Las picadas pampinas de la ciudad de Antofagasta son pocas, no tenemos muchos lugares como teníamos en nuestras calles, barrios, plaza, biblioteca, estadios y salón de baile, club deportivo o Clubes Sociales de María Elena.
Algunos restaurantes en la ciudad,
tienen denominaciones pampinas, con fotos pampinas, con trofeos pampinos, con
planos pampinos, pero están lejos de ser “pampinos”, son lugares con ninguna
posibilidad de acceso a nuestros siempre escuálidos bolsillos de pampinos. Es
mejor buscar lugares quizás con otros nombres más tropicales, pero que ofrecen
a un precio módico y aceptable, la oportunidad de compartir y debatir las
buenas cosas que nos unen siempre a los pampinos y coterráneos.
Claro que, si se trata de pasar solamente
la mañana, aprovechando una corta escapada mientras la patrona que no sabe nada
de la pampa, porque es afuerina, y mientras ella hace algún trámite por la
zona, es muy grato detenerse, tomar sol y conversar gratis, aprovechando las bondades
de este Junio que aún no cae desde la “montaña rusa” del invierno. Aun así,
todo el clima afecta sobre nuestras ya gastadas estructuras óseas y cualquier
cambio de temperatura nos deja tiritones, con todos esos desagradables síntomas
en el que nunca está ausente el temido dolor de huesos y de rodillas, sin
nombrar los dolorosos “juanetes” o el nerviosismo que te provoca el sentir que
te “pica” la garganta. (Después del Covid, aun tenemos esos legítimos temores.)
Las
camisas de franela, los chalecos de lana, los modernos polar o chaquetas
pampinas con chiporro, y ocultos y muy bien disimulados como sobrepeso, los
tibios y afranelados calzoncillos largos, para nuestras frías e inertes
intimidades, nos protegen o contrarrestan de esos cambios bruscos de
temperatura que hielan hasta el alma.
(Cuando fui soldado y concurríamos en esas
larguísimas semanas de frío en la montaña en plena cordillera, nuestras
esposas, con mucha delicadeza y gran reserva, nos envolvían entre medio de las
mudas blancas de la ropa de recambio, esas medias femeninas “Panty”, que ¡vaya!
que nos abrigaban y nos permitían movilidad y flexibilidad en nuestras acciones
de combate. El tema era ponérselas y sacárselas, con la reserva y cuidado que
nadie te sorprendiera, y con ello despertara alguna duda de tu propia
masculinidad o bien de que al ser descubiertos,
fuéramos objetos de la burlona talla
de la soldadesca, tan apegada a esas
llamadas anécdotas militares de campaña, y que te acompañan después, como algo
inolvidable y te marcan con ese estigma para toda la vida.)
Y así, en el paseo de la calle Prat,
al frente de la elegante “Casa Castilla” donde no dan ganas ni de ver los
precios, recordando nuestra barata y surtida pulpería, se capea un poco las
andanzas y trámites del día, y nos permite detenernos en ese remanso y oasis de
recuerdos en el que junto a la broma, la
conversa y la talla a flor de labios, se reponen energía y fuerzas a nuestra cansada anatomía corporal, y sentir en ese instante que se calman las
inclemencias de la andanza, aunque con el transcurrir de la mañana, y el paso
del sol sobre nuestras cabezas, tengamos de pronto que sacarnos el “jersey” y amarrarlo, como pampino a la antigua, en la
cintura, o permanecer con esa prenda en la mano para estar atentos a volver a
cubrirnos, si cambia abruptamente el clima.
Anduve “paseando” como me gustaría
decirles que así fuera por ese espacio público de la calle Prat, pero con
esposa demandante y siempre corriendo acelerada por las cosas que hacen las “Amas
de Casa”, mal podría llamar mi laborioso trajinar como paseo, cuando en verdad
“ella”, la que “manda”, la esposa del “Superman”, andaba cumpliendo trámites burocráticos de
pago de “calillas” que nunca se terminan, o cambiando alguna ropa menor que nos quedó apretada y falló
el cálculo de la talla porque la ponchera creció más de la cuenta o buscando
esas infaltables ofertas que llenan las bolsas que se compran en la calle y que
llegan a los estantes de la casa y que nunca sirven para nada, pero que las
mira todo el día con esa oculta sonrisa que da la “alegría” de haber
“economizado” pues la adquisición fue muy, pero muy barata comparado con…...
Ya en el último trámite de la mañana, que dura un tiempo largo, entonces buscamos la excusa para decir a la que nos impulsa a caminar:
“Anda tú sola a ver ese tema. Pasaré al banco de la conversa y la amistad de los pampinos y que me pasaron el dato que por aquí existía. A la vuelta me pasas a buscar, (deseando que fuera una larga vuelta).
Y así entonces, saliendo de la casa musical donde venden forros de guitarra (ya que el mío está bastante deteriorado (de la guitarra dije) tal cual como algunas partes de mi cuerpo añejo), y como ya no dan bolsas, caminé con el forro en la mano, y pasé por allí de casualidad pensando quizás en tener la oportunidad de encontrar el “banco” de la conversa y ¡¡Oh Sorpresa!! Saliendo de la tienda de instrumentos y fotografías con el forro en la mano, me encuentro cara a cara con la figura inconfundible del amigo pampino de tantos años, el Señor Uchelit Ponce y entonces surgieron los abrazos, los apretones de mano, (sin alcohol gel), el saludo cariñoso como siempre del siempre recordado “Piti” Vergara, la presentación oficial de Marabolí, Coyino, pero pampino, la llegada inesperada del que no pude reconocer en un inicio, pues ya son más de cincuenta años sin verlo, y entonces entre la cabellera completamente blanca pero con esa característica sonrisa y casi azul mirada, surgió el recuerdo del que era entonces el “Rubio” Mena, (que ya no es rubio sino albino), que se lo pasaba jugando fútbol en el estadio, con su mismo caminar de “choro” pampino, y con esa sonrisa amistosa que permite estrecharnos en el saludo cariñoso del reencuentro que a partir de ahora será para mí como la “Animita” y concurriré a ese lugar, cada vez que la patrona se le ocurra hacer alguna trámite en el centro, pues allí está, en ese minúsculo espacio del “asiento”, la más rica de las historias que cuentan los verdaderos pampinos, los que se criaron, caminaron y comieron polvo de los molinos o jugaron con la tierra del campamento o volaron con los remolinos en los vientos de septiembre o se empaparon en todo tiempo de esperanzas y sueños.
Lo bueno duró poco. Risas, bromas, y la ninguna posibilidad por ser lunes de pasar al “Segundo Tiempo”, que en la jerga o lenguaje de los pampinos del “asiento”, se entiende como después de tanto agitar las lenguas en pelambres y recuerdos, la sed ahoga y la lengua traposa exige remojar la garganta; pero es lunes, día laboral, con muchos ajetreos, entonces me dicen: No hay problemas, los lunes sólo conversamos, los viernes lo hacemos en dos jornadas la “mañanera” y después la “tardera” en el esperado segundo tiempo, aquí cerquita, asimilando un poco el recuerdo imborrable de las tertulias post matinée o después de la “pichanga” en los queridos y recordados “Ranchos”….
Y entonces entre tanto conversar, aparecen de vez en cuando personajes que sonríen, saludan y pasan raudamente, con caras de apurado para indicar con sus nerviosos gestos que no pueden detenerse ni un instante en el banco de la conversa amena y gratis de la calle Prat, o que, igual a mi caso, están de paso con la libertad limitada y por sólo un instante, mientras esperamos que nunca llegue la “matriarca” a exigir tu rápida evacuación de la zona por cuanto ella ya ha terminado sus tareas, quedándote tú con las ganas y ansiedades de seguir recordando en ese ameno espacio a los pampinos de la vieja escuela, contando de la partida reciente y dolorosa del “Chino”, o la enfermedad del “Chano”, o recordar con nostalgias a tanto pampino que duerme allá en Coya en el cementerio, o rememorando esos tiempos de Cuadro Blanco o Scouts en el Campamento de Patrullas de Concepción, con el Nelson Aranda o el “Pituta” González.
Son los agradables momentos que te regala el lunes.
Este viernes de hoy, no pude ir a la “animita”, o al “quitapena” o al banco de la conversa amena del paseo Prat, porque me enredé en tareas y trabajos que te alejan de esos minutos tan hermosos que se graban en el alma.
Ya cuando apareció en la lejanía la figura siempre acelerada de la que “manda”, entonces en forma rápida y casi como un estertoroso adiós, hubo que emprender la marcha, sin antes aprovechar el instante vivido para fotografiarse con tantos amigos que dejaste de ver tantos años en la amada pampa.
Desde esta crónica sencilla de recuerdo, reitero la gratitud por los que se dieron el tiempo de alegrarme la vida con sus recuerdos e historias, en especial los que allí estuvieron y con quienes aprovechamos esa mañana, casi tarde o mediodía, de retratarnos para la inmortalidad de un precioso y hermoso día.
Espero concurrir algún viernes de los que se avecinan y terminar cantando en el segundo tiempo en alguna cantina cercana para seguir bebiendo historias de amores y alegrías que nos mantienen deseosos de seguir para siempre en esta vida.
(Escrito el Viernes 9 de Junio de 2023. Encuentro el lunes 5 de Junio.)
Especial saludos al "PICHUNGA" OVALLE, al MENA, a la Sra. Mónica Vda. de Alvarez, al hijo del "negro" JUAN AZÓCAR que pasó por allí, a Marabolí al "Pity" Vergara y a mi amigo de tantos años, Uchelit Ponce.
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