Y la cuarentena nos
enseñó que había casa, amor, hijos, nietos y mucho que aprender. Los platos, la
cocina, el gas, la luz, el agua, amasar pan, cocinar porotos, budín con pan
añejo y azúcar, envolver tomates con papel, las papas en cajas a oscuras y las
cebollas aparte, el sudor de los guisos con mote o con chuchoca, las lentejas y
los garbanzos, vivir tan cercanos a un supermercado y preferir el almacén bien
surtido del "peruano", eludiendo el permiso y ahogado de cansancio con
la máscara mal oliente y la conciencia cansada; pero vivo...
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