viernes, 27 de enero de 2023

Fotografía con historia


 


Sábado 27 de junio 2020… 
 No es nada de fácil desprenderse en la red de una foto tan interesante como èsta, pero tiene su historia y el original me lo entregó el Sr. SOTO, que tenia un taller de bicicletas en Calle 14 de Febrero con Uribe u Orella... (creo).. El tema es que una vez conversando con él por el arreglo de una bicicleta de mi hija, y viendo que yo estaba vestido de soldado, entramos en esa agradable conversación de conocer anécdotas de su vida, entre las que se destacaban sus acciones como gran deportista local, y que nuestras generaciones no lograron conocer, pero seguramente muchos antofagastinos saben mucho de sus grandes logros deportivos. Por allí me mostró una foto deportiva en la cordillera plenamente nevada, y dentro de sus fotos estaba èsta. Yo como soldado "Esmeraldino", le dije: "Pero esa foto es del "Esmeralda"...- Precisamente - me dijo. -Es de aproximadamente 1928, y la Avenida Brasil en ese entonces, era una cancha de carreras de caballos....Hablamos largo rato, y le dije si me permitía copiar esa foto, y me dijo: Si puede sacarle una copia, "se la regalo"....Pero con la condición que cada vez que la difunda señale que es mi foto... Sin duda quedé tremendamente agradecido y con mi amigo Víctor Erices Araya, sacamos unas copias medianas y un par de copias gigantes, que dejamos en el museo y le llevamos un gran retrato de una de éstas al Sr. Soto. Por esas cosas de la vida, al tiempo después, el diario "El Mercurio" de Antofagasta, publicó una serie de fotografías históricas de la ciudad, y en la búsqueda de aquellos documentos fotográficos antiguos, visitaron nuestro pequeño museo, donde vieron la gran foto en exhibición y que fue una foto que se enmarcaba para regalos de visitas importantes siempre donadas por mi amigo Erices). Por supuesto que el interés del periodista a cargo de esa serie de publicaciones, fue de inmediato reproducirla. Les presté la pequeña foto (quizás era de aquellas sacadas en máquina de cajón, sólo lo supongo), y sacaron la copia, pero con la clara exigencia, y única condición que publicaran en el pie de foto que ésta era de propiedad del Sr. Soto, lo cual quedó graficado en la posterior publicación de dicho documento. Por esos cambios y esas cosas del movimiento del museo, me quedé con una copia de la foto original, y si bien conservo este archivo digital, afortunadamente hoy, con las tecnologías digitales, se pueden fácilmente reproducir...Sin embargo, debo ser claro, si alguien va a publicar o hacerse el "simpàtico" con esta foto, debe señalar por un principio de honestidad y ètica en el "crédito" respectivo, la propiedad de èsta que corresponde al Señor Rodolfo Soto que generosamente nos la entregó desinteresadamente, como salvaguardando un poco la historia de nuestro querido Regimiento "Esmeralda" y que con mi amigo Erices, quisimos perpetuar en el Museo del "Esmeralda". Si la van a compartir, debe ser con esta nota histórica, para que nadie se atribuya propiedad ajena.


viernes, 20 de enero de 2023

Maestros Pampinos

 

Un gran matrimonio de Maestros Pampinos

            Para quienes deseen saber un poco de la historia de un distinguido matrimonio de maestros de nuestra querida y recordada Escuela Consolidada, Don Enrique Maldonado Rückoldt  (así como suena, de origen alemán), y que fue también su Director,  casado con la Sra. Perla Diaz, otra maestra distinguida y de excelencia, de cuyo matrimonio nacieron Enrique, (Kiko), Ximenita, Mónica, (mi querida compañera de enseñanza básica),  y ese pequeño, de cabellos colorines como el padre,  que fue un regalo de crianza final, y a quien conocimos cuando recién comenzaba a balbucear algunas palabras, el recordado Marcelo.

            Nuestro querido profesor, Don Enrique, por muchos años, y después de dejar la docencia en María Elena y ejercerla también como la pasión de su vida en Antofagasta, dedicaba sus tiempos a la pasión de su vida, el deporte en todas sus gamas. Era un activo y destacado cultor en muchas disciplinas deportivas, alcanzando siempre niveles de alto rendimiento en las pruebas atléticas en la ciudad, defendiendo su categoría "Seniors" en toda oportunidad.          

            Era un asiduo y reconocido nadador del Balneario Municipal, invierno o verano daba lo mismo, allí estaba su figura nadando entre el oleaje de las frías o tibias aguas de la estación,   y tenía notables records de  rendimiento físico en las pruebas de atletismo de largo aliento. Nunca dejó de obtener galardones deportivos importantes, de hecho  participaba todos los años, en el mes de Febrero, en la conocida, esforzada y muy disputada prueba llamada "Carrera de Ascensión al Cerro el Ancla" organizado por el Comité Patriótico de la Población Oriente, y que reunía  los mejores deportistas institucionales y particulares de todo Chile,  movilizando gran cantidad de participantes y largas premiaciones con el apoyo del ejército y las autoridades deportivas,  todo ello para dar un realce  importante al aniversario  de  la ciudad.

            En todos los eventos habidos y por haber, siempre estaba Dn. Enrique presente, sorteando las pruebas de ciclismo, atletismo y tantas otras. Era incansable, jovial y enérgico el querido profesor al cual nunca dejamos de aplaudir, apreciar y admirarle por toda su vitalidad y entereza en muchas de estas actividades a las cuales alguna vez fui de espectador.

            Nadie destacó nunca el valor deportivo de nuestro querido profesor, que tuvo el alto honor de coronarse “Campeón Sudamericano” en el “Salto de Garrocha” en su categoría Seniors, lo cual no ha quedado mucho en los registros históricos del deporte nacional, pero que alguna vez lo mantuvo como noticia de primera plana en algún periódico local.

            En esa fotografía que tengo el honor de compartir, y que guardo con mucho respeto y cariño  en mi álbum personal,   tuve el gusto alguna vez de saludar e intercambiar un breve instante de conversa, en medio de sus  elongaciones y ejercicios de precalentamiento físico con el Maestro antes de iniciar esa prueba de alta resistencia como lo es la conocida “Ascensión al Ancla”, y en esa misma oportunidad pedirle el permiso correspondiente, (nunca dejó de ser para mí, la “autoridad” de mi escuela,)  y entonces con su venia, retratarlo.

            No era muy amigo de hacerse protagonista de ningún evento deportivo, pues con solo participar y estar allí, “donde las papas queman” se ponía a prueba a si mismo y con solo participar, se sentía desde ya triunfador y más que satisfecho. Era una forma generosa de humildad que siempre conservó y trató de mantener en todos sus desafíos deportivos, pues era así el maestro, quería y podía y se esforzaba por dar y darse por entero a lo que le parecía bueno y sano para su propia vida.

            El recuerdo del dilecto profesor y su esposa Perla y su hermosa familia, son parte de nuestras historias pampinas que nunca se cuentan, y siempre es justo traer sus recuerdos a nuestras mentes, para que rescatemos de ellos su valor, sus enseñanzas, sus ejemplos y   mantengamos siempre vivos en nuestras memorias su justo recuerdo.

            Conversando con mi amiga de infancia y compañera de colegio Mónica Maldonado Díaz, sobre las desventuras que significa perder a su padre, me decía que  “él fue un maestro de vocación, de esos que daban todo por  cumplir sus tareas y obligaciones  educativas”, y además agregaba: “Curiosamente, una tarde  de un 16 de Octubre,” (quizás recordando esas tremendas jornadas educativas y de tanta actividad como lo eran la “Semana del Niño”, en ese día 16, consagrado en esa semana como “El Día del Maestro”, en el que saludábamos a todos nuestros profesores), “Decidiera sumisamente  acatar la voluntad del  Divino Maestro y partir en el silencio”, con los saludos y vítores de esos cientos de niños de distintas generaciones y épocas que  coreaban en su mente y sus recuerdos su nombre de “Maestro”, y que le dieron  consuelo y emoción en el preciso instante del inicio de su viaje a la eternidad, camino  al “recreo celestial”, y sentir profunda paz en medio  de esos bullicios y algarabías que le regalaron sus memorias como ofrenda final, cientos o miles de niños pampinas o de la ciudad, que conocieron sus bondades.

            Poco tiempo después, sumida en las nostalgias de la ausencias obligadas que se anidan en el alma de las personas y que las hacen caminar y vivir de los recuerdos, especialmente en esos silencios prolongados de esas noches de insomnio e incertidumbre, en que muchas veces fueron, en otras circunstancias de masiva actividad educativa, de  análisis y corrección de pruebas, planificaciones, programas, largas jornadas de estudios, (y en esos tiempos sin tecnología como hoy), y preocupaciones por sus alumnos, en esas noches de dolor ausente y enfermedad presente  entonces también le tocó  el momento de partir a nuestra hermosa y tierna maestra Perla Diaz, gran esposa, madre y amiga de sus hijos, que era todo dulzura, delicadeza y una profesora ejemplar de nuestra pampa.

            La vida me regaló la oportunidad de conocerlos y el placer de divisarles muchas veces, llenos de entusiasmo por la vida, en los años que vivieron cercanos al barrio de la Avenida Argentina, aledaño al antiguo hospital regional, en la ciudad de Antofagasta.

            Quiso la Divina Providencia que pudiera, gracias a la confianza y cariño de la familia Maldonado, participar en sus exequias, y estar allí, en medio de muchos pampinos y familias despidiendo sus sagrados restos un inolvidable y también triste 11 de febrero de 2015.

            Se reunieron finalmente Enrique y Perla, en esa Escuela celestial que reúne las almas de todos aquellos lindos Maestros que alguna mañana nos invitaron a cantar emocionados y comprometidos con los valores de la educación, esos versos que no se olvidan y cuyas notas son también nuestro mejor regalo de las enseñanzas recibida:

 

“Vibre ya la canción que proclama,

de la Escuela Supremo Ideal,

elevemos el himno que llama,

al progreso al amor y a la paz.”






COMENTARIOS PUBLICADOS EN EL FACEBOOK "GENERACIONES PAMPINAS" Y MI MURO PERSONAL, A RAIZ DE ESTA NOTA:  (Entre el viernes 20 y sábado 21 de Enero de 2023),

Jimena Maldonado

Carlitos. parto con darte infinitas gracias por el resumen hermoso de tus palabras de lo que fueron mis padres, especialmente mi padre. Las historias de su espíritu inquieto que no pasó desapercibido de ninguna manera, me llena de emoción, participó en el Coro Magisterio también, ajedrecista destacado en María Elena, amante de poner frases célebres diariamente en una pequeña amasandería que tuvieron en Antofagasta durante mucho tiempo,. hizo una carta a la Municipalidad para que otorgaran permiso a entrar a la piscina Olímpica y asistía diariamente, también tenía la llave del Estadio e iba a correr. etc.

Morales Paz Marcela

El Sr. Maldonado. Así lo llamábamos con mis hermanas ya que fue el Director de la Escuela D-59 donde trabajan mis padres Pedro Morales Vera y Norma Pizarro. También fueron amigos y tengo lindos recuerdos de amistad con el, Sra Perla y algunos de sus hijos. Reuniones en nuestras casas, idas a la playa, viaje a Iquique en fin, muchos recuerdos. Lindo homenaje. Mis padres lo apreciaban mucho. Mi mamá hasta la fecha lo recuerda con mucho cariño. Gran Director y mejor persona !! 👏

Marcelo Antonio Maldonado Diaz

Morales Paz Marcela tus papas fueron unos excelentes amigos de mi padre lo acompañaron hasta el último, ahora con Pedrito estarán brillando en el cielo. Mi eterna gratitud con tus papitos

Uberlinda Del Rosario Ahumada Robledo

Emotivo homenaje para quienes fueron excelentes personajes pampinos

 

Mónica Maldonado Díaz

Que generoso eres Carlitos. Gracias!

 

Osvaldo Enrique Rodriguez Pastenes

Gran maestro fue director y mi profesor jefe en 7mo y 8vo basico en la ex escuela 32 hoy D59 de la Pob Prat B aun guardo lindos recuerdos de su enseñanza.

 

Veronica Brookes

Qué hermoso y expresivo homenaje a nuestro legendario ex director de la Escuela Consolidada, don Enrique, y a la tierna y cariñosa Sra Perla. Tengo lindos recuerdos de ambos, y de su linda familia.

Muchos cariños a sus orgullosos hijos Kiko, Ximena, M… Ver más

 

Fernando Rojo

Gran director y profesor junto a su señora esposa doña Perla

 

Carlos Garcia Banda

Autor

Monica Mónica Maldonado Díaz, Jimena Maldonado, Enrique Maldonado Diaz con mucho respeto a la familia de nuestros profesores.

 

 

 

Danton Villarroel

Mira Marcelo Antonio Maldonado Diaz

 

Lile Vielma B.

Tengo muchos recuerdos de ellos la Sra Perla fue mi profesora y el como director del colegio

 

 

Maritza Georgina Aguilera Barraza

Excelente REPORTE SOBRE NUESTROS MAESTROS Y QUERIDOS PROFESORES PAMPINOS...AMBOS FUERON PROFESORES MIOS

 

Gustavo Rivera

Muy buen profesor y director de la Consolidada de María Elena.

 

Marcelo Antonio Maldonado Diaz

Que hermosas palabras hacia mis queridos padres y hermanos (la emoción me embarga las lágrimas en mis ojos no me dejan seguir)

 

Cristina Gomez Matus

Los conocí, la Sra Perla fue mi profesora hasta cuarto básico. Él era el director en ese tiempo

 

Carlos Barraza Martinez

Excelente narración!

 

 

Patricia Rojas Balcarce

Sra perla fue mi profesora

 

 

Adriana Castillo

Que lindo recuerdo

 

 

Magdalena Guardia

Hermoso recuerdo gracias por compartir

 

 

Gonzalo Nicolas Pinto Lampidis

Que lindo relato Carlitos, un gran abrazo para sus hijos...

 

 

Tatiana Aurora

 

Rubi Vasquez Pozo

👏👏👏

 

 

De mi MURO

Olga Pizarro Plaza

Que Bello Carlitos lo que escribes Dios te bendiga. Y sí me traes recuerdos y la Sra.Perla fue mi primera profesora la que me enseñó a leer y a escribir en primero, segundo y tercero básico 1957, 1958 y 1959. Besitos al cielo para ellos.

 

Juan Pichi Lopehandia

Tremendos profesores la Sra.fue mi profe hasta cuarto básico siempre la recuerdo con mucho cariño ,una anécdota que siempre la cuento con una psicología tremenda llego a nuestro en cuarto un gran amigo Pedro Godoy Carvajal conocido como pituta el verdadero llegó al curso por que ningún profe lo quería obvio era travieso el loco la Sra. Perla cuando llegó le dijo hijo yo lo recibí porque nadie de mis colegas lo quiere así que yo acepte traerlo pero tiene que portarse bien y de ahora en adelante Ud. me ayudará y lo nombró jefe de disciplina del curso pituta tubo un cambio fuerte y cuando nos hacíamos desorden en la sala pituta se paraba y solo nos decía en el patio o la salida te agarró un abrazo para estos grandes profesores donde estén

Carlos Garcia Banda

Que buena anécdota y tremenda decisión de la profesora. Yo conocí al "Pituta" Godoy, en esos tiempos y tenía fama de desordenado y bueno para los "combos" jajaja Gran valor el de la Sra. Perla. Con el "Pituta", y varios otros, como Aranda, Contreras, Fres, fuimos Scouts y viajamos hasta Concepción en un "Encuentro Internacional de Patrullas", y él era como el líder, pero ya se portaba siempre bien...Muy risueño y alegre, pero igual "bueno" pa los combos jajajaj.. Gracias por tu aporte, que nos ayuda a recordar.

Carolina Ines Pizarro Pereira

Recuerdo cuando con Mónica nos encontramos en el Liceo de Niñas (fuimos compañeras de curso) le comenté a mi papá de ella porque el vivió muchos años en María Elena y fue presidente del Consejo local de deportes en esa localidad, lo cual me respondió m… Ver más

 

Mónica Maldonado Díaz

Linda Carolina , siempre te recuerdo y estás presente tenemos algo que nos unirá siempre.

Cariños 😘

 

Luis Vera Alucema

Hermosísimo texto de homenaje y reconocimiento a dos insignes Maestros. Muchas Gracias Carlos.

Respetuosamente me inclino en genuflexión y oración de gratitud, muy especialmente a Dn Enrique, Sra. Perla y a cada uno de nuestros profesores que abrieron un sendero de luz para nosotros, sus queridos alumnos.



 

martes, 10 de enero de 2023

Promoción 1998 - 1999

 



La vida de los soldados comienza siempre a partir de la experiencia dura, pero de grandes valores, como lo es el Servicio Militar.       

         ¡¡Una vez soldado, siempre soldado!!

         Las mejores muestras de amistad, de respeto, de camaradería, de cariño, se viven en esos momentos que en que “la unión hace la fuerza”, y venciendo lo imposible,  se unen nuestros espíritus en torno a nosotros mismos, y no hubo ni habrá noche solitaria o de abandono  bajo las estrellas, o bajo el inclemente sol de la pampa y el desierto, en que un soldado haya estado o se hubiera sentido abandonado, triste y solo.

         Siempre estuvo el camarada  más próximo de la escuadra, el grupo más selecto de la sección, el gran equipo  de combate de la Compañía, el Batallón y finalmente el Regimiento, que es la  Unidad  que lo cobijó bajo un mando  y que le dio ese sentimiento de compromiso y amor a Chile, y que le inculcó los valores  de esa entrega generosa que solo se vive una vez,  y que con los años se transforma en la filosofía personal de vida que nos lleva por los distintos caminos con el optimismo, confianza, sonrisa y  la fuerza para vencer los desafíos y obstáculos, en los distintos campos de la vida, y   es tal esa unión  nacida en esa experiencia dura pero maravillosa, que los años no pueden pasar en vano ni permitirse el lujo del olvido, y es que en esas circunstancias,  la amistad florece siempre eterna, como algo mágico y  ya nunca pasarás por el lado de un individuo  que haya estado contigo en  el servicio militar, aunque haya sido de otra Compañía, para saludarlo con fraterno y sincero espíritu de amistad, y desearle siempre lo mejor, sin envidias, sin cuestionamientos, sin rencores, solo amistad, de la buena, de la más pura, de esa que surge en medio de algún dolor o incomprensión, en alguna tristeza, o a veces también, por no saber enfrentarla esa  llamada soledad, pero también en la alegría de compartir y vivir juntos tan magnifica experiencia.

         Ese sentimiento de amistad, nunca ha cambiado, no cambia ni cambiará, aún en las peores situaciones.

         Son muchas las agrupaciones de soldados, (no digo “ex soldados” por que se es soldado para siempre), en que ese sentido de solidaridad y amistad, permite  muchos grupos de jóvenes de ayer, hoy quizás adultos,  a reunirse con sano espíritu de camaradería, en torno a los recuerdos que afloran cuando existe esa feliz oportunidad de compartir  y rememorar esta experiencia, y que se dan un tiempo para detener sus propios caminos, saliendo de sus tareas diarias, de sus particulares formas de supervivencia individual junto a sus familias, para detenerse un instante, compartir, brindar, cantar y recordar con alegría y valentía los obstáculos que tuvieron que vencer y las formas con las que debieron vivir, y que hoy les regalan esa posibilidad de disfrutar la vida en esta dimensión de mayor apego a lo fundamental del hombre, la familia, el amor, la amistad.

         El compañerismo nunca muere, se está con el soldado amigo, el camarada caído, en el dolor, en la alegría y en la enfermedad.

         Hace pocos días conversando con mi amigo y soldado del Glorioso “Esmeralda”, radicado en Ovalle, Manuel Rivera Araya, me contaba de  la  Agrupación de Soldados que se reúnen  todo el tiempo y que pertenecen a la “Promoción 88 -  89”.

         Aparte de los recuerdos positivos y agradables de tanto tiempo compartido, me comunicó la tristeza de la partida de un camarada soldado, que  se ha marchado a la legión de los invencibles  junto al mayor comandante de la vida: Dios.

         En estas palabras simples, como es nuestra vida de soldados,   queremos entonces junto con Manuel Rivera, que ha tenido la oportunidad de compartir más tiempo con nuestros soldados, rendir un homenaje al  Soldado PEDRO ANACONA VILCHE,  que nos dejó   durante el mes de Diciembre de 2022,  y que era sin duda un alegre y servicial hombre que compartió tantas emociones  y alegrías en esas gratas reuniones a que acostumbran a desarrollar los soldados de Ovalle y alrededores y que  también ha contagiado a los que han debido marcharse a otras ciudades en la incesante  búsqueda del mundo del trabajo y la materialización de sus propios proyectos de vida.

         Nos decía Manuel, que Pedro era el tercer hijo de los siete hermanos que conformaban su núcleo familiar.

         Nació el 13 de abril de 1969, y tuvo  la dicha de hacer su servicio militar en el Glorioso “Esmeralda”  en el año 1988-1989, durante el mando del  coronel Jorge Romero Campos, siendo en esa época  Comandante de la Compañía de Plana Mayor el Capitán Enrique Collante y el Comandante de la sección el Capitán Fernando Morales.

         Recuerdan con cariño entre tantos otros nombres, a Juanito Mendizábal Córdova, entonces CB2 y Comandante de la Escuadra, que es la unidad básica de combate en la orgánica militar y muchas actividades y anécdotas vividas en sus tiempos de cuartel.

         Ya en la madurez de sus años, Anacona se casó y tuvo dos hijos, y en la actualidad tenía también  dos nietas y un nieto, todos habitantes de la hermosa ciudad de Ovalle, en la  población “Fray Jorge”,  un hermoso entorno de ese bello lugar que  es como un vergel en medio de esas hermosas tierras que nos regalan frutos  generosos y donde se forman  personas nobles y comprometidas con el trabajo  como lo son sus habitantes.

                   Su entusiasmo y lazos  de amistad, lo llevó siempre a compartir con sus pares, amigos de toda la vida, surgida en esa experiencia del Servicio Militar,  apoyando con su espíritu de servicio a la “Promoción” y sirviendo como Tesorero en ese grupo organizado  en que Manuel Rivera es el Secretario y el muy estimado soldado,   Rubén Toro que lidera  este grupo, como su Presidente.

         Esta agrupación nació el 23 de noviembre de 2019  y su primera reunión de camaradería  se realizó el 14 de diciembre del 2019.

         Una promoción, sin duda como muchas que pasan por la Unidad, y que mantienen sus lazos y estrechan sus espíritus en torno a sus mejores recuerdos.

         Esta promoción fueron  115 soldados, unidos aun en el tiempo.

         Hoy nos deja, para reunirse con otros “hermanos soldados” que han partido: Patricio Villalobos (Q.E.P.D.), Guillermo Morgado (Q.E.P.D.)  y el querido amigo y camarada Pedro Anacona Vilchis, (Q.E.P.D.), a quien   recordaremos siempre con cariño y por quien hemos escrito estas palabras de gratitud, puesto que en su amada ciudad de Ovalle, era un ciudadano muy querido y será siempre recordado por sus amistades, su familia, sus hijos y nietos,  su familia, y por todos los camaradas de la “Inolvidable  Promoción”.

         Gracias a Manuel Rivera, por mantener vivo el espíritu del Soldado de Infantería que jamás termina, al contrario, nos acompaña a todos, hasta esa última morada.

         Deseamos en nuestra calidad de amigos y camaradas, que siempre mantengan ese espíritu  de cariño y  solidaridad entre todos ustedes, y que nuestro camarada Pedro Anacona Vilche, descanse siempre  en paz, con la satisfacción de haber cumplido su sagrado deber para con la Patria en el histórico y “Glorioso” Regimiento de Infantería N° 7 “Esmeralda”, el “SÉPTIMO DE LÍNEA”.

 

“Yo tenía un camarada, otro igual no encontraré, siempre a mi lado marchaba y a ¡¡Fuego!! el clarín tocaba, al mismo paso y compás….”   

SUS AMIGOS DE LA PROMOCIÓN


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 9 de enero de 2023

El "John Kennedy"

 

                                                        Foto colección Sr. Misael Tapia.

El “JOHN KENEDDY”  

(Carlos Garcia Banda)

            Hay tantos personajes famosos de nuestra pampa salitrera y que fueron nuestros héroes de la niñez; quizás en mis recuerdos haya muchos otros nombres grabados con sus historia simples y sencillas, como lo era todo en la pampa, pero esta pequeña historia, puede que algunos la hayan vivido o la hayan experimentado y que duerma en sus recuerdos. Como no tengo “memoria” de elefante, puede que la podamos reconstruir entre todos, puesto que para mí hay algunos fragmentos olvidados, pero no así la esencia heroica de este alumno de la Escuela Consolidada, uno de los hijos menores del matrimonio Cancino,  que vivían por allí por nuestra calle Luis Acevedo, más apegaditos a la estación y que tenía un hermano mayor, que era como el más serio de ”los Cancino”.

            Esa familia era muy piadosa y ambos padres, se dedicaba en esas pocas horas del descanso y del hogar, con gran dedicación y entrega, a las actividades de la Parroquia “San Rafael” con un gran impulso y compromiso adquirido voluntariamente, y que unían sus espíritus, bondad y generoso servicio, tal cual lo hacían otros grupos numerosos de familias como lo fueron los Nef, los Calderón, los Yupanqui,  los Salinas, los Rojas con la Sra.  Isolina a la cabeza, los Valencia, Alfonso Espinoza, los Pizarro con Dn. Enrique y la Sra. Olga, los Ramos, los Rodríguez, los Valdés,y tantos hombres y mujeres que nos dieron ejemplos de sus vidas al servicio de la Evangelización, comprometidos en tareas de catequistas, guías de matrimonios, Cursillistas, JOC, (Juventud Obrera Católica), y que lo dieron todo desinteresadamente para la gran obra del Señor.

            Por mi edad de aquellos años, veía ocasionalmente al “John Kennedy”  “subir” desde el fondo de la calle Acevedo, muy cercano  la Estación, con su invariable e impecable camisa blanca y su pelo colorín y una hermosa sonrisa alba, tenía un gran parecido, hasta en la forma de su cabeza y corte de cabello y peinado al entonces Presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, y tengo la memoria clarísima de  ese joven,  caminando rápidamente  hacia  la plaza, pues era  muy entusiasta  para caminar y no sé si habrá pertenecido  a la Academia de Gimnasia Cuadro Blanco por sus características físicas y  atléticas,  pero que lo hacían todo un personaje  importante a nuestra mirada de niños en mi barrio;  vivía cercano a los “Miño”, que también eran una familia muy ligada a la  iglesia, y en  esa misma acera, los Vargas, cuyos padres  eran de misa diaria  y servicio permanente a la Parroquia.

            Recuerdo un importante acto desarrollado frente a la Escuela  Consolidada,  tiene que haber sido un homenaje a algún héroe de algún acto de la efeméride nacional, o me atrevería a  decir, que era toda una celebración exclusiva por la Independencia Nacional, pues se realizó en el  monolito dedicado a la Independencia de Chile y no en el tradicional  Busto a OHiggins,  que daba  a la avenida principal de la plaza.

            La Banda Instrumental bajo la siempre disciplinada “batuta” del querido Maestro  Don Florencio Guardia,   después de los saludos protocolares del locutor de la ceremonia al cuerpo de profesores y autoridades presente, iniciaba con sus inconfundibles sones marciales, el Himno Nacional, el que era siempre bien coreado y con gran entusiasmo por nosotros, los estudiantes, y entonces había un par de alumnos que se habían preparado convenientemente, con guantes blancos,  y su mejor tenida de escuela, para  lo que era sin duda  la más importante acción del acto patriótico cultural de celebración: El Izamiento de nuestro bello  emblema nacional.

            Los protocolos de estos actos, eran muy estrictos para nosotros los estudiantes;  siempre fuimos bien educados y guiados en el respeto a nuestros símbolos patrios, en especial el reconocimiento a nuestros valores de la historia, y el inmenso amor a Chile, representado por la sagrada e insigne  bandera tricolor y  a ella, de verdad, le rendíamos un  hermoso culto  de respeto por lo que representa, y  cuando cantábamos el himno patrio, era la efervescencia sanguínea de grandes emociones las que sellaba todos los rincones de esos cursos que formados en ordenadas filas, con sus profesores encabezando las pequeñas columnas de los cursos,  queríamos gritar  a todo pulmón, con nuestro canto  de voces blancas,  que  sentíamos en lo profundo del corazón, ese gran orgullo y amor a nuestra patria, representada  a través de la tricolor bandera.

 

            Mirábamos con gran orgullo lo que acontecía en la tribuna frente a nuestros ojos, dando inicio al acto desde el inicio del himno, observando el alto mástil enhiesto frente a la escuela  y ubicado en un monolito en la vereda superior de la plaza, donde se desplazaría la bandera ceremoniosa y flameante por la driza,  que  guiaban esas manos enguantadas de los alumnos seleccionados, con tanta delicadeza y finura, que aquel era un momento casi religioso,  que  hacía hervir el alma de patriotismo y recuerdos de la historia.

            Sonaba entonces en el aire, los sones marciales y las voces cantaban: “Puro Chile, es tu cielo azulado, Puras brisas te cruzan también y tu campo de flores es bordado, es la copia feliz del edén….”

            ¡Qué maravillosa experiencia de unirnos todos en esa muestra de amor tan patriótico, tan nuestro, tan orgullosos, y mientras las  gargantas respiraban profundas bocanadas de aire salitroso para alcanzar las notas y expulsar ese aire con la melodía patriótica,  seguía subiendo la bandera impulsada por la driza paralela al mástil, arrullada también con alguna leve brisa tan necesaria en medio de tan caluroso día. Calor, temperatura alta, alguna corriente de aire leve, y el roce de la cuerda en la roldana superior, seguía su lenta marcha de llevar la bandera a hasta su  cima:  “Dulce Patria, recibe los votos, con que Chile en tus aras juró. Que o la tumba serás de los libres, o el asilo contra la opresión… y justo en el “bis”  de: ¡O la tumba!, vino entonces  la desgracia, de esa mañana, casi mediodía,  que nos dejó perplejos, sin aliento, mientras la Banda  Instrumental seguía con su notas interpretando nuestro amado himno patrio, y las voces opacadas por el “susto”, seguían la interpretación.

            Sencillamente la driza se cortó, y entonces esa bandera que subía  orgullosa hacia la máxima altura del mástil, como un ave  con el ala herida, y titubeante, comenzó a caer, a desplazarse en caída libre lentamente, acompañada del leve viento,  que quería  acunarla y soportarla,  y llevarla en “andas” para no hacerla caer y revolcarse en los jardines de ese sector de la plaza y  fue entonces una caída lenta, eterna, silenciosa, expectante,  diría: “sin palabras”,  como cuando viene un paracaidista desde el cielo con su cúpula inflada, y la bandera se movía como esos volantines heridos de septiembre, o esas “cambuchas” pampinas  vacilantes, y en su caída, se movía en sus intentos de equilibrio, y se desplazaba lentamente como una gigante pluma de tres colores, con su tamaño mágico y   la cuerda  fláccida y ya inerte, se doblaba como esas derretidas vigas  metálicas que se someten a altas  y mortales temperaturas, de  algún fuego.

¡Dios Mio!  Dijeron los cientos de miradas en silencio.

¡Se cae la bandera! ¡Se cortó la driza°! 

            Y entonces, surgió de esa muchedumbre infantil de cientos de estudiantes, con su característica camisa blanca, pulcra como su dentadura siempre  alba, el pequeño o gran niño pampino: El  “John Kennedy” y  corrió presuroso traspasando las barreras de estudiantes y cordones policiales,  con ese ímpetu de los héroes de nuestra  historia patria  que dieron su vida en los campos de batalla, y sobrepasando todos los obstáculos, rápido como un rayo, y en el segundo final en que la gravedad habría consumado su obra  evitando el tumulto de niños y maestros, y aún oyendo los cantos del: ¡Oh el asilo contra la opresión”, tomó truinfante, antes de que cayera al suelo, ese trapo santo, que sostuvo con sus manos y  no solo evitó que la bandera cayera   humillada al suelo polvoriento,  despojada de sus honores junto a los músicos del Maestro que soplaban con mayor potencia sus instrumentos, sino que el “John Keneddy”, se envolvió la bandera con respeto en su cuello, tomó la driza cortada, y  jamás en mi vida supusimos  ni de sueño lo que haría: Comenzó a subirse por el mástil enhiesto,  recién pintado, y subía y subía con una destreza de puma, con la bandera como gran bufanda afirmada en su cuello y la   soga de la driza entre sus manos. Y apretaba sus piernas fuertes al fierro del mástil, y sus manos heroicas y poderosas, sólo  subían y subían y alcanzaban cada vez más altura, y el himno no cesaba, continuaba y los instrumentos de viento y los compases de la Banda, ya no miraban  las partituras, estaban clavados sus ojos en la valiente maniobra, casi o muy heroica del pequeño o grande “John Kennedy” y comenzaron todos los presentes de nuevo a entonar el himno nacional: ¡Puro Chile es tu cielo azulado…”, para darle más tiempo. ¡Todos unidos, todos los “pampinos” haciendo fuerza y apoyo espiritual, todos impregnados de un  espíritu heroico que rasgaba el aire con esas notas del himno patrio, porque el John Keneddy en medio de la batahola  y la emoción contenida,  seguía en su personal esfuerzo, en su gran intento, lo amamos en ese instante como héroe, todos queríamos ser “él”, todos queríamos estar allí subiendo el mástil, adoramos ese momento  cuando  en ese último impulso, llegó a la cima, llegó a la cúspide, llegó al “cenit” tan cercano al cielo,  y allí con la sencillez y calma,  arregló la cuerda, pasó la cortada soga por el orificio de la roldana, la ató, y entonces desplegó en esa altura inmensa, el gallardo tricolor que en ese minuto ondeó con una brisa fresca  que surgió de la nada   y con las notas del himno aún latiendo por los aires, hasta los pimientos se doblaron  satisfechos, cuando el John bajó, con su alba sonrisa y con esa sencillez y virtud heroica de pampino al sentir muy en el fondo de su alma esa satisfacción interior que sienten las personas que hacen el bien y con su hermosa sonrisa volvió por el sendero que había sorteado, se ocultó de las autoridades,  de la gente, y  terminó cantando como todos  el final de nuestro himno:  “¡O el asilo contra la opresión”.

            Nadie pudo aplaudirlo, nadie pudo agradecerle,  había que seguir la ceremonia, y nunca nadie dejó de cantar por un instante en todo ese larguísimo y casi eterno tiempo  en que nuestro pequeño o grande John Kennedy  salvó la bandera, de caer en manos del polvo del olvido, subiéndose como  puma poderoso o enrabiado, sin dejar de sonreír, por ese mástil que está allí aun, que se mantiene silencioso  y que fue esa mañana testigo del mejor ejemplo de heroísmo de un simple joven estudiante de nuestra escuela.

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            Ya no supe nunca más  del “John Keneddy”  que veía  “subir” desde el fondo de la calle Acevedo, muy cercano  la Estación, con su invariable e impecable camisa blanca y su pelo colorín y una hermosa sonrisa alba, y que tenía un gran parecido, hasta en la forma de su cabeza y corte de cabello y peinado al entonces Presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy.

            Cada vez que pasaba por la calle Luis Acevedo, subiendo desde la estación hacia la plaza, mi mamá nos decía muy orgullosa y sonriente : ¡¡Ese es el John Kennedy el que salvó  de la humillación y la derrota de la caída de nuestra amada y tricolor bandera!!

 

UN CUENTO DEL TIO

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