“Se ha perdido una estrella, en el firmamento…..” (Publicado el 10 de Junio de 2024)
Esa canción, era como un bálsamo de respetuoso
recuerdo a la diva soñada, la bella e
inalcanzable rubia “Marylin”, que en
medio del muy particular y original “sentido del humor”, tan propio de hombre
íntegro y soñador, entonaba muchas veces en el silencio de su bulliciosa mente,
en su cuarto de trabajo el Maestro Marró, junto al gobelino con la encantadora sonrisa de la bella actriz del
ayer, (una especie de amor “Platónico” con muchos seguidores), y que otorgaba
belleza, paz, armonía y sano equilibrio a la labor del artista “Marró”, el hombre de
las comunicaciones, de las crónicas deportivas e históricas de su amada ciudad,
del compartir eterno de sus ideas y
vivencias, y que en el día de hoy van
quedando ya casi en el olvido por no haber mucho interés(salvo el familiar o de
amantes de Antofagasta) por mantener y preservar, de las mil canciones de todo tiempo en su
Radio Marró, donde depositó todo ese sentirse amante de la música, del arte, de
las tertulias y la historia de Antofagasta, que defendió con convicción,
expresando siempre el claro concepto de la “ANTOFAGASTINIDAD”, que debiera
quedar en el mármol del recuerdo eterno, aunque es tan poco reconocida y conocida por la farándula de los políticos de todos
los colores y turnos, y que sigue en la indiferencia de los que tienen más amor a sus egos que al clamor ciudadano
y que persiguen solamente caer bien con
acciones auto preparadas y proclamadas paras sus personales intereses y
conveniencias.
La sinceridad y elocuencia de Don
Juan Antonio Marrodán, un ser noble que nos regaló cultura y conocimiento no
puede quedar en el olvido, rescatamos de su acción la transparencia,
honestidad, sencillez extrema y servicio
público gratuito, que tanta falta nos hace hoy en nuestra egocéntrica sociedad.
Es hora de rescatar los valores, de
vivir y luchar por lo “nuestro”, por ese amor a la ciudad que nos quiso regalar
siempre con sus acciones ejemplares,
dejando las ocasiones y los motivos que nos llevan a la ofensas, a las
descalificaciones, a causar heridas y divisiones por esos nefastos y odiosos intereses
político-partidistas de todos los sectores,
ayudando como sociedad a construir el proyecto de ciudad que queremos,
de todos y para todos, con verdadero amor
al norte, a la pampa, a la ciudad ,
sus calles y su historia y que
nos permita trabajar con esfuerzo y ahínco por esas cosas que nos unen en la esperanza de ser mejores y en poner en la mesa
los verdaderos intereses comunes de esta ciudad que tanto amó y que
tanto amamos, que no nos da oportunidad para aportar a su engrandecimiento,
pues las pocas puertas existentes, casi
siempre están cerradas.
El Maestro era certero y
aguijoneaba con la sinceridad propia de
hombre del norte, de la misma línea heredada de Don Andrés Sabella y que dejaban de lado sus ideales personales,
venciendo sus egos , para optar siempre a la opción mejor, que nos favoreciera
a todos los habitantes en este difícil y
complejo desarrollo de una ciudad que ha crecido más de la cuenta, y que vive
hoy el desorden y el caos en tantos ámbitos, y el desencuentro con las buenas
ideas que son del “otro”, porque no hay verdadera
voluntad común que nos una frente a esos ideales superiores.
“Se ha perdido una estrella”, (como
dice esa hermosa canción tarareada tantas veces en los labios del Master Marró
en su “Marró House”), pero se ha ganado un gran lucero, que puede ser el ideal
que buscamos para rescatar nuestro valor de ciudad, esa “Antofagastinidad”
propia de seres que aman el terruño que los cobija, y que une a los que nacieron, se criaron y proyectaron sus vidas o aquellos que se vieron
beneficiados por esta tierra nortina que
nos acogió con cariño y permitió la gran oportunidad de crecer, no solo a sus
habitantes sino también a aquellos que llegaron llenos de proyectos y sueños
a trabajar por esta tierra amada.
Esta ciudad es de todos, por todos y para
todos, pero hay que quererla y de una vez por todas trabajar unidos en torno a
sus ideales comunes, dejando las odiosidades y
sentimientos que solamente nos
conducen al fracaso y en nada
contribuyen al reencuentro con nuestras raíces.
Brille para todos el espíritu de Don
Juan Antonio en esta etapa, en que nos deja esa gran misión y tarea, de vivir
el orgullo de pertenecer a esta ciudad heroica, en la que sería bastante bueno
comenzar a ordenar nuestra ciudad, rescatar sus valores, cuidar su entorno,
rescatar los espacios públicos, volver a caminar soñando con los mañanas de
mejores amaneceres en esas tardes de tertulia disfrutando de la música de las bandas en
las retretas de las tardes de domingo,
abrazarnos junto a la nube de algodón azucarada que nos saciaba la fatiga, o guiñando a esa amada que
paseaba tranquila y llena de sueños y proyectos
por entre los dormidos jardines
de nuestra plaza tan abandonada y dejada
como tantos lugares en el olvido de las negligencias en que todos tenemos
culpa de no haber hecho nada.
Estuvimos allí en su hora de la
partida final, en el homenaje de
despedida al Maestro en ese “Teatro Municipal” “sin nombre”, que pese a
nuestras gestiones y proposiciones aun espera ser bautizado con otro grande de
la Música Docta, otro gran Maestro, Don. Rafael Ramos, que quizás también muera
en el intento.
Estamos endeudados con nuestros personajes, no
tenemos “tiempo” y ni siquiera espacios para su recuerdo, los escritos de
propuestas difundidos y repartidos en su oportunidad “duermen” en los fríos
cajones de escritorios de los que llamamos Ediles o Concejales hasta que pase
el furor de las “campañas” y nos hagamos un “tiempito”, para asumir los
verdaderos retos como ciudad de Antofagasta.
Debemos partir por el reconocimiento
de nuestra ciudad como la ciudad
histórica, la del “Mástil Gigante” (por desgracia vacío), cercano al muelle del desembarco del 14 de
Febrero; hacer los esfuerzos necesarios e izar definitivamente nuestra Gran
Bandera, el único símbolo válido para nuestra presencia en este litoral, en este Antofagasta bien
chileno.
(A propósito de la despedida: Estuvieron
los que tenían que estar, fueron los que debían y querían ir, pero faltaron los
necesarios, los que respaldan las buenas acciones, los que se empapan de
“Antofagastinidad”, los que hacen “vida” con su presencia el amor a la ciudad,
exceptuando a ese pueblo sencillo, que cantó con la Tuna, que escuchó los
comentarios de sus propios homenajes, distinguidas autoridades Universitarias
que se dignaron a acercarse, personajes
de la radio, y la prensa popular local, que tuvo la generosa idea de publicar
un “Adiós al Maestro” en primera plana, algunos “candidatos” a lo que se
aproxima, que no hicieron proselitismo, solo estuvieron silenciosos y
respetuosos y se hicieron el espacio en sus agendas para hacer “presencia” en
esos momentos que tanto necesita la familia, (los que se dicen amantes de lo
“nuestro” no estuvieron) sobre todo cuando se despide a un hombre público amado
y querido, apreciado y admirado, al que ni siquiera le permitieron la comodidad
de cerrar la calle por un par de horas
para trasladar su cuerpo al cementerio, pues hay tareas “más importantes” que despedir a
uno de los nuestros.
En fin, fue también una grata
oportunidad de reencuentro, con los amigos de la niñez del barrio de la calle
Prat, recordando a la tribu pequeña de los “Marrodán Garcia” que se sentaban en
la escala de la entrada de su casa cada tarde, o paseaban con el hombre que
daba trancos largos, como buen caminante y deportista con tantas cosas que
quedaron en su “Baúl de los recuerdos”, recordándolo incansable en sus labores,
amigo de sus queridos “amigotes querendones” del Liceo, con aquellos que cantaron compartiendo sus
canciones en las inolvidables tertulias donde la “Nelly” o esas más íntimas de
la “Marró House”, donde muchos
brindaron, soñaron y alzaron las copas para un futuro
prominente de Antofagasta y que nos
da la gran oportunidad de reiniciar con
nuevos bríos, pues nos queda en ese cielo de la esperanza, ese fulgor que debe
ser para todos hoy, el Maestro al que recordamos y nos guía dese el cielo,
prendido en el ejemplo como un gran lucero.
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