jueves, 28 de septiembre de 2017


Historias de juegos, de amor, de cigarros a escondidas.....¡¡Tanto que hablar de los callejones!! de las ¡¡"cocinas"!!. Allí estaba retratada nuestra realidad de pueblo sufrido, de máquinas ruidosas, de molinos eternos y trabajo incesante, pero también estaban los sueños; el haber vivido allí, nos hace humildes, pero también nos enseñó el valor de la vida y la superación, el creer con fe y esperanzas que siempre podemos salir adelante, con el mismo esfuerzo, con el mismo cariño pero sin olvidar de donde somos, alma de caliche, esencia de la pampa, del lugar donde nace la magia, de la sana amistad, del amar sin condición, de vivir en un cielo que solo conocen los que allí nacieron, vivieron y sufrieron. También nos sirvió para luchar contra las injusticias, que no sólo se vivieron allí, aún hoy en pleno siglo XXI, nos dice que la "opción por los más pobres" sigue siendo una utopía, que requiere una necesidad urgente de cambio profundo de pensamientos y sentimientos, donde valoremos a cada ser por lo que es y no por lo que tiene, para que podamos compartir entre todos las riquezas que Dios en su infinito amor nos ha regalado y que sigue siendo el manjar de algunos, sobretodo de aquellos que han TRAFICADO con la pobreza para enriquecerse vilmente abandonando la causa de los que verdaderamente necesitan, aprovechando muy bien sus discursos, y en eso los políticos, de todos los colores y sectores, no han sido consecuentes con su pueblo y con sus principios de equidad que tanto pregonan a la hora del voto y la campaña. Allí el sueño del obrero se vistió de distintas banderas, pero nadie cumplió lo prometido, y se enfrentaron unos a otros buscando sus destinos.¡Este es mi pueblo pampino!, con sus callejones pobres y sus tachos llenos de las migajas del trabajo y de lo duro del tormento, pero allí se alza el alma de los pampinos para creer que siempre es posible un mejor mañana, y que sólo el trabajo, el espíritu de la solidaridad y la convicción de ser mejores nos levanta, sobre todo en el abrazo al obrero, al de mayor o menor condición, porque todos estamos hermanados por los sueños y todos han sido parte de ese trabajador que lo dio todo por nada, alma de soldados de la industria, dándose en todo por lo que que pudiera mejorar su futuro y principalmente el de sus hijos, que son las generaciones de pampinos de hoy. Alguna tarde antes de partir, debiéramos sentarnos en esos callejones, brindar con el vino generoso por todos esos amores que por allí se besaron a escondidas, por todos aquellos que llegaron en la medianoche muy cansados, a besar nuestros rostros de hijos del rigor; ese día podríamos cantar el himno de la alegría, porque hemos perdonado, a pesar de haber sufrido, pero también hemos amado, razones suficientes para un nuevo comenzar, un nuevo amanecer y una nueva esperanza de vivir, sobretodo para los que están creciendo y vienen con el mismo equipaje que nosotros iniciamos la vida y con ese bagaje de experiencias y amor, alegrías y tristezas, de "dulces" y "amargos" que nos llevaremos por siempre si es que existe, a esa otra vida, la eterna. Los basureros de la pampa son la extensión de nuestras almas, de nuestras manos, de nuestros sueños. Allí quedaran revueltos entre las cartas amarillas del pasado y los vales de los miseros salarios, el deseo de siempre ser mejores, de tener ese espíritu necesario de la superación ante los obstáculos de la vida, porque es la única forma de vencer las pobrezas, las falencias y los abusos de todos los tiempos, sólo con amor, esfuerzo y decisión, podremos algún día mejorar lo que somos o aspiramos. Mientras tanto nos queda el gusto de haber girado muchas horas de juegos en torno a los tesoros de los basureros, porque en ese desierto salino y solitario, todo fue como un cielo, tan claro y profundo donde el hombre y la mujer de la pampa fueron nuestras estrellas, y nuestros matinales luceros. (Foto que copié de la red....)

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Al profesor Leoncio González


Leoncio Juan González Torrealba (Escrito en su muro) 9 de septiembre a las 15:23 · Mi apreciado amigo y profesor de tantos años. Hoy ha sido día de silencio. Nunca pensé que reencontrarme con su amistad y cariño por estas "modernidades", nos llevaran a un día como hoy, después de tanto compartir vivencias y recuerdos en nuestros chat nocturnos, casi de poetas imbuidos del ayer, recordando cada brizna del polvo calichero de nuestra amada oficina Maria Elena, donde construimos familias, historias, hogar. ampres y tantas cosas que compartimos con la alegría de sentirnos en el alma seres llenos de vida y juventud. Por eso que hoy, al saber de su partida, y también porque le extrañaba hace bastantes días su ausencia en la conversa generosa y amigable,en el trago imaginario del brindis de nuestra amistad, rodeados de todos sus amigos y colegas, que tanto le apreciaban, o de todas su familia y seres queridos, también presentes en esta mesa de amor que compartimos unidos a sus temas preferidos de la educación y esos sueños que quedaron por cumplir, siento en el corazón lo mismo que han expresado sus más amigos, sus más directos, sus compañeros de jerga o de jarana, los que estuvieron en esa intimidad de una tarde de tertulia oyendo de sus labios muchas historias que no alcancé a conocer. Pero todos, han sentido lo mismo que yo, esa soledad de escribir en su muro, lo que no tendrá la oportunidad de leer, pero que encierra nuestra admiración y respeto por todo lo que hizo. Yo fui su alumno, y en ese Séptimo "A" de ese año en que usted recién llegaba a trabajar y que tantas veces conversamos por este medio. sobretodo cuando le recordaba que, habiendo conocido en ese tiempo su egreso algunos años como un distinguido oficial de Carabineros, y que decidió cambiar por el amor a la educación, nos ocurrió esa mañana de clases, en que antes de entrar a las sala, hicimos un Juramento de honor entre sus alumnos, que cuando usted pasara la lista ara comprobar nuestra asistencia, diríamos cada uno y orgullosos de usted. PRESENTE MI TENIENTE. Eso fue un acuerdo, de jóvenes que ya le admiraban. Cuando usted empezó a cantar la lista, y llamó a AVALOS.(ausente), BECERRA, (ausente) HONORES..(Benjamin que falleciera años posteriores aplastado por un camión en un triste accidente en la panadería)...y HONORES SALTÓ DE ALEGRÍA Y DE JÚBILO Y GRITÓ CON TODO SU CORAZÓN DE NIÑO: "PRESENTE MI TENIENTEEEEEE", pensando que usted sonreiría y que eso le traería algún buen recuerdo de su vida al servicio de la comunidad como oficial de distinción, y mientras pasaba la lista, y al oir ese cariñoso "MI TENIENTE", sus vellos abundantes y oscuros de los brazos de su piel se erizaron, parecía que ya no iba a sonreír. Miró con ojos huracanados al frente buscando la procedencia de esa voz, lanzando sus bocanadas del humo del cigarro recién encendido al ambiente, y cruzando su mirada con Benjamin, que lo miraba compungido, sonriente y temeroso, hasta que espetó usted, serio y sin gran emoción: "¡¡PARA AFUERA!!". Siguió pasando la lista, Benjamin se retiró cabizbajo, perdería sus preferidas historias de las conquistas de los Mongoles y del Imperio Otto Romano de su entretenida clase de historia, mientras la cobardía de los que fuimos los "hermanos juramentados" afloró con los siguientes apellidos por abecedario del libro, y desde la H hacia la Z, dijimos todos,( yo en la letra G)...¡¡,PRESENTE...SEÑOR.!! Cuando conversamos esa historia, su risa escrita en el chat quedó inscrita con un largo y escueto: jajaaajajajajajaja, que al leerlo no tiene sentido, pero que es perfectamente comprensible para los que charlamos seguido en esta red. No podremos olvidarlo amigo, perdón que le llame amigo, por que lo miré siempre allá "arriba", como nos enseñaron ustedes los profesores de ese tiempo, pero que también nos enseñaron a estar muy cercanos en los momentos de grata conversa. Muchos le amaron, seguro también algunos quedaron con alguna inquieta espina, el celo del maestro nunca lleva sentido de ofensa ni menos en la difícil obra de iderar como lo fue la Dirección del colegio. En fin, espero que baje alguna tarde a ver si lee esto y sonríe, pero no solo esto que es tan simple, sino que estreche en los sueños a todos los que dejaron por aquí algún mensaje de cariño, por que de verdad, no podremos olvidarlo, sería injusto eso.Y si de rememorar su vida entre nosotros se trata, lo recordaremos como lo que era, un hombre integro, juicioso y correcto. Abrazos al cielo y reciba un abrazo en su ausencia su distinguida esposa Etelvina y su querida y amada familia.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Hora de nostalgias...


Esta es la hora de las nostalgias…..Cuando el reloj comienza a acercarse a la medianoche y una suave música suena en tus oídos, entonces comienzan a bajar esos fantasmas de recuerdos y nostalgias, y te elevas de pronto en un cielo estrellado buscando la simpleza de la vida, te dejas llevar por la brisa de la noche y tu corazón se convierte en un ave nocturna que se desplaza en el silencio, apreciando la grandeza del firmamento y disfrutando de la ciudad encendida en todo su esplendor, con esas líneas de tráfico que arrastran luces y sombras, y allá en el alto cielo ves las siluetas de las personas que amas, las que te acompañan cada día en la aventura de tu vida, y que comparten tus sueños y existencia y que velan cada noche tu recuerdo con una oración al Padre de los cielos. Allí es cuando uno quisiera que la vida se repitiera, comenzara de nuevo, se iniciara en un nuevo nacimiento pero con la sabiduría de los años, para no cometer tantos errores, para no caer en tantas depresiones, para mirar con optimismo el nacimiento del día y en el ocaso de la tarde extender las manos al cielo e inclinar la cabeza, para recibir del Altísimo la bendición que te permitirá acompañarte a ti mismo, en esa dimensión tan desconocida. Son precisamente estas horas, cuando el crepúsculo dio paso definitivo a la noche, que quieres apartarte de todo aquello que te distrae de tu condición natural, es decir de todo lo que entorpece el maravillosos silencio, la ansiada soledad, la pacífica reflexión, en la que vas buscando esa luces que aclaran las inquietudes de tu alma y que muchas veces atormentan inútilmente tu existir. Es la oportunidad también de dar gracias a Dios por este nuevo día vivido que agoniza en la oscuridad y nuestras alas, nos llevan a buscar esa grata compañía de ese ángel que siempre está contigo, que en el silencio y en la distancia te envía un pensamiento y una dulce energía que te va dando esa sensación de nunca estar solo, todo lo contrario, disfrutar de su dulce y cercana y distante compañía. Gracias Dios. Nunca es tarde en la vida, cada día son sólo etapas cumplidas, pero con los años de das cuenta que muchas veces se te opacan los sueños, que se diluyen entre el horizonte las esperanzas y que todo lo bueno que hay en ti, si no te das cuenta de su valor, sencillamente se derrama en los caudales del olvido y en los mares oscuros. Hay que vivir hoy, volar, soñar y cantar. No podemos seguir viviendo con nuestra mirada en los relojes del tiempo, y comenzar cada mañana viviendo por vivir. Debemos tener sueños, debemos crecer, aunque el frío tiempo congelado en el ayer, se vaya derritiendo poco a poco hasta consumir tu corta existencia. Vivimos muy poco, soñamos muy poco amamos muy poco, tememos decir a nuestro prójimo que lo amamos con ternura, con ese amor perfecto que no busca placer sino servir, no tenemos la valentía necesaria para asumir que pudiendo ser felices nos vamos quedando por el bien de los demás y abandonándonos a nosotros mismos y quedándonos ocultos, porque creemos que el tormento, la renuncia, el doblegarse, es parte de un amor que en realidad no existe. Nada hay más doloroso que los amores obligados y dejados en los jardines por si llega el agua a hacerlo florecer. El amor debe ser una lluvia permanente de oraciones, de caricias espirituales, de sentimientos que se expresan con lo mejor de los que somos, con la actitud, con la voluntad y con todas esas delicadezas que se nos han dado para expresarlo y entregarlo sin jamás esperar nada a cambio. Amar nuestro pasado y vivir con el corazón conectado a la propia existencia sin buscar el sol de cada día nos hace seres amorfos, sin destino, vivir como las hojas que las arrastra el viento sin dirección ni objetivo es ser vanos en los intentos.No debemos ser hojas sueltas, debemos ser viento, y arrastrarnos o elevarnos con la libertad de los hijos de Dios, para alcanzar en las noches las estrellas o en el día el sol, como una necesidad de entregarnos a nuestras propias luchas y vencer nuestras propias batallas en pos de nuestra propia felicidad, la que a veces queda enredada en las circunstancias de la vida, y que termina muriéndose de pena en los jardines de la soledad que cada uno a veces se construye en el rincón de su propia conciencia con un sentimiento de culpabilidad. Hoy es dia de nostalgias nocturnas, las que se repiten como las pesadillas de los sueños y que nos hacen saltar sobresaltados, pero también debemos transformar ese sentimiento en una esperanza que nos lleve a descubrir un nuevo dia, donde podamos sonreir y entregarnos a lo único que nos debe importar. Amar y servir y que en el fondo, ambas cosas significan simplemente vivir.

EL “YAYO SILVA”


       No había tenido la ocasión de compartir con ustedes, por razones de no estar muy al día en estas “modernidades” cibernéticas de los llamados computadores o en estas “redes sociales” que a veces nos dejan en “jaque”, obligándonos a llamar a los “nietos” para que nos ayuden buscar el “Word”, o descubrir en qué lugar quedó guardado nuestro valioso documento. Sin embargo, esta tarde de septiembre, he tenido el agrado de recordar, en medio de tantas notas que se publican en los conocidos “Muros”, a ese hombre, sencillamente maravilloso, al cual tuvimos la oportunidad de conocer, y del cual guardamos los más hermosos recuerdos de nuestra vecindad en María Elena.
    
     Fue el amigo, el querido vecino, el inteligente "Yayo" Silva, que compartía las grandes responsabilidades como hijo en todas las tareas que emprendía su querida madre, para mí la muy amada y recordada Sra. Raquel, (“casi” mi madre adoptiva.) No es propicio decirlo, pero tampoco puedo callarlo y lo digo en tono convincente y muy afirmativo que ella para mí fue también como un angelito enviado del cielo en esos tiempos de la feliz infancia: ¡En verdad, no hubo ninguna navidad pampina en mi hogar, en que ella no se hiciera presente!, (éramos, muchos hermanos y el esquivo “viejo pascuero”, a veces tenía otros más importantes “pedidos” que cumplir y se pasaba por alto nuestros deseos). Como yo estaba ya acostumbrado a esa ausencia del pascuero y sus tacaños renos, que tampoco conocía y que más me parecían ser como esos bicharracos plomos llamados burros, que atravesaban una larga senda nocturna desde los corrales de “Cuchillón” y que conocí cuando los sorprendíamos con los amigos del barrio de Luis Acevedo, buscando algún alimento en los tarros basureros de los cercanos callejones. Muy en el fondo de mi corazón de niño, abrigaba siempre esa esperanza cierta, que la Sra. Raquel me regalaría - y como todos los años - ese tan necesario “entrepiernas”, (short de baño) y esa toalla que me acompañaría en la temporada de baños veraniega ó en los paseos de ensueños al rio Loa, generalmente a las piscinas y en el tradicional paseo estudiantil al litoral tocopillano, “Punta Blanca”. No debo ser mal agradecido, pero también la “Compañía” y su comité de navidad, nos regalaban casi todos los años, esos “palitroques” de monos plásticos embolsados con pelotas reventadas, que duraban sólo una tarde de nuestros eternos juegos. Nuestra relación familiar más directa en esta historia del “Yayo” Silva, fue con la entonces pequeña "Quela", la amiga de nuestros juegos y también en años posteriores mi compañera de colegio. Sus hermanos, Eduardo y Julio, eran muy famosos en María Elena. Los vimos creciendo sobre nosotros, educarse, entregados al deporte, a la docencia, y al trabajo administrativo desarrollados con excelencia. El “Yayo” tenía una letra espectacular y escribía a pulso los más hermosos letreros y Diarios Murales de colegio o “avisos” de casa, con una envidiable caligrafía que solamente hoy se puede ver en las cómodas y caras impresiones a tinta de las máquinas modernas conectadas a los computadores. Era un artista en vivo y en directo. De hecho, y recuerdo como hoy, varios cursos que nos hizo como alumnos de la escuela, enseñándonos distintos tipos de “letras” y formas de escritura, que no eran su ramo fuerte o principal, pero que dominaba con pasión extrema. Siempre fue para nosotros un gran ejemplo. Como le decía, porque además de ser muy trabajadores, se prepararon con mucho sacrificio. Don Eduardo Silva Valencia, el profesor, era serio tal vez estricto, como lo eran todos nuestros amados y recordados maestros “Normalistas”, pero un maestro distinguido, noble y muy buena persona. Además de tener fama de ser buen educador, tenía esas condiciones innatas de líder natural, que con sólo mirarnos uno sabía que nos llevaría siempre por un buen camino; fue un gran y eximio deportista. No hay ninguna forma,- si se es pampino- no saber de ellos, no haber oído nunca de los hermanos Silva y en especial del querido Yayo, porque está en el alma y la retina de los recuerdos de los pampinos. Entre sus tantas virtudes, estaba la de ser un muy buen jugador de básquetbol; Ágil, buena “puntería” para “encestar” y fuerza para “contener”, luchador incansable y trabajador en la cancha, compartiendo las acciones de sus juegos como parte del equipo. Su hermano Julio, también desarrolló y practicó con mucho corazón y garra esa pasión deportiva y que en nuestra “Oficina” Salitrera, para nosotros nuestro “pueblo”, nos permitían reunirnos algunas tardes de solaz y esparcimiento, en la gran diversidad de deportes que allí se practicaban, y que eran la actividad más importante que realizaban los hombres y mujeres de la pampa después de entregar sus horas generosas al trabajo. Ni hablar de ser padres ejemplares y que se daban el tiempo para pasear con nosotros los domingos por la plaza, comprarnos el terno y los zapatos nuevos para el “Dieciocho” o  vernos en las representaciones artísticas en los actos culturales de la biblioteca o del colegio. Hay, en la vida del profesor amado y admirado, una historia que para mis ojos de niño de ese ayer y sobre todo en la madurez de hoy cobra gran importancia especialmente para quienes son hoy sus hijos de los cuales sólo tengo el gusto de conocer a quien fuera nuestro Conscripto como estudiante en el Glorioso “Esmeralda” en la ciudad de Antofagasta, el pequeño Eduardo. Esta parte de su vida tan personal y de la cual no tengo ni un derecho de tocar pero que está en la verdad de la historia, es que en la vida del maestro, hubo un sol, que le llevó por esos senderos del más puro amor; de ese amor del bueno, del puro, del que se rodea de encantos y de ilusión, de ese amor de las historias que a veces disfrutábamos en esas tardes de matineé en el Teatro, especialmente esas con príncipes y princesas que despertaban de sus largos letargos con un beso y cantaban las aves y florecían las flores animadas. Sé que estas palabras no debiera escribirlas, tal vez por ser tan íntimas, pero es que no puedo dejar de pensar en lo grande que fue el YAYO SILVA....Él construyó en esa pampa, y como todo ser mortal que desea proyectar su amor, una hermosa familia, con mucha alegría e ilusión. Le conocimos en los días que feliz "pololeaba" con la más bella dama que hubiéramos tenido la oportunidad de conocer los pequeños pampinos de esos años. Una Reina por cierto y cuya belleza fuera publicada en alguna contraportada de la revista “Pampa”, que tanto disfrutábamos, sobretodo en el tema de la página dedicada a “Nuestros Niños” y que si mal no recuerdo tenía como distintivo la silueta de un pequeño soldado con gorro de papel marchando sin destino. La más bella novia, de la cual también podríamos escribir interminables palabras, porque más allá de su belleza, era bella de alma, mujer tremendamente noble y muy querida, que en verdad yo conocí solo a la distancia, en esas horas que los veía felices paseando en dirección a alguna casa. A veces, y como soy un hombre absolutamente creyente, esas cosas de Dios nos impresionan. Encontrarse el tal para cual, no fue casualidad, fue la historia más romántica de la época. Quiera Dios que exista algún cronista con aires de escritor, para que rescate de la pampa esas cosas maravillosas y únicas historias; esas que hablan de amor, de familia, de trabajo, de compromiso de conquistas sociales: De esas situaciones que forjaron al hombre y la mujer como seres de bien construyendo vidas de esfuerzo y de ilusiones, y no aprovechen el tan bajo recurso de esas historias mundanas que nosotros muy bien conocemos, pero que no eran lo más importante de nuestras vidas, salvo aquellas acciones que significaron conquistar temas de equidad y justicia social tan necesarios para una sociedad equlibrada y correcta, en un mundo que ya en ese entonces era injusto y que por la experiencia de los años, sigue siéndolo, aun cuando los que gobiernen se pongan como título pertenecer a esa clase explotada, y que en el fondo se burlan de esas aspiraciones y sueños. Los más desvalidos y pobres, siguen esperando.
     El Yayo Silva, era de figura afable, su caminar siempre agitado, “hiperkinético” dirían hoy. Nunca se cansaba. Al parecer siempre emprendía una búsqueda en su marcha siempre afanado, marcando “deportivamente” su tranco y avanzando en un compás que era su principal característica de hombre siempre ocupado, enhiesto, seguro, muy tranquilo y confiado de su camino. Fue siempre para nuestra familia un ejemplo en el largo tiempo que pudimos vivir como vecinos a su lado, frente a frente de nuestras casas, separados por ese característico pasillo, llamados “las cocinas”, y en donde lo vimos cada tarde, cada mañana, o cada noche en una carrera que iba y venía, subía y/o bajaba, a veces oíamos su risa y su vozarrón característico, o lo veíamos apoyado en el pequeño bar del Rancho “Chuqui”, siempre acogedor y limpio, y con esos aromas deliciosos que surgían de los grandes fondos donde se cocinaban las más deliciosas cazuelas y donde salían a mediodía esas viandas humeantes y olorosas, llenas del alimento necesario para renovar las fuerzas de esos brazos fuertes del trabajador minero, que sí hacía honor a su condición de hombre fuerte puesto que horadaba las rocas de caliche, con más esfuerzo humano que tecnólogico. Esos olores, llegaban a bocanadas a nuestro humilde comedor, tan cercano, donde nunca nos faltó el alimento, pero, que en medio de esa fantasía de aromas, nos aumentaba el apetito.     El maestro Silva era un gran profesor y un caballero de “tomo y lomo”, cooperador, sencillo, correcto. Un hombre de bien. Lamentablemente lo dejé de ver en un tiempo importante porque tuvimos que venirnos a la gran ciudad, buscando mejores esperanzas y horizontes para nuestra familia. Muchos años pasaron, diría más de veinte de nuestra salida de la pampa. La última vez que lo ví, me enteré de algunos detalles referidos al dolor de la pérdida de su esposa, la bella pampina que le cautivó el alma y de la cual él fue su siempre eterno enamorado. Ese encuentro de tantos años, estuvo ligado a su hijo, que como decía más arriba, cumplió su servicio militar en el Glorioso Regimiento “Esmeralda”. ¡Qué gran padre era también don Eduardo! Concurrió muchas veces a las ceremonias que se desarrollaron en el “Patio de Honor” de la Unidad. Le vi siempre optimista, sonriente, lleno de vida, pero marcado en el rictus de sus labios, la ausencia de su esposa amada, nos abrazamos con ese cariño propio de pampinos en el reencuentro. Para ser sincero, fue la última vez que lo vi, lleno de entusiasmo y esa alegría de sentirse orgulloso de su hijo soldado. Nos dejamos de ver. Por esas noticias que trae a veces el viento me enteré de su partida. Una partida muy repentina tal vez, porque no sé si alcanzó a disfrutar a alguno de sus nietos. En varias ocasiones he visto en las páginas y grupos pampinos, sus fotos. Fue siempre el mismo y así lo recordamos. Coloquial, amoroso en su trato, orgulloso de su origen y raíz, un gran pampino que hizo de su vida lo que quiso, y entiendo, porque tampoco conozco en detalle el desenlace de la partida prematura de su bella esposa, es que fue siempre un hombre feliz criando al parecer a sus hijos con la siempre marcada sonrisa de sus labios y ese espíritu paternal, que lo caracterizó como una bella y hermosa persona. No sé si decirle que descanse en paz querido maestro. Porque sé que está junto a quienes más amó en su vida y que está cada día contemplando desde el cielo a todos esos amores que le quedaron pendientes en caricias y cariño, pero que lo recuerdan con ese amor de hijos agradecidos y de amigos para siempre. No sé cómo decirles a sus hijos, que lo vieron como niños y que disfrutaron de sus caricias y del calor de sus manos, que su padre fue un hombre fiel e inmortal para sus amigos. No sé qué decirles a los nietos, que tienen como herencia en las huellas de su propio ADN, el sacrificio de su abuelo, como herramienta para surgir, el trabajo como única forma de conquistar los sueños, y sobretodo el amor, como mágico encanto para amar sin condición a todos quienes le rodearon y ene special a su amad esposa, y tampoco sé decir la importancia de que nos ha dejado el recuerdo inolvidable de un personaje activo, sencillo, hasta humilde porque nunca negó sus raíces, pero fue tremendamente importante para esa pequeña sociedad pampina de nuestro ayer, y que seguirá siempre, hasta la hora de nuestra partida, revolviendo los pensamientos del recuerdo y que se enredan con historias infantiles o adultas, deportivas o de amor, en esa masa gris de nuestro cansado cerebro….

 

 

9 DE SEPTIEMBRE DE 2017….
















VIVIR FELICES HOY....


…MAÑANA PUEDE SER TARDE… La vida, supone un accidente biológico inicial en que un esperma fecunda un óvulo y a partir de esa concepción natural comenzamos a crecer y desarrollarnos sin darnos cuenta de lo que vivimos en ese cubículo pequeño del vientre materno, donde comenzamos a gestarnos, a crecer, a alimentarnos, y envueltos en un líquido que baña nuestra piel , nuestros brazos que se forman, nuestros ojos que permanecen cerrados y un pequeño cuerpo que flota en el líquido amniótico, sin comprender siquiera cual es la esencia misma de la vida, pero estamos allí subsistiendo, con nuestro corazón palpitando para nutrirnos y poco a poco crecer hasta completar el ciclo natural para partir hacia la nueva luz por el túnel de la vida que nos lleva a la luz de una vida distinta a nuestro mundo interior o anterior. Si alguien tuviera conciencia de ello en esa etapa, sería traumático llegar a ese minuto del parto y sentir que los líquidos se vacían de nuestra tranquila morada, tal vez como un remolino que nos arrastra a un abismo y comenzamos a luchar corriendo por ese desagüe, túnel oscuro y profundo y que nos obligará en un momento determinado a gritar para hacernos presentes en este nuevo universo que no conocemos y que es el inicio de un paso obligado, por un sendero largo que llamamos vida terrenal y que consume nuestras energías, nuestra célula y nuestro propio ser. No sabemos en que punto podemos sentir le vida. La vida misma se manifiesta en el momento de la concepción, pero tener el sentido de la vida lo vamos descubriendo a partir de la conciencia. Y es allí entonces cuando comenzamos cada cual a sentir lo que es la vida, en el hambre inicial, en el llanto, en los dolores corporales en la conciencia pura de sentir lo que somos. Hay que pasar por varios estados propios del desarrollo para irnos dando cuenta de lo que hacemos en este paso de la vida, y cuando no tenemos la claridad, educación, guía paternal, no sabemos en definitiva cual es nuestro destino. Esta comprobado que el hombre busca cada día la felicidad. En ese estado de conciencia, volcamos nuestra fuerza para ser felices. La vida nos enseña que en el final los momentos más felices, fueron siempre los de mayor sencillez y los de menos opulencia. Por ello que en esta reflexión buscamos decir a ustedes, amigos y amigas, que la vida esta hecha de cosas simples, tan simples y sencillas y que debemos ir descubriendo para lograr esa felicidad que todos buscamos. Es una prueba fehaciente y verdadera que debemos buscar valores simples. Un gran valor material otorga, más que felicidad, preocupación. Una gran cantidad de bienes y recursos obligan a mayor inversión en seguridad, en control, mayor cuidado y preocupación mayor inversión y a la larga nada se disfruta. Nos pasamos la vida cuidando bienes que al final se quedan en esta misma morada terrenal dejando con ellos sacrificios y renuncias pero no nos llevamos nada de nada. Una buena fórmula para ser feliz, es no ambicionar nada. Cuando la ambición esta fuera de nuestras vidas, lo que llega es tan bien recibido y sentimos el valor de nuestra libertad. Eso no tiene nada que ver con la injusticia social o la falta de recursos para la vida de la personas, que es otra historia y que merece un largo comentario por la mejor vida de los seres del planeta. No hay que apegarse a nada. Nada nos pertenece, ni la vida misma. Todo tiene su punto de inicio y su punto final. Tener buena salud, por ejemplo, es un privilegio. Con salud se puede trabajar luchar, vivir. La memoria individual de las personas en sus mejores recuerdos de la vida y de la felicidad de la misma, están inicialmente ligados a la infancia. El amor de su familia, los momentos de compartir los momentos de disfrutar. Tal vez un globo, una pelota, un paseo, un castillo de arena en la playa. Juegos, momentos de felicidad plena. Un niño que aprende en su infancia a ser feliz con poco va también siendo generoso, y su propia vida feliz la vuelca en su propio matrimonio en su propia procreación. Sin duda la felicidad es esquiva cuando no somos agradecidos. Agradecer a la vida como cantaba Violeta, por todo lo que nos ha dado, la mirada, el olfato, los sentidos, la sonrisa. Esa es la esencia. Ojala podamos reflexionar con este valor de ser felices en la vida, considerando que en mucha gente tiene todo y no lo es, o mucha gente se esfuerza y dobla su espalda y dignidad por el dinero, buscando incasablemente día a día los recursos que le darán estabilidad económica y bienes con lo cual relaciona desesperadamente la búsqueda de su propia felicidad. Luchar, ser cauto en los negocios, ser un ser equilibrado es legitimo, es también un valor el de aprender, crecer, crear y también recibir. Pero no es lo más importante tener por tener. Dicen que en dar también está la felicidad. A veces con tan poco podemos hacer felices a los demás: Una sonrisa, un afecto, un buen abrazo un buen consejo y un te quiero con el alma nos lleva a sentir en el corazón que somos felices dando lo poco o nada que tenemos. Vivamos para ser felices y demos felicidad a los demás con nuestras actitudes. Creo que es lo que cuenta, por que como llegamos a la vida, así nos vamos, como nacimos, asimismo nos morimos y los cementerios están llenos de gente que quiso tener, ambicionar y guardar, y allí se quedaron para siempre sus cuerpos, y para allá van los nuestros. Eso tampoco puede ser tomado con un espíritu agorero, hasta en el morirse hay felicidad si es que buscamos en ese minuto un sentido verdadero. Al nacer, decíamos al principio, pasábamos por el túnel inhóspito e infructuoso de la vida interior del cuerpo de nuestras madres a esta luz que nos entibia. A la luz de la fe, cuando tengamos que marchar, tal vez lleguemos a otra dimensión, a otra realidad, a un nuevo comenzar; eso nadie lo sabe por que nadie ha vuelto del más allá. Pero el túnel es el mismo, el de la luz de la fe, de la esperanza y caridad, y más tarde que temprano iremos por esos caminos de la vida humana hasta entender, alguna vez, cual es el verdadero valor de ser felices. Les invito a caminar por los senderos de la vida, sembrando donde no hay flores, dando lo mejor de lo que tenemos a nuestro prójimo, a vivir con espíritu de justicia, con clara convicción de luchar por un mundo mejor, y al final del camino, viendo la senda recorrida, descubriremos que el ser felices no es de ayer ni de mañana, es del hoy, que nos corresponde a cada cual vivir. Felices sueños…

sábado, 2 de septiembre de 2017

¡Qué pequeños somos!


Hace algunos años, venia de mi trabajo, lleno de preocupaciones y muy cansado. Me pasó esto que escribí ese mismo día, y que hoy al encontrarlo me produjo la misma sensación de tristeza, al comprobar que los que debemos ser más generosos, los que somos supuestamente el mejor testimonio de lo que decimos que somos, a veces nos hundimos en las mareas de lo humano y nuestro amor al prójimo no se condice en la práctica con nuestra acción. Decimos pero no actuamos. Bueno, aprendí la lección de ese día, y sobretodo es que a veces el que menos tiene, lo da todo, sin esperar recompensas. " Inmerso en la locura de las calles atiborradas de vehículos y un bullicio infernal, con locas carreras de autos y violencia vial innecesaria, contagiado por las actitudes de quienes cambian su personalidad arriba de un coche, y que expresan sus signos de mala educación y violencia extrema, con dedos alzados al aire en son de protesta, u otros choferes descuidados e irresponsables, enfrascados en sus amenas conversas por el celular y también peatones indiferentes, que cruzan por cualquier parte, inmersos un sus canciones de moda, ajenos a toda preocupación, sin siquiera respetar su propia integridad, sumado a ello las sirenas de las ambulancias de emergencia o la luz del radiopatrullas que señala que en la curva siguiente hay un nuevo control, el tercero que paso en el día, alterando los sistemas nerviosos, y que son suficientes ingredientes para hacer del conducir un desagrado que produce un estrés que hace muy mal para la salud mental. En tales circunstancias me encontré la tarde de ayer, frente a un obligado y necesario respiro momentáneo, detenido en un semáforo en rojo interminable, donde un joven malabarista se explayaba con su arte de lanzar cuchillos encendidos al aire. De pronto por el lado izquierdo, se acerca un humilde hombre, de ropaje sucio y mal vestido, me ofrece lo único que tiene para ganarse la necesaria comida del día: una tira de seis “parches curita” que si bien no los encontramos necesarios, son de utilidad extrema en pequeñas emergencias. Acusé con mi agudo olfato, un fuerte olor a alcohol, y un rostro consumido por las largas trasnochadas o el sometimiento a una vida dura y abandonada. Me palpo los bolsillos en ademán de comprobar si hay algunas monedas disponibles, las que no encuentro, pero me acuerdo del único billete de “Luquita” escondido en el bolsillo superior de mi uniforme de soldado. El desgreñado hombre joven me sonríe: -“Mi Subificial”- me dice. Le devuelvo la sonrisa, y haciéndome el simpático le explico brevemente en lo restantes segundos disponibles del semáforo, y que ahora se hacen una eternidad: -“Me pillaste mal”- (le miento). Agregándole: - “Pa la otra me porto bien-, indicándole de ese modo que en otra oportunidad le daría algunas monedas. Entre la embriaguez, la necesidad o entre la bondad y la alegría de su humilde condición, la pequeña y deteriorada figura del hombre deshecho por la vida, me dice: -“No se preocupe mi subificial, usted tiene un buen corazón y en su sonrisa se nota (¿?)” Acelero y le digo: - Gracias -, y el borrachito, saca una última fuerza de su gastada energía y me deja sobre la bandeja del parabrisas al interior del auto, su "tira" de parches curita, como “regalo” inmerecido, a la vez que me dice: “Que le vaya bien, y que Dios le bendiga”, mientras me quema la piel el desgraciado billete de mil pesos oculto en mi bolsillo y tan cerca de mi corazón… Las calles atiborradas de vehículos y violencia. Miro por el espejo retrovisor, su mano aun se agita en el aire en ademán de adiós, entre los autos que desenfrenados corren sus propias carreras. Me miro en el espejo buscando alguna respuesta, y de mis ojos que han visto tantas cosas en la vida, caen silenciosas gruesas lágrimas escapadas por la emoción, o tal vez la vergüenza de ser parte de ese conjunto de seres pequeños y miserables, y el peso de la conciencia de negar muchas veces lo que tenemos para los que más necesitan y recibir de quien menos tiene, toda su fortuna. Me limpio las lágrimas delos ojos, tratando de mirar la carretera con la vista casi nublada y que trae sin duda a una acción de peligro. Más calmado, doy Gracias al Ser Supremo, por que me miró hoy con bondad en los ojos del borrachito y me dijo algo bueno que alimenta mi ego, pero que en la realidad, me duele profundamente, porque esas sucias monedas que pudieron haber tenido un mejor fin, se marchitarán entre otros dedos, y pensar que podrían haber calmado el hambre o la sed de un ser que sufre. ¡Que pequeños y miserables somos!..." AL final de este relato de una vivencia que me tocó mi sentimiento y me significó dolor en su tiempo, quiero dejar como regalo, un gran regalo que me hicieron ayer, tan simple, tan pequeño, tan "fácil" y que si de ponerle valor se trata, es inconmensurable, por que tiene ese cariño, esa amistad, ese respeto, esa hermandad que es parte del"amor perfecto" a los ojos de Dios, y que en verdad nos lleva a pensar que en esa simple vista, está la mano del Supremo Creador y en el compartir como regalo, el deseo de que seamos cada día mejores personas y verdaderamente buenos ante los ojos del Cristo que nos ama, así pequeños como somos.

Juventud...divino tesoro.


Dicen que la juventud es el divino tesoro, y eso no está en nuestro entendimiento sólo hasta haber traspasado esa edad, y en muchos años posteriores casi en los ocaso de la tarde de la vida. Allí nos vienen todos los recuerdos y las nostalgias, y la mente nos devuelve en cada aroma, cada paisaje, una fotografía talvez, o un rostro que de pronto vemos y lo recordamos como parte de esa vida que dejamos muy atrás en nuestro paso, entonces comenzamos a sentir esa ansiedad de que los bellos años de la juventud, fueron en verdad, nuestro verdadero y propio tesoro. Comienza la etapa de la vida que ya no nos hace correr hacia adelante ni nos afana la ansiedad, como le sucede al día, todo lo contrario, queremos que las horas pasen lentas, silenciosas tal vez, y oyendo los verdaderos sonidos de la naturaleza, a la cual tampoco le dimos mucha atención en los años de las locas carreras por la existencia, por el ser, por el tener, por el conquistar, dejándonos ese espacio de recogimiento personal para disfrutar de un paisaje, de una puesta de sol, de una noche estrellada o de un merecido descanso, que nos hubiera permitido enredarnos en nuestras sábanas del sueño y el placer que da un buen dormir, porque en ese tiempo, tal vez no hubo tiempo, y nuestros objetivos han sido siempre correr y correr, sin cesar, sin saber muchas veces donde ir. ¡Tantos caminos que debemos enfrentar! Todos para una diferente dirección, buscando todo aquello que la sociedad en que vivimos nos exige, y que buscamos inconscientemente, porque, al igual que las hormigas, todos nos dirigimos a esos extraños y desconocidos lugares sin direcciones claras, en la que nos dejamos llevar por la larga y tumultuosa hilera de lo que verdaderamente creemos que nos conduce al encuentro con la tan buscada felicidad o la realización personal, sin siquiera alcanzar a tomarle el gusto a lo que debemos vivir ni tampoco darnos el tiempo de ir en peregrinación mirando alguna vez el paisaje con detención y con esa mirada que nos permita apreciar lo importante. Yo recuerdo con mucha buena memoria mi infancia. Nadie me creerá que tengo grabado, como si fuera hoy, los momentos en que era amamantado por mi madre en mis primeros años de la luz de la vida o los brazos fuertes de mi padre alzándome y llevándome en sus hombros por las calles del pueblo fingiendo el estar dormido y marcar con mi respiración sus cansados pasos en la noche pampina rumbo al hogar. Luego se vienen esas imágenes que nunca he podido describir con exactitud, esas turbulentas noches de ver rayos claros u obscuros, de sentir que caes a un abismo donde las líneas a veces son rectas o zigzagueantes, perdiendo a ratos la conciencia y luchando con esas oscuridades infernales que sólo quien ha tenido esas convulsiones y alta fiebre , sabe lo que son.Fantasmas con candelabros de luces ávidos de cazar almas.Largas noches de fiebre y convulsiones y mis padres arriba de mi lecho de enfermo, tratando de afirmarme para que mis saltos convulsivos no me llevaran a dejarme caer de mi cama. Siento aún las lágrimas y oraciones de mi madre, las manos ásperas de trabajo del hombre que ayudó a la concepción de mi vida, y que también sufrió la pena de soportar mis delicados estados. Mi infancia fue siempre de procesiones a los hospitales. Tengo otro recuerdo repetitivo, el de toda mi familia, mis hermanas y mis padres, arrodillados mirando los ojos vidriosos y casi con lágrimas, de la imagen de ”Nuestra Señora de Lourdes”, que nos miraba desde lo alto de la "Cómoda" donde guardábamos la ropa, en ese pequeño "Altarcito". Esa imagen aún nos acompaña por más de 50 años. Sigue enhiesta en pie, tal vez un poco desteñida por el paso de los años, y la veo en este instante desde aquí mismo, justo frente a mis ojos, en el velador del dormitorio, al lado de la mesa donde escribo estas líneas hoy, con sus mismos ojos llenos de esperanzas y sus manos unidas en eterna oración, manteniendo un Rosario de madera, el que a veces utilizo, y que en nada se parece al de perlas oscuras que empleaba mi madre cuando rezábamos juntos y en familia cada tarde, con la ronca voz de mi papá que llegaba ansioso después de su trabajo, a enseñarnos el Santo Rosario el cual podía recitar los Misterios de cada día con los ojos cerrados y de memoria. Fue él nuestro mejor apóstol y el mejor ejemplo. Mis juegos de niño en las pampas desoladas son otro recurrente recuerdo. Tardes llenas de sol y calor inmenso buscando playas y mares inexistentes y bosques que nunca crecieron y que sólo conocíamos por alguna de las imágenes en las alternadas tardes de la matinée, en el teatro de la Oficina Salitrera de Maria Elena, y que nos hacían soñar, recorriendo imaginariamente esas verdes estepas o floridos cerros que nunca vimos en los parajes, montados en algún caballo de madera, tan blanco como “Plata” ese de carne y hueso del “Llanero Solitario”, o bien buscando "tesoros" escondidos en los eternos basurales de desechos industriales, arriesgando muchas veces nuestras vidas, al acercarnos al borde de los profundos “piques” mineros, y que según nuestras creencias, podrían llegar en profundidad, hasta el centro de la tierra. Son tantos recuerdos unidos a esa sensación llamada “inquietud”, por no decir y no saber si era “amor”, que nos provocaba esos primeros perceptibles fuertes latidos del corazón, muy distintos al del día a día, cuando se nos subía un rubor de timidez o de emoción , recorriendo todo nuestro cuerpo, al divisar en su camino a la escuela, a la "pequeña" princesa de cintillo blanco, alba y rubia como la "nieve", que tampoco conocíamos, y que se aproximaba rauda y juguetona desde su casa, con su bolso colgado a sus hombros, y que pasaba dejándonos una estela de ilusiones y sonrisas, a esas jornadas de siempre, en las aulas donde juntos aprendíamos las primeras lecciones del libro “Lea”, o en algunos casos de ese viejo leccionario llamado “El Ojo”, donde comenzamos a aprender que tras esos signos maravillosos en que deletreábamos, “Lalo loa a la luna”, o esa miles de palabras combinadas, que nos estaba abriendo a otra aventura de sondear los misterios del mundo y desconocido de la vida, a través de esa llave mágica llamada lectura. No tendría muchas líneas ni tiempo disponible para dejar escrito cada acto, cada situación o cada vivencia de esa maravillosa infancia. Luego la juventud, la vida, los desafíos y los sueños han sido muchos. Ya tendré la ocasión de recordarlos, pero esa etapa de la "juventud divino tesoro", definitivamente se fue, y hoy está cada día más lejana, por ello que si bien fue la etapa más hermosa de cada cual, nos toca hoy dejar esas estelas en el agua del camino recorrido, para mirar con cariño, como una experiencia vivida en el recuerdo de cada tarde, y valorar el que hayamos tenido la ocasión de vivir la tan hermosa vida que Dios nos ha regalado. Juventud, Divino Tesoro, te has ido y dejado tu huella en los rostros ya más raídos de nuestra vida que supera las seis décadas, 62 para ser exactos, pero que nos hacen sonreír agradecidos, por haber tenido la dicha de poseer ese regalo que siendo inmaterial nos dio la oportunidad de crecer, de soñar, y quizás de creer en su momento que todos queremos ser buenos, que buscamos los senderos correctos o que marchamos por el camino de la verdad hacia ese fin último que no queremos enfrentar, pero que paciente nos espera en el hoy o en el mañana, nunca se sabe, pero que nos permitirá marchar enhiestos, cansados, sudorosos o hidalgamente con la frente en alto, a un camino por lo demás desconocido. Quizás sea otro nacimiento, otra vida la Eterna que nos ofrece el Maestro Amado, y tal vez allí tengamos otro tesoro, el verdadero, el real el tangible, que no logramos entender en este paso de apuros, carreras, y sueños. Juventud Divino tesoro, vuelvo a repetir majadero, no sé donde empezamos y no sé si te perdí en el camino, pero aún siento que soy joven y en cada esperanza me acompañas, aunque sea en el último aliento de la vida. Al final, los años escriben en nuestros rostros las historias pintadas en líneas más profundas, o nos delatan en esas plateadas canas que simplemente nos salieron, pero allí, al ladito donde el corazón bombea a diario el flujo generoso de la sangre a nuestro cuerpo, se mantiene ese cofrecito intocable de cada cual, el personal, el silencio, la única riqueza que nos pertenece y que no nos envejece, por que esa es, en sus recuerdos y en sus alhajas, nuestra verdadera forma de sentir que nunca dejaremos nuestra propia juventud, nuestro mejor tesoro y que nos lo llevamos para siempre.

miércoles, 30 de agosto de 2017

A veces quisiera...


A veces mi espíritu se siente emocionado, pero más que eso, preocupado, y esas veces quisiera: ….Sentir que el mundo que nos rodea, es un mundo de amor y de paz, ….Creer que todas las personas que se cruzan en tu camino, van pensando en hacer el bien a los demás. ….Asistir al encuentro dominical de la comunidad, y creer que todos están dispuestos a abrazarte y a tender su mano para darte una buena palabra de aliento y de sincero amor. ….Vivir los momentos más importantes de nuestra vida espiritual, con un corazón sinceramente abierto a servir, a atender, a socorrer, a compartir el Pan de la Palabra y el Pan de la Vida, con una alma limpia, exento de oscuridades y de malos pensamientos. ……A creer que todos los que se dicen familia, por ser hijos de una misma Madre, o hermanos de un mismo y misericordioso Hermano, realmente sintamos esa dulzura de su Paz y en verdad recibir de todos y con todos esa inmensa alegría que deberíamos vivir aquí en la tierra y no esperar el cielo. …..Que el perdón de nuestros errores sea eso, un perdón incondicional y verdadero sin prejuicio ni perjuicio. …..Creer que aún en la adversidad o en las situaciones humanas que nos dividen, porque somos una sociedad hermanada sólo de nombre, y cada cual ve con sus ojos su propia idea , tuviéramos un real encuentro de verdaderos hermanos. …..Pensar que si de Ideal se trata, el único sea verdaderamente Cristo, y que sea ÉL quien nos obligue son su amor y misericordia, a ser verdaderamente uno, con Él y con nosotros. ….Soñar que todas las situaciones y bienes humanos que cada cual posee, fruto de su trabajo, no sea un impedimento para amarnos como hermanos de verdad, sin poner nuestros bienes materiales sobre la mesa, sino las riquezas espirituales que son en verdad la mayor riqueza que nos une. … Creer que en verdad estamos unidos, con el Uno y Trino, dispuestos a morir en el intento. ….Me gustarían tantas cosas, sobretodo en los caminos de la fe, cada vez más averiados y de mayor dificultad, pero que nos mantienen con la única esperanza en que sea esa luz la que nos guíe hacia ese cielo que tanto anhelamos y por el cual quisiéramos que todas esta ilusión o fe pueda concretarse en ese ansiado final que tanto buscamos. …A veces quisiera…… a veces quisiera....en fin, quisiera.

Los hermenéuticos


Conozco varios personajes que son, al parecer, buenos “Cristianos”, de Misa dominical o diaria, reconciliados semanalmente, muy “intelectuales”, muy estudiosos del Libro Sagrado e intérpretes envidiables de la hermenéutica bíblica (les gusta y les produce mucho placer esa “palabra”), y por supuesto se rodean con toda la curia, toman tecito, corren por las capillas, las hacen “todas” (y no dejan que nadie haga algo porque se sienten “imprescindibles”). Se saben todos los métodos existentes y les une una especial disposición de ponerse siempre adelante, donde todos lo ven y donde se sienten casi admirados, casi “buenos”, casi “santos”. Tienen todo en orden, saben las lecturas del día, el tiempo si es Ordinario o el otro, se conocen el Misal y el Libro de las lecturas como la palma de la mano, van, vienen, suben, bajan, lo hacen todo, son tremendos, leen, cantan, se saben el ritual de cada acto, dan órdenes, miran feo como si algo estuviera saliendo mal, tienen mucho de figurines, y son tremendamente celosos, por un miedo natural a que les “salga competencia,” sin permitir que nadie se meta entremedio de sus designaciones, respaldadas por las consideraciones de quien dicen llenos de orgullo y vanidad: su amigo y casi “compadre” el Párroco. Se saben de “memoria” toda la dinámica de cualquier celebración sagrada. Saben de memoria la Biblia. De sólo abrirla, saben los Evangelios que se encuentran “a la mitad”, o en los diferentes “cuartos”. Son envidiablemente los mejores feligreses. Eso está muy bien, no es crítica directa a nadie en especial, por cuanto es generalmente así. El tema es que no saludan a nadie, se sienten y viven “envueltos” en una burbuja transparente, y miran todo desde arriba de las nubes, cuestionan y sólo ellos “piensan”. No abren los oídos, los ojos ni el corazón a quienes son sus verdaderos hermanos de la comunidad, puesto que llevan tantos años en el “sistema”, que ya pasan a ser parte de una única forma de vida. Son excelentes para asistir a los retiros, van a todas y a cualquiera de las reuniones para ser vistos, y no descansan, hasta portan las banderas. (A veces se comportan como el “perro del hortelano”, que no come y no deja comer). Son, sin duda, valiosas personas, elementos que están comprometidos con el testimonio que la moral exige para parecer lo que a veces no son o que está muy alejado de su propio ser. Sin embargo no forman para la vida, no quieren servir para que otros aprendan, no están interesados en mostrar los verdaderos valores para que los “otros” tengan también la misma oportunidad que ellos mismos han tenido, por que más que mal, también se les puede mover el piso, y puede molestar la “competencia”. Si usted es parte de esos especímenes que estudian tanto y que no aprenden nada, y que muestran sus títulos y diplomas a cada instante porque eso les da “categoría” y que les gusta mostrarse, creyéndose el cuento, mostrando su brillante personalidad "hermenéutica", les tengo una tremenda mala noticia: “No entrarán al Reino de los Cielos”. Les espera una larga agonía, porque vivir para Cristo es otra película, completamente distinta, y que no escribiré ahora porque no soy digno siquiera de “atarle la sandalia” al gran Maestro.

martes, 2 de mayo de 2017

DULCES DE AMOR

DULCES DE AMOR (Carlos Garcia Banda) La actividad de la Pulpería de Maria Elena, era como siempre efervescente. Las mujeres de delantal y ropa fresca y sencilla, se agolpaban en la fila larga que se formaba en el sector de las carnes y cecinas, y corrían los pequeños hijos, agachándose entre los grandes mesones de mármol, entretenidos y escondiéndose, de pronto, entre las tibias piernas de las jóvenes señoras que entre conversa y risas, o con sus rostros preocupados, esperaban su turno de atención de Miguelito, el carnicero. A un costado de uno de los grandes portones de entrada, la figura permanente y el rostro serio pero acogedor del “colorín” Pastén, conocido vendedor de dulces, roscas y pasteles, apoyado en los blancos muros pintados de cal, tras su carro barnizado inmaculado, con grandes ruedas con rayos metálicos y gomas con alambre por neumáticos, ingeniosamente adaptados de algún coche antiguo de algún bebé pampino, pulcramente pintadas, con huellas de polvo y chusca, adherida entre los grasientos ejes por los constantes giros de las ruedas entre los tantos traslados del carro dulcero desde y hacia algún lugar mágico del campamento, hacia ese diario punto de venta. Se notaba delicadeza y cuidado de higiene extremos, y los aromáticos y tentadores dulces y roscas nos “aguaban” la boca a los niños de entonces, sintiendo esa fatiga que se nos subía por el estómago en infatigable carrera, para unirse a esos líquidos salivales que nos daban esa sensación de querer paladear y lengüetear las cremas dulces de aceitosos berlines o deliciosos pasteles, o masticar extasiados esas chiclosas masas de las roscas que se estiraban y jugaban en la humedad de nuestras lenguas, especialmente cuando teníamos la oportunidad de pasar por allí, camino a la piscina, o esperando a nuestras madres que compraban, mientras jugábamos acalorados y transpirados, en esos tardes de sol y viento pampinos, corriendo agitadamente entre los bancos y pimientos cercanos de la plaza. El carro era el sabor dulce que mitigaba los sudores y el hambre de los trabajadores que en el turno de las cinco, subían (o bajaban según como se mire), con sus loncheros desde la estación del ferrocarril, por calle Prat, hacia los “buques” o a sus hogares en las calles aledañas o camino hacia los ”ranchos”. Era un espectáculo sencillo de color y sabor, con esos pastelitos deliciosos reunidos en bandejas protegidas por puertas y ventanas de vidrio correderas, mientras el vendedor delicado, agitaba con ahínco y sostenido ritmo, un plumero de tiras de papel periódico, para espantar las abundantes moscas que revoloteaban luchando incansables, hostiles y hasta fatigadas, deseosas de depositar sus huevos en los panales del manjar de los dulces “chilenos” que exhibían lo mejor de sus maquillajes horneados y pintados de crema blanca, amasados con manos cariñosas de alguna mujer, pequeña emprendedora y luchadora por la mejor vida de sus hijos. Quienes compraban, se iban por la calle abriendo el cambucho de papel delgado de envoltorio degustando las ricas masas y cremas y agitando, ya en los últimos conchos, el envoltorio sobre sus bocas, para saborear hasta la última partícula de azúcar flor esparcida por el vendedor sobre las roscas y dulces, con un amarillento tarro agujereado con clavos por la tapa. ¡Qué tardes aquellas! Pareciera que los recuerdos van y vienen y las escenas fantasmales de esos diminutos momentos llamados de felicidad plena, se han quedado revoloteando en nuestro corazón, y con las imágenes vivas de tantos rostros conocidos que van y vienen como apariciones momentáneas y que hoy son lo que llamamos recuerdos y nostalgias salitreras. Hoy al desayuno, con un trozo de marraqueta con un poco de manjar, para no abusar de los azúcares en exceso, recordé por un instante a esos pampinos heráldicos y a esas mujeres heroicas y anónimas que nos dieron ese regalo producto de su trabajo ejemplar y abnegado, y son mis recuerdos el respeto a aquellas pampinas que, revolviendo amasijos y horneando en las viejas cocinas de leña de la pampa, convencidas de un mejor futuro para sus hijos, caminaron entusiastas, desenvolviéndose con esperanzas y alegría obrera en esos pequeños habitáculos llamados casas, donde dormían o moraban y donde tantas tardes pasó el sol inclemente besándoles sus mejillas, haciendo la ruta del día, y ayudando con su luz y calor a fortalecer en ellas las esperanzas de sus sueños. ¿Dónde estará el “Rucio” Pastén que nos vendió esos dulces de amor y en especial su madre, la que con sus “brazos de reina” fue una trabajadora incansable, la cual nunca conocimos, pero que nos dejó como herencia el gusto de haber disfrutado con alegría la obra de sus manos generosas y perfectas?

lunes, 1 de mayo de 2017

Activando de nuevo el blog


Si bien este blog es poco conocido por que no lo he difundido adecuadamente, comienzo una nueva etapa a partir de hoy 1 de Mayo de 2017, con la finalidad de ir compartiendo mis humildes creaciones literarias y tratando de dejar en estas líneas alguna experiencia o anécdota que pudiera acercarnos en emociones o recuerdos. Les pido lean y me aconsejen si les parece bien, en la intención de mejorar e ir superando de a poco mis falencias narrativas. Un abrazo y gracias por la comprensión.

UN CUENTO DEL TIO

6 de enero 2022 Estimados amigos y vecinos de Antofagasta: Hoy, bajando por la Avenida Arturo Pérez Canto, al llegar al semáforo   con A...