Los parques infantiles vacíos, las aulas repletas de palomas y silencios, los perros de la calle esperan la algarabía ruidosa de los niños para que llenen cada mañana las sillas vacías de ilusión y de esperanzas. Maestros que se amanecieron aprendiendo tecnologías y reinventando su vocación sagrada y madres que vivían sus mañanas libres metidas en las ollas y el gimnasio, cambiando los cucharones por teclados y reaccionando en lo que nunca debieron dejar: educar como parte de un ciclo completo, y que hoy se sorprenden de tanto que aprendieron y descubrieron que sus hijos, no siempre son “mateos”. (99 palabras..)
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