Y en estos lugares de descanso de los cuerpos vencidos por la vida y la fatiga, existe el recogimiento espiritual pampino. Allí está la historia de los hombres y mujeres que escribieron con sus propias personalidades y sus inolvidables sonrisas la mejor historia: la de sus propias familias.
No hay mayor paz para el alma que
brindarles una oración para traer a nuestras memorias el recuerdo imborrable de
ese inolvidable paso por estas desérticas tierras de la pampa, donde nunca fue
fácil conquistar el desierto, donde vivíamos como niños inocentes y felices, y
sin tener esa capacidad de apreciar el valor inmenso del esfuerzo, la conquista y heroísmo de nuestros padres, madres y abuelos. No logramos comprender la grandiosidad
y magnificencia de tan generosa entrega. Fue allí donde se contaminaron sus
pulmones de polvo invisible de caliche y sus manos aterciopeladas y suaves se volvieron ásperas y duras por el trabajo y las
grietas dibujaron sus huellas indelebles en sus propios rostros com o parte de
esa inhóspita geografía. Allí se fundieron sus sueños y vivencias con el
paisaje agreste en medio de las sinfonías
del viento y sus remolinos que pasearon sus
brazos con sus dedos juguetones barriendo las arenas. Allí los ojos fueron testigos de los más maravillosos
atardeceres, y en la noche estrellada del descanso, se durmieron llenos de
esperanzas de un siempre mejor mañana, que fue al fin de cuentas la fuerza para comenzar el día a día.
Y allí estuvimos nosotros creciendo
y amando esa tierra bendita.
¡¡ Qué valentía para la conquista de
la tierra!! Fueron nuestros grandes héroes sin capa y soldados
de pala y picota para
horadar y sacar de las entrañas las riquezas.
No hay tarde actual que no
podamos rememorar y hasta sentir sus pasos acelerados desde la faena a sus hogares y el temprano
desplazamiento en la viceversa de la
dinámica del turno laboral y la exigencia de esos pies cansados o llenos de
entusiasmo corriendo a la “java” de la estación o a las secciones del trabajo.
No hay día que no podamos dejar pensar en ellos, todo lo contrario, debemos hacerlo
siempre, porque fueron nuestro ejemplo, lo
dieron todo, lo hicieron todo y lo entregaron todo, en una ofrenda sagrada a la tierra de sus
propias vidas.
No tuvimos tiempo para
entenderlos o para haberlos amado con mayor intensidad, por que estaban
destinados a dejar sus sudores y sus lágrimas
entre las ardientes arenas.
Gracias pampinos de ayer, de hoy y
de siempre.
Nunca habrá una historia humana que pueda ser comparada a tu vida. Sólo el Supremo sabe de tus sueños, de tus luchas,
de tus renuncias y de tus penas.
Pero aquí estamos los que sabemos
que nunca fue fácil dominar lo duro de
la tierra.
Y por eso que con nuestra mirada perdida en esos horizontes
interminables, rendimos una oración de
gratitud a tu sagrada memoria.
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