viernes, 22 de septiembre de 2023

¡¡GRAN ESMERALDINO!

 

               En la U.C.I. del Hospital Militar,  su vida se iba de a poco en medio de ruidos tecnológicos de máquinas y los compases del respirador. Su cuerpo ya no respondía, pero había una pequeña luz de esperanza, pues el sonido externo lo oía claro en su cerebro que nunca se dejó envejecer.            

               Acompañado de sus amados hijos, sus buenos y malos recuerdos, sus  penas, dolores y las muchas alegrías. De pronto se oyó una fuerte  voz desde las puertas de la aislada sala, proveniente del pasillo:

                ¡¡Busco al ”Esmeraldino” Avello!!

                Una potente e inconfundible voz viril, propia de sus mejores tiempos de soldado irrumpió las ondas de la sala. Y aquel hombre, lleno de energía y vitalidad, tratando de arrimarse en su silla de ruedas para ver al interior de la sala por el cristal de la puerta, sin  temor, con fuerza, con su misma energía de joven sargento de siempre,  rompió ese silencio de enfermedad y recogimiento en la larga espera.

               Pareciera que la voz llegó al alma del enfermo y fue de inmediata reacción de los hijos que custodiaban amorosamente el momento de su partida  inevitable.

               - ¿Si señor?  Soy Francisco, el hijo del Suboficial Avello. Él está aquí en este cuarto.

               - ¡¡Aquí vengo a presentarle mis respetos, mi cariño y mi saludo!!….¡SALUD “ESMERALDINO”, QUE  EL VIAJE QUE TE ESPERA SEA SIEMPRE COMO TU MEJOR  COMISIÓN A LA FRONTERA!!… ¡¡GRAN ESMERALDINOOOO!!

               Y gritó con esa fuerza que desgarra el alma y que termina en un oculto llanto, porque la debilidad del soldado nunca se demuestra.

               Luego de un momento, estrechando la mano de Francisco, se fue  consciente, satisfecho,  con fuerza y con esa paz de haber estado allí presente, pese a la prohibición de acercarse a un lugar de salud  aislado. Las lágrimas de gratitud de los hijos de su amigo fueron su mejor recompensa.

               Y se perdió en su silla de ruedas por los ascensores, con su mirada nublada por la emoción de la tarde.

               Afuera se respiraban los aires de septiembre. Un volantín “chino” dibujaba una sonrisa en los cielos de la capital y muchas banderas tricolores flameaban en las casas y avenidas.

               Se fue contento, pero también con pena, empujando con sus fuertes brazos las ruedas de la silla de transporte, y los latidos de su corazón se hicieron más acompasados y tomaron el ritmo de sus mejores años en aquellas caminatas interminables del desierto del norte,  apaciguando la emoción de ese viejo soldado de infantería  que tantas veces nos regaló sus consejos y sus  reprimendas en favor de nuestra vida militar. Así es y será siempre el alma del  aparentemente  duro, pero  tremendamente humanitario y generoso, Don Carlitos Alcayaga Aranda.

               Una hora después en ese cuarto de hospital, partía a dar cuenta de los buenos actos de su vida y también de los otros, el alma del amigo de todos, el sonriente, humilde y servicial “Negro” Avello, que entró en los aposentos construidos por su propia fe.  

               En vida siempre decía, lleno de convicción: “Yo soy Salvo.”

                Y ahora llegó solitariamente, como todos los que se van o nos iremos, al momento de su verdad.

              

              

(Nota: Escrito por Carlos Garcia, basado en testimonio de Francisco Avello, su hijo.)

SERGIO CASTRO (Q.E.P.D.)

 



    Un gran dolor afecta el corazón de los "Esmeraldinos" cuando uno de los nuestros se marcha de la vida.

        Nadie olvida el paso de nuestro camarada Sergio Castro, (Q.E.P.D.) por el cuartel del Glorioso "Esmeralda". Lo recuerdo con cariño, pese a su carácter y por el cual se ganó el apodo de "El Idiota Castro", pues parecía que estaba todo el tiempo enojado y su rostro era siempre de una sola forma y línea.

            Al compartir su mesa, en esas tardes de comedor o "Rancho" en el casino, en la colación del mediodía,  siempre estaba con su ceño fruncido y preocupado de la tarea más importante e inmediata del momento, como era el "alimentarse". De vez en cuando, cruzaba su  casi azul mirada como un rayo a los cabos jóvenes que le acompañábamos,  y había que "poner atención", para no enojarlo, y entonces nos lanzaba un sano dardo de un buen consejo, sin muchas  palabras de afecto, pues no era cariñoso, sino escueto y muy directo.  No daba rienda suelta a su emoción por su fuerte carácter.

            Luego de la conversación breve y simple,  seguía impávido mirando al frente, masticando su propio "genio" lo que   al final,  era su propia y auténtica  personalidad de la que no podemos emitir juicio,  por respeto,  por “jerarquía” y por no entrar al equipo de los "perseguidos"; no había otra posibilidad.

            Fue un gran "Morterista", de excelencia. Nervioso en su hablar, cansino en su caminar, hasta tartamudeaba a veces, pues sus palabras querían ser tan rápidas como la  agilidad de su mente.  En medio de ese panorama característico de tenedores, cuchillos, platos y carreras para conseguir un platito de ají picante y pan, de pronto se levantaba airoso y con su mirada casi perdida apuntando la ventana de la cocina, plato en mano,  se lo llevaba a la dulce y esforzada cocinera, la humilde y servicial  María, y  con alguna brusquedad propia de su ser, le espetaba su enojo por que los huevos "no estaban bien fritos", pues él era mañoso y los quería quizás como se los hacia su mamá. Entonces la  respetable cocinera,  le miraba  compungida y nerviosa y  le daba curso a su petición un tanto fuera de lugar, entendiendo que  debía freír y soportar el carácter de los más de cien comensales del mediodía, con la fritura de los más de 200 huevos considerados por el ranchero para el almuerzo , y accediendo humildemente, se daba a la tarea de reemplazarle, con  algo de temor para que no  se le “subiera”  el mal carácter que le enrojecía su tez, y  entonces  “Castrito” (para que no se enojara de nuevo), llegaba casi sonriente, satisfecho, y disfrutaba de sus huevos con arroz con su mirada perdida al frente, preocupado de su principal tarea del día: Alimentarse.

            Era así su carácter. Había que quererlo como era, y compartir y tolerar con humildad su  recontra "mal genio". Era mejor abstraerse de opinar y aconsejarle que no había sido muy atinado con su tema de los huevos.

            Y así como él, todos tenemos una personalidad diferente y en este tiempo de la vida, en que ya nos vamos despidiendo, porque  el “día y la hora” solo la sabe Dios,  es mejor recordar  las cosas buenas de los hombres, pues en la hora de la instrucción, de la campaña, del compartir en la Compañía con superiores y subalternos,  “Castrito” ya actuaba normal y se integraba como todos en las tareas y responsabilidades propias de su cargo y puesto, y en eso,  teníamos siempre la confianza de su acertado conocimiento, el  que a veces se nublaba por  ese tan especial carácter.

            Descanse en paz camarada y amigo, y en medio de su partida, rogamos al Señor de los Ejércitos por el eterno descanso de su alma.

           

 

viernes, 15 de septiembre de 2023

Daniel Avello, el amigo de todos.

                                                              El “Negro” Avello



            Tenemos en la mente muy frescos y pareciera recientes, los inolvidables momentos de nuestra llegada como jóvenes cabos al Regimiento “Esmeralda”.

            El “Negro” Avello era de los que llamábamos con cierta jocosa ironía,  “Cabo Servilleta”, porque   ostentaba una especialidad distinta a lo  esencial de una Unidad de Infantería  y que requiere una dura y esforzada preparación  para hacer esa tan difícil  “Vida de soldados”, y en ese alegría de llegar recién destinados  a la Unidad Cuna de Infantería, y sin conocernos en profundidad, inmediatamente  nos conectamos entre todas esa muchachada pujante, entusiasta y con una voluntad extraordinaria de  ideales y de servicio a nuestra sagrada vocación, siempre pensando en un bien superior como lo es Chile, renunciando quizás a nuestras propias capacidades intelectuales o laborales, pero  convencidos que  podríamos desarrollarnos como personas de bien, en los aspectos educativos y de servicio como parte integral de la sociedad en que vivimos, en bien de ella y todo ese entorno de  nuestro amado país, sin pedir nada a cambio, y comenzando a vivir  las situaciones propias de la vida del soldado: Terreno, campañas,  largas noches de mirar estrellas,  amanecidas incansables,  mochilas, carpas,  bolsos y  esas pesadas cargas físicas en nuestros hombros y esas más pesadas situaciones del “peso humano”, como lo son el carácter,  la humildad, el servir al prójimo, el dar sin recibir, el  vivir casi una religiosidad espiritual, adoptando como verdaderos  hijos, a tantos jóvenes que encontraron en las filas del Ejército esperanzas , educación , herramientas laborales, conocimiento de la vida, y que descubrieron allí el valor de tener una familia, el amor de sus padres, el trabajo que les regala dignidad, y en esas soledades del desierto, encontrar a su instructor, un joven también como ellos, con ideales claros, maduros, y que muchas veces fueron  el oído    espiritual y el bálsamo de dulzura, en medio de la dureza del carácter,  para tantas tristezas que atraviesa el hombre en su paso por la vida.

            JOSE DANIEL AVELLO VILLAR, fue todo un hombre al servicio de su trabajo y vocación.  Decía que   siendo de mi promoción, perteneció al área de Servicio, es decir, ligado a la salud, al cuidado, a la protección, a concurrir y trabajar heroicamente, por ser muy pocos los enfermeros especialistas, constantemente a las duras jornadas  de la instrucción,  marchas y campañas en terreno. Los enfermeros se distinguen por ser  hombres de bien, ser  socorro en los accidentes,  alivio en las enfermedades,  abnegados en el sufrimiento físico de las  variaciones de la salud, y allí estaba como todos quienes ostentan esa especialidad que a la larga resultó ser más sacrificada que nuestro espíritu de guerreros infantes,  caminando día y noche entre las Unidades de combate  que concurrían  a sus ejercicios, con su bolso de mano, sus reservas de agua  y su casco con la  “Cruz Roja” como signo de acción ,  no  para atacar y prepararse para el combate cuerpo a cuerpo, sino para auxiliar a quienes caen heridos en los entrenamientos,  y que en los casos de conflicto real, están siempre   arriesgando sus vida, porque constituyen el apoyo directo de las tropas en combate.

            En ese espíritu,   nuestro amigo, colega y camarada, fue un hombre ejemplar y servicial reconocido por los cientos de soldados y generaciones de jóvenes que cumplieron su servicio militar en nuestra época por los cuarteles y en especial por quienes convivimos a diario en nuestros largos años  cumpliendo  tantas tareas que solo sabemos los que “allí hemos estado”, y que son todas  acciones de paz, de amor,  de servicio y de preocupación  por el elemento fundamental y primordial de nuestra vocación: Nuestros soldados.

            No es fácil agradar a todo un mundo diferente en esos temas de salud. Todos queremos respuestas rápidas y curaciones tipo “Rayo”, pero él tenía una gran capacidad humana de servicio.

            No hay quien no recuerde su voluntad de servicio y trabajo, hablando solamente de los aspectos   laborales que rodearon la vida de nuestro camarada, pues en verdad,  aparte de servir, se hizo uno con todos, parte de todos,  y de todos con todos, siendo uno de los tantos “Esmeraldinos” que van quedando enredados en las historias de vida y recuerdos del corazón, y a quienes cada vez que podemos recordar y destacar, agradecemos a Dios la virtud de expresar con sincero sentimiento, lo importante que fueron por sus ejemplos en nuestras vidas.

            Avello, el buen enfermero, el buen samaritano, el amigo de todos, el “jeringa” loca, por que socorría a todos y ayudaba en todo. Futbolistas entusiasta, integrante de esas selecciones  representativas de la Unidad,  entregado con pasión a su trabajo, a sus funciones y a su deporte, y en fin , un buen y gran ejemplo para todos.

            Hay algo que está en mí que quisiera alguna vez destacar en una crónica especial:

              EL CB2  DANIEL AVELLO VILLAR, debió ser condecorado en justicia  alguna vez, con la MEDALLA “AL VALOR”, situación que nunca se materializó por no existir interés en destacar los actos heroicos de la vida.

            Por  su entrega, generosidad y riesgo de su propia vida en una situación que no puedo detallar extensamente, pero que habla de su generosidad de alma,  cuando, en circunstancias de un lamentable accidente que involucró a un vehículo y personal civil, que descuidadamente traspasó la señalética de riesgo  de un campo minados   en la frontera, una camioneta pisó una Mina  antitanques, lanzó el vehículo al aire, quedando una dama gravemente herida  en medio de ese campo de muerte, con sus extremidades   destrozadas.

            Nosotros, distantes varios kilómetros, sentimos la explosión desde Monturaqui, y vimos a lo lejos la humareda, y  fue José Daniel, el enfermero de combate, que tomó su bolso, su camilla al hombro, y corrió y corrió por ese inclemente desierto de la cordillera todos esos interminables kilómetros, porque su deber lo llamaba a servir, más allá de nuestro  vivac,  y  entonces cuando llegó y vio el  sombrío y dantesco panorama,  no titubeó ni un instante, ni un segundo, y bolso en mano,  entró por los cercos alambrados caídos arriesgando su vida a ese campo minado de la muerte, y  sepa Dios con que espíritu, con qué adrenalina, con que energía y fuerzas, propias de su ser solidario,  levantó a aquella señora que yacía moribunda en medio de ese desgraciado paisaje de sangre y muerte y pudo sacarla en medio del peligro y el riesgo de  activar algún otro artefacto menor, y  la sacó  de esa situación en la que podrían haber ambos ofrendado sus vida. Gran ejemplo de valor del buen enfermero y soldado.

            Posteriormente,  llegó un helicóptero, con personal del Regimiento de Ingenieros N° 1 “Atacama”, y  vía aérea, se evacuó e calidad de urgente la dama herida de este accidente  para prodigarle los servicios que le permitieron salvar su vida.

            Alguna vez, conversando en detalles y con mayor calma de este lamentable accidente, reconociendo el valor heroico  de quien hace el bien,  pudimos darnos cuenta que en alguna oportunidad,  Daniel Avello visitó a esa dama  que, postrada en silla de ruedas, le agradeció el gesto de salvarle la vida.

            Esas son las cosas anónimas y grandiosas que hacen grandes a los hombres y que a veces quedan en los injustos silencios, como tantas buenas obras que han hecho en su vida los militares.

            Me he referido  en estas líneas,  sobre  la calidad profesional de nuestro camarada, habiendo mil historias más que contar, pues  por las cosas de la vida, hay una instancia directa y familiar,  en la que  sabiendo de su belleza, de su  grandeza, de su valor,  como padre y amigo de sus hijos,  no soy yo el indicado para contarla,  están ellos, su gran preocupación, su diario néctar de vida, sus hijos Daniela y Francisco,  serviciales y valientes,  generosos y llenos de virtudes, que sin duda son la muestra de la herencia paternal y maternal  de Susana su esposa,  que están en sus respectivos “ADN” y que los hacen también dignos de la herencia de ser seres generosos, amorosos y preocupados también por la salud de su padre, a quienes acompañaron en todo instante, y  sabiendo de la gravedad de su estado,  estuvieron asidos a su  mano tibia y  llena de  esperanzas, para ofrecerlo y dejarlo dormir en los brazos de la voluntad  del Altísimo y  pedirle que se fuera en paz,  después de esta larga lucha de soldado, padre y amigo, con esta tan injusta pero real  enfermedad.

            Alguna tarde terminaremos el detalle esa odisea que vivimos en una Comisión de Servicio en esas alturas de la zona de Monturaqui, y la deuda que tiene el Ejército en distinguir a nuestro SOM. AVELLO, que  sin duda alcanzó su meta profesional   como SUBOFICIAL MAYOR DE EJERCITO,  (poco común y quizás muy “excepcional” en hombres que sirven en las áreas de enfermería dando siempre más importancia a las Armas), y que son también un sincero reconocimiento por su calidad humana, de servicio,  sentido de responsabilidad, y  permanente  predisposición a cumplir las difíciles tareas que muchas veces unos pocos hombres de esa especialidad deben cumplir, siempre pensando que abrazaron su vocación para servir a los demás.

            Gracias mi SUBOFICIAL MAYOR AVELLO, por todo su ejemplo,  su delicadeza en el trato, sus auxilios a tantos cabos jóvenes que cuando llegaron a su generosa actitud,  encontraron un padre y un amigo, y  muchas veces, me consta personalmente,  acogió en su hogar a muchos Clases jóvenes que comenzaban su vida, y les recibió con cariño y con respeto y gran paternal  preocupación.

            Gracias, porque fue un buen funcionario, un buen amigo, un buen esposo aunque la vida a veces nos cambia el rumbo y nos desorienta, pero sin dejar de mantener el lazo de unión y responsabilidad con sus hijos, y en tal sentido, seguir hasta hace pocas horas, viviendo ilusionado, lleno del amor de sus nietos, de su familia, y esperanzado en continuar entregando lo que tuvo a manos llenas: Amor, voluntad  y servicio.

            Gracias a quienes dirigen nuestra “Agrupación de Esmeraldinos”, por el constante espíritu de unión que nos hace revivir nuestra vida de soldados, en esas instancias que nos unen en torno a los recuerdos y nos permiten estos encuentros con nuestras historias.

            Hace poco tiempo,  en uno de estas reuniones, nos estrechamos con Daniel, en ese necesario y ausente abrazo de tantos años, y  con su siempre diáfana sonrisa,  nos retratamos para la posteridad junto a varios de nuestros amigos y camaradas, en esa reunión de amigos,  de ex funcionarios, de ex servidores, pero que seguimos  unidos como  siempre, como verdaderos soldados, unidos por la vocación que nunca muere y por  el deseo de ser siempre  el ejemplo de lo que vivimos  entregando toda nuestra juventud y pasión por nuestra amada patria y su sagrada y única bandera.

            Descanse en paz mi apreciado Suboficial Mayor, el amigo de todos.

 

Antofagasta 15 de Septiembre de 2023










 

martes, 12 de septiembre de 2023

GUSTAVO... UN ÁNGEL ENTRE NOSOTROS

 

Hace un par de días atrás, el Jueves 7 por la noche de este ya caluroso Septiembre de 2023, nos enteramos de labios de su propia madre, del fallecimiento de  “Gustavito” Adolfo Veas Pizarro (Q.E.P.D.), que a sus  treinta y cuatro años, con cara de niño, con alma de niño, con sentimientos de amado y querido “niño”, y con esas dulces alas de “niño”,  fue llamado a las huestes celestiales, a continuar su servicio angelical que prodigó con su dulzura natural  durante todos los años de su vida, a toda una querida familia de nuestra pampa,  y que seguramente ustedes recordarán con cariño y afecto, como es el caso de mi sentimiento personal, gran respeto  y admiración, al conocer de tantos años los orígenes de  tan dilecta  familia, que fuera iniciada por el recordado  Diácono de la Parroquia “San  Rafael Arcángel” Sr. Enrique Pizarro (“Baquelita”) y su distinguida esposa la Sra. Silvia Plaza, ambos protagonistas de un importantísimo  rol de servicio pastoral, a través de la catequesis y distintos servicios   de amor a Dios,  en esos  pujantes y comprometidos años que se vivieron en nuestra niñez, en la amada Parroquia “San Rafael Arcángel” de María Elena y de cuya unión ante el Señor, nacieran Olga, la madre de Gustavito, Enrique y  Antonio, ("Toño"), mi ex compañero  “Monaguillo” y más tarde, curiosamente junto a Alberto Veas,  soldados conscriptos del Regimiento “Esmeralda” en Antofagasta.

            Olga Pizarro, la madre de Gustavo, hija mayor de ese inolvidable y querido matrimonio pampino, vivió estos 34 años de su vida, dedicada con una  atención y delicados cuidados a su querido “niño” Gustavo,  que padeciera por largos años una  enfermedad  invalidante, pero que nunca fue un obstáculo o limitación que  le impidiera sonreír y llenar  todos, pero absolutamente todos los espacios  de su hogar y ambientes con su alegría,  amor, y  emoción no tan solo a su madre, sino también a sus cinco hermanos, que  compartieron esta vida  en la que solo el amor, la comprensión y el convencimiento de servir a Dios en sus actitudes y  servicio amoroso, les permitió “regalarse” el corazón de ese pequeño ángel que les acompañó tantos años de su vida, y que bajo ninguna circunstancia se permitieron jamás en no atender, no ayudar, no servir,  siendo la preocupación total de la familia, la que pudo en estos años, escribir las historias de amor más  hermosas que puede uno vivir y que nos hablan de su grandeza espiritual, de su cariño, de su compromiso y de recibir  en cada gesto, en cada rictus, en cada movimiento, ese regalo de los hijos que,  con una pequeña sonrisa, agradecen todo el amor  que se les entrega, y que en caso de Gustavo, pudo gozar por toda su larga vida, postrado  y  con  dificultades de movilidad,  pero sin que jamás aquello resultara ser  un impedimento para amar, socorrer, ayudar, sonreír y gozar de esos encantos que poseen esos “niños ángeles” que nos envía el Señor a nuestras vidas, para hacernos mejores personas y para acrecentar el valor de la fe, y  mostrarnos que el camino del vivir feliz,  no está en el tener,  en ostentar, ni siquiera en  desear más de lo que   tenemos, sino que,  más allá de cualquier circunstancias,  servir, con amor, con compromiso con generosidad y con una renuncia total a nuestra propia vida, lo que también  nos hace Santos, y que en caso de Gustavo, por su naturaleza propia de su ser, volcó todos los dones que pudo el Ser Supremo de la vida  otorgarle con su frágil y débil contextura, y a través de su  presencia, ser siempre el principal motivo y motor generador de la fuerza, la abnegación, el trabajo de todos los integrantes de esta familia hermosa que   sin ninguna queja, sin ningún dolor, sin ninguna insoportable sobrecarga, pudo jamás dejar de prodigar amor, atención y preocupación, y  que en su sueño final,   dio inicio a ese viaje  silencioso a la eternidad,  con su sonrisa a flor de labios y con su alma asida  a las alas de esos seres de luz que le acompañaron  en medio de su partida inevitable, y con la alegría y sanop privilegio de haber sentido en toda su vida ese cariño de madre, ese amor inconmensurable y ejemplar de Olga, quién le regaló en todos estos años que pudo compartir con él junto con sus hijos,  sin lágrimas, sin tristezas, y que  pudiera expresar, con sencillas palabras propias de una buena madre, con su siempre tranquila y serena voz y actitud: “Mi hijo se quedó dormido”, venciendo todas sus debilidades y afrontando como en tantas otras oportunidades esta noticia infausta, que nos muestra a una mujer de Dios convencida que su tarea fue nuevamente cumplida con esa característica virtud tan propia de pampinos, ("hijos del rigor"),  pero que en medio de ese contenido dolor, le permite también respirar paz, porque no hay mayor paz en el alma, cuando  heroicamente se ha dado todo, por el más necesitado, por el que más amor requería, por el que  no fue nunca posible desatender ni dejar y que en ese ejemplo esta hermosa mujer de alma noble,  supo  mostrar  todo su amor a esa criatura que le acompañó durante una larga vida.

            Olga se casó con otro pampino, muy conocido en  nuestro tiempo, “Castorcito” le decíamos con cariño,  y que fuera también mi compañero de servicio militar como decía más arriba,  al igual que Toño en nuestro Regimiento “Esmeralda”. Lamentablemente en esta dura vida que ella supo enfrentar, el padre de Gustavito, ALBERTO VEAS RIVERA (Q.E.P.D.) sufrió también una abrupta y dolorosa partida  en un lamentable accidente, que hizo que el temple de Olguita creciera en valor y tuviera  que enfrentar con estoicismo un primer gran dolor,  al borde del abismo, pero el cariño de Gustavo, su hijo y sus hijos la fortalecieron con gran  vitalidad   y  supo sacar a su familia siempre adelante. Esos ejemplos de mujeres valientes y pampinas, nos conmueven, nos llegan al fondo del corazón, nos hacen sentir emoción, nos hacen pequeños ante sus gestos y valentía.

            Puede ella, por Gracia de Dios,  seguir mirando esa inmensa familia, colmada de amor, con sus otros cinco hijos, que aun necesitan de ella y el mejor regalo que posee también hoy, son sus nietos, que multiplican la fuerza y la entereza para seguir con esperanzas construyendo un siempre optimista y esperanzador mañana.

            Y así  entonces es que  desde hoy, en ese llamado definitivo  a la otra vida, Gustavo o "Gustavito", como ella amorosamente le ha llamado,  ha marchado  en esa paz propia de ángel de bien, que vio en toda su vida de niño amor, sonrisas, delicadeza, finura y  tantas virtudes que nunca lo hicieron un  niño infeliz, todo lo contrario, colmado de amor y de cariño  y cuidados, se marchó a sus 34 años de feliz y prolongada niñez, porque nunca creció, ni necesitó crecer, se quedó con ese corazón y esa alma blanca, pura e inocente de niño, tan propia de los ángeles que nos acompañan en esta inigualable aventura que es la vida y de quienes tanto aprendemos.

            Mis respetos a Olga, a sus hijos, a su familia toda, y mis humildes oraciones para que Gustavo, el ángel de la vida, siga sonriendo cada noche o cada día desde ese desconocido pero hermoso cielo.

            Mis agradecimientos  a Bernardita Paola, que me permitió la delicada misión de compartir esta nota y estas fotos tan íntimas, tan de familia, tan personales, pero que no pueden quedar en los  cajones del recuerdo, sino en el alma pampina, con una nueva historia de una heroína de la vida, de una familia, que vence y venció cada día los dolores y las penas y que  ha tenido la fortuna, en medio de las dificultades de compartir todos estos años, con esa sonrisa alegre de "Gustavito" que, más que dolores, trajo alegrías, sosiego, paz y tranquilidad y que sigue desde hoy iluminando la vida de ese mejor lugar, donde seguirá volando con sus alas de niños  buscando entre las flores,  ese aroma del amor que recibió  a manos llenas en su vida, y que le permiten seguir haciendo el bien en esa otra dimensión. 

    Descansa en Paz, y gracias por todo tu amor y alegría.

    Tu familia y amigos que te aman.




ANTOFAGASTA 12 de Septiembre de 2023.



UN CUENTO DEL TIO

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