viernes, 9 de junio de 2023

El BANCO DE LA CALLE PRAT

 


Las picadas pampinas de la ciudad de Antofagasta son pocas, no tenemos muchos lugares  como teníamos en nuestras calles, barrios, plaza, biblioteca, estadios y salón de baile, club deportivo o Clubes Sociales de María Elena.

            Algunos restaurantes en la ciudad, tienen denominaciones pampinas, con fotos pampinas, con trofeos pampinos, con planos pampinos, pero están lejos de ser “pampinos”, son lugares con ninguna posibilidad de acceso a nuestros siempre escuálidos bolsillos de pampinos. Es mejor buscar lugares quizás con otros nombres más tropicales, pero que ofrecen a un precio módico y aceptable, la oportunidad de compartir y debatir las buenas cosas que nos unen siempre a los pampinos y coterráneos.                      

            Claro que, si se trata de pasar solamente la mañana, aprovechando una corta escapada mientras la patrona que no sabe nada de la pampa, porque es afuerina, y mientras ella hace algún trámite por la zona, es muy grato detenerse, tomar sol y conversar gratis, aprovechando las bondades de este Junio que aún no cae desde la “montaña rusa” del invierno. Aun así, todo el clima afecta sobre nuestras ya gastadas estructuras óseas y cualquier cambio de temperatura nos deja tiritones, con todos esos desagradables síntomas en el que nunca está ausente el temido dolor de huesos y de rodillas, sin nombrar los dolorosos “juanetes” o el nerviosismo que te provoca el sentir que te “pica” la garganta. (Después del Covid, aun tenemos  esos legítimos temores.)

            Las camisas de franela, los chalecos de lana, los modernos polar o chaquetas pampinas con chiporro, y ocultos y muy bien disimulados como sobrepeso, los tibios y afranelados calzoncillos largos, para nuestras frías e inertes intimidades, nos protegen o contrarrestan de esos cambios bruscos de temperatura que hielan hasta el alma.

             (Cuando fui soldado y concurríamos en esas larguísimas semanas de frío en la montaña en plena cordillera, nuestras esposas, con mucha delicadeza y gran reserva, nos envolvían entre medio de las mudas blancas de la ropa de recambio, esas medias femeninas “Panty”, que ¡vaya! que nos abrigaban y nos permitían movilidad y flexibilidad en nuestras acciones de combate. El tema era ponérselas y sacárselas, con la reserva y cuidado que nadie te sorprendiera, y con ello despertara alguna duda de tu propia masculinidad o bien de que al ser descubiertos,  fuéramos objetos de la  burlona talla de la soldadesca, tan  apegada a esas llamadas anécdotas militares de campaña,  y que te acompañan después, como algo inolvidable y te marcan con ese estigma para toda la vida.)

            Y así, en el paseo de la calle Prat, al frente de la elegante “Casa Castilla” donde no dan ganas ni de ver los precios, recordando nuestra barata y surtida pulpería, se capea un poco las andanzas y trámites del día, y nos permite detenernos en ese remanso y oasis de recuerdos  en el que junto a la broma, la conversa y la talla a flor de labios, se reponen energía y fuerzas a nuestra cansada  anatomía corporal,  y sentir en ese instante que se calman las inclemencias de la andanza, aunque con el transcurrir de la mañana, y el paso del sol sobre nuestras cabezas, tengamos de pronto que sacarnos el “jersey” y  amarrarlo, como pampino a la antigua, en la cintura, o permanecer  con esa prenda  en la mano para estar atentos a volver a cubrirnos, si cambia abruptamente el clima.

            Anduve “paseando” como me gustaría decirles que así fuera por ese espacio público de la calle Prat, pero con esposa demandante y siempre corriendo acelerada por las cosas que hacen las “Amas de Casa”, mal podría llamar mi laborioso trajinar como paseo, cuando en verdad “ella”, la que “manda”, la esposa del “Superman”,  andaba cumpliendo trámites burocráticos de pago de “calillas” que nunca se terminan, o cambiando  alguna ropa menor que nos quedó apretada y falló el cálculo de la talla porque la ponchera creció más de la cuenta o buscando esas infaltables ofertas que llenan las bolsas que se compran en la calle y que llegan a los estantes de la casa y que nunca sirven para nada, pero que las mira todo el día con esa oculta sonrisa que da la “alegría” de haber “economizado” pues la adquisición fue muy, pero muy barata comparado con…...

            Ya en el último trámite de la mañana, que dura un tiempo largo, entonces buscamos la excusa para decir a la que nos impulsa a caminar:

           “Anda tú  sola a ver ese tema. Pasaré al banco de la conversa y la amistad de los pampinos y que me pasaron el dato que por aquí existía. A la vuelta me pasas a buscar, (deseando que fuera una larga vuelta).

           Y así entonces, saliendo de la casa musical donde venden forros de guitarra (ya que el mío está bastante deteriorado (de la guitarra dije) tal cual  como algunas partes de mi cuerpo añejo), y como ya no dan bolsas, caminé con el forro en la mano, y pasé por allí de casualidad pensando quizás en tener la oportunidad de  encontrar el “banco” de la conversa y ¡¡Oh Sorpresa!! Saliendo de la tienda de instrumentos y fotografías con el forro en la mano, me encuentro cara a cara con la figura inconfundible del amigo pampino de tantos años, el Señor Uchelit Ponce y entonces surgieron los abrazos, los apretones de mano, (sin alcohol gel), el saludo cariñoso como siempre del siempre recordado “Piti” Vergara,  la presentación oficial de Marabolí, Coyino, pero pampino, la llegada inesperada del que no pude reconocer en un inicio, pues ya son más de cincuenta años sin verlo, y entonces entre la cabellera completamente blanca pero con esa característica sonrisa y casi azul mirada, surgió el recuerdo del  que era entonces el “Rubio” Mena, (que ya no es rubio sino albino), que se lo pasaba jugando fútbol en el estadio, con su mismo caminar de “choro” pampino, y con esa sonrisa amistosa que permite  estrecharnos en el saludo cariñoso del  reencuentro que a partir de ahora será para mí como la “Animita” y concurriré a ese lugar,  cada vez que la patrona se le ocurra hacer alguna trámite en el centro, pues allí está, en ese minúsculo espacio del “asiento”, la más rica de las historias que cuentan los verdaderos  pampinos, los que se criaron, caminaron y comieron polvo de los molinos o jugaron con la tierra del campamento o  volaron con los remolinos en los vientos de septiembre o se empaparon en todo tiempo de esperanzas y sueños.

           Lo bueno duró poco. Risas, bromas, y  la ninguna posibilidad por ser lunes de pasar al “Segundo Tiempo”, que en la jerga o lenguaje de los pampinos del “asiento”, se entiende como  después de tanto agitar las lenguas en pelambres y recuerdos,  la sed ahoga y la lengua traposa  exige remojar la garganta;  pero es lunes, día laboral, con muchos ajetreos, entonces  me dicen: No hay problemas, los lunes sólo conversamos, los viernes lo hacemos en dos jornadas la “mañanera” y después la “tardera” en el esperado segundo tiempo,  aquí cerquita, asimilando un poco el recuerdo imborrable de las tertulias  post matinée o  después de la “pichanga” en los queridos y recordados “Ranchos”….

            Y entonces entre tanto conversar, aparecen de vez en cuando  personajes que sonríen, saludan y pasan raudamente, con caras de apurado para   indicar con sus nerviosos gestos que no pueden detenerse ni un instante en el banco de la conversa amena y gratis de la calle Prat, o que, igual a mi caso, están de paso con la libertad limitada y por sólo un instante, mientras esperamos que nunca llegue la “matriarca”  a exigir tu rápida evacuación de la zona por cuanto ella ya ha terminado sus tareas, quedándote tú con las ganas y ansiedades de seguir recordando en ese ameno espacio a los pampinos de la vieja escuela, contando de la partida reciente y dolorosa del  “Chino”, o la enfermedad del “Chano”, o recordar con nostalgias a tanto pampino que duerme  allá en Coya en el cementerio, o  rememorando  esos tiempos de Cuadro Blanco o Scouts en el Campamento de Patrullas de Concepción,  con el Nelson Aranda o el “Pituta” González.

     Son los agradables momentos que te regala el lunes.

    Este viernes de hoy, no pude ir a la “animita”, o al “quitapena”  o al banco de la conversa amena del paseo Prat, porque me enredé en tareas y trabajos que te alejan de esos minutos tan hermosos que se graban en el alma.

   Ya cuando apareció en la lejanía la figura siempre acelerada de la que “manda”, entonces en forma rápida y casi como un estertoroso adiós, hubo que emprender la marcha, sin antes aprovechar el instante vivido para fotografiarse con tantos amigos que dejaste de ver tantos años en la amada pampa.

    Desde esta crónica sencilla de recuerdo, reitero la gratitud por los que se dieron el tiempo de alegrarme la vida con sus recuerdos e historias, en especial los que allí estuvieron y con quienes aprovechamos esa mañana, casi tarde o mediodía,  de retratarnos para la inmortalidad de un precioso y hermoso día.

    Espero concurrir algún viernes de los que se avecinan y terminar cantando en el segundo tiempo en alguna cantina cercana para seguir bebiendo historias de amores y alegrías que nos mantienen deseosos de seguir para siempre en esta vida.














(Escrito el Viernes 9 de Junio de 2023. Encuentro el lunes 5 de Junio.)

Especial saludos al "PICHUNGA" OVALLE,  al MENA, a la Sra. Mónica Vda. de Alvarez, al hijo del "negro" JUAN AZÓCAR que pasó por allí, a Marabolí al "Pity" Vergara y a mi amigo de tantos años, Uchelit Ponce.

 

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