Perdonar es liberarse:
Cuando una persona muere, se acaba su paso por esta vida. No hay más
emociones, alegrías, tristezas, dolores ni preocupaciones. Se va con todo lo
que le inquietaba y con una maleta llena de sus propios problemas, los que
nadie buscará darle soluciones. Solo el que se va, los “conocía”.
Todo aquello que nos impedía ser felices, detenía nuestra marcha a una feliz existencia o nublaba la mente, se va con nosotros. Ya
nada nos detiene. Se apagó la luz y no habrá para nuestros ojos terrenales, un
nuevo amanecer.
Partir es eso: marchar y no
volver.
Te vas sin equipaje, sin riquezas. No puedes llevarte ni tus odios,
pesares o rencores, y ya nada pesa en
tus espaldas, ni en tu conciencia,
porque todo lo que te remordía o te preocupaba,
se fue con el último suspiro
estertoroso de tu vida en agonía.
Se termina tu ciclo.
Mañana nacerán otros, que escribirán mejor que ti tus aburridos cuentos, soñarán con mayor
pasión el deseo de tus oprimidas libertades y manejarán mejor los pinceles de
tus pinturas opacas de las tardes de tu vida.
Ya no serás el necesariamente “indispensable”.
La única forma de liberarse de todo eso que arrastras y te hace rabioso,
enojado con el mundo, con la vida que te
ha tocado, con todas esas quejas que te alteran la paz de tu existencia, y
preparar tu alma para ir libre en el viaje último y final es emplear la mejor herramienta que puedes esgrimir con certera eficacia: El
perdón. De ti mismo y el de los otros que nublaron tu conciencia.
Cuando te marches de la vida: Si hiciste el bien, anda en paz; si no lo
hiciste, perdónate para ser libre.
Y finalmente si le toca a tu enemigo partir antes, asiste con respeto y
silencio a su sepelio, ora con sinceridad por su propia conversión y que haya
tenido tiempo para su propio perdón; no guardes rencor que solamente a ti te
daña, ante la muerte debemos ser
caballerosos y nunca perder la cordura y el respeto. Nadie puede reírse de la
muerte del otro, en las miles y
distintas circunstancias. Siempre habrá un recuerdo para el otro. Nunca te olvides de este práctico consejo:
“Ante la tumba de tu peor enemigo,
siempre deja una flor que marque tu presencia.
Al final es tu grandeza lo que importa,
no la pequeñez de aquel que pudiendo hacer el bien,
te hizo daño. Tu perdón es también su peor dolor.”
Que tengas buen domingo. ”Sir Charly”.
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