jueves, 28 de septiembre de 2017


Historias de juegos, de amor, de cigarros a escondidas.....¡¡Tanto que hablar de los callejones!! de las ¡¡"cocinas"!!. Allí estaba retratada nuestra realidad de pueblo sufrido, de máquinas ruidosas, de molinos eternos y trabajo incesante, pero también estaban los sueños; el haber vivido allí, nos hace humildes, pero también nos enseñó el valor de la vida y la superación, el creer con fe y esperanzas que siempre podemos salir adelante, con el mismo esfuerzo, con el mismo cariño pero sin olvidar de donde somos, alma de caliche, esencia de la pampa, del lugar donde nace la magia, de la sana amistad, del amar sin condición, de vivir en un cielo que solo conocen los que allí nacieron, vivieron y sufrieron. También nos sirvió para luchar contra las injusticias, que no sólo se vivieron allí, aún hoy en pleno siglo XXI, nos dice que la "opción por los más pobres" sigue siendo una utopía, que requiere una necesidad urgente de cambio profundo de pensamientos y sentimientos, donde valoremos a cada ser por lo que es y no por lo que tiene, para que podamos compartir entre todos las riquezas que Dios en su infinito amor nos ha regalado y que sigue siendo el manjar de algunos, sobretodo de aquellos que han TRAFICADO con la pobreza para enriquecerse vilmente abandonando la causa de los que verdaderamente necesitan, aprovechando muy bien sus discursos, y en eso los políticos, de todos los colores y sectores, no han sido consecuentes con su pueblo y con sus principios de equidad que tanto pregonan a la hora del voto y la campaña. Allí el sueño del obrero se vistió de distintas banderas, pero nadie cumplió lo prometido, y se enfrentaron unos a otros buscando sus destinos.¡Este es mi pueblo pampino!, con sus callejones pobres y sus tachos llenos de las migajas del trabajo y de lo duro del tormento, pero allí se alza el alma de los pampinos para creer que siempre es posible un mejor mañana, y que sólo el trabajo, el espíritu de la solidaridad y la convicción de ser mejores nos levanta, sobre todo en el abrazo al obrero, al de mayor o menor condición, porque todos estamos hermanados por los sueños y todos han sido parte de ese trabajador que lo dio todo por nada, alma de soldados de la industria, dándose en todo por lo que que pudiera mejorar su futuro y principalmente el de sus hijos, que son las generaciones de pampinos de hoy. Alguna tarde antes de partir, debiéramos sentarnos en esos callejones, brindar con el vino generoso por todos esos amores que por allí se besaron a escondidas, por todos aquellos que llegaron en la medianoche muy cansados, a besar nuestros rostros de hijos del rigor; ese día podríamos cantar el himno de la alegría, porque hemos perdonado, a pesar de haber sufrido, pero también hemos amado, razones suficientes para un nuevo comenzar, un nuevo amanecer y una nueva esperanza de vivir, sobretodo para los que están creciendo y vienen con el mismo equipaje que nosotros iniciamos la vida y con ese bagaje de experiencias y amor, alegrías y tristezas, de "dulces" y "amargos" que nos llevaremos por siempre si es que existe, a esa otra vida, la eterna. Los basureros de la pampa son la extensión de nuestras almas, de nuestras manos, de nuestros sueños. Allí quedaran revueltos entre las cartas amarillas del pasado y los vales de los miseros salarios, el deseo de siempre ser mejores, de tener ese espíritu necesario de la superación ante los obstáculos de la vida, porque es la única forma de vencer las pobrezas, las falencias y los abusos de todos los tiempos, sólo con amor, esfuerzo y decisión, podremos algún día mejorar lo que somos o aspiramos. Mientras tanto nos queda el gusto de haber girado muchas horas de juegos en torno a los tesoros de los basureros, porque en ese desierto salino y solitario, todo fue como un cielo, tan claro y profundo donde el hombre y la mujer de la pampa fueron nuestras estrellas, y nuestros matinales luceros. (Foto que copié de la red....)

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