malhumorado y poco
simpático 2do comandante.
-¿Qué dijo Aedo?
(Conche mi maire, cagué. Y para remate ando "curao") ... pensó el Gato.
- Devuélvase….
¡
Y RINDA HONORES ¡
Y ¡¡TODOS USTEDES TAMBIÉN!! – dirigiéndose
a los que nada tenían que ver y que venían con sus bolsas de las compras en una
larga fila desde la Guardia…
(Yo para mis
adentros “sufría” por el desenlace del tan cariñoso y normal saludo tan propio
entre nosotros…)
Una vez
rendido los honores, el Comandante volvió a ordenar con fuerte grito:
¡¡TODOS
DE NUEVO!!
Y así
sucesivamente, fueron como “varias pasadas”…
Ya el comandante cansado de tantos honores y
desfiles, ordenó muy exhausto por
última vez:
¡¡
AHORA CON PASO REGULAR, HASTA QUE LOS PIERDA DE VISTA Y ADEMÁS SON LOS ÚNICOS QUE NOS FALTAN PARA EMBARCAR!!
Y entonces, las estrellas nocturnas, el viento nortino, el aire del cuartel que bajaba como con las ventanas abiertas desde la Coviefi, los soldados que subían nerviosos sus mochilas y armamento a los camiones para ir al entrenamiento del combate, y los centinelas de distintos lugares, observaron ese inusual desfile, a las 04:30 hrs. de la madrugada de esa tropa de civiles atrasados en hilera, los que uno a uno, junto con saludar, se fueron marchando con paso regular, en una larga e interminable columna desfilando con el “Tambor Mayor”, el Gato Aedo a la cabeza (y que todavía decía en su mente: "Conche mi maire, cagué..) apuraditos a cambiarse las tenidas y subirse a los camiones para dar inicio exactamente a las 5 en punto de la madrugada , la partida hacia las maniobras militares.
De eso son tantos años, y ya nunca más, por gracia del destino para mí, sin variar nuestra amistad, y quizás con algunos detalles olvidados de la historia, nunca me volvió a gritar el "Gato" Aedo, en ninguna otra ocasión:
-¡QUIUBO PICAPIEDRAS!
¿TODAVÍA TE JUNTAI CON LOS WEONES?
Notas:
Autor: Carlos Garcia Banda
Con cariño para el “Gato” Aedo
La palabra "Quiubo viene del ¿QUÉ HUBO? Así se usaba antiguamente,...
(Pudieran haber detalles que he olvidado, pero esa es la esencia de la historia, que compartimos en los recuerdos con el querido "Gato" Aedo. ...)
En la fotografía "Reconocimiento Paso Cajón", faltó nombrar , al que está con la fuente y que me dice Joaquín Gutiérrez que es CASTRO...(Creo le apodaban...El Idiota...Otro apodo, con respeto..
ALGUNAS FOTOS PARA EL RECUERDO.....
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