domingo, 16 de junio de 2024

Se ha perdido una estrella, en el firmamento.......

 “Se ha perdido una estrella, en el firmamento…..” (Publicado el 10 de Junio de 2024)

            Esa canción,  era como un bálsamo de respetuoso recuerdo  a la diva soñada, la bella e inalcanzable rubia  “Marylin”, que en medio del muy particular y original “sentido del humor”, tan propio de hombre íntegro y soñador, entonaba muchas veces en el silencio de su bulliciosa mente, en su cuarto de trabajo el Maestro Marró, junto al gobelino con  la encantadora sonrisa de la bella actriz del ayer, (una especie de amor “Platónico” con muchos seguidores), y que otorgaba belleza, paz, armonía y sano equilibrio  a la labor del artista “Marró”, el hombre de las comunicaciones, de las crónicas deportivas e históricas de su amada ciudad,  del compartir eterno de sus ideas y vivencias,  y que en el día de hoy van quedando ya casi en el olvido por no haber mucho interés(salvo el familiar o de amantes de Antofagasta) por mantener y preservar,  de las mil canciones de todo tiempo en su Radio Marró, donde depositó todo ese sentirse amante de la música, del arte, de las tertulias y la historia de Antofagasta, que defendió con convicción, expresando siempre el claro concepto de la “ANTOFAGASTINIDAD”, que debiera quedar en el mármol del recuerdo eterno,  aunque es tan poco reconocida y conocida  por la farándula de los políticos de todos los colores y turnos,   y que  sigue en la indiferencia de los que  tienen más amor a sus egos que al clamor ciudadano y que persiguen solamente caer bien  con acciones auto preparadas y proclamadas paras sus personales intereses y conveniencias.

            La sinceridad y elocuencia de Don Juan Antonio Marrodán, un ser noble que nos regaló cultura y conocimiento no puede quedar en el olvido, rescatamos de su acción la transparencia, honestidad, sencillez extrema  y servicio público gratuito, que tanta falta nos hace hoy en nuestra egocéntrica sociedad.

            Es hora de rescatar los valores, de vivir y luchar por lo “nuestro”, por ese amor a la ciudad que nos quiso regalar siempre con sus acciones ejemplares,  dejando las ocasiones y los motivos que nos llevan a la ofensas, a las descalificaciones, a causar heridas y divisiones por esos nefastos y odiosos intereses político-partidistas de todos los sectores,  ayudando como sociedad a construir el proyecto de ciudad que queremos, de todos y para todos, con verdadero amor  al norte, a la pampa, a la ciudad ,  sus calles y su historia  y que nos permita trabajar con esfuerzo y ahínco por esas cosas  que nos unen en la esperanza de ser  mejores y en poner  en la mesa  los verdaderos intereses comunes de esta ciudad que tanto amó y que tanto amamos, que no nos da oportunidad para aportar a su engrandecimiento, pues las pocas puertas existentes, casi  siempre están cerradas.

            El Maestro era certero y aguijoneaba  con la sinceridad propia de hombre del norte, de la misma línea heredada de Don Andrés Sabella y que   dejaban de lado sus ideales personales, venciendo sus egos , para optar siempre a la opción mejor, que nos favoreciera a todos los habitantes en este difícil  y complejo desarrollo de una ciudad que ha crecido más de la cuenta, y que vive hoy el desorden y el caos en tantos ámbitos, y el desencuentro con las buenas ideas que son del “otro”,  porque no hay verdadera voluntad común que nos una frente a esos ideales superiores.

            “Se ha perdido una estrella”, (como dice esa hermosa canción tarareada tantas veces en los labios del Master Marró en su “Marró House”), pero se ha ganado un gran lucero, que puede ser el ideal que buscamos para rescatar nuestro valor de ciudad, esa “Antofagastinidad” propia de seres que aman el terruño que los cobija, y que une a los que  nacieron, se criaron y  proyectaron sus vidas o aquellos que se vieron beneficiados  por esta tierra nortina que nos acogió con cariño y permitió la gran oportunidad de crecer, no solo a sus habitantes sino también a aquellos que llegaron llenos de proyectos y sueños a  trabajar por esta tierra amada.

             Esta ciudad es de todos, por todos y para todos, pero hay que quererla y de una vez por todas trabajar unidos en torno a sus ideales comunes, dejando las odiosidades y  sentimientos que  solamente nos conducen al fracaso y  en nada contribuyen al reencuentro con nuestras raíces.

            Brille para todos el espíritu de Don Juan Antonio en esta etapa, en que nos deja esa gran misión y tarea, de vivir el orgullo de pertenecer a esta ciudad heroica, en la que sería bastante bueno comenzar a ordenar nuestra ciudad, rescatar sus valores, cuidar su entorno, rescatar los espacios públicos, volver a caminar soñando con los mañanas de mejores amaneceres en esas tardes de tertulia  disfrutando de la música de las bandas en las  retretas de las tardes de domingo, abrazarnos junto a la nube de algodón azucarada que nos  saciaba la fatiga, o guiñando a esa amada que paseaba tranquila y llena de sueños y proyectos  por entre los dormidos  jardines de  nuestra plaza tan abandonada y dejada como tantos lugares en el olvido de las negligencias en que todos tenemos culpa  de no haber hecho nada.

            Estuvimos allí en su hora de la partida final, en el homenaje  de despedida al Maestro en ese “Teatro Municipal” “sin nombre”, que pese a nuestras gestiones y proposiciones aun espera ser bautizado con otro grande de la Música Docta, otro gran Maestro, Don. Rafael Ramos, que quizás también muera en el intento.

             Estamos endeudados con nuestros personajes, no tenemos “tiempo” y ni siquiera espacios para su recuerdo, los escritos de propuestas difundidos y repartidos en su oportunidad “duermen” en los fríos cajones de escritorios de los que llamamos Ediles o Concejales hasta que pase el furor de las “campañas” y nos hagamos un “tiempito”, para asumir los verdaderos retos como ciudad de Antofagasta.

            Debemos partir por el reconocimiento de nuestra ciudad como  la ciudad histórica, la del “Mástil Gigante” (por desgracia vacío),  cercano al muelle del desembarco del 14 de Febrero; hacer los esfuerzos necesarios e izar definitivamente nuestra Gran Bandera, el único símbolo válido para nuestra presencia  en este litoral, en este Antofagasta bien chileno.

            (A propósito de la despedida: Estuvieron los que tenían que estar, fueron los que debían y querían ir, pero faltaron los necesarios, los que respaldan las buenas acciones, los que se empapan de “Antofagastinidad”, los que hacen “vida” con su presencia el amor a la ciudad, exceptuando a ese pueblo sencillo, que cantó con la Tuna, que escuchó los comentarios de sus propios homenajes, distinguidas autoridades Universitarias que se dignaron a acercarse,  personajes de la radio, y la prensa popular local, que tuvo la generosa idea de publicar un “Adiós al Maestro” en primera plana, algunos “candidatos” a lo que se aproxima, que no hicieron proselitismo, solo estuvieron silenciosos y respetuosos y se hicieron el espacio en sus agendas para hacer “presencia” en esos momentos que tanto necesita la familia, (los que se dicen amantes de lo “nuestro” no estuvieron) sobre todo cuando se despide a un hombre público amado y querido, apreciado y admirado, al que ni siquiera le permitieron la comodidad de cerrar la calle por un par de horas  para trasladar su cuerpo al cementerio, pues  hay tareas “más importantes” que despedir a uno de los nuestros.

            En fin, fue también una grata oportunidad de reencuentro, con los amigos de la niñez del barrio de la calle Prat, recordando a la tribu pequeña de los “Marrodán Garcia” que se sentaban en la escala de la entrada de su casa cada tarde, o paseaban con el hombre que daba trancos largos, como buen caminante y deportista con tantas cosas que quedaron en su “Baúl de los recuerdos”, recordándolo incansable en sus labores, amigo de sus queridos “amigotes querendones” del Liceo,  con aquellos que cantaron compartiendo sus canciones en las inolvidables tertulias donde la “Nelly” o esas más íntimas de la “Marró House”, donde muchos  brindaron, soñaron y alzaron las copas para un  futuro  prominente de Antofagasta  y que nos da la gran oportunidad de reiniciar  con nuevos bríos, pues nos queda en ese cielo de la esperanza, ese fulgor que debe ser para todos hoy, el Maestro al que recordamos y nos guía dese el cielo, prendido en el ejemplo como un gran lucero.











 

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