martes, 11 de mayo de 2021

Amada Madre María

 


Gratitud a nuestra Amada Madre

 Fueron días de largas emociones tu inolvidable visita por Antofagasta, removiendo heridas espirituales y despertando corazones dormidos. Tu presencia simbólica Madre, escoltada por el “Baile Chino”, que jamás decayó una gota en tantas y  extensas esperas, fue siempre como tu alma: inalterable. Los  que estuvimos cerca como ciudadanos comunes, agradecemos tu visita, porque con ella se descubre la ferviente corriente de amor de tu pueblo chileno amado, que luciendo vistosos colores,  danzando como signo de  respeto  y gratitud, lo hicieron con esa fuerza energética que emana de los grandes espíritus y corazones nobles. Sabemos que el amor que se te profesa con desinteresado  sentimiento, es una muestra del amor y confianza a tu amado hijo Jesús y sabemos que  siempre está viva tu palabra en ese recuerdo del Santo Evangelio, en las boda de Caná: “Hagan lo que  Él les diga”, dejando toda tu confianza en ese Jesús que llevas pequeño en brazos y que acurrucas con maternal protección, y que nos hace sentir que siendo sus hermanos, TÚ nos protejes con idéntico amor y celo y de igual forma. Madre Admirable, Estrella de la Mañana y Estrella de Chile, nos bendices con tu amor, y sentimos que tu mirada nos penetra,  hasta tocar nuestras fibras de dureza humana, convirtiéndonos en seres sensibles  que vivimos con tu presencia una inigualable experiencia de amor.

Fueron muchas horas, interminables, agotadoras para quienes asumieron el acompañarte hasta pasada la tarde de este inolvidable domingo, “Día de la Madre”, y en que los ritmos de los bronces y las percusiones  invadieron todos los espacios y volaron junto a las palomas dejando sus ecos en los cerros y quebradas, y  anunciando que te vas, quizás hasta qué tiempo,  extrañando el no verte quizás en cuánto tiempo, ya que muchos nunca hemos podido visitarte en tu Santuario de “La Tirana”, habiéndote acercad humilde a nuestros hogares y sentir tan de cerca la historia de la Madre Celestial, que vino invitada por los Bailes Religiosos y recibida en todas partes con los brazos abiertos, como si con ello nos acercáramos al manto sagrado de tu hijo amado, para tocarlo y pedir con nuestro gesto, sanación espiritual, pero también mejoría de los dolores que van horadando nuestros débiles cuerpos y atormentando nuestras vidas en estos tiempos de nuestra propia existencia y que cada día se hacen más largos, difíciles y hasta dolorosos, pero siempre llenos de esa cierta y real esperanza que el día final nos acogerás con tu amado Hijo en ese cielo eterno y tantas veces prometido, donde todos nos amaremos con esa dulzura que nos mostraste hoy en tu despedida de nuestra  sufrida ciudad.

Debemos agradecer con nuestra humilde oración, por todos  aquellos que permitieron tu presencia entre nosotros, celebrando este día como algo inolvidable y especial y que nos permite aumentar en nuestro ser, esa débil fe que profesamos y que tú nos muestras que entre los humildes, florece y se alimenta de sanas alegrías, porque es precisamente allí, entre los más débiles, los siempre marginados, los que más sufren, los que han sido olvidados por los hombres,  donde tú estás cada día colaborando al milagro de la vida, la existencia y hasta la subsistencia.

Gracias María Santísima, por que aprendemos de tu humildad y tu grandeza a ser mejores Cristianos, protegidos  y férreamente unidos y apretados como a un solo cuerpo, recibiendo el calor protector de los pliegues de la tela de tu propio manto y unidos a tu corazón, que vibra como nosotros por el rostro de tu amado Hijo  Jesús.

Gracias Madre Divina y Eterna del Cielo.

Antofagasta, mayo de 2019

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