Fotografía de mi amigo Leonardo Gatica, sale muy pequeño allí mirando para cualquier lado, mientras en el odeón de la plaza se realiza un mitin político del Partido Radical, donde el padre de Leonardo, don Caupolicán era un activo dirigente como gran Profesor de la pampa.LA FOTOGRAFÍA DEL “CANDIDATO”
(Seudónimo: “Yunita”)
Las épocas
de elecciones, entusiasmaban enormemente a los trabajadores pampinos. Eran la ocasión propicia, única y
decisiva, para darse a conocer, entre
los habitantes de la oficina y población en general, poniendo sus personales cualidades y virtudes
al servicio desinteresado y de franca
vocación, a eso que llaman hasta hoy, la “cosa pública”. Esto
motivaba a quienes integraban
los cuadros de líderes y dirigentes, de las más variadas corrientes
ideológicas presentes, a buscar con su participación, cualquier posibilidad que
permitiera entregar una cuota de esfuerzo en beneficio del conjunto, logrando
acercamientos y entendimientos en las aspiraciones de mejorar la calidad de vida, para ese gran
universo de trabajadores, empleados u obreros y sus familias, contando con una
infinidad de organizaciones de orden político, religiosas, deportivas y
gremiales, como también instancias de participación directa a través de los
sindicatos de trabajadores locales.
En mi modesta opinión, la mejor escuela para formar
líderes de todo orden y según mi poco entendimiento lo fue, en realidad, la
pampa salitrera. De allí surgieron
grandes servidores públicos, no solamente en las corrientes políticas o
gremiales, sino que hombres y mujeres integrados a la sociedad chilena, ocupando hasta el día de
hoy con verdadero sentido de liderazgo y responsabilidad, distintos escenarios,
del orden cultural, artístico, político, en las comunicaciones, en la
literatura y en otras de carácter social, profesional y deportivos.
Las corrientes
políticas de todo orden, han estado siempre presentes en las estructuras
gremiales y laborales de la pampa. Cada una de ellas, en su ideales
fundacionales, buscan y procuran un equilibrio justo entre quienes son los que
trabajan y producen y entre quienes sirven de empleadores, tratando de
mantener, por las vías diplomáticas del buen entendimiento, o en otros casos
más extremos, con medidas de presión como la huelga, los acercamientos,
coincidencias y disputas, propias de las democracias. Nada nuevo en la historia
del hombre y en las luchas por alcanzar el dominio de la especie a través del
frágil “poder”. No es mi ánimo analizar, ni menos someter a juicio valórico este tema. Lo he
tocado tangencialmente, por cuanto esta historia está ligada a quienes fueron sus protagonistas.
Para llegar
directamente al “fondo de la olla”, interesa recordar un triste y lamentable
accidente ocurrido por aquellos años. Diría en la época del 50 o 60 en la
panadería aledaña a la pulpería de Maria Elena. La memoria y crónica de los
hechos de esta lamentable situación, es motivo de una indagación mayor y
tendremos que rescatarla de la memoria
de quienes pudieron conocer en vivo y en directo el doloroso desenlace.
Es aquí
entonces, donde aparece don Carlos. Un trabajador de la panadería que conocí,
con su mirada oculta casi siempre tras un par de grandes gafas negras. Él
habría sobrevivido a esta tragedia, sufriendo los dolores que lo tuvieron al
borde de la muerte. Era éste un hombre muy querido, respetado y, por sobretodo,
uno de aquellos trabajadores que merecen nuestro respeto y admiración, además privilegiado ante la divina
providencia, que le había permitido salvar milagrosamente con vida, de esas
circunstancias. En ese espíritu de hombre generoso, entusiasmado por sus amigos, con un claro
espíritu de servicio público, decidió entonces,
después de varios años de un largo tratamiento, completa recuperación y
vuelta a su trabajo, optar a los “escaños” que ofrecía la postulación a un
importante cargo público.
Como toda campaña
electoral, fue necesario organizar un comité de trabajo, quienes resolvieron secretamente fijar
estrategias y formas para dar a conocer
su candidato, a través de la
colocación de pancartas y propaganda en las principales calles del campamento.
Para eso, se
organizaron encuestadores por sectores, y
equipos de carpinteros y pintores,
procediendo los primeros a confeccionar los bastidores
de madera, entachuelando aquellos
marcos con cartones corrugados y materiales conseguidos de las bodegas de la
empresa y en la propia pulpería.
Estaba todo
listo para comenzar la lucha por conseguir la simpatía de los electores.
Calculada la cantidad de letreros, y faltaba entonces, el más importante
detalle de toda campaña: La fotografía del candidato.
Ella debía
ser el mejor testimonio, para convencer gráficamente a los electores. Tal tarea fue encomendada a
uno de los tantos fotógrafos que
marcaron su presencia artística, en todos los eventos de la pampa.
La sesión
fotográfica fue organizada con toda la reserva en un estudio, al interior del
galpón, “Portal Anglo Lautaro”.
Había que
ejecutar un trabajo con un buen fondo y mostrar en la imagen un rostro
confiable, sereno, afable y convincente.
Don Carlos
llegó temprano y en silencio al estudio, Con su mejor “eterno”. Una humita negra le hacía juego al
traje, y su camisa almidonadamente blanca. El artista de la imagen, encendió
sus focos y luces, comenzó a buscar la más perfecta pose y el mejor ángulo,
pidiéndole expresamente se sacara las frías e impersonales gafas negras.
Al mirar por
el lente y comprobar la nitidez y perfección del cuadro, el paparazzi notó que,
sin las gafas protectoras, se veía
notoriamente un defecto lamentable, secuela de su accidente. Un ojo de vidrio
en su lado derecho, lo que afectaba un poco la pureza de la imagen. Actuando
con finura y elegancia, para no herir las susceptibilidades, señaló un tanto
preocupado:
- Don
Carlitos….a ver… a ver.., gire su cabecita hacia su derecha, a fin de que la foto muestre su
perfil (y el “ojo bueno” pensó en sus adentros).
Estaba casi
lista la solución, cuando al mirar por
el lente nuevamente, descubrió una segunda sorpresa: la ausencia total de la
oreja izquierda…
No podía ser
grosero. Ante todo, era un candidato y “su” cliente.
Cerró sus
dos ojos mintiendo, haciendo un disimulado ademán de mirar por el lente de la
cámara y se mordió la lengua...Nuevamente pensó a sus adentros. Volvió a la
realidad diciendo:
- A ver
Carlitos, (ahora lo tuteaba nerviosamente). Mire...(¿mire?)….ponga su
mano izquierda como tomando su “perita”,
en una actitud como de un hombre
pensador, tapando con su dedo “mayor” e “´’índice” y parte del pulgar, un poco el orificio de su
oreja...
Al decir
esto, se dio cuenta que aquella mano izquierda, estaba también, dolorosamente lisiada y le faltaban, los tres más
importantes dedos del centro, con lo cual, no podía disimular el defecto.
Cerró sus
ojos. No sabía si reír o llorar.
Se mordió nerviosamente los labios. Lo pensó y
repensó. Hubo una gran pausa. Lo volvió a pensar…Pero era un caballero. Guardó
respetuoso silencio.
Sin embargo, estuvo a
punto de gritar con toda su fuerza y rabia:
- ¿Sabe que más don Carlos?
¡¡¡Póngase de “espaldas” pa la foto
…..!!!!
La
campaña siguió su curso, las fotos no
“alcanzaron a llegar” impresas.
El equipo de
empapeladores tuvo que botar los engrudos y pasar a engrosar el equipo de
pintores.
Se
prepararon las brochas y pinturas y en cada bastidor destinado a las
fotografías que nunca llegaron, comenzaron a escribir:
“Don Carlos. Candidato Lista A -1. Por sus obras y liderazgo, no necesita
foto. Sólo requiere la confianza de tu voto.
¡¡Esa es voluntad de
solución!!