El “Negro”
Avello
Tenemos en la mente muy frescos y
pareciera recientes, los inolvidables momentos de nuestra llegada como jóvenes
cabos al Regimiento “Esmeralda”.
El “Negro” Avello era de los que
llamábamos con cierta jocosa ironía, “Cabo
Servilleta”, porque ostentaba una especialidad
distinta a lo esencial de una Unidad de
Infantería y que requiere una dura y
esforzada preparación para hacer esa tan
difícil “Vida de soldados”, y en ese
alegría de llegar recién destinados a la
Unidad Cuna de Infantería, y sin conocernos en profundidad, inmediatamente nos conectamos entre todas esa muchachada pujante,
entusiasta y con una voluntad extraordinaria de
ideales y de servicio a nuestra sagrada vocación, siempre pensando en un
bien superior como lo es Chile, renunciando quizás a nuestras propias
capacidades intelectuales o laborales, pero
convencidos que podríamos desarrollarnos
como personas de bien, en los aspectos educativos y de servicio como parte
integral de la sociedad en que vivimos, en bien de ella y todo ese entorno de nuestro amado país, sin pedir nada a cambio,
y comenzando a vivir las situaciones
propias de la vida del soldado: Terreno, campañas, largas noches de mirar estrellas, amanecidas incansables, mochilas, carpas, bolsos y
esas pesadas cargas físicas en nuestros hombros y esas más pesadas
situaciones del “peso humano”, como lo son el carácter, la humildad, el servir al prójimo, el dar sin
recibir, el vivir casi una religiosidad
espiritual, adoptando como verdaderos
hijos, a tantos jóvenes que encontraron en las filas del Ejército esperanzas
, educación , herramientas laborales, conocimiento de la vida, y que descubrieron
allí el valor de tener una familia, el amor de sus padres, el trabajo que les
regala dignidad, y en esas soledades del desierto, encontrar a su instructor,
un joven también como ellos, con ideales claros, maduros, y que muchas veces
fueron el oído espiritual y el bálsamo de dulzura, en
medio de la dureza del carácter, para
tantas tristezas que atraviesa el hombre en su paso por la vida.
JOSE DANIEL AVELLO VILLAR, fue todo
un hombre al servicio de su trabajo y vocación.
Decía que siendo de mi promoción, perteneció al área de
Servicio, es decir, ligado a la salud, al cuidado, a la protección, a concurrir
y trabajar heroicamente, por ser muy pocos los enfermeros especialistas, constantemente
a las duras jornadas de la instrucción, marchas y campañas en terreno. Los enfermeros
se distinguen por ser hombres de bien, ser
socorro en los accidentes, alivio en las enfermedades, abnegados en el sufrimiento físico de las variaciones de la salud, y allí estaba como
todos quienes ostentan esa especialidad que a la larga resultó ser más
sacrificada que nuestro espíritu de guerreros infantes, caminando día y noche entre las Unidades de
combate que concurrían a sus ejercicios, con su bolso de mano, sus
reservas de agua y su casco con la “Cruz Roja” como signo de acción , no para
atacar y prepararse para el combate cuerpo a cuerpo, sino para auxiliar a
quienes caen heridos en los entrenamientos, y que en los casos de conflicto real, están siempre
arriesgando sus vida, porque constituyen
el apoyo directo de las tropas en combate.
En ese espíritu, nuestro amigo, colega y camarada, fue un hombre
ejemplar y servicial reconocido por los cientos de soldados y generaciones de
jóvenes que cumplieron su servicio militar en nuestra época por los cuarteles y
en especial por quienes convivimos a diario en nuestros largos años cumpliendo
tantas tareas que solo sabemos los que “allí hemos estado”, y que son
todas acciones de paz, de amor, de servicio y de preocupación por el elemento fundamental y primordial de
nuestra vocación: Nuestros soldados.
No es fácil agradar a todo un mundo
diferente en esos temas de salud. Todos queremos respuestas rápidas y curaciones
tipo “Rayo”, pero él tenía una gran capacidad humana de servicio.
No hay quien no recuerde su voluntad
de servicio y trabajo, hablando solamente de los aspectos laborales que rodearon la vida de nuestro
camarada, pues en verdad, aparte de
servir, se hizo uno con todos, parte de todos, y de todos con todos, siendo uno de los tantos
“Esmeraldinos” que van quedando enredados en las historias de vida y recuerdos
del corazón, y a quienes cada vez que podemos recordar y destacar, agradecemos
a Dios la virtud de expresar con sincero sentimiento, lo importante que fueron
por sus ejemplos en nuestras vidas.
Avello, el buen enfermero, el buen samaritano,
el amigo de todos, el “jeringa” loca, por que socorría a todos y ayudaba en
todo. Futbolistas entusiasta, integrante de esas selecciones representativas de la Unidad, entregado con pasión a su trabajo, a sus
funciones y a su deporte, y en fin , un buen y gran ejemplo para todos.
Hay algo que está en mí que quisiera
alguna vez destacar en una crónica especial:
EL CB2 DANIEL AVELLO VILLAR,
debió ser condecorado en justicia alguna
vez, con la MEDALLA “AL VALOR”, situación que nunca se materializó por no existir
interés en destacar los actos heroicos de la vida.
Por
su entrega, generosidad y riesgo de su propia vida en una situación que
no puedo detallar extensamente, pero que habla de su generosidad de alma, cuando, en circunstancias de un lamentable
accidente que involucró a un vehículo y personal civil, que descuidadamente traspasó
la señalética de riesgo de un campo minados en la frontera,
una camioneta pisó una Mina antitanques,
lanzó el vehículo al aire, quedando una dama gravemente herida en medio de ese campo de muerte, con sus
extremidades destrozadas.
Nosotros, distantes varios kilómetros,
sentimos la explosión desde Monturaqui, y vimos a lo lejos la humareda, y fue José Daniel, el enfermero de combate, que
tomó su bolso, su camilla al hombro, y corrió y corrió por ese inclemente desierto
de la cordillera todos esos interminables kilómetros, porque su deber lo
llamaba a servir, más allá de nuestro vivac,
y
entonces cuando llegó y vio el
sombrío y dantesco panorama, no
titubeó ni un instante, ni un segundo, y bolso en mano, entró por los cercos alambrados caídos arriesgando
su vida a ese campo minado de la muerte, y
sepa Dios con que espíritu, con qué adrenalina, con que energía y
fuerzas, propias de su ser solidario,
levantó a aquella señora que yacía moribunda en medio de ese desgraciado
paisaje de sangre y muerte y pudo sacarla en medio del peligro y el riesgo
de activar algún otro artefacto menor, y
la sacó
de esa situación en la que podrían haber ambos ofrendado sus vida. Gran
ejemplo de valor del buen enfermero y soldado.
Posteriormente, llegó un helicóptero, con personal del Regimiento
de Ingenieros N° 1 “Atacama”, y vía aérea,
se evacuó e calidad de urgente la dama herida de este accidente para prodigarle los servicios que le
permitieron salvar su vida.
Alguna vez, conversando en detalles
y con mayor calma de este lamentable accidente, reconociendo el valor
heroico de quien hace el bien, pudimos darnos cuenta que en alguna
oportunidad, Daniel Avello visitó a esa dama que, postrada en silla de ruedas, le
agradeció el gesto de salvarle la vida.
Esas son las cosas anónimas y
grandiosas que hacen grandes a los hombres y que a veces quedan en los injustos
silencios, como tantas buenas obras que han hecho en su vida los militares.
Me he referido en estas líneas, sobre la calidad profesional de nuestro camarada,
habiendo mil historias más que contar, pues
por las cosas de la vida, hay una instancia directa y familiar, en la que
sabiendo de su belleza, de su
grandeza, de su valor, como padre
y amigo de sus hijos, no soy yo el
indicado para contarla, están ellos, su
gran preocupación, su diario néctar de vida, sus hijos Daniela y Francisco, serviciales y valientes, generosos y llenos de virtudes, que sin duda
son la muestra de la herencia paternal y maternal de Susana su esposa, que están en sus respectivos “ADN” y que los
hacen también dignos de la herencia de ser seres generosos, amorosos y
preocupados también por la salud de su padre, a quienes acompañaron en todo
instante, y sabiendo de la gravedad de
su estado, estuvieron asidos a su mano tibia y
llena de esperanzas, para ofrecerlo
y dejarlo dormir en los brazos de la voluntad del Altísimo y
pedirle que se fuera en paz,
después de esta larga lucha de soldado, padre y amigo, con esta tan injusta
pero real enfermedad.
Alguna tarde terminaremos el detalle
esa odisea que vivimos en una Comisión de Servicio en esas alturas de la zona
de Monturaqui, y la deuda que tiene el Ejército en distinguir a nuestro SOM.
AVELLO, que sin duda alcanzó su meta
profesional como SUBOFICIAL MAYOR DE
EJERCITO, (poco común y quizás muy “excepcional”
en hombres que sirven en las áreas de enfermería dando siempre más importancia a
las Armas), y que son también un sincero reconocimiento por su calidad humana,
de servicio, sentido de responsabilidad,
y permanente predisposición a cumplir las difíciles tareas
que muchas veces unos pocos hombres de esa especialidad deben cumplir, siempre pensando
que abrazaron su vocación para servir a los demás.
Gracias mi SUBOFICIAL MAYOR AVELLO,
por todo su ejemplo, su delicadeza en el
trato, sus auxilios a tantos cabos jóvenes que cuando llegaron a su generosa
actitud, encontraron un padre y un
amigo, y muchas veces, me consta personalmente,
acogió en su hogar a muchos Clases jóvenes
que comenzaban su vida, y les recibió con cariño y con respeto y gran paternal preocupación.
Gracias, porque fue un buen funcionario,
un buen amigo, un buen esposo aunque la vida a veces nos cambia el rumbo y nos
desorienta, pero sin dejar de mantener el lazo de unión y responsabilidad con
sus hijos, y en tal sentido, seguir hasta hace pocas horas, viviendo
ilusionado, lleno del amor de sus nietos, de su familia, y esperanzado en
continuar entregando lo que tuvo a manos llenas: Amor, voluntad y servicio.
Gracias a quienes dirigen nuestra “Agrupación
de Esmeraldinos”, por el constante espíritu de unión que nos hace revivir
nuestra vida de soldados, en esas instancias que nos unen en torno a los
recuerdos y nos permiten estos encuentros con nuestras historias.
Hace poco tiempo, en uno de estas reuniones, nos estrechamos con
Daniel, en ese necesario y ausente abrazo de tantos años, y con su siempre diáfana sonrisa, nos retratamos para la posteridad junto a
varios de nuestros amigos y camaradas, en esa reunión de amigos, de ex funcionarios, de ex servidores, pero que
seguimos unidos como siempre, como verdaderos soldados, unidos por
la vocación que nunca muere y por el deseo
de ser siempre el ejemplo de lo que
vivimos entregando toda nuestra juventud
y pasión por nuestra amada patria y su sagrada y única bandera.
Descanse en paz mi apreciado
Suboficial Mayor, el amigo de todos.
Antofagasta 15
de Septiembre de 2023