Estimados hermanos de la pampa salitrera:
Ha llegado por esas fortunas que
me regala la vida, un libro escrito por nuestro amigo pampino, Rubén Gómez,
“Gomito” para algunos, y el amigo de
infancia de muchos de ustedes que corrió por todos nuestros escenarios
infantiles, de nuestra hermosa y bella
niñez, y compartió las amistades comunes de nuestros propios amigos, dejando en
cada páramo de nuestra oficina salitrera, su mirada de recuerdos, su lluvia de
emociones, y su amistad sincera con tantos que tuvieron el honor de conocerlo y
que , por esas cosas de la vida, continúa hoy
viviendo entre nosotros, con esa gran virtud, (o gran “defecto”,) de ser
un hombre demasiado “humilde” para contarse a
sí mismo, o jactarse entre nosotros, de las bellezas de sus narraciones.
Y ese libro “Desaparecidos en
tiempos del Beagle. Memorias periodísticas,
entre la pampa salitrera y Salta , la linda”, llegó como una paloma de
paz a mi alma, pues me paseó por esas benditas
calles de María Elena, me refrescó la memoria llevándome a las orillas de
nuestro amado Rio Loa, me aventuré a recorrer, como en esos años de mi niñez la
empinada y peligrosa “Escalera del Indio”,
o me sorprendí golpeándome los brazos o la cara, para calmar el aguijón doloroso de los tábanos hirientes,
verdaderas aeronaves que nos atacaban “desde el sol”, engañándonos la vista y
posándose con tanto silencio en nuestras cabezas esperando “sus oportunidades
de ataque” , mientras nuestros cuerpos se bañaban en esas benditas pozas
pampinas, que fueron comparables solamente el verdadero edén religioso que nos
hablaba el catecismo, mostrándonos tantos sueños de amor, de esperanzas y juegos, y donde pudimos ser felices, en solidaridad, amistad, compañerismo, viviendo muchas maravillosas experiencias y aventuras que
nos permite, con toda autoridad
preguntarnos con honda satisfacción o
sano orgullo: “Si no lo viviste”, no puedes sentir esa magia multicolor
de nuestros recuerdos, que nos llevaban a revolotear por ese desierto, como esas
inolvidables libélulas azuladas de cola
larga y alas que se agitaban armoniosas, como buscándonos para jugar o engañarnos con una aventura y
hacer que gritáramos entusiasmados persiguiéndolas en medio de los
olorosos algarrobos y sintiéndonos los cazadores furtivos de esos hermosos e incasables “matapiojos”.
Leer ese libro, de verdad, ha sido para mí el reencuentro con
mi raíz de niño pampino.
Saber de la vida de sacrificio,
sufrimiento, y dolor que enfrentó nuestro amigo, dejando su corazón en tantos
que jugaron con él en los espacios
pampinos, y que de pronto desaparecieron de la vida por circunstancias tan
dolorosas que solo el que sintió ese valor de la amistad, puede
contarlas con ese nudo propio del sentimiento en su garganta, rasgando quizás sus almas, y que los que la
vivimos quizás en otras circunstancias, entendemos más que ayer, la cruenta experiencia
vivida por gente de bien que tuvimos el gusto de conocer, y que si
hubiera estado de nuestras manos o nuestra voz poner al fuego nuestra dignidad
para ofrecer el cuello al verdugo y rescatar
el de ellos, sin temor a equivocarme, creo que cualquiera de nosotros lo habría
hecho, sabiendo de las bondades y
virtudes de esos jóvenes que se perdieron en esa difícil situación y que
solo el tiempo nos puede ayudar a entender.
Pero más allá, y muy también
ligado a otra vivencia de Rubén, referida al inminente enfrentamiento de las fuerzas
chilenas con las de Argentina por el canal de Beagle, y que alguna vez nos
preocupó o nos movilizó como parte de la
reserva del Ejército, conocer el otro lado, con ejercicios, con permanentes operaciones de orden psicológico,
es entendible también entender que en el transcursos de la historia de todos
los países, siempre ha habido y habrá “manipulación” de los que gobiernan con
sus ciudadanos, dejando siempre entrever la voluntad de sus propios intereses.
La guerra con Argentina, fue vencida por
la diplomacia y debemos esa paz
garantizada a la voluntad del Santo Padre Juan Pablo II, y la férrea voluntad del entonces Cardenal
Samorè y ambos gobiernos, que de no haber sido así, habríamos tenido también miles de muertos de ambos bandos.
Pero en el intertanto, un acto de
crueldad innecesario y que nada tiene que ver con el valor de los soldados que
se entrenan para la guerra, poniendo su
pecho a las balas y enfrentando a un supuesto enemigo cara a cara, lo que vivió Rubén y que lo cuenta con
esa valentía de hombre chileno, pero sin
odios, sin rencores, es digno de héroes anónimos que la historia no conoce.
Siempre las personas, la amistad
y la cordura vencerán los odios, y eso
nos cuenta Rubén del valor de gratitud
de la amistad de sus amigos, chilenos y argentinos.
No quiero contar la historia
completa, seria perder la novedad de su
lectura.
Sería muy feliz que juntos valoráramos la obra de Rubén, el
“juglar” de la pampa, y que ha cantado sus
anécdotas en varias publicaciones que he tenido el gusto de leer, siendo
`’ésta una novela periodística, en la cual retrata toda su humanidad, todos sus
sueños, todas su capacidad de amar y perdonar y todo lo que un hombre desea
transmitir a sus pares: valores de entendimiento mutuo, ideas que permitan vivir en un mundo mejor, y
Rubén lo ha hecho magistralmente empleando lo que muy bien maneja como
periodista y “pampino”: su pluma. Para reconocer la riqueza mineral del
salitre, fue necesario emplear el “combo”, pàra horadar la piedra a fuerza bruta de esos valientes obreros
“calicheros” y heredarnos esos blancos
sueños del salitre. Así también valoramos su esfuerzo literario, que nos permite darnos cuenta con sus relatos, que
fuimos privilegiados al crecer en un ambiente que nos hizo muy, pero muy
felices…
Quisiera ser justo con la
historia.
Estamos en deuda con Don Rubén Gómez
Quezada. Es nuestro mejor representante de la verdadera infancia y aventura
pampina, y por su perfil de sencillez, jamás se sobrepone u opaca las historias
que otros pudieran escribir, pero que en este caso hacen de la narración de
su crónicas y cuentos o novela, una
verdad irrefutable, la de haber vivido, la de haber recorrido cada rincón como
todos nosotros, que sabemos todos esos secretos y recodos del camino, la de
haber soñado y también haber sentido alguna tarde, los golpes de las
piedrecillas que volaban girando en un
juguetón remolino, buscando siempre un mejor mañana para él, sus hijos,
su esposa, y con ellos su amada familia “pampina” que debe alguna vez reconocerle, como un hijo
predilecto.
Ojalá puedan ustedes tener esa
maravillosa oportunidad de empaparse de salitre, de juegos y de sueños, y
quizás sean también solidarios en medio
de su humano dolor, para leer esta obra, que está disponible para los
que la deseen y que no puede faltar en
la lectura de este tiempo, en que esta pandemia nos tiene nerviosos y cegados,
porque aún tenemos mucho que vivir, soñar y compartir con nuestros hijos y nietos
y qué mejor que hacerlo leyendo juntos esas aventuras que han quedado grabadas en sus
valiosos escritos y que son testigos también de esa historia que vivimos
juntos.
Lean, busquen esta novela
periodística, tome contacto con el hermano pampino Rubèn Gómez, a su propio
correo y pidan ese libro que siendo muy
rico en historia y conocimiento tiene un costo mínimo para poder financiar lo que tanto cuesta en este nuestro
país, editar y escribir, porque nadie puede pensar que un libro pueda
dejar ganancias exorbitantes, todo lo contrario, su venta paga la deuda
de la edición y la imprenta, pero lo que
sí nos deja, es la mayor riqueza de su propia vida y que ya no es “su” vida, es
nuestra, porque la vivimos todos y es parte de todos nosotros.
Sean embajadores de nuestras mejores historias y hagan un justo esfuerzo, adquieran este libro “pampino” neto, y se regalarán
nostalgias, juegos, lluvia de recuerdos y solidaridad para un hermano, en medio de su hermosa vida, cargada de
alegrías, ilusiones y dolor.
(El
correo de Rubén Gómez Quezada es: rugoque51@gmail.com.)
(ó su wsp. personal:
56 9 9817 8626)
Muchas Gracias…..
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